¿Qué saben de nosotros? Porque me
imagino que para poder controlarnos antes tienen que
conocernos...
Esa es la clave.
Evidentemente, para
poder controlarnos y dirigirnos, lo primero es hacer una
vigilancia sobre nosotros.
De acuerdo con Baños,
"una vez que se tiene ese perfil sobre cada uno de nosotros,
se puede actuar para condicionarnos mentalmente".
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Hoy en día lo
saben todo de nosotros, incluso saben cosas que ni
nosotros mismos sospechamos.
Establecen perfiles
psicológicos sobre nosotros tan perfectos que probablemente ni
siquiera nosotros seamos conscientes de que ese es nuestro
perfil psicológico.
Saben cosas de
nosotros que ni siquiera nuestro círculo más íntimo, incluso
nuestra familia, conoce.
Todo lo que hacemos en los medios electrónicos, dentro de esta
hiperconectividad, va dejando un rastro, va dejando una huella.
Y todos esos millones
de datos, que son analizados por algoritmos, por
la inteligencia artificial,
permiten establecer esos perfiles psicológicos.
Y una vez que se
tiene ese perfil sobre cada uno de nosotros, se puede actuar
para condicionarnos mentalmente tanto de forma individual como
de forma colectiva:
por barrios, por
regiones, por provincias…
¿Nos puede dar algún
ejemplo de cómo, a través de la información que disponen de
nosotros, nos llegan a controlar?
Eso lo estamos viendo ahora mismo, por ejemplo, con los procesos
electorales.
Lo acabamos de ver en
Estados Unidos...
Los "likes" que damos
son parte de la información
que ofrecemos sobre nuestros gustos.
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La hipervigilancia se realiza con datos que además
no hace falta que nos obliguen a darlos:
nosotros
voluntariamente aportamos una cantidad ingente de
datos sobre nosotros mismos, por ejemplo, dónde vivimos, lo
que gastamos, en qué lo gastamos, el coche que tenemos, las
relaciones que mantenemos, a quién damos likes, a qué
personas seguimos...
Con toda esa
información se establece un perfil psicológico sobre nosotros
que, entre otras cosas, permite apuntar nuestra intención de
voto, aunque nosotros todavía no lo tengamos demasiado claro.
Y una vez que tienen
este perfil de voto, lo que hacen es intentar condicionarnos,
sobre todo a aquellas personas que se entiende que pueden tener
dudas, que pueden todavía no tener muy claro si inclinarse hacia
un candidato o hacia otro...
A partir de ese instante, a esa persona se le empiezan a mandar
mensajes personalizados o, como ha pasado en Estados Unidos, se
le insiste hasta la saciedad en que vote, se le llega a mandar a
su domicilio hasta diez veces las papeletas para que vote por
correo.
De ese modo se
condiciona el voto, y se sabe perfectamente a quién se tiene que
condicionar.
Y, como decía antes,
no sólo se condiciona a personas individuales, sino incluso se
trata de condicionar a ciudades o estados enteros - como ha
ocurrido en Estados Unidos con los llamados estados swing,
esos estados que van alternando el voto dependiendo de las
circunstancias - actuando de una manera cada vez más quirúrgica.
Efectivamente,
para hacer eso necesitan conocernos perfectamente...
Pero hoy en día nos
conocen muy, muy bien, de manera muy afinada.
Por lo que cuenta, deduzco que
los partidos políticos son algunos de los poderes que hacen uso
de toda esa información sobre nosotros para tratar de
manipularnos. ¿Quién más? ¿También los Estados e intentan
controlarnos mentalmente?
Los dos principales beneficiados de esta hipervigilancia,
y por tanto de este hiperconocimiento sobre
nosotros, son,
El mundo comercial y el mundo político se benefician de
"este hiperconocimiento sobre nosotros", dice el autor.
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Y cuando decimos
el mundo político hablamos tanto de grupos políticos como de
gobiernos, que también compran estos datos o saben cómo hacerse
con ellos a través de los profesionales que trabajan a su
servicio, para tratar de condicionarnos psicológicamente.
Saben perfectamente el mensaje exacto que tienen que mandar en
cada momento.
Para eso tienen a
algunos de los mejores especialistas en sociología, en
antropología, en psiquiatría, en psicología... Saben el mensaje
que tienen que ir mandándonos en cada momento para
condicionarnos en todos los sentidos.
Y lo mismo que ocurre en el ámbito político ocurre en el ámbito
comercial, cada vez con mayor intensidad y con estrategias
verdaderamente sibilinas que nos pasan desapercibidas.
Y si eso es así, ¿cómo es
que no nos rebelamos ante semejante atropello?
Porque, como digo en mi libro, hemos entrado en lo que yo llamo
'la sociedad de la resignación'.
En algunos casos no
nos damos cuenta de lo que están haciendo, por esto se lleva a
cabo de una manera tremendamente astuta, muy camuflada, muy
oculta.
Nuestra información personal
tiene un gran valor para las compañías.
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Y en otros casos,
aunque nos demos cuenta,
hemos entrado en
un estado de pasividad tal - o mejor dicho, nos tienen en un
estado de pasividad y atonía tal - que no somos capaces de
reaccionar, a pesar de que vemos todos los días cómo nos
engañan, cómo nos mienten.
Ese estado de
pasividad impide una reacción ciudadana, una reacción de
la sociedad, y desde luego es algo perfectamente estudiado para
que no se produzca esa rebelión social.
En "El Dominio Mental"
dice textualmente: "Si nos colman de entretenimiento estéril,
jamás podremos adquirir conocimientos enriquecedores que nos
permitan construir nuestro propio pensamiento crítico, dudar de
las permanentes imposiciones". ¿El entretenimiento es para
mantenernos en ese estado de letargo?
Sí, el entretenimiento masivo es parte del juego...
Es un entretenimiento
pasajero, pero que no nos proporciona sustancia. Las personas,
por supuesto, tienen derecho después de un día de trabajo o de
estudio a evadir su mente.
El experto explora en su libro el manejo de
"nuestros pensamientos a distancia".
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Pero el problema es
que eso, que antes era una pequeña parte de la vida de las
personas, se está convirtiendo en una parte cada vez más
mayoritaria.
El problema es que vemos cómo el entretenimiento -
incluido el entretenimiento gratuito, que cada vez va a más -
permite mantener a las sociedades en este estado de apatía en
que nos encontramos, en ese estado de resignación.
Cuando surge cualquier problema verdaderamente estructural al
que tendríamos que prestar atención de repente, y no por
casualidad,
surge algo
que nos entretiene todavía muchísimo más y que nos
tiene enfrascados en discusiones estériles que no llegan a
ningún sitio, pero que camuflan los verdaderos problemas de
la sociedad.
¿Qué podríamos o qué
deberíamos hacer para evitar que nos controlen mentalmente?
Lo primero, entender que esto sucede, que
esto pasa, que no es ninguna fabulación. Por eso en mi libro
incluyo más de 470 referencias, en muchos casos a revistas
científicas, artículos científicos...
Lo primero es
entender que esto sucede.
Muchas personas
han dejado a un lado los libros convencionales
y leen mucho más en formatos digitales.
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A partir de ahí, yo creo que la sociedad en su conjunto tiene
que hacer un esfuerzo para no permitir que nos lleven a estos
estados de pasividad absoluta, debemos exigir,
tener buenos
dirigentes, dirigentes que cumplan con los requisitos de
honradez, de transparencia y de verdadera vocación de
servicio.
Y eso lo tenemos que
exigir los ciudadanos, porque si no nos seguirán tomando el pelo
casi de manera sistemática.
El problema es que por lo
que usted dice los propios Estados, los propios gobiernos, están
involucrados en manipularnos a través del dominio mental. Es
decir: quien debería de protegernos nos está agrediendo, ¿no?
Ésa es la cuestión.
El problema es que,
efectivamente, aquellos que nos deberían guiar por el buen
camino son los primeros que nos distraen con todo tipo de
artimañas psicológicas.
Sólo hay que ver un
poco de las noticias para darse cuenta de que esto pasa
lamentablemente a diario.
Y, curiosamente, los
que hablan de desinformación son los grandes
desinformadores...
Todos los avances que se
están produciendo en el campo de la neurociencia, ¿harán que el
dominio mental sea aún más potente y efectivo?
Sí.
Ya no sólo hablamos
de que nos instalen un chip en el cerebro - ya hay muchas
personas que lo tienen insertado por cuestiones sanitarias y de
salud - sino que hablamos incluso de poder manejar cada vez más
nuestros pensamientos a distancia.
Al debate sobre
la privacidad y las nuevas tecnologías
se suma otra variable: la democracia.
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En el libro hablo de las armas sónicas, de las armas
electromagnéticas, de las
armas psicotrónicas... Y
vemos que no es ninguna fábula.
Yo incluso indico en
el libro dónde se pueden comprar.
Estamos hablando
de la capacidad de poder modificar y alterar los
pensamientos de las personas, sus percepciones, incluso a
distancia.
Estamos entrando
en una época verdaderamente muy, muy compleja por todo lo
que permite la tecnología.
Y esto lo podemos
enlazar con esta guerra mental en la que vemos cómo las grandes
potencias están desarrollando capacidades para sus propios
soldados verdaderamente espectaculares.
Hace muy pocos días, el jefe del Estado Mayor británico comentó
que dentro de 10 años el 25% de su ejército estará constituido
por robots, es decir, robots-soldados.
Estaríamos hablando
de unos 30.000 robots-soldados y de 90.000 humanos.
Pero la cuestión es
que esos 90.000 humanos, ese 75% del ejército británico,
probablemente serán no robots-soldados sino
soldados-robots.
Serán seres
humanos potenciados física y psíquicamente...
Vamos a entrar en una
época en la que los soldados, bien con psicofármacos o con otro
tipo de procedimientos, se van a convertir en verdaderos
soldados-robot que no van a tener miedo a nada, que no van a
sufrir pánico en el combate, que no van a sentir dolor cuando
reciban el impacto de una bala o de la metralla.
Estamos entrando en
una época que va a cambiar completamente incluso el espectro de
las guerras.
¿Se trata entonces de
deshumanizarnos?
¡Totalmente...!
Ése es el riesgo:
que dejemos la
esencia de lo que somos y entremos en una fase de
deshumanización absoluta...
"Hemos entrado en un estado de pasividad tal
- o mejor dicho, nos tienen en un estado de pasividad y atonía
tal -
que no somos capaces de reaccionar", reflexiona Baños.
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En el caso concreto
de las guerras, ya de por sí inhumanas, a partir de ahora
estarán completamente deshumanizadas, tanto por los
robots-soldados como por los soldados-robot.
Al final lo que estamos perdiendo en estos procesos de
potenciación es el alma,
el alma del ser humano, y eso
no lo podemos perder.
¿También en América Latina
hay intentos de dominación mental?
Por supuesto, esto es algo que afecta a todo el mundo.
Si México, un
país al que yo tengo mucho cariño, tuviera buenos dirigentes y
si Estados Unidos le dejara, podría ser uno de los seis
más poderoso del mundo, una de las seis principales economías
del mundo.
Y México en concreto
se puede estar viendo muy afectado por estas influencias
psicológicas para, entre otras cosas, impedirles despegar
con la suficiente eficacia.
Todo esto del control
mental haría realidad la peor de las distopías, ¿no? Incluso el
famoso libro de George Orwell "1984" se queda corto ante el
panorama que usted alerta que nos podemos encontrar...
Totalmente.
Para mí, lo que
estamos viviendo es una distopía real en la que se mezclan tres
libros.
Uno sería,
efectivamente, "1984"
de Orwell.
Pero también "Un
mundo feliz" de Aldous Huxley y "Fahrenheit
451", de Ray Bradbury.
¿Qué ve de cada uno de
esos libros en la situación actual?
Empezamos por el último que he mencionado, por "Fahrenheit 451",
de Ray Bradbury:
estamos dejando
de leer y en muchos casos, cada vez más, toda la información
que recibimos nos llega a través de medios electrónicos.
Hay estudios que
señalan que en algunos países casi el 70% de la población recibe
la información a través exclusivamente de Twitter o
de Facebook.
Las cámaras ya no están solo afuera.
"Respecto a '1984'", dice Baños, "en el libro se habla
de unas telepantallas que las personas
tenían en sus casas para vigilarles.
Nosotros esas pantallas ya las tenemos".
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Si hablamos de "Un mundo feliz", estaríamos hablando de ese
entretenimiento masivo e incluso del soma, esa droga que en el
libro se administra a quienes están tristes y que quieren
popularizar entre nosotros, nos la están metiendo cada vez más
por los ojos a la sociedad.
Respecto a "1984", en el libro se habla de unas telepantallas
que las personas tenían en sus casas para vigilarles.
Nosotros esas
pantallas ya las tenemos, pero encima no nos las ha puesto el
gobierno, nos las hemos puesto nosotros, las hemos pagado
nosotros.
Además en "1984" de
noche, cuando se apagaban las luces, esas telepantallas no
podían observar a las personas.
Hoy día eso está
también superado:
nos vigilan de
día y de noche porque hay medios mucho más avanzados.
La distopía de "1984"
no sólo se ha convertido en realidad sino que va muchísimo más
allá que en el libro.
La democracia es el
gobierno del pueblo. Si el pueblo está controlado mentalmente,
¿corre peligro la democracia?
Totalmente, y me preocupa mucho la deriva que está tomando la
democracia.
Creo que la esencia
de lo que es la democracia se está perdiendo.
Cada vez más, a
través de muchas maneras, se limita la libertad de expresión,
incluso la libertad de prensa está cada vez más amenazada en más
países.
Según el especialista,
"estamos entrando en una época
que va cambiar completamente
incluso
el espectro de las guerras".
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En la democracia el
pueblo es soberano, es el que tiene la capacidad de decisión.
Y con todas las
manipulaciones a las que estamos sometidos, la capacidad de
decisión de los ciudadanos es en realidad mucho menor.
La democracia puede
acabar en un Estado prácticamente moribundo.
Yo desde luego creo
que los ciudadanos tenemos la obligación de darle respiración
artificial a esta democracia, de resucitarla y de volver a
recuperar los derechos que en una democracia auténtica nos
corresponden.
Si no lo hacemos, ¿corremos el riego de
vivir en una dictadura enmascarada de democracia?
Curiosamente eso es algo que ya decía Huxley y que vemos que se
está produciendo.
Es lo que yo llamo 'totalitarismo
democrático', donde cada vez se van imponiendo más ideas, un
pensamiento único del que cuesta trabajo salir.
Entre otras cosas
porque los ciudadanos cada vez tendemos más a auto-censurarnos
por el miedo que tenemos a expresarnos libremente y que se nos
ataque, y que por ello se nos destruya socialmente, porque hoy
en día no hace falta que sea físicamente.
Debemos mantener la absoluta independencia intelectual, pero
cada vez nos cuesta más por todas las circunstancias de las que
hemos hablado.
No deja de ser curioso que
todo esto ocurra con la que se supone que es la generación más
formada de la historia de la humanidad y con mayor acceso a la
información…
Es que muchas ocasiones ese exceso de información, que es verdad
que lo tenemos, también significa exceso de manipulación.
Al tener tanta,
tanta, tanta información, no nos da tiempo a reflexionar, no nos
da tiempo a hacer nuestro propio análisis.
Las nuevas generaciones
han crecido en un mundo
bombardeado de información,
que no siempre es la correcta.
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Cuando queremos
madurar algo, nos llega una nueva avalancha de información que
hace que olvidemos la primera en segundos.
En parte es por
las características del mundo actual, su inmediatez, la
aceleración de acontecimientos...
Pero también
muchas veces es intencionado, con el objetivo precisamente
para que no se produzca esa reflexión ciudadana.
Recibimos mucha
información, sí, pero creo que dista bastante que estemos bien
informados y bien formados.
Y además de mucha
información, también recibimos mucha desinformación…
Sí, y por parte de todo el mundo.
La desinformación,
para simplificarla, podemos dividirla en dos partes.
Hay una
desinformación internacional, por así denominarla,
estratégica, que forma parte del juego al que juegan todas
las potencias.
Y subrayo lo de
"todas", no podemos acusar a ninguna concreta porque lo
hacen todas las grandes potencias.
Eso es parte de
esta guerra irrestricta, de esa guerra híbrida que se libra
actualmente y, de modo muy preferencial, en el ciberespacio,
empezando por las redes sociales y siguiendo incluso hasta
por los servicios de mensajería.
Todos participan
en ese juego desinformación.
Pero por otro lado, existe la desinformación interna
dentro de los países. Y en muchos casos, quién lleva la
batuta de esa desinformación son los propios gobiernos.
Los gobiernos,
para condicionar a sus ciudadanos, lanzan permanentemente
todo tipo de noticias que ¡no se ajustan a la realidad o
a la verdad...!
Además, como explico
en el libro, hay muchísimas maneras de practicar la
desinformación, empezando por no querer dar una información o
darla incompleta.
Eso también es
desinformación, y es un juego al que juegan todos los
gobiernos...