5 - Los herederos del Abzu

traducción de Adela Kaufmann

12 Abril 2009

“Los planetas poseen una conciencia, tienen poder para actuar. Tienen espíritus que los guían y a los cuales obedecen. Dan a los seres vivos el fruto de sus buenas o malas acciones.”
Karapâtrî, Shrî Vishnu Tattva

 

Gîrkù-Tila Nudîmmud / Min-ME-Ía


El rumor de la llegada de un nuevo rey al reino del Abzu se propagó como el viento en todo nuestro planeta. Nuestra llegada al Abzu de Nalulkâra fue acogida con una extrema desconfianza por parte de los èutum aún válidos.

 

Un imponente y violento espectáculo nos hundió, a Mam y a mí, en la más terrible de las realidades: un extenso desorden reinaba en el mundo interior. Muchas ciudades fueron destruidas o parcialmente destruidas, quedando en un deplorable estado de deterioro. Los èutum aún sobre sus pies se organizaban para recuperar la mayor cantidad posible de madera y crear, así, enormes braseros sobre los cuales colocaban los cuerpos de los varones fríamente exterminados algunos días antes, por los tiros cruzados de Lahmu y Lahamu.

 

De esa manera habían borrado del mapa pueblos enteros. Innumerables cadáveres cubrían las calles y los campos exhalaban un olor pestífero y fétido.

 

¿Cuántos habían allí? ¿Ocho ciento miles, un millón cinco?

 

El suelo estaba cubierto con despojos amontonados unos sobre otros, similares a ramas cortadas. Mamitu no pudo impedir llorar. Nunca antes había visto a un ser fundirse en lágrimas y encontré esto insoportable. La vista de las lágrimas representaba para mi, ni más ni menos que la exteriorización del dolor o el sufrimiento.

 

¿Mam estaba enferma? ¿Dónde sufría? ¡Imposible!

 

La tomé en mis brazos y le pedí que me nombrara el extraño mal que le afligía. Empañados los ojos, quiso tranquilizarme diciéndome que el día en que me convierta en un planificador, sabré llorar. ¡Si Mam pensaba tranquilizarme diciéndome eso, se equivocaba! Repentinamente tenía menos prisa de convertirme en un Nungal.


Nos dirigimos a continuación hacia el bosque que bordeaba a Sàlam. Era muy fresco y bastante oscuro. Vimos gigantescas procesiones llevar los cuerpos que suministraban a las llamas de los numerosos braseros que parpadeaban como minúsculas estrellas perdidas en la inmensidad de exuberante verdor. El espectáculo era a la vez sorprendente y sobrenatural.

 

A solicitud de Mamitu, abandonamos el lugar cuando, precipitadamente, Lahmu y Lahamu aparecieron al linde del bosque. Los dos Usumgal tenían la cara contenta; examinaron a mi Ûgunu (maestra). Fueron muy prudentes viéndome y se inclinaron ligeramente. Los dos Usum (dragones) me felicitaron ardientemente por mi “hazaña” y maldijeron la memoria de Abzu-Abb, a la vez que celebraban su muerte. Irónicamente, Lahmu y Lahamu eran los hijos directos de un nuestro antiguo rey y no parecían experimentar ningún rencor hacia el…


Me pidieron la autorización para acabar la obra que habían empezado, en nombre de An y de los Anunna. En ese instante, yo sentí la mirada impaciente de Mamitu buscando la mía, y estaba muy tensa. Los dos Usumgal lo olieron inmediatamente y lo insultaron enérgicamente.

 

Les recordé que mientras que la gran Mamitu-Nammu me había elegido como Nitahlam (amante) y que era también la heredera del reino del Abzu.

“Su palabra es igual de segura que la mía”, contestó.

Les pedí entonces abandonar el lugar y pedirles que nunca más volvieran de nuevo sin nuestra autorización. Ambos Usum, ulcerados, me hicieron reproches sobre la escandalosa violación de mi compromiso. Les indiqué que yo nunca firmé nada con nadie.


Cuando desaparecieron en el bosque, Mamitu se lanzó a mi cuello con entusiasmo y me besó en la mejilla para agradecerme. Sus regulares y desbordantes exaltaciones sentimentales me asombraban mucho al principio, pero me acostumbré rápidamente.

 

En realidad, eso formaba parte integrante de su personalidad y estaba, sin duda alguna, relacionado con la atracción que ejercía sobre mi. Este inquietante y misterioso poder conferido por su encanto y su espíritu me era verdaderamente indispensable. Ella lo sabía y jugaba, ya que cada día, gracias a su influencia beneficiosa, me convertía en mejor y mayor seductor – me gustaba que especificara - y todo esto para su mayor satisfacción.

 

Sabiduría, prudencia y bondad eran las palabras favoritas de Mam. En este tiempo difícil en que el desamparo y la pena cohabitaban estrechamente, no dejamos un único momento de atenernos a estas elementales normas de vida. Habíamos decidido dejar los èutum en paz y Mam consideró encontrar un antídoto con el fin de salvar los supervivientes. Los Nungal se instalaron en el Abzu y se unieron a los Sutum de manera cordial.


¡Había tanto que hacer!

 

Numerosas regiones eran estériles y los Sutum vivían en condiciones deplorables. Fue necesario reorganizarlo todo, restaurarlo todo para la paz, para la vida. Los Nungal nos ayudaron eficazmente en la reconstrucción de las viviendas y templos. Poco a poco, en una treintena de nuestros días, el Abzu de Nalulkâra se asemejaba de nuevo a una agradable estancia.

 

Después de estos largos y agotadores días, todas las ciudades del Abzu organizaron suntuosos banquetes y Sirhûlla ( alegres canciones) se celebraron en nuestro honor. Mi deliciosa Mami estaba maravillada, y a la vez y afectada por tanto entusiasmo y fervor. Ahora, cuidadosamente, filtrábamos con precaución las aguas dulces del reino del Abzu, ya que gracias a mis revelaciones, descubrimos que estaban todas muy envenenadas.

 

La superficie de Nalulkâra era un verdadero desierto y sus raros océanos eran océanos sin vida. Dado que los ríos del Abzu representaban la totalidad de las reservas de agua potable de nuestro planeta, Mamitu decidió sanearlos todos, por seguridad. Todos habían regresado a la Abzu después de someterse a una rigurosa introducción a la labor de planificación Unulahgal, nuestra capital.

A diferencia de las Amasutum y los Nungal, los àutum no estaban inmunizados contra el veneno vertido en nuestros ríos. Teníamos por fin la fina palabra de esta escabrosa historia, fue, definitivamente, un buen inicio hacia la realización de un antídoto eficaz.


Para agradecer a Mam, los Sutum y los Nungal le dieron un nuevo apodo de auténtico doble sentido: Damkina, lo que quiere decir “la esposa ordenadora de la fuente”.

 

Hicieron lo mismo conmigo, nombrándome Nudimmud, “da forma y luz a las imágenes”.

 

Teníamos esta mala costumbre de dar apodos cada vez que una persona realizaba notables hazañas. ¡Era un verdadero honor, pero mientras más poseíamos, más la gente se perdía! Por mi parte, yo me volqué a la fabricación intensiva de Nungales. Todos estos acontecimientos se me habían alejado de mi tarea principal. El número de nuestros planificadores era de ahora en adelante 3.086 especimenes. Todos habían recuperado el Abzu después de haberse sometido a una rigurosa iniciación en el trabajo de planificación en Unulahgal, nuestra capital.


Algunos días antes, unas sacerdotisas que se encontraban en las diversas colonias del sistema estelar Ubsu'ukkinna en Mulmul (las Pléyades) consiguieron ponerse en contacto con Nalulkâra y nos transmitieron la poca información que poseían sobre la evolución en la fabricación de Anunna sobre el planeta Dukù.

 

Eran varios millares, seguramente cerca de 20.000 ejemplares como mínimo. Sin embargo, un extraño detalle me desconcertó un poco, algunos de ellos no procedían, al parecer, de un mismo molde.

 

An y Ninmah se habían propuesto a programar varias variedades de Alagni con constituciones y caracteres heterogéneos. Dado que el tiempo me era de ahora en adelante menos

17 - Códice mexicano Fejervary-Mayer, tablero 33.

La gran diosa de las aguas, personificada en sacerdotisa-árbol,

inicia a un ser masculino él, que se transforma progresivamente en vegetal.

Tendrán en cuenta que la diosa lleva los atributos de la Serpiente… contado esto,

me dio la ambición de hacer lo mismo.

Trabajé pues, en secreto, en la programación distintas clases de Nungal.

 

Mientras tanto, Mamitu me propuso varias veces asistir a uno de los talleres de trabajo con el fin de hacerme una mejor idea sobre la noble tarea de un planificador, pero cada vez me había negado.

 

Sabía muy bien cómo esta clase de iniciación se desarrollaba y no deseaba enfrentarme a la desnudez del Nungal, incluso como simple observador. La anatomía que exhibía cada muestra de su creación, y era ampliamente suficiente.

 

¡De ahora en adelante me sentí herido en las profundidades de mi carne por esta injusticia, de saberse así disminuido, reducido, mientras que su propio creador no lo era! Para aliviarme, pensaba a menudo en los Anunna de An, que debían poseer, aproximadamente, las mismas características que las mías.

 

Eso me tranquilizó de inmediato…

18 - Figurita masculina “cabeza de lagarto” en alta arcilla verdosa, de 14 cm, período de Obeid (5º milenio AC).

Esta estatuilla se encontró en el cementerio de la ciudad de Eridu cerca del esqueleto de una mujer,

seguramente una sacerdotisa.

Esta escultura representa a un Gina' abul varón de tipo Nungal o Anunna sexual.

Se encuentran los mismos cristales o ME sobre los hombros que la figurita femenina vista más arriba.

Sobre la Tierra, el ME de los “dioses” a menudo era colgado al cuello o era colocado sobre sus hombros,

como lo demuestran muchos de los comprimidos del Anzu encontradas en Assur.

Determinados Gina' abul llevaban al ME como se llevan condecoraciones o medallas,

señalando esta práctica el estatus social de cada uno.

Es interesante observar que el equivalente del término ME es Parsû en acadio.

La descomposición de este término en PAR-SÛ “el conocimiento de la soberanía”

y también en PÀR-SU “lo que se despliega sobre el cuerpo” confirma claramente lo que destacamos.
 

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