Sucedió en 1980, cuando fui invitado a visitar la Mesopotamia y realizar estudios e investigaciones de su historia, antiguas civilizaciones y cultura, siendo periodista y escritor luego de fundar la primera revista esotérica/científica en Venezuela y Latinoamérica “Cábala”, en 1977.
Tenía 32 años y hace
exactamente 32 años.
Cuando el guía Halman o Hamman, no recuerdo bien el nombre,
que también era teniente del ejército iraquí, con quien hice una
buena amistad, me habló de ella, me dije “por qué no”. No estaba
lejos de UR. La carretera muy bien asfaltada terminaba en medio de
la nada. Más allá sólo la arena y el desierto. Pero a mi derecha, a
unos cincuenta metros, debajo de la
arena, escombros y el polvo se erguía una impresionante mole en
medio de la nada.
Alcancé la
cima del Zigurat, totalmente cubierto por la arena y el tiempo
milenario, pero que se sentía duro bajo mis pies. El cielo era claro,
azul, soplaba una leve brisa y el aire era fresco del mes de Febrero,
esa mañana.
Miré al guía que ya estaba
cerca del vehículo, donde Hadji, título honorífico por haber hecho
la peregrinación a La Meca, el chofer, estaba parado esperando con
la puerta abierta.
En esos instantes - la aparición habrá durado unos cinco minutos, lo que calculé por la distancia en el recorrido de Halman al coche - sorprendentes, puedo decir que me identifiqué con el ser, como si nos conociéramos.
¿Habrá sido por mi sangre ancestral? Mi
abuelo materno nació en Bakú, Azerbaiyán, habiendo sido oficial
cosaco del zar Nicolás, mi abuela rusa. Padre esloveno con ancestros
españoles y venecianos. Y yo nací en la Argentina un día después de
llegar el barco francés desde Italia al finalizar la Segunda Guerra
Mundial.
Regresé al coche y no me recuerdo de las conversaciones
amables antes de regresar a Bagdad, al hotel Sheherezade donde me
hospedaba. Dormí plácidamente, pero con una extraña sensación.
Agradable, como si el tiempo no existiera.
Al entrar, casi de inmediato y a mi derecha me
encontré con una figura cubierta con cristales grandes, donde había
unos ladrillos como murito, alfarerías y otros implementos
La placa de bronce pulido decía en letras claras en inglés y árabe más abajo:
¿El Enki de los Anunnaki de los antiguos textos sumerios de Zecharia Sitchin que se me apareció y me dejó mensajes? ¿Su descendiente? ¿Alto Sacerdote? ¿Yo mismo en otro tiempo y otro espacio?
Todos estos años sólo lo conté y narré en forma velada. Ni siquiera cuando entrevisté días después al director del Museo de Bagdad. Pasaron ya 32 años. Regresé allí en 1981 pero por otros motivos.
Este es el momento de difundir mi increíble experiencia.
Ya tengo 64 años. Y
posiblemente sea un híbrido... En el zigurat -templo- Ur de Caldea Sumeria, Irak
Babilonia, Irak 1981
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