por
Manuel Freytas
Informe especial
13 Abril 2011
del Sitio Web
IARNoticias
Como lo fue Clinton, como lo fue Bush,
Barack Obama, más allá de sus
discursos "progresistas", es sólo la pieza ejecutora de intereses
estratégicos metidos en un tablero global (el poder imperial USA ) que
excede las voluntades personales de los eventuales
"gerentes de turno" en la
Casa Blanca. |
A) El antes y el después
Claramente, y como ya lo reconocen los propios analistas del sistema,
Obama
tuvo un antes (las promesas en el discurso electoral) y un después (la
ejecución práctica de las políticas del Estado imperial USA).
En el antes, acompañado de una prolija plataforma publicitaria desarrollada
a nivel masivo y planetario, Obama impuso un discurso mediático destinado a
hacer creer a las mayorías mundiales que la primera potencia capitalista,
empantanada en Irak y Afganistán, con su sistema financiero pulverizado por
la crisis y por una recesión económica de efectos imprevisibles, se podía
recrear así misma generando nuevas expectativas y cambios estratégicos de
política (imperial) a nivel mundial.
Los estrategas publicitarios de Obama diseñaron su imagen y su "futura
gestión" como si fuera la contra-cara de Bush: La política de Estado ya no
sería construida sobre la base de la doctrina militar unilateralista (las
invasiones preventivas de Bush), sino sobre los ejes de la democracia multilateralista y la negociación diplomática (la negociación diplomática en
sustitución de la acción armada).
La tesis discursiva deslumbró, a tal punto, que algunos analistas llegaron a
especular con un Estado imperial norteamericano convertido en un "hermano
mayor justo y solidario" de todas las naciones del mundo. Así como Lincoln
abolió la esclavitud, a Obama (en el discurso) le estaba reservado el rol de
abolir el Estado Imperial capitalista y reconvertirlo en un Estado
capitalista "humanizado" y solidario.
En el después, tras su asunción el 20 de enero de 2009, el discurso (como en
el cuento de la Cenicienta) desapareció y dejó lugar a la realidad (que
siempre había estado en el mismo lugar).
Los mismos que (por "izquierda" y por "derecha") vendieron a Obama como la
contra-cara de Bush, hoy coinciden en el dictamen:
Obama es lo mismo que
Bush.
¿Y porqué Obama es lo mismo que Bush?
Obviamente, porque hace lo mismo que
Bush: Defiende y aplica la "guerra contraterrorista" en todos su niveles,
mantiene las ocupaciones armadas en Irak y Afganistán, invade Libia con sus
socios imperiales y se prepara para nuevas acciones militares contra el "eje
del mal" en Medio Oriente, Asia y África, y aplica las recetas ortodoxas del
capitalismo depredador a nivel planetario y dentro de las fronteras de
EE.UU.
¿Quién cambió? ¿Obama, o los que edificaron el mito mediático de Obama más
allá de la realidad del Imperio?
La realidad puso las cosas en su lugar, y para entender qué empezó con
Obama, primero hay que entender qué empezó con Bush.
B) Que empezó con Bush
Para entender lo que siguió (Obama) a la era de
Bush, hay que entender
primero qué fue lo que empezó con la era de Bush en materia de política
estratégica del Estado imperial USA.
La administración Bush,
tras el 11-S, no solamente instaló un nuevo sistema
de control político y social por medio de la
manipulación mediática con el "terrorismo",
sino que además inauguró un "nuevo orden internacional" (sustitutivo de la "guerra
fría" con la ex URSS) basado en la "guerra contraterrorista" que sirvió de
justificación a las nuevas estrategias expansionistas del Imperio
norteamericano y de las trasnacionales capitalistas.
En términos geopolíticos y militar-estratégicos, con la utilización de
la
leyenda mediática de Bin Laden y el peligro del "terrorismo internacional",
a partir del 11-S el Imperio norteamericano (potencia locomotora unipolar
del planeta desde la caída de la URSS) sustituía aspectos claves de su
supervivencia como Estado imperial.
En un planeta sin guerras inter-capitalistas, ya casi sin conflictos armados
(al margen de Irak, Afganistán y Medio Oriente), la leyenda de Bin Laden y
el "terrorismo internacional" sirvió (y sirve) para alimentar y justificar
las estrategias expansionistas del Imperio norteamericano, para crear nuevos
y potenciales mercados a la trasnacionales capitalistas de EE.UU. y Europa, y
para mantener en funcionamiento a los complejos militares industriales que
han encontrado en la "guerra contraterrorista" su nueva tajada ganancial en
el negocio armamentista.
Es decir que, desde el punto de vista del dominio geopolítico militar, la
leyenda de Bin Laden y el "terrorismo internacional" fue utilizada por
Washington para justificar la existencia de un nuevo "enemigo estratégico" (sustitutivo
de la Unión Soviética) que fundamentó una nueva doctrina de seguridad
nacional (las "guerras preventivas") y que se empezó a instrumentar con las
invasiones a Afganistán y a Irak.
En resumen, la "guerra contraterrorista" nunca fue una "política de Bush",
sino una estrategia de reestructuración global de los métodos de conquista
del estado imperial norteamericano, que se convirtió en línea rectora del
sistema capitalista a escala planetaria.
C) Las líneas matrices con Obama
Hoy, ya sin Bush y con Obama en la Casa Blanca, el uso "multifunción" de la
leyenda mediática de Bin Laden y el "terrorismo internacional", excede las
fronteras de EE.UU. y se convierte en lógica esencial de preservación política,
militar y económica no solamente del Imperio norteamericano sino
de todo el
sistema capitalista en su conjunto.
Al imponer la "guerra contraterrorista global" nivelada como hipótesis de
conflicto central para todas las naciones, EE.UU. reafirmó su propia doctrina
de "seguridad nacional" y agenda de "guerras preventivas" en todo el planeta.
Eso explica porque Obama (tal cual lo hizo Bush) fundamenta su política
exterior imperial en la existencia virtual del hoy "eje terrorista" Bin
Laden-Al Qaeda, creado por
la CIA como aliado durante la "Guerra Fría", para
expulsar a los soviéticos de Afganistán en la década del 80.
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En primer lugar, el nuevo "enemigo estratégico" tras el 11-S (el "terrorismo"),
vino a compensar la figura que había desaparecido con la caída de la Unión
Soviética y que entonces legitimaba con su presencia (y en el marco de la
Guerra Fría) las guerras de invasión y la carrera armamentista, las cuales
engordaban las ganancias de las mega-corporaciones del Complejo Militar
Industrial y de los bancos de Wall Street, quienes desde siempre habían
lucrado con las "reconstrucciones" de los países conquistados.
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En segundo lugar, la leyenda mediática de Bin Laden sirvió para justificar
una nueva "doctrina de seguridad nacional" estadounidense que tiene al "terrorismo
internacional" y a las dictaduras del "eje del mal" que "lo protegen" como
el justificativo esencial de las "guerras preventivas" que la maquinaria
militar norteamericana lanzó después del 11-S para apoderarse de mercados y
de recursos naturales, principalmente petróleo.
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En tercer lugar, la leyenda mediática de Bin Laden sirvió a su vez, a la
administración Bush (como ahora le sirve a Obama) para establecer un sistema
de control político y social (realizado mediante la manipulación de conducta
colectiva con el miedo al terrorismo) que fue utilizado tanto dentro de
EE.UU.
como fuera de sus fronteras cada vez que Washington necesitaba imponer su
estrategia imperial o conseguir consenso internacional.
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En cuarto lugar, con la leyenda mediática de Bin Laden y el "terrorismo de
Al Qaeda" Washington elaboró una nueva "hipótesis de conflicto militar" con
la cual funcionan no solamente los ejércitos y policías de los países
dependientes (como es el caso de América Latina) sino también los de las
potencias capitalistas centrales, principalmente de la Unión Europea, socias
encubiertas de las depredaciones y conquistas militares del Imperio yanqui.
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En quinto lugar, y a nivel control político-social (tanto en países
dependientes como en las potencias centrales) la "guerra contraterrorista"
sirvió de justificación y de base argumental para la elaboración de
legislaciones represivas y de "criminalización" de los conflictos sociales
asociándolos con "actividades terroristas".
Con la "era Bin Laden" el "terrorismo" suple a la lógica del dominio por
medio de la guerra militar convencional y sirve como justificación global de
las políticas de sometimiento y control social aplicadas por el sistema
capitalista trasnacional con EE.UU. a la cabeza.
De esta manera, al imponer la "guerra contraterrorista global" nivelada como
hipótesis de conflicto central para todas las naciones, EE.UU. reafirmó su
propia doctrina de "seguridad nacional" y agenda de "guerras preventivas" en
todo el planeta.
La conformación de acuerdos militares y de "planes contraterroristas" por
parte de los Estados (tanto centrales como dependientes), aseguran, a su vez,
que los complejos militares y la industria de la guerra sigan funcionando a
full movilizando tecnología de punta y capital financiero con asiento en la
catedral de Wall Street.
Esto explica porqué, ya con Obama en la Casa Blanca, Al Qaeda y la "amenaza
terrorista" continúan siendo el comodín estratégico que utiliza el Pentágono
para justificar sus despliegues en Irak, Afganistán, Pakistán y en los
distintos teatros de conflicto y de ocupación militar a escala planetaria.
D) El Imperio es uno solo
Al contrario de lo que predican los vendedores de mitos deformantes, no hay
un Imperio de Obama, como tampoco lo hubo de Bush o de los distintos
gerentes de turno que lo precedieron.
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En primer lugar, EE.UU. no domina el mundo por formulaciones doctrinarias
político-diplomáticas o eventuales discursos "democráticos" o "militaristas"
de sus presidentes, sino porque impone al resto de los países la lógica de
su poderío militar y económico, indestructible, salvo por un estallido
nuclear del planeta.
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En segundo lugar, y como ya está probado en forma histórica y estadística:
En EE.UU., la potencia locomotora del capitalismo sionista a escala global, no
gobiernan los presidentes o los partidos, sino
la élite económica-financiera
(el poder real) que controla,
Detrás de cada
invasión militar, llegan,
...a cobrar el botín de guerra y a participar del festín capitalista
de la "reconstrucción" del país ocupado.
Terminada las luces artificiales de la campaña electoral, demócratas y
republicanos dejan de agredirse y se complementan en un diseño de política
estratégica de Estado en defensa de los intereses de las grandes
corporaciones económicas que marcan el accionar de las políticas internas y
de la conquista de mercados encubierta en las "guerras preventivas" contra
el "terrorismo".
Y en la práctica, esas políticas imperiales (y su continuidad en el tiempo)
no tienen nada que ver con el discurso y los nuevos preceptos "doctrinarios"
expresados por el gerente de turno en la Casa Blanca.
Como ya está probado en forma histórica y estadística:
La política exterior
y la política interna de EE.UU. (los niveles de decisión estratégica) no la
dirigen los presidentes o los partidos sino el establishment
económico-financiero que controla la Casa Blanca y el Congreso a través de
sus "lobbies" y operadores que actúan sobre los partidos, los legisladores,
los funcionarios y condicionan las decisiones presidenciales.
En resumen, los que ahora descubren que Obama es "igual que Bush" están
fomentado otro mito alienante orientado a poner la "persona" (Obama) por
encima del "sistema" que determina sus acciones más allá del discurso
mediático.
Obama no es lo mismo que Bush, pero sí es la pieza que sustituyó a Bush en
el engranaje estratégico del Imperio capitalista sionista cuyas líneas
matrices siguen funcionando, sin ninguna alteración, más allá de los
eventuales gerentes que ocupen la Casa Blanca.