por Iván Schuliaquer
20 Febrero
2021
del Sitio Web
CosechaRoja
recuperado a través del Sitio Web
WayBackMachine
Iván
Schuliaquer
Politólogo. Docente e investigador de la Escuela de
Política y Gobierno de la Universidad Nacional de San
Martín y del Conicet. Doctor por la Universidad de
Buenos Aires y por la Universidad Sorbonne Nouvelle. |
Imaginemos que una
empresa compra la mayor parte del territorio de la costa de un país.
Y que decide desde entonces quién puede pasar y quién no para
bañarse en el mar.
Algo de eso es lo que
quiere proponer Facebook sobre el debate público:
adueñarse de algo
común para seguir capitalizando, bajo sus propias reglas, la
atención de las personas alrededor del planeta.
El escenario de esa
disputa tiene hoy una batalla clave en Australia, donde Facebook
bloqueó todos los sitios de noticias, nacionales y extranjeros, en
contra de un proyecto de ley que propone que,
Facebook y
Google paguen a los
sitios de noticias de los que comparte contenido...
Una advertencia de lo que
puede hacer ante los Estados que busquen regular la plataforma.
Y una muestra de uno de
los problemas fundamentales de la democracia actual:
los Estados solo
tienen injerencia sobre sus territorios, aunque cada vez más se
confrontan con actores económicos globales que, muchas veces,
tienen más poder que ellos.
Con la decisión de
Facebook ya se redujo un 20 por ciento el tráfico de los sitios de
noticias.
La legislación de medios cuenta con una larga historia de acuerdos
tras bambalinas entre élites políticas y mediáticas, de
negociaciones y demostraciones de poder, pero los actores de peso en
los medios tradicionales solían ser del mismo país en el que
actuaban.
Hoy el escenario es otro:
las grandes
plataformas son casi las mismas en la mayor parte del planeta.
En la tercera semana de
febrero, Facebook publicó en algunos medios estadounidenses que era
necesaria una nueva regulación para el mundo digital.
Pocos días después, en
Australia, demostró que las regulaciones serán aceptadas sólo
si lo benefician...
El gerente de la compañía para Australia y Nueva Zelanda lo dijo
explícitamente:
"Nos dejaron frente a
una decisión difícil: o tratar de cumplir con una ley que ignora
la realidad de esta relación [con los medios informativos] o
dejar de tener contenidos noticiosos en nuestros servicios en
Australia.
Con el corazón
dolido, elegimos la última".
El manager agregó que
tenían pensado crear Facebook News Australia, pero que, ante
el avance de ese proyecto, lo mudarán a otros países.
Lo que pasa en Australia aparece como un buen ejemplo de una de las
disputas de poder centrales del mundo actual y de los años que
vienen.
Facebook es la prueba
cabal de que el horizonte democrático y de pluralización de voces
que muchos imaginaban que generaría Internet a principios de los
2000 está muy lejos del mundo digital que conocemos hoy.
Internet es un nuevo espacio de desigualdades
donde también pesa quién pone las reglas para la discusión pública,
quiénes pueden acceder a ella y de qué manera nos enteramos del
mundo.
Una batalla no menor ante
actores que han venido creciendo y que muestran su voluntad de
marcarle la cancha a los Estados.
A esto se suma que las grandes plataformas son mucho más oscuras y
opacas que los medios tradicionales en su funcionamiento. Aunque se
delegue en la técnica parte de la gestión de ese mundo, siguen
siendo decisiones humanas las que direccionan su accionar.
Y esas decisiones hoy se
dan a la luz del día...
Hace unos años, Google y Facebook
dejaron de pensarse como fuente de derivación y punto de entrada a
Internet y apostaron cada vez más a ser también el punto de llegada,
una forma de retener a los usuarios dentro de sus plataformas y de
vender publicidad sobre contenidos que esas plataformas no generan.
Facebook apostó a eso modificando
el algoritmo para que las
publicaciones con links externos se vieran cada vez menos y lo llevó
al extremo con Instagram donde es imposible compartir esos
links desde las publicaciones.
Por lo tanto, además de la pregunta sobre los vínculos entre los
Estados y las empresas más grandes del planeta a la hora de pensar
cómo y por dónde circula el debate público, también está la pregunta
por la sustentabilidad de los medios informativos.
Facebook está dispuesto a quedarse con los contenidos que producen,
siempre que pueda capitalizarlos sin pagar ninguna contraparte.
Y la paradoja del mundo
actual, como dice Rasmus Kleis Nielsen,
es que las noticias
perdieron parte de su atractivo comercial, pero no se reduce su
significado político y social...
De acá en más, entonces,
el dilema que se plantea es por arriba y por abajo.
Por un lado, lo más
lógico es pensar que esto se debe resolver por arriba, desde los
Estados. Pero los Estados tienen capacidad limitada ante actores
globales como Facebook.
El antecedente de
Australia es contundente:
ante una posible
regulación que consideran inconveniente bloquean a todos los
medios informativos nacionales y el extranjero en ese país.
Es un gesto de
anticipación:
vale para ese país,
pero también para lo que vienen proponiendo distintos Estados
europeos y para los distintos países que osen pensar en una
regulación.
Por otro lado, también
hay que pensar una salida por abajo:
es tiempo de tomarse
en serio la idea de irse de Facebook.
Es una acción limitada y
más simbólica que material.
A la vez, es muy difícil:
mucho de la vida pasa
por Facebook, Instragram y WhatsApp...
Y es cierto:
el poder individual
de pocas personas contra una de las empresas de mayor
capitalización mundial es ínfimo.
Pero también es cierto
que, a veces, plantear preguntas también es plantear un horizonte
posible.
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