12 Julio 2013 del Sitio Web TiempoDeActuar
Este sistema se basa en el monocultivo de grandes extensiones de terreno, utiliza modos de producción altamente mecanizados, a menudo usa semillas transgénicas y elevadas cantidades de fertilizantes sintéticos y pesticidas.
Se presentan como la agricultura “científica”, frente a los modos tradicionales de producción de alimentos.
Este tipo de agricultura ha logrado imponerse, pese a sus negativos impactos, utilizando una idea:
Pero, ¿es esto cierto? No, esta afirmación es falsa.
A decir verdad, sucede todo lo contrario: no tiene la capacidad para alimentar al mundo, y es especialmente evidente ahora - cuando casi 1.000 millones de personas padecen hambre crónica - aunque no se trata tanto por un problema de producción, sino de distribución.
Aunque la agricultura industrial sí ha aumentado la productividad por hectárea ha sido a costa de perder productos secundarios importantes, como la paja, y de disminuir la diversidad de productos; esto se produce a costa de un balance energético negativo y un agotamiento de los recursos.
Además, hay varios estudios que plantean que la agricultura ecológica moderna es tan productiva como la industrial.
Tampoco en el largo plazo la agricultura
industrial puede alimentar al mundo porque su uso intensivo de insumos
externos y los residuos que genera la hace totalmente insostenible. El
planeta no puede aguantar sus modos de producir comida o su expansión
indefinida.
Su modo productivo hace un uso intensivo de combustibles fósiles a lo largo de sus procesos mecanizados y utiliza de forma intensiva enormes cantidades de productos petroquímicos.
Además, produce en cualquier rincón del planeta alimentos, piensos o agrocombustibles con destino al mercado mundial, por lo que sus productos recorren cientos y miles de kilómetros antes de llegar a su destino, y lo hacen utilizando medios de transporte movidos - mayoritariamente, aunque una pequeña parte también son agrocombustibles - por derivados del petróleo.
Como es sabido, las reservas mundiales de petróleo se están agotando rápidamente y estamos alcanzando lo que los expertos denominan el “pico del petróleo”, [1] es decir, la era del petróleo barato que ha sostenido el actual sistema alimentario (y el sistema económico en general) llega a su fin.
Igualmente, las industrias procesadoras y de distribución de alimentos - tan empaquetados - contribuyen también al cambio climático con sus emisiones.
No es de extrañar que la agricultura industrial genere, al menos, el 30% de las emisiones de los gases de efecto invernadero, y el sistema agroalimentario en su conjunto podría aportar hasta el 50% de las emisiones que provocan el cambio climático. [2]
Pero además, el uso intensivo de
agroquímicos y su forma de producción - monocultivos que reducen la
biodiversidad, semillas modificadas, fertilizantes sintéticos y plaguicidas
químicos - agota los nutrientes de los suelos y la capacidad de estos para
capturar y absorber carbono.
Tomado de Jornadas de Ecologistas en Acción sobre Agrocombustibles,
marzo 2013.
Con aumentos pequeños de temperatura de 1-2º C en las latitudes altas se espera un aumento en la productividad de las cosechas, mientras en las bajas disminuyen las cosechas.
Con aumentos mayores de las temperaturas habría una disminución generalizada en las cosechas.
Se prevé
que por cada grado de aumento de las temperaturas, la cosecha de arroz
disminuye en un 10%; en los países de África subsahariana pueden registrar
una reducción de sus cosechas para 2080 que oscila entre el 20 y el 30% (llegando
al 50% en Sudán y Senegal). [3]
Fuente: Lo que nuestra nevera esconde,
Global Express, nº 19, marzo 2013.
También causa la eutrofización [4] de lagos y mares, donde ya no es posible la vida.
La dependencia de fertilizantes y plaguicidas no naturales hace estos cultivos muy poco resistentes a las plagas pero también a los vaivenes del clima, que previsiblemente se intensificarán en los próximos años a medida que el cambio climático se manifieste más intensamente. [5]
Así que difícilmente se pueda confiar en estas cosechas para alimentar a la
población del planeta.
Allá en donde se instala emplea el mismo modo de producir, da igual que se trate de la selva amazónica, la sabana africana o las estribaciones del Sahara.
¿Sabías
que para producir un litro de etanol (una forma de agrocombustible) a partir
de maíz se necesitan entre 1.200 y 3.400 litros de agua? La caña de azúcar
también precisa mucha agua.
Estas corporaciones representan enormes embudos y emplean prácticas oligárquicas:
La sobreproducción es otra de sus características.
Sus productos, cultivados a menudo bajo plástico y conservados en cámaras frigoríficas durante semanas, ni siquiera saben a lo que tendrían que saber: los tomates no saben a tomate; es más, apenas saben a nada.
La agricultura agroindustrial forma parte de un sistema alimentario
imperante en los países ricos que es hipercarnívoro, hipercalórico, que
demanda todos los productos sean o no de temporada y que además fomenta la
obesidad. Y después de todos esos costes, un tercio de la comida acaba en la
basura…
Plantea,
Si el modelo de agricultura industrial acelera el cambio climático, la
agroecología no solo no lo acelera, sino que lo ralentiza al posibilitar y
potenciar la captura y fijación de carbono en el suelo. [8]
Modificado de Rosset et al. (2011) y
ETC (2009)
Las declaraciones
del directivo de Nestlé que cierran el documental sintetizan cómo las
corporaciones conciben el sistema alimentario global.
Además, te invitamos a explorar más a fondo cómo funciona el sistema
alimentario global con el dossier
Lo que Nuestra Nevera Esconde, que incluye
guía didáctica y actividades.
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