por Redacción
06 Noviembre 2024
del Sitio Web
MPR21
En contra de lo que dicen los intoxicadores,
no hay más "fenómenos meteorológicos
extremos", ni tampoco son más graves, como hemos expuesto en
entradas anteriores, en las que dimos algunas referencias de los
organismos que se dedican al estudio y cuantificación de los
mismos.
En 1999
la ONU también creó su propio
organismo, la
UNDRR (Oficina de las Naciones
Unidas para la Reducción del Riesgo de Desastres) que, como es
típico, dedica un día al año a las catástrofes:
el 13 de octubre...
En un comunicado de prensa, el 1 de enero de este
año la japonesa
Mami Mizutori, la directora de
la UNDRR, dijo que,
"los desastres naturales 'no existen'..."
(sic)
Todos los desastres son "artificiales", es decir,
causados por la intervención del hombre
sobre la naturaleza, y no al revés, como la humanidad había
creído hasta ahora...
Lamentablemente, el mismo día en que lanzó su
proclama a los cuatro vientos, un terremoto sacudió su país
porque los hechos siempre son tozudos y quitan el sitio a las
tonteorías muy rápidamente.
En los desastres siempre hay un componente humano, porque su llegada
se puede pronosticar y sus consecuencias se pueden paliar, y al
revés:
los riesgos se convierten en desastres por
falta de prevención y de remedios.
Por ejemplo, cuando se construye en el cauce seco
de un río, tarde o temprano el agua acaba llevándose las casas.
A finales del año pasado
el CRED (Centro de investigación
sobre epidemiología de las catástrofes), dependiente de la
Universidad de Lovaina, actualizó su base de datos,
que es pública y cualquiera la
puede consultar en línea.
Como cualquier otro recuento, la base de datos tiene sus pequeños
trucos que hay que tener en cuenta, como,
el de incluir a las epidemias entre los
desastres, o el de considerar como tales sólo a las catástrofes
en las que el número de muertos supera la cifra de 10, ó 100
personas afectadas (daños a personas o bienes), o una
declaración de estado de emergencia o un llamamiento de ayuda
internacional.
Otro truco:
para evitar interpretaciones y
extrapolaciones engañosas,
el CRED advierte que los datos
anteriores a 2000 sólo se incluyen a efectos históricos y no
deben tenerse en cuenta en los análisis temporales porque,
"están particularmente sujetos a sesgos
en la presentación de informes".
Por lo tanto, siguiendo sus consejos, es
preferible atender exclusivamente a los datos de este siglo.
El CRED distingue dos grupos de catástrofes.
-
La primera son los accidentes
tecnológicos, industriales y de transporte
-
La segunda, las naturales, que se
relacionan con las ciencias de la vida y de la tierra
A su vez este último se reparte en cinco
categorías.
-
la primera son los meteorológicos
(tormentas, ciclones, olas de calor o frío)
-
la segunda los hidrológicos
(inundaciones, deslizamientos de tierra)
-
la tercera los geofísicos (terremotos,
vulcanismo)
-
la cuarta los climatológicos (sequías,
incendios forestales o de matorrales)
-
la quinta los biológicos (epidemias), en
las que no vamos a entrar...
Pues, bien, como ya expusimos, entre 2000 y 2023
no se observa ninguna tendencia.
El número de desastres se mantiene
constante, lo cual es algo a tener en cuenta porque el
registro ha mejorado a lo largo de este cuarto de siglo debido a los
avances tecnológicos en la observación y la transmisión de datos,
sin mencionar una creciente propensión a no omitir ningún
acontecimiento significativo.
Durante un período de 24 años el CRED ha registrado 7.500 desastres,
lo que arroja un promedio de 300 por año, sin ninguna
tendencia a disminuir o aumentar.
El número de muertos se puede considerar como
una buena medida de la gravedad del desastre, pero no siempre la
letalidad se puede atribuir al desastre.
Por ejemplo, como ya expusimos, el Atlas de
catástrofes naturales de la Organización Metereológica Mundial
considera que el desastre más mortífero ha sido,
la sequía de 1983 en Etiopía, que causó
300.000 muertos...
Pero la sequía coincidió en el tiempo con
una guerra contra el gobierno que mató al ganado, destruyó
los equipos agrícolas, quemó las cosechas y mató de hambre
sistemáticamente a poblaciones enteras.
Los 300.000 muertos no se pueden atribuir,
pues, sólo a la sequía sino también a la guerra...
Los mayores picos de letalidad corresponden a,
Por ejemplo,
la
ola de frío de 2012 afectó a 26
estados europeos, lo que explica la elevada cifra de muertos.
En enero del año pasado, una ola de frío
azotó Afganistán y provocó 70 muertes.
Lo mismo se puede decir de la
ola de calor de 2022 en Europa,
que afectó a 32 países.
Las catástrofes han sido, son y serán
parte de la vida diaria de la humanidad.
Su distribución está más
allá del control humano...
Hoy el desarrollo de las fuerzas productivas
permite mejorar,
la prevención con miras a mitigar los daños
que causan, y lo mismo cabe decir de la mejora de los servicios
de socorro, que pueden paliar los sufrimientos de las
poblaciones afectadas.
Lo que no se debe olvidar en ningún caso es la
historia...
Hace dos mil años Pompeya
desapareció bajo la lava del volcán Vesubio.
Además, también desaparecieron otras ciudades
cercanas, como Herculano, Oplontis y
Estabia.
Desde la Antigüedad siete ciudades han sido
destruidas por los volcanes.
No obstante, hay quien supone que las
erupciones volcánicas ocurren muy
esporádicamente.
En realidad, cada día hay unas veinte de
diferente intensidad...
Tampoco habría que olvidar que, en contra de lo
que creen los pseudo-ecologistas, la naturaleza es una
fuerza invencible.
No hay construcción humana que se le resista.
Las avalanchas y corrimientos de tierras
sepultan carreteras, puentes, viviendas y poblaciones completas.
Las montañas se derrumban y el barro llena
los valles.
En junio la localidad de Baños de Agua Santa,
en Ecuador, fue sepultada por numerosos corrimientos de tierras
provocados por las lluvias torrenciales.
En setiembre un corrimiento de tierras sepultó un pueblo en Vietnam.
El año pasado se produjo un incendio especialmente grave en Hawai
que devastó la ciudad de Kula y causó 120 muertes, es decir, la
mitad de la cifra mundial de aquel año, y la segunda más letal en el
período 2000-2023.
El año pasado hubo pocas inundaciones, pero una particularmente
grave en el Congo causó casi 3.000 muertes.
El terremoto que sacudió a Siria y Turquía en febrero del año pasado
provocó 55.000 muertos y 120.000 heridos.
Se trata del más importante desde el de Haití
de 2010.
Los huracanes no sólo derriban las murallas más
altas, sino que su radio de acción se prolonga por las regiones que
atraviesan, dejado un rastro de destrucción.
Uno de los más conocidos fue el
huracán Katrina, que se desató
en 2005.
Un millón de personas fueron evacuadas y la
población de Nueva Orleans se redujo a la mitad.
Resultaron dañadas por la tormenta el 70 por
cien de las viviendas ocupadas de Nueva Orleans.
En 2022 el
huracán Ian destruyó los
rompeolas de Florida y una semanas después otro huracán,
el Nicole, derribó numerosos
edificios altos que cayeron al Océano Atlántico.
Los lagos se secan y otras regiones se inundan.
Hace unos días anunciamos que al sur de
Marruecos había reaparecido el
lago Iriki en medio de las
arenas y hace diez años reapareció otro en mitad del desierto
tunecino, que cubre un área de 1,5 hectáreas y tiene más de 15
metros de profundidad en algunas zonas.
Lo mismo ocurrió en febrero en una de las
regiones más secas de Estados Unidos:
el Valle de la Muerte, en California.
La aparición del lago se debió a las fuertes
tormentas y los medios dijeron que era temporal, aunque en realidad
no lo sabían.
En 2022 el
lago Sawa, en Irak, se secó por
primera vez en siglos y los pseudo-ecologistas se frotaron las
manos:
era una consecuencia del
cambio climático...
Pero dos años después, en el mismo Irak, apareció
lo que los medios calificaban como un "mar" en medio del desierto.
Sin embargo, que un lago aparezca en medio del
desierto,
"es más común de lo que parece", decía un
medio, añadiendo que ya "existía hace cientos de años, tal y
como han mostrado algunas escrituras antiguas que han dado datos
de cómo era antes.
Un mar que es en realidad un lago interior
que ha vuelto a aparecer después de años en el que se creía que
habría llegado a su fin de forma definitiva".
Como todo en la naturaleza, los lagos son
temporales, se llenan y se vacían.
Uno de ellos es
el Aral, como ya expusimos.
Otro es
el Poopó que, con 3.000
metros cuadrados, es la segunda extensión de agua dulce de
Bolivia.
A lo largo del siglo pasado, el lago Poopó estuvo
completamente seco entre 1939 y 1944 y entre 1994 y 1997, mientras
que entre 1969 y 1973 quedó reducido a unos cuantos charcos salados.
Pero el lago ha vuelto todas las veces:
regresó en los años cuarenta, volvió en los
setenta y a principios de 2017...
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