por Iosu Perales
14 Enero
2019
del
Sitio Web
AlaiNet
Versión en italiano
El mundo está dando un giro a la derecha, más exactamente hacia una
extrema derecha alimentada por el ascenso y extensión
de ideas anti-migratorias, xenófobas y de ataque a las libertades y
a la democracia.
El mapa europeo de la
extrema derecha se afianza además con el anti-europeísmo.
Algunos datos:
-
Alternativa para
Alemania tiene un 12,6% de apoyos electorales cosechado en
las últimas elecciones a las que ha concurrido
-
el Partido
Popular Danés el 21,1%
-
el Frente
Nacional francés el 21,3%
-
el Partido del
Pueblo Suizo el 29,4%
-
Demócratas Suecos
el 12,9%
-
el partido polaco
Ley y Justicia el 37,6%
-
el Movimiento por
una Hungría Mejor el 19,1%
-
el Partido
Liberal de Austria el 26,0%
-
el italiano Liga
Norte 17,4%
-
el Partido por la
Independencia del Reino Unido el 1,8%
-
el Partido para
la Libertad, holandés, el 13,1%
Por su parte, en
Andalucía, VOX ha logrado el 10,97%.
Este es un mapa significativo que deberíamos completar con los
porcentajes de otros partidos de extrema derecha que también
están presentes en Europa. Ya no se trata de
un problema francés, ahora lo es de
toda la Europa democrática.
En este sentido veremos
qué desvelan las elecciones al parlamento europeo de 2019. Contienda
que ya está alentando el intercambio y configuración de una
Internacional de la Extrema Derecha, lo que podría tener graves
consecuencias de obtener buenos resultados.
Lo grave de este nuevo escenario es que
en Europa los muros de contención
de la extrema derecha están muy dañados. La socialdemocracia está
sin capacidad de respuesta.
Ejemplos llamativos son,
-
la desaparición
del partido griego Pasok
-
la brutal caída
del Partido Socialista francés, cuyo candidato Benoit Hamon
obtuvo un 6% en las presidenciales de 2017
-
el Partido
Laborista Holandés pasó en 2017 de treinta y ocho escaños a
nueve
-
el propio PSOE ha
perdido casi la mitad de los votos desde 2008
Otros ejemplos son
igualmente humillantes.
Muchos votantes clásicos
de la izquierda moderada están dando su voto a fuerzas de extrema
derecha desde un estado de frustración y de sentimiento de abandono.
Hace doce años la Unión
Europea era un club para progresistas, hoy hay apenas cinco
gobiernos con rasgos de izquierdas.
En América Latina la victoria
electoral del fascista
Jair Bolsonaro, una mezcla
de Trump y Pinochet, cambia la correlación de fuerzas y nos
advierte,
-
de un lado, de la
militarización de Brasil con sus consecuencias en la
criminalización de los movimientos sociales
-
del otro, de la
continuidad de la mala influencia norteamericana en América
Latina
El peligro de contagio a
otros países del continente es una posibilidad real.
Haríamos muy mal haciendo lecturas separadas, fraccionadas, de lo
que está ocurriendo en diferentes partes del planeta. Desde el fin
de la segunda guerra mundial no hemos vivido un momento más
peligroso que el actual, algo que merece una reflexión.
Lo cierto es que el mundo, desde la llegada a la presidencia de
EE.UU. de
Donald Trump, es más caótico e
impredecible.
Lo que está ocurriendo
propone dos planos de análisis:
-
el ámbito
nacional que nos llevaría a profundizar país por país en las
causas precisas de este giro generalizado a la derecha
-
el ámbito
mundial, que configura un estado general desfavorable para
la paz y que fomenta la multiplicación de conflictos, y la
confrontación bélica, lo que produce una asociación entre
globalización económica y globalización armada
El declive electoral
afecta asimismo a fuerzas políticas de lo que podríamos llamar
derecha civilizada...
Vivimos el castigo a
fuerzas políticas que tras la segunda guerra mundial pactaron el
estado del bienestar y que han sido neutralizadas por un
neoliberalismo de confrontación extrema y, ahora demás, sufren
castigos electorales a manos de fuerzas neofascistas.
Desde luego conservadores
y socialdemócratas son muy responsables de haber accedido a
una globalización que genera
malestar e inseguridad y es el suelo donde crecen partidos con
agendas sectarias, excluyentes y confrontativas.
La extrema derecha es un peligro por la fuerza que pueda llegar a
alcanzar por sí misma.
Pero lo es también por la
presión y el empuje que puede tener sobre las derechas tradicionales
tentadas de hacer suya la agenda política extremista para no perder
caladeros de votos. El caso de Andalucía es muy claro.
La Europa que se está
dibujando hace saltar todas las alarmas.
Si ya la unión
política es casi una quimera, en adelante la soberanía
compartida sufrirá agresiones y una unión de contenido social se
tornará imposible.
Pero, siendo sincero, me preocupa más el aumento de las tensiones
globales que puedan acercarnos a una tercera guerra mundial...
¿Saben porqué...?
Porque,
-
nunca como ahora,
en los últimos setenta años, el ambiente general mundial ha
sido tan favorable a los ataques a la democracia y a la paz
-
nunca como ahora
habían convergido tantos países con una extrema derecha en
auge
-
nunca como ahora
los tambores de guerra han sonado en tantas partes al mismo
tiempo
-
nunca antes
Estado Unidos había tenido un presidente tan excéntrico y
provocador que se jacta de tener el botón nuclear en su
propia mesa de trabajo
-
nunca como ahora,
ya es decir, el sionismo aprieta para abrir una guerra con
Irán...
A ello se une los
intereses de una industria de las armas, es decir de las
guerras que se vuelven indefinidas.
El mundo está tan globalizado, interconectado, que la suerte de su
estabilidad o inestabilidad se está jugando en tableros que aunque
nos parezcan lejanos tienen una influencia en nuestras vidas:
Medio Oriente y en
particular la pugna entre Israel e Irán puede terminar
arrastrando a las grandes potencias a una guerra con
intervención directa.
2019 será un año en el
que viviremos peligrosamente.
Como es sabido,
el sionismo israelí suspira por
lanzar un ataque
a Irán, bombardeando primero
territorio Sirio y ampliando seguidamente el conflicto a su enemigo
principal. Si esto ocurre hay muchas posibilidades de que Rusia
intervenga militarmente y el Hezbolá libanés abra otro frente con
Israel.
Queda por saber el juego
final
de Estados Unidos que no dejará
abandonado a su aliado sionista.
Son dos grandes factores
los causantes de tanta inestabilidad bélica:
-
el neoliberalismo
de guerra que se disputa el control de materias primas
-
la geopolítica
que busca la dominación de amplias regiones estratégicas,
pertrechada de armas nucleares
Las tendencias
autoritarias inherentes a las potencias que se disputan hegemonías
son una realidad.
El ascenso de la extrema derecha en Europa y en América
requiere de medidas nacionales, pero también de otras medidas
globales, mundiales.
Son dos hechos que
perjudican a la resolución de los conflictos en terceros escenarios
(Medio Oriente, Asia central…) por la vía del diálogo y la
negociación.
La derecha
radicalizada sólo entiende de violencia y puede canalizar su
islamofobia por la vía de más guerras.
Es urgente que las
relaciones internacionales impongan el multilateralismo y las
negociaciones como herramienta de superación de conflictos.
Los grandes países, las
grandes potencias, si quedan sueltas, al libre albedrío, son un
peligro para la paz mundial y más si están dirigidas por un tipo
desequilibrado como Donald Trump, quien por cierto busca un
nuevo orden geo-económico y geo-político, a cualquier precio.
Claro que
China tiene cosas que decir en la
guerra comercial ya desatada...
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