30 Junio 2015
del Sitio Web
GazzettaDelApocalipsis
Hay muchas formas de conformismo y obediencia, muchas veces ocultas
bajo una máscara de rebeldía o activismo alternativo.
Todos tenemos una tendencia a abrazarnos al discurso superficial que
acompaña a cualquier iniciativa, siempre y cuando venga adornada por
un bonito mensaje al que nos podamos adherir; y al hacerlo, ni tan
solo nos llegamos a preguntar qué puede esconderse detrás de ello ni
qué implicaciones puede tener.
Con esta actitud, en el fondo conformista e insustancial, lo único
que conseguimos es pervertir lo que podrían ser iniciativas
potencialmente transformadoras de la realidad, convirtiéndolas en
meras anécdotas sin esencia.
Pongamos un ejemplo.
Hace poco, hemos leído un artículo sobre una tienda recién abierta
en el Reino Unido, parecida a múltiples iniciativas similares que se
están tomando actualmente por todo el mundo.
A continuación transcribimos el contenido del artículo…
Fuente
Una tienda recién abierta en el Reino Unido, llamada SHARE
(compartir), nos presenta una iniciativa curiosa y muy positiva.
Esta tienda tiene como objetivo transformar el futuro de la
venta al por menor, basándose en el alquiler de artículos y en
la responsabilidad sobre las cosas que usamos.
En este "centro de alquiler", los artículos son prestados en vez
de vendidos y cada vez que alquilamos un artículo para usarlo
durante un tiempo, recibimos un historial personalizado con la
historia de su anterior propietario. Sus fundadores creen que
esto alimenta la confianza y el respeto, a la vez que
proporciona un servicio práctico.
La tienda también tiene como objetivo reducir los residuos,
ahorrar dinero a los clientes y formar a los jóvenes con
habilidades prácticas a través de talleres y eventos sociales.
Se pide a la gente que done o preste artículos de calidad
útiles, que posteriormente la tienda presta a los demás clientes
durante varios días. Tan sólo se cobra una tarifa nominal al
pedir prestado algún artículo, de entre 1 y 4 libras esterlinas
(entre 1,4 y 5,6 euros).
Todos los artículos se muestran con la historia del objeto y una
foto de la persona que lo donó, para animar a la gente a forjar
conexiones y compartir experiencias.
La tienda abrió sus puertas esta pasada la primavera después de
que a ocho jóvenes desempleados se les dieran tan sólo dos meses
para su creación y puesta en funcionamiento.
Una de las personas que participan, Maija Helena Powell,
de 21 años, dijo:
"Trabajar en este proyecto ha
sido una gran revelación para mí. No puedo pensar en
cualquier otro lugar donde pudiera tener la oportunidad de
crear un negocio sostenible a partir de cero y participar en
cada paso del proceso.
Ha cambiado realmente mi forma de pensar en el trabajo, ya
que en realidad parece posible que ganarse la vida al mismo
tiempo que se hace algo bueno para la sociedad".
El ayuntamiento de la población de
Frome, donde está ubicada la tienda, proporcionó fondos para su
puesta en marcha y se espera que la tienda va a convertirse en
una empresa totalmente autosuficiente dentro de los próximos
seis meses.
"Ayudar a la población a
compartir recursos no sólo ahorra dinero sino que reduce los
residuos y el consumo de carbono también", afirma una
funcionaria del ayuntamiento.
"De promedio, en las casas usamos un taladro eléctrico
durante tan sólo 15 minutos de su tiempo total de vida y es
innecesario comprarlo para darle un uso tan restringido.
Con iniciativas como estas,
seremos capaces de acceder a los elementos que necesitamos,
desde herramientas para la cocina a equipamiento de camping,
sin los gastos, molestias y necesidades de almacenamiento
que tenemos al comprarlos".
Un hombre, Mark, donó un conjunto de palos de golf a la tienda,
acompañándolos de una interesante historia sobre cómo llegó a
poseerlos.
Terminó con ellos después de asistir
a una conferencia en la que se les pidió a los delegados que
trajeran algo de valor sentimental. Mark llevó el anillo de
bodas de oro de su abuelo, pero se perdió, por lo que se llevó
los palos de golf a su casa en su lugar.
Años después alguien lo contactó después de haber limpiado su
casa, encontró su anillo y se lo devolvió. fue entonces cuando
Mark, al no saber quién era el verdadero dueño de los palos de
golf, decidió compartirlos con el resto del mundo a través de
SHARE.
Fuente
Como vemos, parece ser una muy buena idea, acorde con los tiempos
que corren, en los que las personas están adquiriendo una mayor
conciencia sobre los males del consumismo desenfrenado y sus efectos
nocivos sobre la salud del planeta.
Iniciativas como esta están floreciendo por doquier por todo el
mundo y son ejemplo de hacia dónde nos encaminamos en el futuro.
Sin duda estamos ante proyectos mucho más racionales que ese consumo
desaforado y enloquecido que hemos estado experimentando durante
décadas y que han llevado a este planeta al borde del desastre.
Compartir con los demás aquello que no necesitamos es lo correcto,
lo lógico y es una muestra de inteligencia colectiva, de convivencia
y de auténtica civilización.
Por lo tanto, ideas y proyectos como éstos merecen nuestro aplauso y
nuestro apoyo.
Pero como decíamos al principio del artículo, no debemos
conformarnos con adherirnos a ello sin hacernos también algunas
preguntas incómodas.
Abandonar la confortable superficie del mensaje más amable y estar
dispuestos a enfrentarnos con sus posibles sombras ocultas.
Como indicábamos en un anterior artículo, titulado
LA MODA QUE CAMBIARÁ EL MUNDO, hay
mucha gente que apoya de corazón estas iniciativas porque las
siente, pero también existe un interés oculto en promoverlas,
justamente ahora.
Es obvio que la inmensa mayoría de estas iniciativas y proyectos
surgen de la necesidad de cambiar nuestra sociedad, impulsadas por
personas conscientes e ilusionadas, que quieren crear un mundo
mejor, más justo y más solidario.
Pero existe la posibilidad, nada desdeñable, de que aprovechando
este impulso positivo, otras fuerzas ocultas estén ayudando a
promover proyectos de este tipo, de forma encubierta, para
convertirlos en una actitud de moda, con el objetivo de
condicionar a la población a aceptar esta forma de actuar, de la
misma forma que esa misma población en su momento aceptó entregarse
ciegamente al consumo desenfrenado.
Y es que hay una gran diferencia entre las personas que siempre han
pensado y sentido así, nadando contracorriente cuando ha sido
necesario, y aquellas personas que se adhieren ahora a estas
actitudes porque actuar así resulta muy "cool", está de moda, "queda
muy bien", o porque simplemente no les queda más remedio que
adaptarse a las nuevas circunstancias.
La diferencia entre unos y otros es crucial: está en el nivel de
conciencia con el que han emprendido sus actos.
Unos son individuos conscientes y valerosos y los otros no son más
que borregos, que ahora aceptan estas actitudes como podrían aceptar
otras totalmente diferentes.
Hay una enorme diferencia entre hacer algo porque la sociedad te ha
inculcado que es "lo correcto", y emprenderla porqué TÚ SIENTES que
es lo correcto, con independencia de lo que piensen los demás.
Esa profundidad de conciencia y convicción con la que se emprenden
acciones de este tipo, es la auténtica clave para cambiar el mundo.
En todas estas iniciativas, por más positivas que sean o parezcan,
se intuye que hay una masa de gente llevada por el conformismo y la
aceptación sumisa de las circunstancias, todo aderezado con una
insufrible falta de rebeldía, rabia e indignación.
¿De qué sirve que la población llana
se entregue a estas iniciativas y actitudes, apoyadas por
personajes mediáticos bonachones, oportunamente promovidos y
aparecidos, como el ex-presidente Mújica de Uruguay o el
papa Francisco, si a la vez
permitimos que
las élites criminales que forman el 1% de
la población (y que son los que principalmente han
llevado al planeta a esta situación, arrastrando a las masas
inertes y semi-pensantes con ellos), sigan con sus privilegios y
controlen el suministro y la explotación de los recursos
naturales?
Porque ahí es donde reside la auténtica
clave para cambiar el mundo y el objetivo sobre el que deberíamos
focalizar todas nuestras energías.
Está muy bien que cambiemos de forma de actuar a nivel cotidiano, y
que ya no compremos como locos, que abracemos un modo de vida más
austero, donde la auténtica riqueza se base en compartir con los
demás en lugar de acumular productos.
Pero toda esa bonhomía se convierte en supina estupidez y en
borreguismo si permitimos que las mismas élites que nos han
llevado hasta aquí, controlen las riquezas comunes que
tienen un auténtico valor:
¿De qué sirve compartir una
licuadora, un televisor o una corbata si las esas élites que
controlan las multinacionales y que sutilmente nos condicionan
para que "compartamos" estas minucias entre nosotros, no tienen
la más mínima intención de "compartir" los recursos planetarios
realmente cruciales y que le han arrebatado a toda la humanidad?
Mucha gente nos calificará de agrios o
de ver siempre el lado 'negativo' de las cosas, pero digamos
las cosas por su nombre:
estas iniciativas no sirven de nada
y son una completa estupidez si no se lucha con uñas y dientes
por lo que realmente importa y si no se aplica justicia con toda
la contundencia, contra aquellos criminales y ladrones que le
han robado a toda la humanidad lo que, por naturaleza, es de
todos.
Nos han hecho creer que el deterioro del
planeta se debe, casi exclusivamente, a la población que "quiere
poseer demasiadas cosas" y que "no clasifica adecuadamente la
basura".
De la misma forma que se culpó a la
propia población tras el
estallido de la última crisis,
acusándola de "querer vivir por encima de sus posibilidades", por el
simple hecho de querer cumplir como zombis programados, con los
sueños consumistas que el propio sistema les había inculcado.
Y un discurso similar se está repitiendo, por ejemplo, con uno de
los mayores peligros a los que se enfrenta la humanidad en el
futuro:
la proliferación de las
superbacterias resistentes
a los antibióticos, de la cual
se ha culpado sibilinamente a la población "por abusar de la
automedicación", pasando por alto la responsabilidad de los
propios
médicos, que han sido los primeros en
prescribir exageradamente esos antibióticos sirviendo
a
sus amos de las farmacéuticas.
Esas mismas grandes empresas
farmacéuticas que han inundado el mercado agrícola y ganadero
con esos antibióticos, que han terminado por contaminar la
tierra y el agua, provocando la proliferación de esas bacterias
cada vez más resistentes.
Es un discurso que se repite, de forma muy sutil, una y otra vez, y
que en el fondo, se puede resumir como,
"la culpa es de los pobres, la culpa
es tuya, tú eres el responsable de todos los males".
Y sí, es cierto...
Todos tenemos una responsabilidad compartida que no debemos eludir y
todos debemos contribuir en cambiar el mundo y construir un futuro
mejor para nuestro planeta y para nuestros descendientes.
Pero que debamos aceptar nuestra responsabilidad y que la
responsabilidad sea compartida, no significa que sea la misma para
todos.
Si para crear un mundo mejor y más equilibrado debemos renunciar al
consumismo excesivo, a tener nuestro propio coche, nuestra propia
casa, nuestros pequeños lujos o si incluso debemos renunciar a todo
tipo de propiedad privada, pues bien, hagámoslo.
Pero hagámoslo empezando por donde se tiene que empezar.
En lugar de centrar nuestros esfuerzos en la anécdota insulsa del
intercambio de pequeño artículos y otras memeces por el
estilo, empecemos por la eliminación de la propiedad privada sobre
los recursos naturales, que son la auténtica clave para cambiar el
mundo.
Acabemos con la propiedad privada sobre todos los recursos mineros:
las minas de cobre, de plata, de oro y de todos los metales y
minerales.
Compartamos, para el bien común de toda la humanidad, las
explotaciones de diamantes, los pozos de petróleo y los de gas de
todo el planeta.
Convirtamos en un bien compartido por toda la población de la
tierra, las extensas plantaciones de palma de aceite para fabricar
bio-combustible, así como todas las grandes explotaciones agrícolas
en manos de multinacionales privadas.
Compartamos, por el bien común, la gestión y los beneficios
asociados a la generación y suministro de energía: las centrales
nucleares, las plantas térmicas de ciclo combinado y todos los
campos de energía solar y eólica.
Compartamos todos
los recursos acuíferos de la tierra y no
permitamos que sean acaparados impunemente por los grandes poderes
financieros y bancarios, como está sucediendo
actualmente.
Ver 'LOS GRANDES BANCOS SE APODERAN DEL AGUA DE TODO EL PLANETA.'
Compartamos los beneficios de
las entidades bancarias y financieras,
así como los
inmensos beneficios de las empresas
farmacéuticas, que deberían velar por el bien de toda la
humanidad y por la cura de todas las enfermedades, en lugar de
buscar obsesivamente un lucro económico por ello.
Si todos compartiéramos, para beneficio de toda la humanidad, la
gestión de todos los recursos planetarios para impedir que cayeran
en manos de entidades privadas donde solo prima la ambición y la
codicia sin freno, el mundo sería un lugar mucho mejor, ¿no?
La
propiedad privada de los recursos petrolíferos,
por poner un ejemplo paradigmático, ha sido causa de innumerables
guerras, millones de muertes y catástrofes medioambientales.
¿Como sería el mundo si cada vez que se descubriera un yacimiento de
petróleo, en las noticias nos dijeran:
"se ha descubierto una nueva bolsa
de petróleo para beneficio de todos los habitantes del planeta
por igual"?
Sería fantástico y el mundo cambiaría de
verdad.
Así sí salvaríamos realmente el planeta: compartiendo lo que
realmente es de todos.
Pero eso no sucederá nunca… ¿y sabéis por qué?
Porque nosotros, la población, nos hemos auto-convencido de que
cambiar el planeta consiste en compartir una pelota, un sillón o
unos bongos.
Y al hacerlo, nos miramos satisfechos al
espejo y nos decimos "estoy cambiando las cosas" y miramos con
superioridad moral a los que "aún no han llegado a nuestro elevado
nivel de conciencia".
Alguna gente ha decidido creer que estas pequeñas menudencias tienen
el potencial de cambiar la historia y que compartiendo el paraguas
con el vecino, provocará un milagroso efecto dominó que llevará a
las élites a renunciar voluntariamente al control de los recursos
naturales, que son los que realmente determinan quién tiene el
poder.
Resulta muy fácil convencerse a uno mismo de que con eso hay
suficiente, porque así nos ahorramos el duro trago de tener que
enfrentarnos con esa panda de psicópatas y criminales que no tiene
ningún reparo en acumular armamento suficiente como para destruir el
planeta 20 veces.
Eso sería demasiado peligroso, demasiado duro y posiblemente,
demasiado violento.
Por lo tanto, mejor nos dejamos hipnotizar por la cantinela de que
"cambiaremos el planeta con pequeñas acciones", que es mucho más
confortable y seguro.
"Hoy no uso la bici, se la dejaré a
alguien que la necesite".
¡Menuda revolución! ¡Tiemblan los
cimientos del sistema!
La realidad es que seguimos comportándonos
como animales de granja, encerrados
en un corral.
Hasta ahora, nuestro amo nos arrojaba la comida a espuertas,
partiéndose de risa mientras nos observaba, peleándonos los unos con
los otros por conseguir el mejor bocado.
Pero ahora resulta que ya no hay tanta comida y nuestro querido amo
nos ha dicho:
"apretaos el cinturón, sed
solidarios los unos con los otros y compartid las migajas como
buenos hermanos, que así construiréis un mundo mejor".
Y nos miramos los unos a los otros, con
ese insufrible tono de superioridad moral y esa profunda estulticia
iluminando nuestra mirada, mientras repetimos como loros,
"si es que no podíamos seguir
así..., comíamos demasiado..."
Esto es lo que estamos empezando a
hacer, obedientes, como siempre:
nos unimos todos para compartir las
migajas, en lugar de unir nuestra fuerzas para echar abajo la
puerta del corral y salir al campo abierto; ese campo inmenso
que de hecho nos "pertenece".
-
¿Cómo se puede ser tan sumiso y
tan estúpido?
-
¿De verdad alguien cree que
cambiará el mundo solo compartiendo tambores, balones o
libros, haciendo sentadas pacifistas y abrazándonos todos
con una sonrisilla idiotizada en el rostro?
-
¿Con quién creemos que estamos
tratando? ¿Con Winnie the Pooh?
-
Y ante todo, ¿qué diferencia
real hay entre el antiguo "zombi consumidor" y el nuevo
"zombi compartidor"?
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