por Anis Chowdhury y Jomo Kwame Sundaram
19
Septiembre 2018
del Sitio Web
IPS
traducción de Verónica
Firme
Versión original en ingles
María Antonia Figueroa,
frente
al centro preescolar y guardería comunitaria
que
dirige en la Villa Itatí,
uno de
los asentamientos precarios
más
grandes de Argentina,
en el
sur del Gran Buenos Aires.
Crédito: Daniel Gutman/IPS
SYDNEY y KUALA
LUMPUR (IPS)
George Soros,
Bill Gates y otros 'entendidos'
prevén
otra crisis financiera, que esta
vez podría explotar desde los países emergentes del Sur en
desarrollo, y algunos hechos registrados en los últimos tiempos
justifican los temibles pronósticos.
En su último libro "Revolution
Required - The Ticking Bombs of the G7 Model" (Revolución
necesaria - Las bombas de tiempo del modelo del G7), Peter Dittus
y Herve Hamoun, exfuncionarios del
Banco de Pagos Internacionales,
alertaron sobre "bombas de tiempo" en el sistema financiero mundial
que están listas para explotar, principalmente debido a las
políticas de los grandes países ricos.
Muchas divisas de mercados emergentes están bajo una enorme presión,
con la Rupia de Indonesia e India y el Rand Sudafricano, todas en
dificultades desde principios de este año.
El Real de Brasil cayó en junio, y Argentina no logra estabilizar el
Peso, a pesar de la "asistencia" del Fondo Monetario
Internacional (FMI).
Mientras a Turquía le
cuesta estabilizar su Lira, la exposición de muchos bancos europeos
eleva el miedo a la ocurrencia de otra crisis financiera.
¿Por qué hay
vulnerabilidad?
Algunas deficiencias fundamentales están en el corazón de la
vulnerabilidad.
Entre ellas, se destaca
el "no sistema" financiero internacional desde el colapso del que
había desde la época de Bretton Woods, de 1971, y el continuo uso
del dólar estadounidense como la principal moneda de reserva.
Eso genera una carga para los países deficitarios con respecto a los
excedentarios, y garantiza una vulnerabilidad casi universal frente
a las políticas monetarias de Estados Unidos.
Por ello, muchos países acumulan dólares como precaución, por
ejemplo como forma de "protección", y desechan otras opciones, como
invertir en proyectos socialmente deseables.
Las autoridades no solo no pudieron hacer frente a las debilidades
tras la crisis financiera y económica de 2008-2009, sino que también
se agravaron otros problemas.
Al haber desechado intervenciones más sólidas y políticas fiscales
más sostenidas, la política monetaria se volvió virtualmente el
único instrumento para superar los problemas.
Los grandes bancos centrales, encabezados por la Reserva Federal de
Estados Unidos, se embarcaron en "políticas monetarias no
convencionales", presionando a la baja las tasas de interés reales,
incluso en territorio negativo.
Las economías emergentes y en desarrollo que ofrecen retornos más
altos, experimentaron grandes flujos de capital de corto plazo.
La deuda externa de las economías emergentes creció más de 40
billones (millón de millones) desde la crisis pasada.
La deuda combinada de los 26 mercados emergentes más grandes aumentó
de 148 por ciento del producto interno bruto (PIB) a fines de
2008, a 211 por ciento, en septiembre de 2017, según el Instituto
de Finanzas Internacionales (IIF,
en inglés).
El dinero fácil elevó la deuda de los hogares y de las empresas,
aumentando la pobreza y las burbujas de precio de los activos
financieros.
Según el "Monitor Fiscal" de abril de 2018, que realiza el FMI, la
deuda global se disparó a 164 billones de dólares, 225 por ciento
del PIB mundial, muy por encima del 125 por ciento del PIB
registrado antes
de la crisis de 2008.
El IIF, señala que la deuda se elevó a más de 247 billones de
dólares a principios de 2018, es decir el equivalente a 318 por
ciento del PIB.
Elevar los niveles de deuda implica grandes riesgos de pérdidas para
la economía global. Al terminarse la llegada de dinero fácil, debido
a que el Sistema de la Reserva Federal (FED)
sigue "normalizando" la política monetaria elevando la tasa de
interés, el flujo de capital hacia Estados Unidos socava las divisas
de los mercados emergentes.
Cuando la falta de pago de la deuda aumenta con las tasas de
interés, mientras el crecimiento de los ingresos sigue moderado, el
mundo se vuelve más vulnerable a una crisis financiera.
Capacidades
disminuidas
Tanto los países ricos como en desarrollo tienen menos espacio
político que durante la crisis de 2008.
La mayoría de los
gobiernos están limitados por deudas mayores tras los rescates
generalizados debido a la falta de esfuerzos para sostener una
recuperación sólida.
Según el informe de FMI de este año, el promedio de la deuda pública
de las economías avanzadas era de 105 por ciento del PIB en 2017, lo
que limita la capacidad fiscal para responder a la crisis.
Mientras, las políticas monetarias están exhaustas luego de una
década de acciones "no convencionales".
Los ratios generales entre deuda y PIB de los gobiernos en los
mercados emergentes y las economías de medianos ingresos casi
llegaron a 50 por ciento en 2017, un nivel solo visto durante la
crisis de deuda de la década de los años 80.
La proporción registrada en 2017 superó 40 por ciento en los países
en desarrollo de bajos ingresos, trepando más de 10 puntos
porcentuales desde 2012.
"Jugando con fuego -
Playing with Fire", de Yilmaz
Akyüz, exdirector del Centro Sur, subraya las vulnerabilidades
autoinfligidas de los países en desarrollo.
La ratio entre deuda pública y PIB en las economías emergentes y en
desarrollo podría aumentar debido a la caída del precio de las
materias primas y el estancamiento del mercado global, cuando casi
no tienen independencia en materia de política monetaria debido a la
profunda integración financiera mundial.
Crecimiento
mundial débil
Cuando distintos sectores empresariales han estado ocupados con
fusiones, adquisiciones y recompra de acciones con créditos baratos,
en vez de invertir en la economía real, el sector financiero logró
describir a la deuda pública como el "enemigo público número uno".
Rehén del capital financiero, los gobiernos desperdiciaron la
oportunidad de mejorar las capacidades productivas invirtiendo en
infraestructura y bienes sociales cuando las tasas de interés reales
estaban en niveles bajos históricos.
Ubicándose en torno a 24 por ciento del PIB mundial, la tasa de
inversión global sigue estando por debajo del nivel anterior a la
crisis, de 27 por ciento, con tasas de interés en los países
emergentes y en desarrollo en caída o estancadas desde 2010.
Al no hacer frente a la caída del componente salarial en el PIB, al
aumento de los salarios de los ejecutivos y a las burbujas en los
precios de los activos debido a las políticas monetarias "fáciles",
estos siguieron empeorando
la creciente desigualdad de ingresos y la
concentración de la riqueza.
Mientras, los recortes drásticos en el gasto del Estado y en los
servicios públicos, a la vez que se reducen las tasas máximas de
impuestos, generan malestar y resentimiento, a menudo atribuidos al
"otro", lo que contribuye a la propagación del "etno-populismo".
A su vez, las crecientes desigualdades limitan la demanda agregada,
mantenida por el aumento no sostenible de la deuda de los hogares,
es decir la "inclusión financiera" perversa.
¿Tormenta
perfecta?
La turbulencia de los mercados de divisas se debe al limitado
espacio para políticas económicas de los países en desarrollo.
Una década después de la
crisis de 2008, esos estados todavía experimentan tasas de
crecimiento e inversión bajas.
Los sectores financieros de las economías de mercados emergentes
tienen ahora más, y más profundos, vínculos con los mercados
internacionales, lo que también se refleja en la gran participación
extranjera en las acciones y los bonos del gobierno, con una gran
salida repentina de capitales, que causan crisis financieras.
Mientras, la última caída del precio de las materias primas aceleró
el aumento del endeudamiento de los países de bajos ingresos.
Según el informe del FMI, 24 de 60 países (alrededor de 40 por
ciento) ya sufren una crisis de deuda o tienen una gran
vulnerabilidad, el doble que hace cinco años, con algunos, incluso,
ya buscando fondos para emprender rescates financieros.
El problema se agrava por la disminución de la ayuda sin concesiones
de los países de la Organización para la Cooperación y el
Desarrollo Económicos (OCDE).
Además, más acreedores dejaron de formar parte del
Club de París, obligados a lidiar
con la deuda soberana en términos menos onerosos. Mientras, el
comercio creciente y los conflictos de divisas empeoran las
dificultades de los que ya están en peores condiciones.
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