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por Pedro Barragán
Economista y asesor de la
Fundación Cátedra China
15 Octubre 2025
del Sitio Web
Publico

Foto de archivo de los
presidentes de
EE.UU. y de China,
Donald Trump y
Xi Jinping,
tras su
encuentro durante
la cumbre del
G20 en Osaka.
REUTERS/Kevin
Lamarque
Durante décadas, el debate entre socialismo y
capitalismo ha marcado el pulso ideológico, económico y
político del mundo.
Pero como consecuencia de la fallida
experiencia socialista de los países del este de Europa, el
socialismo ha pasado a ser visto como una utopía de igualdad pero
incapaz de garantizar el progreso al nivel del capitalismo.
Sin embargo,
China ha dinamitado esa
caricatura...
Bajo la bandera del socialismo, el gigante
asiático ha construido un modelo que combina la planificación
estatal, la propiedad pública estratégica, y la libertad de mercado.
El resultado ha sido un crecimiento económico
sostenido durante más de cuatro décadas, acompañado de logros
sociales que ninguna economía capitalista ha igualado en escala y
velocidad.
Uno de los pilares que sostiene la ventaja del modelo chino es su
capacidad de planificar el desarrollo económico a largo plazo.
Mientras que en los países capitalistas las
decisiones económicas están determinadas por el interés
privado, los ciclos electorales y la presión
de los mercados financieros, en China es el Estado el que
marca la dirección estratégica de la economía.
Esta diferencia estructural permite una
coordinación mucho más eficaz de recursos, infraestructura e
innovación.
El capitalismo financiero está atrapado en la
lógica del beneficio trimestral.
Las empresas responden más a los accionistas
que a los intereses colectivos.
Esta lógica genera deslocalización
industrial, precariedad laboral, especulación inmobiliaria y
burbujas financieras.
China, al contar con una estructura política
centralizada, no se encuentra con estos obstáculos.
Puede construir en una década lo que otros
países tardarían generaciones.
La red ferroviaria de alta velocidad, las
ciudades inteligentes y la
infraestructura energética verde son ejemplos palpables de esta
eficiencia estatal.
La
crisis financiera global de 2008
fue un momento en que la diferencia entre modelos se hizo evidente.
China lanzó un paquete de estímulo de más de
500.000 millones de dólares (casi el 15% del PIB de aquel
momento), centrado en infraestructura y empleo, que permitió
mantener el crecimiento.
Mientras tanto, en Estados Unidos y Europa,
las políticas de austeridad y el rescate bancario profundizaron
la desigualdad y el estancamiento económico.
China ha logrado una de las hazañas sociales más
impresionantes del siglo XXI:
sacar a más de 800 millones de personas de la
pobreza extrema en apenas unas décadas.
Este hecho, reconocido por el Banco Mundial y la
ONU, no es fruto del libre mercado, sino de,
políticas públicas dirigidas, planificación
central y una fuerte inversión estatal.
China ha aplicado un enfoque territorial a la
pobreza, priorizando regiones rurales desfavorecidas.
Millones de funcionarios han trabajado
directamente con las comunidades, identificando familias y fijando
metas en términos de ingresos mínimos, vivienda, educación y salud.
Ha sido una intervención constante y dirigida
donde la infraestructura ha sido clave, donde las inversiones
públicas en vivienda, carreteras, electricidad, agua o Internet han
permitido conectar las zonas marginadas al desarrollo económico,
aplicando la lógica de que sin servicios, no hay inclusión...
En contraste,
los países capitalistas ofrecen programas
fragmentados, intermitentes o subordinados a las reglas del
mercado, donde las empresas no invierten si no hay
beneficios inmediatos...
China ha demostrado que un Estado decidido puede
erradicar la pobreza estructural en una generación.
Pero,
¿es China un país capitalista o socialista?
China es un país socialista que combina la
planificación estatal con la libertad de mercado.
Muchos insisten en llamarla capitalista
argumentando que tiene grandes empresas privadas, consumo masivo,
competencia de mercado, e incluso multimillonarios.
Afirman que todo esto "solo" puede
existir bajo el capitalismo...
Pero esa es una visión superficial y
reduccionista.
Llamar a China "capitalista" es una forma de negar sus raíces
ideológicas y su éxito bajo un modelo socialista, simplemente porque
no encaja con los parámetros tradicionales del pensamiento
occidental.
No se acepta que estos logros puedan ser el
resultado de un sistema socialista.
Podemos afirmar que China sigue siendo socialista
con cuatro argumentos.
En primer lugar, el Partido Comunista
Chino (PCCh) sigue siendo el centro del poder político y
estratégico y el responsable de la revolución a la que estamos
asistiendo.
En segundo lugar, la planificación a
largo plazo guía todas las áreas clave de la sociedad, tales
como la tecnología, la educación, la salud, el medio ambiente o
la defensa.
En tercer lugar, el interés colectivo
está por encima del lucro individual y cuando hay conflicto
entre ambos, el estado interviene para proteger el bienestar
general.
Y por último, los sectores
estratégicos (banca, energía, transporte, telecomunicaciones)
están bajo propiedad y control estatal, garantizando la
soberanía económica.
Y, el hecho de que sea socialista,
¿elimina las libertades individuales...?
No...
China ha adoptado un modelo de socialismo
centrado en el desarrollo, la estabilidad y el bienestar colectivo.
La idea de que en China no hay libertades
individuales es un argumento simplista que no refleja la realidad
cotidiana del país ni la voluntad de su población.
Todos los ciudadanos chinos pueden estudiar
lo que elijan, abrir empresas, viajar dentro y fuera del país,
consumir libremente y elegir su estilo de vida.
La libertad religiosa está reconocida
constitucionalmente, y millones practican el budismo, el
cristianismo, el islam u otras creencias sin obstáculos.
La cultura, el arte y la vida urbana en China
son modernas, dinámicas y abiertas.
En el ámbito político, la Constitución garantiza
los derechos de expresión, reunión y manifestación.
Todos los órganos ejecutivos del estado a todos
los niveles son nombrados por los parlamentos, que en China se
llaman Asambleas Populares, que han sido elegidos por votación
universal y en donde hay nueve partidos diferentes con
representación parlamentaria.
El dominio del Partido Comunista se basa en el
mérito - el confucianismo da un gran valor a la meritocracia
- en su gran implantación social con más de 100 millones de
militantes y al hecho de estar sometido al escrutinio electoral de
forma permanente, lo que le obliga a ser el garante de la democracia
participativa existente en China.
¿No existe control social en China?
¿No están controladas las redes sociales?
Sí, como en España...
Todos los temas que atentan a la seguridad
nacional, como el terrorismo, el yihadismo, la intromisión
extranjera u otros, y todos los temas que atentan al bienestar
social, como la pederastia, la pornografía infantil, las fake
news, etc. están perseguidos.
El control social de China no es muy diferente al
existente en los países occidentales, o el que era, porque estos
días la UE está dando un paso peligroso:
el Consejo Europeo está a punto de aprobar el
Reglamento CSA que obliga a los estados miembros a monitorizar
(leer) todos los mensajes que se envíen por WhatsApp, Telegram,
o a través de correo electrónico dentro del territorio de la UE.
En España se nos ha anclado en el pensamiento
colectivo esa imagen del socialismo en la Unión Soviética,
cercado por la Guerra Fría, con las libertades restringidas
para evitar el acoso occidental y con una variedad de consumo muy
limitada por el bloqueo económico.
El socialismo chino,
-
es un socialismo sin limitaciones en el
consumo (son los que fabrican de todo para todo el mundo y
son, por tanto, los primeros en tenerlo)
-
es un socialismo con ciudadanos libres
sin restricciones ideológicas (China ha estado enviando a
500.000 jóvenes cada año a estudiar a Estados Unidos sin
miedo a que los adoctrinen hasta que
Biden los ha bloqueado,
es también el mayor mercado mundial de las películas de
Hollywood - que son pura propaganda norteamericana)
-
es un socialismo con ciudadanos
satisfechos y orgullosos con el progreso de su país
-
es un socialismo que por primera vez en
la historia está demostrando que es más eficaz que el
capitalismo para generar el progreso social y económico...
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