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y por qué esta actitud e ideología es lo que impide que el mundo pueda transformarse hacia una visión más utópica...
Tenemos aún relativamente fresca la imagen de las grandes masas homogéneas controladas como rebaños del nazismo y estalinismo. O antes, de las masas dominadas por la Iglesia, el dogma y la superstición.
Esto es justo lo que no queremos:
Y todo lo que atenta
contra esto es retrógrado, bárbaro, fanático.
Antes, la experiencia del ser en el mundo estaba dada con relación a la colectividad:
Pero aunque podemos
trazar estos gérmenes de la conformación del individuo, lo que hoy
llamamos individualismo - que es en realidad un
hiperindividualismo - nació como tal a partir de las décadas de los
sesenta y setenta, bajo la supuesta revolución de la
contracultura.
El periodista Adam Curtis, uno de los más lúcidos narradores de los eventos contemporáneos y las ideas que los subyacen, llamó a uno de sus documentales justamente "El siglo del yo" (The Century of the Self), sugiriendo que el siglo XX podía definirse como el siglo en el que el yo, o la preponderancia del individuo, logró consolidarse como la principal ideología de nuestra sociedad.
En una reciente entrevista, Curtis explicó qué es el individualismo y por qué impide la conformación de movimientos sociales que produzcan cambios verdaderos:
Adam Curtis, en su documental Hypernormalization, cita el caso de Patti Smith quien, en su libro Just Kids, deja claro que los artistas y, en general las personas, están cansadas de marchar y participar en protestas y demás porque eso no logra nada.
Pero, en cambio, pueden expresar su fastidio con el sistema de formas creativas, auto-expresándose. El arte se convierte en una serie de puntos de vista radicales, entre más únicos y personales mejor.
El problema con esto es que se olvida algo que era evidente antes:
En nuestra era se cree que los individuos tienen el poder; o al menos las celebridades, y si quieres cambiar el mundo:
Pero el poder de los individuos, incluso las celebridades, nunca podrá compararse con el de los grupos.
El ser humano es un animal social y obtiene significado de los demás y nunca encontrará motivación y respaldo para actuar de manera consistente sino es dentro de un grupo.
Notablemente, también la felicidad de las personas no está en el ejercicio de sus derechos individuales sino en el asumir responsabilidades, en saber que lo que hacen importa.
Es por ello que con el
individualismo también asistimos a lo que
Max Weber veía como un
progresivo desencantamiento, consecuencia del capitalismo. Algo que
se constata con el aumento exponencial de la ansiedad y la depresión
en los últimos años a nivel global.
Pero Curtis sugiere algo más sutil:
La oportunidad estaba dada:
En el movimiento hippie se alentaba a las personas a ser auténticas al responder a su yo - esto era una reacción ante el conformismo, ante el viejo modo de política en el que se te decía qué hacer.
Ahora era "yo quiero
hacer lo que quiero hacer", se trataba de buscar el yo verdadero.
Este es el momento donde entra el marketing capitalista, porque:
Surge entonces la directriz detrás del consumismo:
El individuo moderno ya no quiere pertenecer a una masa social que le dé sentido y seguridad - religión, Estado, etc. - quiere distinguirse, separarse y cosechar los beneficios de ser único y especial.
Lo cool es ser rebelde, ser diferente, no ser parte de nada. Claro que esta autenticidad individualista es casi siempre una fantasía.
Al querer ser únicos y especiales, nos volvemos igual que los demás:
Generalmente, sólo miramos la procesión de noticias de terror y escándalo con una mezcla de ansiedad, ironía, indiferencia, enojo e impotencia.
Todos tenemos una opinión y creemos que nuestra opinión es única y muy valiosa.
Octavio Paz entendió esto bien:
El mundo moderno ha logrado producir comodidad pero no felicidad en su sentido profundo, esto es, significado y propósito y no mero placer.
Max Weber sugirió, hace casi cien años, que entraríamos en la "jaula de hierro de la racionalidad". Un mundo en el que todo estaría bien administrador y controlado, y todo sería eficiente, pero perderíamos el asombro ante lo misterioso y maravilloso.
Curtis cree que esto es de lo que carece el mundo y por lo cual buscamos cosas como teorías de la conspiración,
Es por esto también que
necesitamos de lo religioso, y es por ello que muchos movimientos
radicales fanáticos de derecha galvanizan tan fácil a las personas -
porque las personas están hambrientas de sentido, de asumirse dentro
de algo más grande que ellas.
Sugiere que el algoritmo ha logrado lo que los políticos no pueden:
Progresivamente el ser humano empieza a ceder su poder a las máquinas y a los programas informáticos.
Se convierte en un componente dentro de un complejo engranaje que maneja el mundo de manera eficiente, que evita el riesgo, que trata de domar o, al menos, hacer que el caos de la realidad pase desapercibido.
Al individuo le gustaría que el mundo cambiara, que fuera más justo, libre y equitativo, pero sin tener que entregar su seguridad, sin tener que aventurarse a lo desconocido o a perderse en el anonimato.
Quiere cambiar el mundo, pero quiere también el crédito y reconocimiento por haberlo hecho.
El punto que no cruza es justamente aquel en donde su identidad empieza a ser seriamente amenazada... Se aferra a la idea de que la libertad es hacer lo que uno quiere.
Pero hay otras ideas de
libertad...
Y debes de hacer algo que creo que muchos artistas modernos y personas en general me parece encuentran muy difícil:
Hay otras ideas que han sido olvidadas de (lo que es la) libertad.
Por ejemplo, la idea religiosa de libertad, creo que la frase es,
Esto es casi inconcebible para el individuo moderno, que la libertad verdadera sea disolverse en algo mayor, entregarse a él, abandonarse a sí mismo, darse por completo, sin buscar beneficio personal.
De alguna manera se guía por aquella frase de Milton de "Paradise Lost", la cúspide de la soberbia:
Es quizás esta actitud la
que impide que se pueda construir "un paraíso en la tierra"... * * *
Por supuesto que el desarrollo individual, el autoconocimiento y la búsqueda del yo verdadero son cosas que tocan fibras profundas, casi atemporales, y que rinden también beneficios para el bienestar de una persona y el mundo cuando son llevados a sus últimas consecuencias y no seguidos como nuevas máscaras para el ego.
Asimismo, la idea de que si uno cambia, el mundo cambia, es verdad en cierta forma, sin embargo, es el más endeble pensamiento new age pensar que esto es suficiente o que la experiencia de iluminación o conexión que tuve en un momento inusual va derramarse por el mundo, contagiando automáticamente a todos los seres sensibles por algún tipo de campo quántico o conciencia colectiva.
Si bien existen indicios de que puede existir tal cosa como una conciencia colectiva, siguiendo los trabajos de Rupert Sheldrake (resonancia mórfica) y del Global Consciousness Project de la Universidad de Princeton, los efectos de esta transformación colectiva son sumamente débiles en comparación con lo que puede hacer una persona que activamente busca a los otros, se organiza y crea un espacio de convivencia, comunicación y, posiblemente, de acción colectiva.
Este fue por supuesto el error de los hippies, quienes tomaron demasiado LSD y fumaron demasiada marihuana y confiaron demasiado en el poder de la buena vibra - una buena vibra que ellos mismos no podían sostener cuando bajaban de sus viajes psicodélicos.
Lo verdaderamente revolucionario obviamente es trasladar el viaje cósmico o místico vivido en el interior al mundo exterior, la experiencia personal en experiencia colectiva.
Hacer de una visión:
Este es el verdadero arte, la verdadera labor profética.
Pero como Curtis señala, el arte moderno no puede cumplir con su función de desafiar el poder y la realidad establecida, justamente porque está basado en pura autoexpresión, y el mundo mismo actualmente está basado en esa misma autoexpresión.
Es por eso que el arte moderno se parece tanto a la publicidad y al capitalismo.
Lo que está más allá de la autoexpresión es la rendición, el servicio, la disolución o la destrucción del individuo:
Al hipeindividualismo moderno ha contribuido en gran media a la espiritualidad moderna basada en ideas orientales de la búsqueda interior del yo, del alma o de algo auténtico y único que yace en la profundidad del ser.
Estas ideas, si fueran llevadas a su última consecuencia - y no fueran mezcladas con el capitalismo consumista o con el "materialismo espiritual" - llevarían a lo opuesto del individualismo, puesto que, en el fondo de filosofías como el yoga, el vedanta o el budismo, está la noción de que el ser individual con el que nos identificamos es una ilusión y no existe de manera independiente.
Lo real, el ser verdadero, la divinidad misma o la verdad - aquello que se busca - es lo que emerge cuando se elimina la ignorancia y la confusión, que es básicamente creer que uno existe como individuo separado en un mundo material, o en otras palabras cuando uno deja de creer que es lo más importante del universo (y es que la mayoría realmente creemos esto y vemos al mundo a través de este filtro de ser el centro del universo).
Lo que piden estas filosofías o religiones es la aniquilación del yo, su anulación en algo más grande.
Como dice Curtis,
Todo esto es paradójico porque la mayoría de las personas cuando emprendemos una búsqueda "espiritual" lo hacemos por motivos egoístas, para obtener más seguridad, para volvernos más poderosos y consolidar nuestra identidad - ahora como personas espirituales, maestros de esto o aquello.
Pero esta búsqueda justamente implica, si es llevada a cabo de manera auténtica, la destrucción de aquello que de entrada nos impulsó a hacer la búsqueda en cierta forma:
Esto es también lo verdaderamente moral, lo bueno, lo verdadero, lo bello.
Es por ello que la religión en Occidente se ha convertido en espiritualidad new age mayormente, porque la espiritualidad new age no requiere algo tan radical.
Uno puede seguir siendo un individuo y disfrutar de la vida moderna. No es necesario ni renunciar a nuestra propia identidad ni renunciar al mundo:
La espiritualidad así, es en realidad la forma en la que nuestro ego finge su muerte para consolidar su poder en la sombra.
Es el meta-producto de
consumo y, de hecho, la forma más ilusa de materialismo, un
materialismo espiritual...
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