Paititi
- El Centro Supremo
Paititi es considerado en la actualidad por diversos investigadores como el
enigma arqueológico de Sudamérica; sin embargo, no ha sido hallado y para
algunos historiadores la misteriosa ciudad perdida sigue siendo tan sólo una
leyenda.
Se dice que en las selvas de Madre de Dios, en la zona sur oriental del Perú,
existe una ciudad de piedra, con estatuas de oro erigidas en amplios
jardines.
Lo interesante de Paititi es que las "leyendas" señalan que hasta
hoy en día el Imperio amazónico se encuentra en plena actividad, y por si
esto fuera poco, se afirma además que es el lugar donde mora el último Inca,
esperando el momento de retornar al "mundo de afuera" para restituir el
orden que se quebró en el pasado desde el arribo de Pizarro y los conquistadores españoles.
El mayor de los misterios
La leyenda del Paititi ha perdurado en la mente de muchos hombres.
Ya en el
siglo XVII corría como reguero de pólvora la noticia de una ciudad
fantástica, misteriosa, y que albergaba grandes tesoros que supuestamente
pertenecieron a los incas. Algunos libros, inspirándose en crónicas antiguas
o en relatos de nativos indígenas, abordaron el tema logrando con ello
generar un mayor interés .
Lamentablemente, todo esto acrecentó la ambición de algunos exploradores que
de inmediato se lanzaron a organizar ambiciosas expediciones. En la mayoría
de los casos, lo único que se halló fue un desenlace fatal al profanar las
sagradas selvas del Antisuyo incaico.
Quizá lo que más ha contribuido al conocimiento de la presunta existencia
del Paititi son los petroglifos de Pusharo. Estos extraños grabados habrían
sido descubiertos en 1921 por el misionero dominico Vicente de Cenitagoya ,
hallándolos en una gigantesca roca que se acomoda a orillas del río
Sinkibenia, considerado sagrado por los machiguengas.
Más tarde, los
petroglifos fueron observados por numerosos exploradores. Ya en 1970, el
sacerdote y antropólogo A. Torrealba fotografió y estudió los grabados.
Muchos investigadores coinciden en que los petroglifos no fueron hechos por
los incas, entonces ¿quién los hizo?
Pusharo no es la única evidencia de una obra humana en las selvas del Manú,
también se han encontrado numerosas ruinas y caminos parcialmente
pavimentados. Las pirámides de Paratoari son una prueba fehaciente de estas
obras.
Diversos estudios demuestran que estas grandes moles no serían
producto de la naturaleza, sino la obra de una civilización desconocida.
La imagen de la polémica
Gracias a la tecnología moderna se ha podido fotografiar la
cordillera del Pantiacolla, que generalmente se halla cubierta por sospechosas
"nubes".
La
fotografía fue tomada en diciembre de 1975 por el satélite norteamericano
Landsat 2, que formaba parte de un ambicioso proyecto de la NASA.
El enigma
se inició cuando el Landsat 2 logró unas espectaculares fotografías en el
sureste peruano donde se apreciaban con nitidez unos diez "puntos" agrupados
en pares; es decir, dos filas de cinco. Por si esto fuera poco, posteriores
análisis identificaron a cada punto como "una pirámide trunca de
proporciones enormes".
Arriba: Fotografías tomadas por el Landsat 2.
Como era de esperarse, el descubrimiento generó las más encontradas
opiniones, y el más profundo cuestionamiento:
¿Qué es esto?
De seguro ello
fue lo que se dijo a sí mismo el explorador japonés Yoshiharu Sekino, quien
partió en busca de las "pirámides del Pantiacolla" (como se les bautizó
posteriormente) sin llegar a dar con ellas debido a la tupida jungla.
Como un dato adicional, es bien sabido que el tamaño calculado a cada uno de
los "puntos" equivale a las dimensiones de la Gran Pirámide de Egipto (!).
Al margen de ese misterio, los propios nativos de la zona, los machiguengas,
sostienen la existencia de otras pirámides en la meseta del Pantiacolla.
Según el testimonio de ellos, son doce construcciones, y seres "vestidos de
blanco" viven en ellas...
Curiosamente, en esta extraña meseta se han reportado numerosas expediciones
desaparecidas, perturbaciones electromagnéticas en los instrumentos,
"apariciones" de inusitadas luces, ruidos extraordinarios que parecían
surgir del suelo, y para añadirle el ingrediente final, los relatos de los machiguengas, quienes afirman, con total naturalidad, que
"al otro lado"
(con esto se refieren al Pongo de Mainiqui) existe una civilización muy
antigua que "lo sabe todo".
¿La Hermandad Blanca o Los Maestros del Paititi?
Ellos serían los "Paco Pacuris" o "Guardianes Primeros" que mencionaba la
creencia andina; antiguos Maestros que fundaron en el actual Parque Nacional
del Manu una ciudad intraterrestre, anterior al Imperio Inca. Aquellos
guardianes custodian los Anales de sus milenarias culturas desaparecidas,
así como el sagrado Disco Solar, que otrora se hallaba en el templo inca del
Koricancha, pero que fue salvado de la codicia de los conquistadores.
Paititi o Qoañachoai (como le denominan los hombres del reino Q´ero) está en
plena activad. Sus Maestros vigilantes.
Sólo un puro de corazón podrá penetrar sus santuarios intraterrenos y
desvelar el misterio.
La Cueva de los Tayos
Fue en 1969 cuando Juan Moricz, un flemático húngaro nacionalizado argentino,
espeleólogo aficionado y experto en leyendas ancestrales, encaró uno de los
más apasionantes misterios del oriente selvático del Ecuador:
La Cueva de
los Tayos.
Aunque no era el primero en tropezarse con el intrincado de
túneles y galerías subterráneas que dan cobijo a los Tayos (aves nocturnas
cuyos polluelos son muy codiciados por los indios shuaras), es innegable su
valentía y arrojo al haber sido, sin duda, el primero en dar a conocer a
nivel mundial la existencia de este sistema intraterrestre.
Leyendo tan sólo la acta notarial de su hallazgo, con fecha 21 de julio de
1969, en la ciudad costeña de Guayaquil, a cualquiera se le encrespan los
cabellos frente a estas detonantes afirmaciones:
"...he descubierto valiosos objetos de
gran valor cultural e histórico para la humanidad. Los objetos
consisten especialmente en láminas metálicas que contienen
probablemente el resumen de la historia de una civilización
extinguida, de la cual no tenemos hasta la fecha el menor
indicio..."
Es inevitable pensar en la posible relación entre las planchas que menciona
Moricz, halladas en una cámara secreta de la Cueva de los Tayos, con las
planchas metálicas de complejos ideogramas que han sido visualizadas en
nuestra experiencia de contacto, aquella
biblioteca cósmica que narra la
verdadera historia de la humanidad.
¿Existen indicios que señalen esta asombrosa posibilidad?
Rastreando el enigma de los túneles
A una altitud aproximada de 800 metros, en una zona montañosa irregular, en
las faldas septentrionales de la Cordillera del Cóndor, se sitúa la entrada
"principal", o más bien, la entrada "conocida" al mundo subterráneo de la
Cueva de los Tayos.
El acceso consiste en un túnel vertical, una suerte de
chimenea con unos 2 metros de diámetro de boca y 63 de profundidad. El
descenso (no apto para cardíacos) se realiza con un cabo y polea. De allí,
un verdadero laberinto se abre al explorador por kilómetros de misterio, que
deben ser recorridos en la más absoluta oscuridad. Las linternas más
potentes son nada ante semejantes galerías donde una catedral entera podría
caber.
La Cueva es denominada habitualmente "de los Tayos" debido a que su sistema
de cavernas es el hábitat de unas aves nocturnas llamadas Tayos (Steatornis
Caripensis), que constituyen la misma especie que se ha hallado en otras
cavernas de Sudamérica, como por ejemplo, los "guacharos" en Caripe,
Venezuela, o la Cueva de las Lechuzas, en Tingo María, Perú.
El estudio inicial de esta conexión intraterrestre entre especies de aves
nocturnas lo abordó detalladamente el sabio alemán Alejandro de Humboldt, en
su obra:
"Viaje a las Regiones Equinocciales del Nuevo Continente" (1800).
Es sumamente sospechoso que una misma especie de aves ciegas estén
diseminadas en diversas cavernas de Sudamérica. ¿Será que todos aquellos
laberintos intraterrestres no son cavernas aisladas y guardan una conexión
subterránea?
En las inmediaciones de la Cueva de los Tayos del Ecuador viven los
Shuaras,
quienes en el pasado fueron conocidos con el nombre "Jíbaro", famosos por su
bravura y el arte de reducir cabezas. Ellos son los primeros exploradores
del sistema subterráneo ya que cada mes de abril bajaban a la cueva para
hurtar los polluelos de los Tayos. Y en medio de esta faena se toparon con
una serie de sorpresas.
La más resaltante fue sin duda el hallazgo de
gigantescas huellas sobre bloques de piedra que, por sus ángulos rectos y
simetría, sugieren un origen artificial. Moricz recogió estos relatos en su
visita al oriente Ecuatoriano, pudiendo comunicarse sin mayor dificultad con
los nativos gracias a su dominio del magiar, un antiquísimo lenguaje húngaro
similar al dialecto Shuar.
Lo que no detalló Moricz en su acta
notarial, es la existencia de lo que él denominaba "Taltos", unos extraños guardianes del mundo subterráneo que
custodian celosamente las mentadas planchas metálicas.
Aquellos "Taltos", así como los
Sunkies y Nunguies de la cosmogonía shuar,
habitan el mundo subterráneo y los ríos.
Sea como sea, la historia era tan
apasionante que no tardaron en llegar los primeros cazadores de misterios.
Erick Von Däniken y Neil Armstrong
Y la cosa se puso color de hormiga.
Primero apareció en escena el famoso
escritor suizo Erick Von Däniken, quien supo cautivar a Moricz para
que le diese material fotográfico y la versión oculta de su hallazgo,
hecho que fue espectacularmente explotado en el libro "El Oro de los Dioses" (1974), donde Däniken no sólo se limitó a fantasear con la versión original de la
historia, además, por si fuera poco, sostuvo haber ingresado él mismo a la
Cueva de los Tayos (en sus sueños) y haber visto con sus propios ojos la
biblioteca metálica.
El libro fue un bestseller mundial: 5 millones de
copias y traducido a 25 idiomas. Ni un peso para Moricz.
El libro cautivó de manera particular al lector europeo, y fue así como el
ingeniero escocés Stanley Hall contacta con Moricz para proponerle una
expedición internacional a la Cueva de los Tayos. Moricz aceptó siempre y
cuando él fuese el Jefe de la Expedición y que ningún objeto hallado en el
mundo subterráneo fuese retirado.
Stanley Hall no aceptó la propuesta,
desechó la presencia de Moricz y se comunicó con el Gobierno de Inglaterra.
Resultado: En 1976 se llevaría a cabo una expedición Ecuatoriano-Británica,
con un intimidante personal militar y científico y, para añadir la cereza a
la torta, la presencia del astronauta norteamericano Neil Armstrong (¿?).
Desde luego, esta no sería la primera incursión del astronauta en un lugar
donde "las papas queman". Recordemos tan sólo sus frecuentes visitas a
Paysandú, Uruguay, debido a la intensa actividad OVNI en la Estancia de la
Aurora (popularizada por el escritor brasilero Trigueirinho).
El mismísimo
dueño de la Estancia donde ocurrieron los hechos, Angel Tonna, con quien
tuvimos la oportunidad de compartir en su casa de Paysandú en 1999,
recordaba claramente las visitas de Armstrong quien, además, le confió en su
propia casa de Uruguay que la misión Apolo XI de 1969, enfrentó un encuentro
cercano del TERCER TIPO en la Luna.
Las investigaciones Ecuatoriano-Británicas se desarrollaron por 35 días,
instalando un generador de electricidad en el campamento base, a escasos
metros de la boca misma de la Cueva, descendiendo a diario a las
profundidades para desarrollar sus "investigaciones geológicas y
biológicas". Según el informe final, la comisión de estudiosos concluyó que
la Cueva de los Tayos no tenía origen artificial, y que no había indicios de
trabajo humano. Todo lo había hecho la naturaleza...
No obstante, una de las afirmaciones más sorprendentes salió de boca del
mismísimo Armstrong, cuando al salir de la Cueva de los Tayos (luego de
permanecer en ella tres días completos) afirmó a la prensa ecuatoriana que
"su experiencia en la Cueva había superado lo que el vivió en la Luna".
Sospechando entonces lo que el astronauta de la misión Apolo enfrentó en la
Luna (encuentros OVNI), nos preguntamos con qué misterio se halló en el
mundo subterráneo como para lanzar tal comparación.
Sin comentarios.
Neil Armstrong en los Tayos.
(click en imagen)
Las Sierras del Roncador
En el inmenso estado brasileño de Mato Grosso (901.420 Km²), se esconde un
enigma de proporciones similares a la geografía que enfrentamos.
En el
sector de sus chapadas, de zonas bajas y pantanosas, concretamente en las
denominadas Sierras del Roncador, se halla el ingreso a un mundo perdido que
se protege tras su indócil selva y las flechas de los aguerridos indios del
Parque Xingú.
Al dar un vistazo a este paisaje, es inevitable asociarlo con
el que nos ofrece el misterio del Paititi, aun más al encontrar claros
indicios que apuntan a una raza de seres superiores que vivirían en las
entrañas de la tierra y que, por si fuera poco, al igual que otros Retiros
Interiores, estarían custodiando la "verdadera historia de la humanidad, su
origen y misión". Cada Retiro Interior protege un capítulo de esa historia
desconocida.
No en vano, en 1925 el investigador George Lynch sostuvo en la prestigiosa
revista Science at Vie que en el Mato Grosso se encuentra el origen de todas
las civilizaciones de occidente.
Recordemos que ese mismo año, el Coronel
inglés Percy Harrison Fawcett (medalla de oro de la Real Sociedad de
Geografía de Inglaterra y jefe de la comisión encargada de delimitar las
fronteras entre Perú y países vecinos) llevó a cabo una arriesgada
expedición en pos de aquellas selvas indomables, de donde nunca más
regresaría.
La extraña desaparición del Coronel Fawcett
Fawcett iba en busca de una ciudad secreta en el Roncador, denominada por él
"Z".
Hasta la fecha, a más de siete décadas de esta expedición, no se sabe a
ciencia cierta qué ocurrió con el avezado Coronel, que desapareció de pronto
en medio de las selvas del Xingú con sus dos acompañantes: su hijo Jack de
22 años, y el fotógrafo Raleigh Rimmel.
Un detalle intrigante en torno a su
desaparición, fue revelado en 1952, por otro de sus hijos, Brian, quien
afirmó, con seguridad aplastante, que si su padre entró en aquella ciudad
perdida que buscaba, la "gente" de allí no le habría dejado salir...
¿Quiénes no le habrían dejado salir?
Para pensar un poco más, la esposa del Coronel afirmó que cuando vivían en
el extremo Oriente, aparecieron unos hombres extraños que le anunciaron
hechos extraordinarios para el futuro de la familia, anticipando, incluso,
el destino de Fawcett. A todo esto se sumó el descubrimiento científico de
Machu Picchu por
Hiram Binghan en 1911, hecho que daría al Coronel mayor
fuerza a su convicción de partir a la Sierra del Roncador, que debe su
singular nombre a los extraños sonidos que parecen surgir del suelo.
El explorador, desde luego, sabía que en Brasil, así como en otras regiones
aún sin investigar de América del Sur, yacían escondidas, ocultas,
ancestrales ciudades de piedra, enterradas bajo el conveniente manto
selvático.
Ya en sus viajes por el continente, Fawcett había oído hablar de
hechos extraños, como la existencia de "indios rubios, de ojos azules",
pirámides en la selva y entradas secretas a antiguas ciudades subterráneas.
El atlante de Basalto
El hecho que motivó finalmente a Fawcett a partir en busca de
"Z" radicaba
en una extraña estatuilla de estilo egipcio, hecha en basalto negro (roca
volcánica vitrificada), que llegó a sus manos gracias al famoso novelista
Sir Rider Haggard, autor de la fascinante obra "Las minas del Rey Salomón",
quien la consiguió en el Brasil a fines del siglo XIX.
A través de la investigación psíquica, como la psicometría, se determinó que
el objeto, de unos 25 cm. de altura, provenía presuntamente de la Atlántida,
siendo rescatado por un superviviente que la mantuvo en su custodia en una
ciudad de piedra, escondida en las selvas de América del Sur (?).
representación gráfica
de la extraña estatuilla de basalto negro
(roca volcánica vitrificada).
Otro detalle inquietante es que la estatuilla representaba a un posible
sacerdote sosteniendo una tabla con extrañas inscripciones, 24 signos en
total. Fawcett logró descifrar 14 de estos signos al hallarlos en piezas de
cerámica prehistórica procedentes del Brasil.
Los utilizó como "coordenadas"
para alcanzar su objetivo. Otros piensan, incluso, que la escritura se
trataba en realidad de una especie de "contraseña" o "llave de acceso" al mundo perdido del Roncador. Y aunque todo esto suene demasiado descabellado
como para aceptarlo, existen diversos estudios serios sobre la inscripción
que esgrime la estatuilla.
El reconocido estudioso argentino Aldo Ottolenghi, en su obra
"Civilizaciones Americanas Prehistóricas" (1980) aborda de lleno el misterio
de esa escritura. A decir del experto mundial en el estudio de escrituras
ancestrales, por las complejas y exactas características como lenguaje
arcaico que muestra la estatuilla, es casi imposible falsificarla.
Por alguna razón, aquella estatuilla llegó a manos de Sir Haggard para que,
finalmente, Fawcett la posea como la ratificación de un viaje que venía
pensando realizar. El objeto, como si se tratase de una profecía, acompañó
al osado explorador inglés en su último y extraño viaje al Mato Grosso.
¿Tenía que devolverlo a su lugar de origen?
Matalir-Araracanga - la ciudad que truena
Aquel es el nombre con el que muchos identifican al
Retiro Interior de la
Sierra del Roncador.
Debe su denominación al extraño ruido, a veces como de
"truenos" y otras ocasiones como de "máquinas", que parece surgir del suelo.
Es curioso por cuanto los científicos no han podido explicar el fenómeno.
Aquella zona no despliega actividades sísmicas.
Matalir-Araracanga sería la ciudad subterránea que genera aquellos
"sonidos", no siempre atribuibles a tecnología. Algunos místicos suponen que
en verdad nos hallamos ante los mantrams o cánticos sagrados de los
intraterrestres del Mato Grosso. Este fenómeno, cabe mencionar, ha sido
escuchado también en otros Retiros Interiores de América y el mundo,
incluyendo el propio desierto de Gobi.
Se ha oído muchas veces que las caravanas que atravesaban el desierto
asiático, de pronto escuchaban un canto antiguo salir de las entrañas de la
tierra. Inmediatamente todo quedaba en silencio, hasta los animales que
venían con la caravana se hallaban inmóviles, sobrenaturalmente tranquilos,
incluso el viento frecuente de aquellos parajes, también, misteriosamente,
se había calmado.
Al cabo de unos instantes más, todo volvía a la
normalidad. Los lamas afirman que este hecho sucede cuando el Rey del Mundo,
el Supremo Maestro de Shambhala, según sus creencias, está orando por la
Humanidad.
Muchas fueron las expediciones que intentaron localizar al expedicionario
inglés en las Sierras del Roncador. Una de las más recientes se llevó a cabo
en 1996, con la intención de indagar qué le pudo haber sucedido a la
expedición Fawcett en 1925. No obstante, esta iniciativa, organizada por el
empresario brasileño James Lynch, no tuvo mucha suerte: los indígenas
secuestraron a todo el equipo durante varios días, y sólo fueron liberados
tras pagar un respetable rescate.
Pero ello no quiere decir, necesariamente, que una suerte similar corrió la
expedición del intuitivo Coronel.
Quizá, Fawcett no murió bajo un inesperado ataque de los indios Xingú de los
años 20, o picado de muerte por algún insecto o víbora.
Quizá, el mismísimo Fawcett aun se encuentre en el Retiro Interior que
buscaba en el Mato Grosso bajo la leyenda de una ciudad perdida, sin que el
tiempo material le afecte, puesto que aquellos seres viven en otra realidad,
acorde al pulso temporal del Universo.
Quizá, el explorador esté aún allí...