
por Willy Grotty
24 Abril 2025
del Sitio Web
ElFronterizo
Información enviada por MGG

El periodista económico de El País de España, Claudi Pérez,
con su habitual olfato para ponerle nombre a las rarezas de la
historia económica, bautizó como "cisne naranja" a
Donald Trump.
La expresión es una ironía cromática y conceptual:
si el "cisne negro", según
Nassim Taleb, representa un
hecho inesperado de enorme impacto, que no pudo anticiparse con
los datos disponibles, el "cisne naranja" es justo lo contrario...
Trump no es un accidente impredecible sino,
la consecuencia
inevitable de una economía que no supo leer sus propios síntomas...
La metáfora, que en el plumaje alude al personaje y en su vuelo a la
nostalgia imperial, cobra pleno sentido si miramos el camino que
llevó a Estados Unidos de ser la hiperpotencia incuestionable de los
años noventa a este presente de berrinches arancelarios y muros
ideológicos sin cimientos sólidos.
Tras la caída del Muro de Berlín en 1989 y la desintegración de la
Unión Soviética en 1991, Estados Unidos creyó haber llegado al final
de la historia.
Fukuyama así lo aseguró...
La Guerra Fría terminó sin disparar una sola bala en su última
batalla, y la fe en el mercado como instrumento de redención global
se convirtió en doctrina.
En ese mundo unipolar, Washington impuso condiciones, exportó
valores, invadió naciones, dictó sentencias y diseñó
la
globalización a su medida.
Entre tanto, en 1999, aviones de
la OTAN bombardearon por "error" la
embajada de China en Belgrado.
Beijing no alzó la voz. Ni una
guerra, ni un veto...
En vez de venganza, optó por la táctica milenaria del
Arte de la
Guerra de Sun Tzu:
reposicionarse en silencio...
China acogió la deslocalización de fábricas occidentales
(americanas) en sus cantones con una mezcla de humildad estratégica
y visión de largo plazo...
No fue una rendición, sino una inmersión:
aceptó su rol como
maquiladora o fábrica del mundo, toleró condiciones laborales que
habrían escandalizado a cualquier sindicato europeo y convirtió sus
ciudades en talleres de ensamblaje de la modernidad...
Pero no lo hizo por docilidad:
lo hizo para ¡aprender...!
Miles de ingenieros chinos se formaron en universidades
estadounidenses mientras sus padres ensamblaban iPhones.
Cuando en 2001 China entró a la OMC, ya no era solo una nación
emergente:
era una potencia latente, afinando sus motores.
Durante esos años, Estados Unidos creyó que la globalización era un
espejo que siempre le devolvería su propio reflejo.
No entendió que, mientras las ganancias se inflaban por los
bajos costos de producción, su base industrial se oxidaba
internamente.
Ni que, mientras celebraba su déficit de cuenta corriente como
una señal de dinamismo, cedía terreno real en manufactura,
infraestructura y hasta en soberanía tecnológica.
Washington pensó que podía ser la mente del mundo mientras los otros
ponían las manos.
Pero las manos también aprenden, también piensan, y a veces
construyen su propia cabeza...
Hoy, cuando ese gigante dormido que fue
China se despereza como
primera potencia exportadora, tecnológica y financiera, el Cisne
Naranja bate sus alas, grazna con torpeza y ruido.
Trump encarna no solo el desconcierto, sino también la furia del
declive...
Quiere revertir décadas de errores con tarifas improvisadas,
guerras comerciales y discursos de patio trasero.
China no es Latinoamérica...
¿Cree que gritar "America First" basta para que el tiempo vuelva
atrás?.
El daño está hecho. Y consolidado...
Los aranceles no reemplazan las fábricas cerradas, ni las promesas
proteccionistas sustituyen a los empleos que volaron al otro lado
del Pacífico.
Ahora relocalizar las industrias hacia USA no es
fácil, ahora son cadenas de valor y el mundo cambió.
El cisne naranja, a diferencia del negro, no sorprende por su
aparición, sino por su negación del pasado.
Quiere rehacer el mundo sin entender cómo lo perdió.
Como esos jugadores de ajedrez que golpean el tablero cuando
descubren, demasiado tarde, que la estrategia rival comenzó
veinte movimientos atrás.
China, paciente y milenaria, ya hizo su jugada.
Y el Águila Norteamericana, en lugar de aceptar el empate,
quiere reiniciar la partida a punta de sanciones...
Tendrá que negociar, pero no podrá lograr el "America First"...
Así que ahí lo tienen:
El cisne naranja no es un error.
Es la factura del autoengaño.
No vuela, grazna.
Y su canto final no es tragedia, sino comedia de errores,
escrita con tinta roja de déficits gemelos (fiscal y externo) y
nostalgia imperial...
Porque si algo enseña la historia económica es que,
los imperios no caen por enemigos externos, sino ¡por
no ver
y saber mover las piezas a tiempo...!
Barranquilla,
16 de abril del 2025
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