por Enrique Ortega Gironés
08 Enero 2024

del Sitio Web Entrevisttas







En este 2024 que estamos iniciando, es muy difícil ser optimista sobre el futuro de la problemática relacionada con el Calentamiento Global y el Cambio Climático.

 

La campaña de desinformación a la que nos vemos sometidos sobre estos temas es permanente, continua e ininterrumpida, dura todo el año, aunque suele tener dos momentos especialmente intensos.

El primero de ellos coincide con la llegada de los calores estivales, para hacernos creer que el Planeta se está achicharrando y que nunca ha habido temperaturas como las que estamos soportando por culpa de las actividades antrópicas.

 

El segundo coincide con las fechas próximas a la celebración de la Cumbre del Clima, cuando de forma sorprendentemente sincrónica (o quizás no tanto), aparecen en la prensa multitud de noticias alarmistas relacionadas con el aumento de las temperaturas planetarias.

Curiosamente, los fenómenos meteorológicos opuestos tienen un tratamiento muy diferente...

 

Así, por ejemplo,

en el Hemisferio Norte, este invierno se están alcanzando temperaturas que no se registraban desde hace un siglo.

El pasado 29 de noviembre, en el aeropuerto de Copenhague se midió una temperatura -7,7ºC, la más baja registrada en un mes de noviembre durante los últimos 104 años.

 

Pocos días después, el 2 de diciembre, en la ciudad de Munich se acumularon 50 cm de nieve, lo que obligó a cancelar los servicios ferroviarios y a cerrar el aeropuerto, impidiendo que algunos dirigentes europeos llegasen a tiempo a la ceremonia inaugural de la Cumbre del Clima.

 

Y durante el tránsito entre 2023 y 2024 se está registrando un frío ártico en el norte de Europa que no se veía desde hace mucho tiempo.

 

Por otro lado, en Groenlandia, el termómetro del Campo de la Cumbre (Summit Camp) tras registrar por primera vez a -50°C en 2022, ha superado ese récord y el pasado 26 de diciembre de 2023, alcanzó los -59,8°C, convirtiéndose en el lugar más frío del Hemisferio Norte hasta la fecha, superando incluso a Siberia.

 

Además, en este mismo punto (el más alto de Groenlandia), no sólo no se está perdiendo nieve y hielo, sino que se ha registrado un aumento constate durante los últimos años.

 

Esta tendencia se ha confirmado a lo largo del presente invierno, con un incremento de 70 cm de nieve sobre los acumulados en años anteriores.

 

 

 

 

Sospechosamente,

cuando se nos informa sobre esta ola de frío, nunca se menciona al Cambio Climático, y durante el desarrollo de la Cumbre, estos frígidos récords han pasado prácticamente desapercibidos, predominando las informaciones intimidatorias, apocalípticas, sobre los inminentes y graves peligros térmicos que acechan al Planeta por su calentamiento.

Desde todos los medios de comunicación se nos ha advertido que se avecina un cambio 'catastrófico' a medida que la Tierra se acerca a los puntos de inflexión climáticos, cuando algunos sistemas terrestres podrían cruzar umbrales irreversibles.

 

Hasta la prestigiosa revista Nature, en su número del pasado noviembre, estaba prácticamente monopolizada por artículos relacionados con el Cambio Climático.

 

De entre las muchas consecuencias derivadas del 'Calentamiento Global', la estrella invitada de esta temporada ha sido la elevación del nivel del mar, asociada a la fusión de los hielos glaciares.

 

Han sido numerosos los artículos publicados sobre este tema en los principales periódicos y hasta personalidades del mundo literario, como el galardonado escritor y académico Antonio Muñoz Molina, han aportado su granito de arena, aunque dada su formación en Historia del Arte y Periodismo, haya sido con poca fortuna y escaso fundamento científico.

 

La Cumbre de este año (COP28) se ha desarrollado con las diferencias habituales entre los participantes, solicitando de forma utópica a los países emergentes y superpoblados que ralenticen su desarrollo económico y social, abandonando los combustibles fósiles .

 

Y, al mismo tiempo, solicitando a los países industrializados, como contaminadores supuestamente causantes del Calentamiento Global, elevadas indemnizaciones para compensar los devastadores efectos del Cambio Climático en los países menos desarrollados.

 

Mientras estos últimos (dice el refrán que quien no llora, no mama...) aprovechan la ocasión para aumentar el volumen de subvenciones a fondo perdido y rellenar sus cajas, siempre con problemas de liquidez.

 

Las escuálidas conclusiones finales,

los acuerdos alcanzados, como siempre, no han dejado satisfecho a nadie...

A pesar de los intentos realizados, no ha sido posible mencionar explícitamente en el acuerdo final la eliminación gradual de los combustibles fósiles, y la obligación ha quedado en,

un ruego a todas las naciones para que abandonen su utilización...

Y eso es algo que, como ha sido ya explicado en artículos anteriores, la Humanidad (y especialmente los países menos desarrollados) no puede permitirse, tal y como fue ya explicado aquí, en Entrevisttas.com.

 

Es decir,

una especie de utópico brindis al Sol, mientras la tozuda realidad muestra como el consumo del carbón, del gas y del petróleo aumenta sin cesar.

De hecho, durante las últimas semanas han aparecido algunas noticias muy ilustrativas sobre lo utópico que resulta el abandono de los combustibles fósiles.

Así en el pasado año 2023 se ha batido el récord de producción global de carbón con la inimaginable cifra de 8.500 millones de toneladas.

 

Por otro lado, la producción diaria de petróleo ha alcanzado, a principios de diciembre de 2023, la cifra astronómica de 103,3 millones de barriles por día.

Nunca, desde que hay registros estadísticos, se habían alcanzado semejantes cantidades para ambos productos.

 

Y a esto hay que añadir el creciente rechazo, por parte de productores (algunos fabricantes han decidido abandonar su fabricación) y usuarios, de los vehículos eléctricos, dado su elevado precio y escasas prestaciones.

 

El ejemplo más flagrante es el de trasporte urbano de Oslo, en Noruega, donde la flota de autobuses fue totalmente equipada con vehículos eléctricos.

 

Ahora, con la llegada del invierno, su limitada autonomía les impide completar las rutas habituales.

 

 

El pesimismo y el temor

no se centran en el futuro de nuestro querido Planeta,

sino en las perspectivas que acechan a la Humanidad,

y no precisamente por el Cambio Climático.

 

 

Teniendo en cuenta cómo se ha desarrollado la Cumbre Climática del 2023 (COP28),  cómo se ha analizado en sus sesiones la situación climática del Planeta y cuáles han sido las conclusiones alcanzadas, no queda más remedio que ser muy pesimista.

 

Pero que no se engañe el lector:

el pesimismo y el temor no se centran en el futuro de nuestro querido Planeta, sino en las perspectivas que acechan a la Humanidad, y no precisamente por el Cambio Climático...

Porque durante la COP28 se han mantenido intactos los especulativos cálculos que establecen como devastadoras las consecuencias que llegarían al superarse el umbral de calentamiento de 1.5°C, establecido por el Acuerdo de París, ignorando la información existente sobre,

la evolución de la temperatura registrada a lo largo de los últimos tres últimos milenios, según la cual y de acuerdo con los datos publicados por diversos autores (entre otros, KOELLE en 2015), en los próximos años o décadas, deberá iniciarse un descenso de temperatura hacia un nuevo periodo frío...

 

 

 

Durante los últimos siete años, como se puede observar en la gráfica siguiente (datos publicados por la NOAA),

el aumento de la temperatura media del Planeta muestra una esperanzadora estabilización (a pesar del constante aumento en el uso de combustibles fósiles), que podría indicar que nos estamos aproximando a un cambio de ciclo, hacia un enfriamiento...

Aunque teniendo en cuenta la oscilante evolución de la temperatura registrada durante los últimos milenios (ver figura anterior), el periodo durante el cual la temperatura se ha estabilizado es aún demasiado breve para que pueda confirmarse esta tendencia.

 

 

 

 

Como se puede observar también en esa misma gráfica, estos períodos de estabilidad en las temperaras son recurrentes a lo largo del tiempo, y entre 2010 y 2014 ya se registró otro período similar al actual, a pesar de que las emisiones de CO2 a la atmósfera han aumentado continuamente de forma lineal durante todos esos años.

 

Del mismo modo, también se ha hecho caso omiso, como si no existiesen, de las manifestaciones públicas realizadas por miles de científicos (entre ellos Ivar Giaever, Robert Laughlin y John Clauser, todos ellos premiados con el Nobel), ni tampoco de los rigurosos análisis recientemente publicados, como por ejemplo el de Statistics Norway, que niegan explícitamente la correlación entre el Calentamiento Global y las emisiones antrópicas por uso de combustibles fósiles, tal y como fue descrito aquí.

 

Tampoco debe olvidarse que existen sólidas evidencias de que,

a lo largo de centenares de miles de años, es la elevación de la temperatura la que precede al aumento de CO2 en la atmósfera...

Es decir,

que es el calentamiento quien causa el aumento de dióxido de carbono y no al revés, como han demostrado los estudios de los testigos de hielo en Groenlandia y Antártida.

Y este hecho puede ser una de las razones esenciales del sistemático fracaso de todas las predicciones climáticas realizadas hasta la fecha, elaboradas con modelos basados en conceptos erróneos o incompletos, que han podido reproducir (a toro pasado) lo que ya ha ocurrido,

pero que han sido absolutamente incapaces de pronosticar correctamente el futuro...

No obstante, debe reconocerse que, ha sido todo un alivio, al menos este año nos hemos librado de montajes publicitarios histriónicos como los que protagonizó Greta Thumberg en 2019,

al pronunciar su bochornoso discurso en la sede de Naciones Unidas, y poco después, cruzar el Atlántico en un barco de vela para asistir a la Cumbre del Clima de Madrid, mientras la numerosa tripulación de la embarcación regresaba a casa en avión...

 

 

 

Tampoco debe olvidarse que Greta Thumberg, a pesar de su corta edad y sus escasos conocimientos (faltaba a clase en su Instituto todos los viernes), es una de las profetisas climáticas más mediáticas, aunque su fama no le ha servido para evitar equivocarse estrepitosamente en sus predicciones.

 

Hace ahora cinco años, en 2018, afirmó que,

la humanidad se extinguiría si el Cambio Climático no se estabilizaba en 2023 y se dejaban de utilizar combustibles fósiles...

Una vez cumplido el plazo de la profecía para la llegada del apocalipsis y viendo las nevadas que acaban de caer en gran parte de Europa, parece que podemos respirar tranquilos, al menos hasta que nos quiera aturdir con la próxima profecía catastrófica o la siguiente estupidez climática...

 

Considerando las enormes dudas que, entre la comunidad científica suscitan las tesis oficiales sobre el Cambio Climático defendidas por Naciones Unidas, así como muchos gobiernos y estamentos oficiales, 

llama la atención el empecinamiento y el inmovilismo con el que, año tras año, las sucesivas cumbres climáticas abordan sus debates y sus objetivos.

Es inevitable preguntarse,

por qué se ignoran las evidencias geológicas que contradicen los planteamientos climáticos oficiales.

Porque incluso suponiendo (aunque sea mucho suponer, como se ha mencionado anteriormente), que realmente sean las emisiones antrópicas de CO2 las responsables del calentamiento, hay algunas preguntas inexcusables que son muy difíciles de responder.

 

El núcleo de los acuerdos alcanzados en las cumbres climáticas gira siempre alrededor de un objetivo primordial: limitar el Calentamiento Global a 1,5ºC por encima de la temperatura media del Planeta antes del inicio de la época industrial.

 

Pero,

¿quién, cómo y sobre la base de qué criterios científicos ha establecido ese umbral como valor límite, como punto de no retorno?

Existen datos fehacientes indicando que a lo largo de la historia de la Tierra se han registrado valores muy superiores a los presentes (hasta 9º - 10ºC por encima de las temperaturas medias actuales), sin intervención humana y sin que se haya registrado ninguna catástrofe climática aunque, por supuesto, esos cambios hayan influido en la evolución de la vida.

¿Por qué debe asustarnos un aumento de grado y medio, insignificante en comparación con otros ascensos térmicos registrados en tiempos pasados...? 

Esto no implica en ningún caso que se puedan quemar combustibles fósiles sin límite, ni que no sea necesario reducir las emisiones de CO2, especialmente en las grandes urbes y áreas industriales, para que se pueda respirar mejor.

 

Evidentemente, hay que dejar de contaminar y limpiar todo lo que está sucio,

pero esa necesaria limpieza de la atmósfera (también de los suelos y de las aguas), no tiene nada que ver con el Cambio Climático...

Por lo tanto, las modificaciones a inducir en los hábitos humanos, deberían razonarse y estimularse sobre la lógica de los conocimientos existentes, sin las premuras y urgencias impuestas por profecías climáticas exageradas y falsas...

 

 

Las modificaciones a inducir en los hábitos humanos,

deberían razonarse y estimularse

sobre la lógica de los conocimientos existentes, 

sin las premuras y urgencias impuestas

por profecías climáticas exageradas y falsas.

 

 

Se nos informa con frecuencia y con mucha inquietud, como signo del deterioro climático, sobre la progresiva desaparición de los hielos glaciares, especialmente en los casquetes polares, porque el aumento de temperatura conlleva inevitablemente la fusión de los hielos.

 

Pero, al calificar como dramática y trágica esa desaparición,

¿se está teniendo en cuenta la historia planetaria?

Porque en la actualidad, a pesar del calentamiento con que nos están atemorizando, estamos atravesando un periodo relativamente frío, como demuestra la presencia de dos polos helados, uno al Norte y otro al Sur del globo terráqueo.

 

Esta situación, desde el punto de vista estadístico, representa un hecho excepcional, ya que a lo largo de la mayor parte de la Historia de la Tierra, los polos han estado libres de hielo.

 

El ciclo glacial anterior al actual tuvo lugar hace unos 25 millones de años, y fue unipolar, es decir que sólo uno de los polos estuvo cubierto de hielo, en el hemisferio Sur.

 

Para encontrar una situación comparable a la actual, con dos polos cubiertos por hielo,

debemos remontarnos al final del Paleozoico, hace más de 260 millones de años, cuando por cierto, había una concentración de CO2 en la atmósfera similar a la actual (400 ppm) y a pesar de ello, el mundo estaba mucho más helado que ahora...

 

 

 

Lo que desde nuestro punto de vista, desde la perspectiva humana, nos parece lo normal, es decir que existan dos polos cubiertos de hielo, es en realidad una situación excepcional,

ya que las épocas glaciares similares al periodo actual han abarcado aproximadamente sólo el 10% de una historia, la de la atmósfera de nuestro Planeta, que abarca unos 3.800 millones de años.

Por eso,

si la temperatura asciende y los casquetes helados se funden, no puede decirse que el Planeta esté afrontando una crisis, sino que más bien al contrario y desde el punto de vista estadístico, puede afirmarse que está volviendo a la normalidad climática...

Es inevitable que las variaciones del nivel del mar derivadas de la fusión del hielo glaciar tengan consecuencias negativas en las poblaciones costeras.

 

Pero de nuevo,

esta situación debe considerare como absolutamente normal desde la perspectiva de la dinámica natural de nuestro Planeta.

 

Porque el nivel del mar nunca ha sido estable, las subidas y bajadas se han alternado al mismo ritmo que se formaban o desaparecían los casquetes polares.

Por eso, la humanidad no tiene derecho a reclamar una línea de costa fija, porque es antinatural.

 

 

El nivel del mar nunca ha sido estable,

las subidas y bajadas se han alternado

al mismo ritmo que se formaban o desaparecían

los casquetes polares.

Por eso, la humanidad no tiene derecho

a reclamar una línea de costa fija,

porque es antinatural.

 

 

Dentro del actual ciclo glaciar, nos encontramos en un periodo de ascenso de las aguas que se inició hace unos 20.000 años...

 

En realidad, en contra de lo que se pregona sistemáticamente en las predicciones y profecías de las cumbres climáticas, la velocidad de ascenso del nivel de las aguas se ha ralentizado en comparación con el que existía hace varios milenios.

 

Las incomodidades y problemas generadas por estas variaciones en la línea de costa has sido sufridas por la humanidad desde sus inicios,

como les ocurrió a nuestros ancestros cromañones de los territorios de Doggerland (hoy cubiertos por las aguas del Mar del Norte) o los antiguos habitantes de la primitiva Mesopotamia, entre los ríos Éufrates y Tigris, en una zona actualmente situada bajo las aguas del Golfo Pérsico.

Cabe preguntarse,

entonces, por qué la ingente producción científica sobre el cambio climático ignora de forma sistemática estas evidencias a la hora de formular sus conclusiones.

A este respecto, es muy interesante la información aportada por Javier Vinós en su reciente libro Resolviendo el Puzzle Climático, donde ilustra sobre cómo desde 1988, la decisión de la ONU de respaldar al IPCC ha dado lugar a una de las explosiones más espectaculares en la investigación científica.

 

 

 

 

En efecto, como se aprecia en la gráfica adjunta, el número de artículos publicado sobre Cambio Climático (línea roja) ha pasado de un número insignificante hasta casi 4.000 al año, experimentando un marcado punto de inflexión al inicio del segundo milenio, sincrónicamente con la elaboración del Plan de Objetivos de Desarrollo del Milenio elaborado por la ONU, precursor de la Agenda 2030.

 

Desde entonces, el número de publicaciones científicas sobre Cambio Climático no ha parado de crecer y puede asegurarse que la inmensa mayoría de estas publicaciones ignora o no tiene en consideración las evidencias geológicas antes mencionadas.

 

Además, se trata de un crecimiento específico y exclusivo para investigaciones climáticas, que no puede interpretarse como consecuencia del crecimiento general de la investigación para todas las disciplinas científicas.

 

Así lo demuestra la gráfica azul en trazos discontinuos de la figura anterior que representa,

la evolución en términos porcentuales respecto al conjunto de publicaciones científicas de todas las especialidades, y que igualmente experimenta una brusca aceleración a partir del tercer milenio, pasando desde un porcentaje insignificante, hasta casi el 3% del total aproximado de unos 148.000 artículos científicos publicados anualmente.

Pero además, como es bien sabido, para que se pueda realizar una publicación, es imprescindible desarrollar previamente una investigación, para lo cual son necesarios los recursos económicos imprescindibles, que en la mayor parte de los casos provienen de fondos públicos.

 

Es decir que son esencialmente los promotores de la hipótesis del origen antrópico del cambio global quienes están subvencionando la mayor parte de las investigaciones sobre esa problemática.

 

Y como dice un chascarrillo socarrón que ha circulado recientemente por las redes sociales,

un estudio científico demuestra que el resultado de un estudio científico depende completamente de la procedencia de su financiamiento...

Esta afirmación, que a primera vista puede parecer injustificada, tendenciosa o baladí, no puede ser tomada a broma, si tenemos en cuenta las declaraciones realizadas por prestigiosos científicos.

 

A modo de ejemplo,

puede mencionarse el caso del ya citado Ivar Giaever, premio Nobel y ex-integrante del IPCC, quien ha denunciado públicamente las presiones existentes para que no se publiquen en las revistas científicas más importantes aquellos artículos cuyo contenido contradiga la hipótesis oficial sobre el origen antrópico del Calentamiento Global.

Bien sabido es que el prestigio científico de un investigador se basa fundamentalmente en sus publicaciones, que constituyen el núcleo y la base de su carrera académica, por lo que es imposible renunciar a ellas.

 

En la misma línea, tampoco deben olvidarse,

las presiones y filtros introducidos en la redes sociales para que, de forma discreta, callada y silenciosa pero con una enorme incidencia social, millones de personas de todo el mundo estén sometidos a una información filtrada hacia una visión única y monolítica sobre el cambio climático.

Véase como ejemplo el caso real experimentado por uno de los autores de este artículo.

 

No cabe duda de que situaciones como las denunciadas por Ivar Giaever o las descritas en el enlace arriba mencionado, producen una inevitable reticencia o temor a contradecir públicamente las tesis oficiales.

 

Y esa aprensión o recelo se puede detectar con frecuencia en las conclusiones de algunas investigaciones, o en las informaciones que de ellas se publican, tendentes a sesgar o silenciar algunas conclusiones obvias, evitando pisar charcos y terrenos pantanosos.

 

Como ejemplo ilustrativo de esta tendencia, pueden mencionarse,

las investigaciones recientes en la zona litoral de la provincia de Valencia (en la Marjal de Pego - Oliva), poniendo de manifiesto que la subida del nivel del mar afectó a las comunidades prehistóricas que habitaban en ese lugar, al inundarse las llanuras costeras por la tendencia ascendente del nivel del mar, que llegó a situarse por encima del nivel actual (línea roja a la izquierda, en la figura adjunta) hace 7.300 años...

 

 

 

Los datos publicados permiten estimar que,

durante un intervalo de 2.300 años (el comprendido entre 9.000 y 7.300 años antes del presente), el avance de la línea de costa hacia el interior, al tratarse de una zona muy plana, se produjo a una velocidad promedio de 2,5 metros al año, ya que el nivel del mar estaba ascendiendo a un ritmo de 8 mm/año.

Es decir, a una velocidad mucho mayor que la actual y más rápida que las proyecciones más pesimistas del IPCC para el próximo siglo, en el caso de que, de acuerdo con sus cálculos, la humanidad no controle sus emisiones a la atmósfera.

 

Es evidente que esa evolución se registró sin ninguna contribución antrópica, pero a pesar de su indudable interés, y de que es fácilmente deducible de los gráficos publicados, esa simple deducción no se menciona en las conclusiones de la publicación.

 

Algo similar puede decirse de los múltiples hallazgos de restos vegetales y útiles humanos, encontrados recientemente al retirarse el hielo de los glaciares en diversos lugares del mundo, como Tahtlan (al Noroeste de Canadá, en la Columbia Británica), los Alpes o en Escandinavia, indicando claramente que hace miles de años la cobertura de hielo glaciar era inferior a la presente y por lo tanto, se estaban registrando temperaturas más cálidas que las actuales.

 

Sin embargo, esta evidente conclusión ¡tampoco aparece nunca especificada...!

 

 

Hace miles de años

la cobertura de hielo glaciar era inferior a la presente

y por lo tanto, se estaban registrando

temperaturas más cálidas que las actuales.

Sin embargo, esta evidente conclusión

tampoco aparece nunca especificada

en las conclusiones.

 

 

Como se ha mencionado repetidamente en artículos anteriores, la actitud hacia el cambio climático debiera ser similar a la que tenemos hacia otros procesos naturales,

como los terremotos o las erupciones volcánicas, fenómenos sobre los que podemos predecir el nivel de riesgo, aunque no sabemos exactamente cuándo se producirán, pero sí que podemos adoptar las medidas preventivas adecuadas para cuando hagan acto de presencia.

Por eso, lo inteligente sería ir adaptando nuestro hábitat a los cambios que se avecinan (aunque como en el caso de los terremotos, aún no sabemos el alcance ni la duración que tendrán), planificando adecuadamente el uso del suelo, especialmente en la proximidad de la línea de costa.

 

Es decir, con respecto al cambio climático hemos de prepararnos con la misma mentalidad con la que preparamos nuestra casa, haciendo acopio de leña o preparando ropa de abrigo cuando vemos que se acerca el invierno, sabiendo que no podemos hacer nada por evitar su llegada...

 

Sin pausa, con visión de futuro, pero también sin las prisas con que nos azuzan unos modelos climáticos basados en premisas insuficientes.

 

 

Es decir,

con respecto al cambio climático

hemos de prepararnos con la misma mentalidad

con la que preparamos nuestra casa,

haciendo acopio de leña o preparando ropa de abrigo,

cuando vemos que se acerca el invierno,

sabiendo que no podemos hacer nada

por evitar su llegada.

 

 

Volviendo a lo mencionado al inicio de este artículo y de acuerdo con todo lo anteriormente mencionado,

es muy difícil ser optimista sobre las perspectivas que acechan a la Humanidad para las próximas décadas.

Pero la sensación de desesperanza no está relacionada con el Calentamiento Global, ya que del mismo modo que lo ha venido ocurriendo desde hace miles de millones de años, la evolución del clima planetario continuará regida por factores cósmicos que, al menos de momento, no pueden ser controlados por el ser humano.

 

Lo verdaderamente preocupante no debiera ser el aumento de las temperaturas,

sino el direccionamiento de las opiniones hacia un pensamiento único, diseñado por una confluencia de intereses ideológicos, políticos y económicos, totalmente contrapuestos a las evidencias científicas mencionadas...