por Joaquín Araújo
Otros tantos árboles
fueron convertidos en mercancía.
Lo que, traducido a un
cálculo de extensiones, supone que el planeta pierde la superficie
forestal de España todos los años.
Al respecto conviene
percatarse de que un árbol, de un solo año de vida, no nos regala
los mismos servicios que uno de 50, 100 o más años.
Los que son convertidos
en cenizas, por los incendios que cada vez propicia más
el calentamiento global, nos
recuerdan con azotes emocionales hasta donde pueden llegar los daños
colaterales de nuestro actual modelo energético.
Pero no... Lo de la anticipación como destreza de la inteligencia se deja invariablemente para mañana y se convierte en lo contrario:
Las arboledas son lo más oportuno y necesario que la historia de la vida ha producido.
Y lo ha hecho precisamente para que haya más fuentes de vida. El bosque, cuando se mantiene en pie, ya es un cayado que apuntala a una sociedad claramente lisiada en cuanto al comprender como funciona el mundo y qué le proporciona precisamente el derredor natural:
Por eso conviene no olvidar que las selvas, dehesas, arboledas, bosques, son artífices de la mayor parte de la multiplicidad vital, de las mejores reservas de agua limpia, aire transparente y tierra fértil.
Son los creadores del alivio que supone interceptar la luz solar a varios metros sobre el suelo.
Es más, no hay inclemencia meteorológica que no suavicen y conviertan, en todo o en parte, en algo positivo. Ya sea viento, chaparrón o exceso de insolación o ruido.
Poco hay tan lúcido,
pues, como las sombras.
Nunca me cansaré de afirmar que los bosques han publicado todos los libros, revistas y periódicos.
El árbol es también calor y comida procesada. Por si todo lo mencionado fuera poco conviene sumar que son más de tres mil los productos, principios activos y derivados que usamos y que proceden exclusivamente de los bosques del planeta.
Casi el 80 % de los
medicamentos tienen las mismas raíces que los árboles.
Ya hemos mencionado la lista de servicios y elementos que proporcionan las arboledas, pero en ese estudio se analizaron solo los cinco considerados hoy más cruciales.
El cálculo se hizo en euros (€) por hectárea y año.
Por tanto cada hectárea de nuestros bosques valdría o nos ahorraría, en este último caso si tuviéramos que suplir esas funciones con sistemas artificiales, unos 352 € por hectárea y año.
Más de 50.000 millones de € anuales para la totalidad de la masa forestal en España.
Todo esto resulta más que discutible.
En primer lugar porque estas cifras solo representarían una mínima parte de lo que podría ser estimado, pero no menos porque no cabe considerarlas como posibles beneficios para los propietarios, entre otras cosas, porque habría que identificar al pagador que solo podría ser el estado que ya haría bastante con garantizar menos incendios, menos enfermedades y muchas menos contaminaciones, arboleda, la nuestra que, por cierto, está formada por unos 18.000 millones de pies.
En consecuencia se cuenta en España con unos 400 árboles por persona.
Los resultados del último inventario forestal sitúan estas masas forestales sobre unos 18,4 millones de hectáreas, lo que supone el 36,3 % del conjunto del país.
España es por tanto, la
tercera potencia europea en cuanto a superficie arbolada. Por si eso
fuera poco se cuenta con más sombras que en cualquier momento de los
últimos 150 años.
Porque cuando se piensa ecológicamente no conseguimos separar la parte del todo. Eso sí consideremos que la parte más todo que existe es el bosque.
Por eso no sobra ni una sola sombra, pues son nuestro mejor remedio para la fiebre global que a todo amenaza.
Poco o nada, hay en el
mundo más frágil que los sistemas naturales, ni más fuerte que la
arrogancia humana con esa ilimitada palanca, la tecnología movida
por energía exógena, que todo lo remueve, quema y ensucia.
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