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del Sitio Web GrahamHancock traducción de Editorial-Streicher
8 Febrero 2014
"El potencial para el abuso y daño" se supone que es el criterio por el cual el uso de drogas es suprimido.
Mientras mayor es el potencial de una
droga para su abuso y daño, mayor y más vigoroso es el grado de su
supresión, y sanciones más draconianas se han aplicado contra sus
usuarios.
De esta forma, ser detenido por la posesión de una droga de Lista I o de Clase A provoca mayores sanciones que la posesión de una droga de Lista III o Clase C.
Generalmente, si se estima que una droga tiene algún uso médico actualmente aceptado, es probable que sea ubicada en una lista inferior que si es que no en ninguna, no obstante el hecho de que pueda tener el potencial para su abuso o daño.
En ausencia de cualquier efecto
terapéutico reconocido, las drogas que son altamente adictivas, como
la heroína o el crack de cocaína, o drogas que son profundamente
psicotrópicas, incluyendo alucinógenos como el LSD, la psilocibina o
la DMT (dimetiltriptamina), son casi universalmente puestas en las
listas más altas, y su uso atrae los castigos más severos.
Específicamente, ¿ha habido una marcada
reducción del uso de drogas ilegales durante los últimos 40 años -
como uno esperaría con los miles de millones de dólares del dinero
de los contribuyentes que ha sido gastado durante un período tan
largo para su supresión - o ha habido una reducción de los daños que
estas drogas supuestamente causan al individuo y a la sociedad?
En efecto, es bien sabido, y es indiscutible, que las mismas sociedades que intentan de la manera más enérgica suprimir varias drogas, y en las cuales los usuarios son sometidos a las penas más rigurosas, han visto un enorme y continuo aumento del consumo per cápita de dichas drogas.
Esto es tácitamente admitido por las grandes burocracias armadas establecidas para perseguir a los usuarios de drogas en nuestras sociedades, que cada año demandan más y más dinero público para financiar sus actividades represivas.
Si la supresión estuviera dando frutos,
uno esperaría que sus presupuestos disminuyeran y no que aumentasen.
El resultado, como Rob Kampia, director ejecutivo del Proyecto de Política de la Marihuana (MPP), recientemente observó, es que los arrestos por marihuana superan el número de detenciones por "todos los delitos violentos combinados", lo que significa que la policía gasta cantidades excesivas de tiempo persiguiendo a criminales no violentos.
Y eso sin mencionar que aquellos que son
detenidos por
uso de marihuana y otras drogas
ilegales sufren realmente un daño inmenso a consecuencia de los
castigos infligidos a ellos, incluyendo - pero no limitados a -
traumas personales, pérdida de la libertad, pérdida de la
reputación, pérdida de perspectivas de empleo, y un serio y duradero
daño financiero.
Pero hay muchos otros estados de conciencia que el asombroso y misterioso cerebro humano es capaz de abarcar, y parece ser un impulso humano natural, tan profundamente arraigado como nuestros impulsos para la comida, el sexo y las relaciones de crianza, el buscar y explorar tales "estados alterados de conciencia".
Una sorprendentemente amplia variedad de
métodos y técnicas (desde ejercicios de respiración, meditación,
ayuno, hipnosis, música rítmica, hasta períodos extensos de baile
vigoroso, etc.) está disponible para ayudarnos a conseguir dicho
objetivo, pero no cabe duda de que el consumo de aquellas plantas y
sustancias llamadas "drogas" en nuestras sociedades está entre los
más efectivos y eficientes medios disponibles para la Humanidad para
explorar dichos estados profundamente alterados de conciencia.
No toda la gente en cada sociedad hará eso, quizás ni siquiera la mayoría, pero ciertamente una minoría muy sustancial, por ejemplo, los 2 millones de británicos que son conocidos por consumir drogas ilegales cada mes [2], o aquellos 20 millones de personas en Estados Unidos que han sido detenidas por posesión de marihuana desde 1965.
Y éstos por supuesto son sólo la punta
del iceberg de una población mucho más grande de usuarios
estadounidenses de marihuana, estimados en muchas decenas más de
millones, quienes, por suerte o por sus precauciones, todavía no han
caído en infracción de la ley y no son así reflejados en las
estadísticas de detenciones.
Y, ya que la "Guerra contra las Drogas"
significa que no hay ninguna fuente legal de suministro de estas
sustancias, el resultado inevitable es que aquellos que desean
usarlas deben recurrir a fuentes ilegales de suministro.
Hemos entregado, en efecto, a nuestra juventud - el sector dentro de nuestras sociedades que siente más fuertemente la necesidad de experimentar estados alterados de conciencia - en las manos de los peores gángsters y canallas del planeta.
Para comprar droga nuestros hijos e hijas no tienen ninguna otra opción sino sólo acercarse y asociarse con criminales violentos y avaros.
Y porque los beneficios de la venta de
drogas ilegales son tan enormes, estamos todos atrapados en las
inevitables consecuencias de las guerras territoriales y asesinatos
entre las pandillas y cárteles que compiten en este el más negro de
los mercados negros.
Debería ser completamente obvio, un
simple paso lógico, comprender que despenalizando el uso de drogas,
y poniendo el suministro de todas las drogas a disposición de
aquellos adultos que desean usarlas por medio de canales legales y
adecuadamente regulados, podríamos, de un golpe, sacar del negocio a
la vasta empresa criminal que actualmente prospera con el suministro
de drogas ilegales.
En efecto, el único "cambio" que las grandes burocracias armadas que hacen cumplir estas políticas han buscado siempre desde que la "Guerra contra las Drogas" comenzó, año a año, ha sido demandar aún más dinero, e incluso más armas, y poderes legislativos aún más draconianos para irrumpir en los hogares, confiscar la propiedad y privar de libertad a ciudadanos por otra parte observantes de la ley, y arruinar sus vidas.
En el proceso hemos visto a nuestras sociedades otrora libres y fuertes - que solían respetar la opción individual y la libertad de conciencia sobre todo lo demás - deslizarse inexorablemente por la pendiente resbaladiza que conduce hacia el Estado policiaco.
¡Y todo esto está siendo hecho en
nuestro nombre, con nuestro dinero, por nuestros propios gobiernos,
para "salvarnos de nosotros mismos"!.
Todo el que trabaja para ellas, desde la gente de relaciones públicas y traficantes de engaños que preparan la propaganda usada para vendernos sus políticas, incluyendo a sus subcontratistas tanto públicos como privados, e incluso las (a menudo dirigidas privadamente) prisiones llenadas a punto de reventar con sus víctimas, son los beneficiarios de este fracaso catastrófico de parte de nuestros gobiernos para pensar lateralmente, generosa y creativamente.
Si usted es un agente de la DEA (Drug
Enforcement Administration) o un guardia de prisión, naturalmente
tiene un profundo interés en mantener el miserable estado de cosas,
justificado por la "Guerra contra las Drogas", que lo mantiene a
usted en su trabajo, que asegura que sus pagos mensuales sigan
entrando, y que continuamente aumenta sus presupuestos.
Durante los pasados más de 40 años ellos
han ganado incontables miles de millones de dólares por la venta de
drogas ilegales que, si sólo hubieran sido legales, no les hubiera
permitido ganar un solo centavo.
Y en segundo lugar (sin tener en cuenta
si ellos usan drogas ilegales o no), prácticamente todos los demás
en nuestra sociedad también, por cuanto la calidad de vida de todos
nosotros se ha visto disminuida por el
crecimiento del Estado policiaco y
por las actividades criminales de las pandillas franquiciadas y
mantenidas en el negocio por la perpetuación ciega e irracional de
esta fracasada y en bancarrota "Guerra contra las Drogas".
Al contrario, hemos sido tan poco
"salvados de nosotros mismos" por esta falsa guerra, que el uso de
casi todas las drogas ilegales, lejos de disminuir, ha aumentado
dramáticamente durante los pasados 40 años.
Pero el uso del tabaco indudablemente
conduce a grandes daños, tanto para la salud del individuo como para
la salud de la sociedad en general, y los hechos sobre estos daños
han sido extensa y exitosamente difundidos sin que un solo usuario
de tabaco alguna vez haya sido detenido o perseguido.
La razón por la que las campañas anti-marihuana han fracasado es que los millones de usuarios saben por su propia experiencia directa y de largo plazo que la marihuana realmente no les hace ningún gran daño y (en cuanto a la propaganda anti-marihuana más reciente) definitivamente no los vuelve locos.
Bien puede ser verdad que el pequeños número de adolescentes frágiles cuya salud mental ya estaba comprometida de antemano, haya tenido su esquizofrenia latente u otras condiciones similares, haya empeorado por el uso de la marihuana, pero la gran mayoría de los usuarios de marihuana no se ven en absoluto afectados de esa manera.
De igual modo, los esfuerzos de las agencias del gobierno para persuadirnos de que nuevas variedades más potentes de marihuana actualmente disponibles en el mercado son más peligrosas para nuestra salud que las variedades tradicionales, porque ellas entregan mucho más del ingrediente activo THC (tetrahidrocanabinol) a nuestros sistemas, no han persuadido a nadie.
Los usuarios regulares de marihuana
enfrentados a una variedad más fuerte simplemente ajustan su
consumo, consumiendo mucho menos de ella a fin de conseguir el mismo
efecto, y sienten intuitivamente que fumar menos de cualquier
sustancia tiene que ser mejor para sus pulmones y su salud general
que fumar más.
Hay un reconocimiento cada vez más generalizado de que la información contaminada, incomprobable y tendenciosa que está siendo pasada como información no es digna de confianza.
Y esta desconfianza de las fuentes
oficiales de información, por supuesto, sólo es empeorada por el
carácter propagandístico, la caza de brujas y las tácticas de terror
de la "Guerra contra las Drogas", y por la comprensión de que la
información de salud suministrada en las campañas anti-drogas no
está respaldada por las políticas oficiales de salud y educación
sino en cambio por sanciones criminales draconianas y actitudes
punitivas autoritarias.
Mientras el uso de drogas ilegales se ha disparado en todas partes durante los últimos 40 años, independientemente de la persecución violenta contra los usuarios de esas drogas, el uso del tabaco, en un clima de libre elección e información confiable, se ha desplomado a un mínimo histórico.
El consumo de tabaco, alguna vez visto como un hábito socialmente aprobado, incluso deseable, y, en realidad, "elegante", ha venido a ser considerado como una actividad que crea parias en la cual sólo los idiotas se complacerían.
Aunque haya, por supuesto, todavía muchos usuarios de tabaco - porque la nicotina es intensamente adictiva - su cantidad sigue disminuyendo dramáticamente año a año mientras cada vez más de nosotros hacemos la opción libre de dejar dicho hábito por nuestra salud.
Si esto ocurre, entonces podemos estar seguros de que las drogas que son de verdad dañinas para la salud y el bienestar (como el tabaco ciertamente lo es) perderán el favor de sus usuarios de exactamente el mismo modo en que el tabaco lo ha perdido.
Y si resulta que algunas de estas drogas
no son de hecho tan perjudiciales, entonces no debería concernirnos
en absoluto si algunos adultos toman la libre opción de seguir
usándolas.
El congresista republicano estadounidense Barney Frank dio en el clavo en cuanto a la verdad de lo que significa realmente una sociedad libre cuando él anunció un proyecto de ley en Agosto de 2008 para terminar las sanciones federales para los estadounidenses que porten menos de 100 gramos de marihuana.
No hace falta decir que la propuesta de Frank con poca probabilidad tendrá éxito en el clima histérico de desinformación que actualmente rodea este asunto, y debemos preguntarnos por qué este debería ser así.
El que la legalización de las drogas reduciría los presupuestos de aquellas mismas burocracias, y en último término las pondría fuera del negocio, es parte de la respuesta.
Pero para encontrar el verdadero motor
que perpetúa la "Guerra contra las Drogas" tenemos que parecer más
profundos y hacer preguntas fundamentales sobre la relación entre el
individuo y el Estado en las democracias occidentales modernas.
...etcétera, etcétera.
En el nivel más profundo, nuestra conciencia es lo que somos, al grado de que si no somos soberanos con respecto a nuestra propia conciencia entonces no podemos en ningún sentido significativo ser soberanos sobre algo más tampoco.
De modo que tiene que ser completamente significativo que, lejos de estimular la libertad de conciencia, nuestras sociedades de hecho niegan violentamente nuestro derecho a la soberanía en esta área sumamente personal, y efectivamente han proscrito todos los estados de conciencia fuera de aquellos que están en una lista muy estrechamente definida y oficialmente aprobada.
La "Guerra contra las Drogas" de esta
manera ha tenido éxito de forma inesperada al diseñar una severa
inversión de la verdadera dirección de la historia occidental, por
el hecho de potenciar a autoridades burocráticas anónimas para que
envíen agentes armados para que irrumpan en nuestras casas, nos
detengan, nos arrojen en prisión y nos priven de nuestros ingresos y
reputación simplemente porque deseamos explorar las - a veces
radicales, aunque siempre temporales - alteraciones que las drogas
facilitan en nuestra propia conciencia.
Para algunos esto es una simple opción de estilo de vida. Para otros, particularmente en lo que a los alucinógenos como el LSD, la psilocibina y la DMT se refiere, esto es un medio para entrar en contacto con reinos alternos y dimensiones paralelas, y quizás hasta con lo divino.
Para unos, las drogas son una ayuda para
la creatividad y el esfuerzo mental enfocado. Para otros, ellas son
un medio de des-sintonizarse un rato de las preocupaciones diarias.
Pero en todos los casos parece probable que la tendencia a alterar
la conciencia, de la cual se origina todo el uso de drogas, tiene
raíces profundamente genéticas.
Un ejemplo notable es la homosexualidad, alguna vez castigable con la muerte o con períodos largos de encarcelamiento, la que es completamente legal ahora entre adultos con consentimiento - y completamente reconocido como algo que no es de ninguna manera un asunto del Estado - en todas las culturas occidentales.
(Aunque aproximadamente trece Estados
estadounidenses tengan leyes "anti-sodomía" que proscriben la
homosexualidad, estos estatutos han sido raramente hechos cumplir en
años recientes, y en 2003 la Corte Suprema estadounidense invalidó
aquellas leyes).
Quizás en un siglo o dos, si no hemos destruido la civilización humana para entonces, nuestros descendientes mirarán hacia atrás con repugnancia en cuanto a las bárbaras leyes de nuestro tiempo que castigaron tan duramente a una minoría (con encarcelamiento, ruina financiera, y peor) por buscar responsablemente, en silencio y en la intimidad de sus propios hogares, alteraciones en su propia conciencia mediante el uso de drogas.
Quizá terminaremos incluso por mirar
hacia atrás a la persecución de usuarios de drogas con el mismo
sentido de vergüenza y horror con que ahora vemos la incineración de
"brujas" y la imposición de la esclavitud sobre otros.
Por el contrario, me parece que la
urgencia del Estado por el poder ha sido desde el principio la
verdadera razón de esta "guerra"; no un deseo honesto de parte de
las autoridades para rescatar a la sociedad y al individuo de los
daños causados por las drogas sino una delgada cuña destinada a
legitimar el creciente control burocrático y la intervención en casi
cada otra área de nuestras vidas también.
¿Cómo seremos capaces de resistir,
cuando tantos de nosotros han entregado ya voluntariamente las
llaves de nuestra propia conciencia al Estado y han aceptado sin
protestar que es correcto que a uno se le diga qué podemos y qué no
podemos hacer, qué podemos y qué no podemos explorar, incluso qué
podemos y qué no podemos experimentar, con esta la parte más
preciosa, sapiente, única e individual de nosotros mismos?
Referencias
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