X - EL EKUR
La gran
pirámide en Giza, el Ekur, es un receptor natural de
energías. Incluso sin las mejoras de la tecnología Pleyadiana
cualquier pirámide recoge y amplifica las frecuencias circundantes.
De modo que la ira y el odio que generaron nuestras guerras se
amplificaron con la presencia del Ekur.
Como consecuencia del odio
que sentíamos por los nuestros, la atmósfera de la Tierra se volvió
pesada y se oscureció. Esta nueva densidad, esta baja en la
frecuencia, estaba penetrando dentro de cada cosa viviente sobre Terra y la estaba alterando.
En medio de su sabiduría, Ninhursag se
dio cuenta de lo que estaba sucediendo, pero el resto de nosotros no
lo notó.
Vuestros científicos contemporáneos entienden el campo magnético que
rodea a todos los cuerpos astrales, que se conoce como la
magnetosfera.
A medida que la magnetosfera rodea a todo el planeta,
es atraída hacia las regiones polares en Terra donde se concentra.
Ellos también están conscientes de que la magnetosfera protege a la
Tierra de los vientos solares, que están compuestos de partículas de
plasma de elevada energía que viajan a 200 millas por segundo. Estos
vientos solares literalmente bombardearían el planeta si no fuera
por el campo magnético circundante que desvía los vientos solares de
plasma.
El plasma es el material más abundante en vuestra galaxia y, por
ende, una fuente de energía apetecible. Las pirámides contenían una
tecnología nuestra actualmente desconocida para ustedes que permitía
acceso al plasma dentro de los vientos solares. De ahí se sacaba
energía. Las pirámides se colocaron estratégicamente alrededor del
planeta y se usaban como receptores de plasma.
El Ekur era el
receptor de energía más grande en Terra. Todas nuestras naves
espaciales están dotadas de receptores similares a menor escala. Por
supuesto, todos los planetas que los Pleyadianos han colonizado
tienen pirámides para recibir energía de plasma.
El Ekur fue diseñado para conectar el plasma de los vientos solares
con el campo magnético que hay en el centro de la Tierra. Este
plasma de alta energía se canalizaba como con un embudo por el eje
vertical de la pirámide, mientras que el magnetismo del centro de la
Tierra era dirigido hacia arriba por el mismo eje. Ambos eran
concentrados en una trayectoria coherente e intensa, similar a lo
que sus científicos han logrado hacer con la luz en la tecnología
láser.
Miles de las que nosotros llamamos "piedras cantantes" reciben y
conducen esta energía. Hay fragmentos enormes de ámbar, rubí y
zafiro; cristales altos de citrina, esmeralda y aguamarina están en
un orden armónico con la amatista, el diamante y el cuarzo. Muchas
de las piedras serían desconocidas para ustedes, como por ejemplo el uzup, que se recoge en el sistema solar
Pleyadiano.
Las "piedras cantantes" se colocan de una manera consecutiva en una
espiral en todo el centro del Ekur. En el centro de la espiral hay
un cristal azul monolítico. El ápice del cristal se alinea
perfectamente con la punta de la albardilla de la pirámide para que
haya una amplificación de energía magnífica. Las "piedras cantantes"
son un espectáculo digno de presenciar.
Cuando el plasma entra por la parte superior del Ekur y el
magnetismo entra desde la tierra, se encuentran en el cristal azul
que está en el centro. Las dos energías se unen, remolinean en medio
de un vórtice de poder sumamente poderoso en forma de torus, una
forma geométrica que se parece a una rosca de pan. Cuando el torus
se forma, las dos energías se convierten en una bella unión de
fuerzas en forma de espiral. El torus de flujo magnético en
consecuencia se pone en movimiento con un anillo que voltea sobre sí
mismo hacia adentro y otro hacia afuera. En esta forma creamos el
movimiento perpetuo.
La belleza de esta tecnología no es algo inusual para nosotros. Las
formas que nosotros los Pleyadianos usamos deben estar en armonía
con su propósito; por eso, la función nunca es más grande que la
forma. Una debe reflejarse y ser igual a la otra o se disminuye el
poder. Nuestra nave espacial y nuestras ciudades son de la belleza y
elegancia más perfectas.
Estoy consciente de que hay un debate en cuanto a si la cubierta
exterior del Ekur era de blanco alabastro o turquesa. Era de ambos.
En un lapso de 300,000 años experimentamos con diferentes cubiertas
para ver cuál generaba más poder, pero la albardilla siempre fue de
oro, pues éste es un magnífico conductor.
Después de firmados los acuerdos de paz, se autorizó a Ninurta para
que desmontara todos los sistemas bélicos del Ekur, dejando
solamente suficiente poder para controlar los climas y unos cuantos
instrumentos de comunicación. Yo lo seguí hacia la gran Pirámide.
Cuando Ninurta desmontó las piedras cantantes, yo le pedí unas
cuantas esmeraldas. Él se negó, indicando de una forma santurrona
que todas las piedras debían ser transferidas al nuevo centro de
poder en Heliópolis, el dominio de Enlil.
Ninurta, que siempre era rígido e inflexible, perseguía a mi Padre
Nannar a todas partes. Ambos eran hijos de Enlil, pero mi padre es
tan encantador y buen mozo, tan lógicamente dotado que era evidente
que entre los dos Enlil prefería a mi padre. Ninurta solamente podía
esperar cumplir con sus deberes a cabalidad para ganarse la
aprobación de Enlil. Por eso Ninurta era muy minucioso, muy
aburrido. El deber y la integridad son cualidades maravillosas, pero
Ninurta no tenía sentido del humor.
Enlil es estricto en su fidelidad a la autoridad nibiruense y, una
vez que había promulgado una ley en Terra, la seguía al pie de la
letra. Su hermano Enki es más flexible, más inventivo. Generalmente
Enlil tomaba partido por Nibiru, mientras que Enki sentía un amor
profundo por Terra y los Lulus y a menudo luchaba por el
mejoramiento de la humanidad.
Como parte del acuerdo de paz, Enki hizo ciertas exigencias en favor
de los Lulus quienes habían sido muy perjudicados por nuestra
guerra.
Se destruyeron muchas ciudades y los Lulus murieron en
grandes cantidades. Enki exigió que se restauraran las ciudades que
habían quedado en ruinas y que se construyeran nuevas. El quería dar
a los Lulus la posibilidad de ser más que trabajadores esclavos. Por
lo tanto se decretaron leyes que les daban la oportunidad de escoger
trabajo con base en sus talentos. Se les proporcionó una extensa
variedad de ocupaciones y roles más productivos en sus estructuras
sociales.
Como consecuencia de la devastación de la guerra, se les limitó el
poder a los hijos de Enki.
Marduk se enfureció cuando se enteró de
que a su medio hermano Ningishzidda le habían otorgado Giza y el
bajo Egipto. Ningishzidda era considerado neutral en la división
familiar porque es hijo de Enki, pero su madre, Ereshkigal, es la
nieta de Enlil. Marduk codiciaba todo Egipto; él quería el mundo
entero.
A Ninurta se le dio el control de la nueva capital de Sumeria, Kish,
lo que le dio aún más poder y enfureció más a Marduk. El quería Kish
y el dominio de Sumeria, así como su ciudad favorita, Babilonia.
Todos amábamos Babilonia; era tan hermosa en aquellos días y sus
famosos jardines eran el marco para muchos de nuestros festivales
más famosos.
La gente de Babilonia me llamaba Ishtar, y en mi honor
construyeron un hermoso portón de piedra cubierto de oro y
lapislázuli. Si viajan allá hoy, en la ciudad vieja podrán ver
vestigios de los templos que construimos para nosotros.
A Marduk le habían arrebatado la mayoría de los dominios que
deseaba. Cavilando sobre sus pérdidas, decidió tomar acción secreta
y se inventó un plan para utilizar a los Lulus en contra de los
otros dioses.
Siguiendo un programa de austeridad, disciplinas de concentración
intensas, Marduk activó su voluntad de cobra. Por medio de cristales
y rayos de frecuencia colocó formas de pensamiento en las mentes
receptivas de los Lulus. Su magia tuvo mucho éxito ¡Por primera vez
a los Lulus se les ocurrió que podrían ser iguales a nosotros!
Despertaron en la noche con una visión: una torre enorme que llegaba
hasta el cielo y el conocimiento de cómo construirla.
Parecía como si los Lulus llegaran de todas las partes de la Tierra
mientras se reunían en las llanuras en las afueras de Babilonia.
Empezaron a construir una torre que llegara hasta el cielo donde
podrían exigir igualdad de parte de los dioses. ¡Algo muy peligroso!
Marduk debió de haber pensado que más tarde podría quitar esa
tontería de sus cerebros.
¡El Dios Marduk da, y el Dios Marduk
quita!
En esa época, los Lulus solamente requerían de un lenguaje muy
sencillo. Los conceptos complejos no se encontraban en su idioma
porque su vocabulario estaba restringido a las palabras que
necesitaban para ejecutar trabajos manuales u obedecer órdenes. Pero
aún poseían restos de sus habilidades telepáticas originales desde
la época en la que todavía estaban en armonía con los animales de
Terra. Esas habilidades telepáticas estaban funcionando en pleno
cuando de una forma misteriosa empezaron a reunirse para construir
su torre hasta el cielo.
Cuando Enlil se dio cuenta de lo que los Lulus estaban haciendo, se
apresuró al lugar, caminó entre ellos y los amonestó para que
suspendieran el proyecto.
Les dijo que este acto era algo contra la
voluntad de sus creadores y que deberían detenerse o de lo contrario
serían castigados. Para sorpresa de Enlil hicieron caso omiso de sus
palabras. Era como si nunca lo hubieran visto. Enlil se deprimió.
Solamente un Dios podría producir esta magia y el único que él se
imaginaba que podría hacerlo era el despreciado hijo de Enki, Marduk.
Enlil sabía que tendría que tomar medidas drásticas y generar un
campo energético más poderoso que el de Marduk.
Enlil destruyó la torre de Babel con un rayo de partículas. Los
Lulus quedaron estupefactos. La mayoría murió y los que tuvieron la
mala suerte de vivir experimentaron las agonías que produce la
radiación. Además su memoria había sido removida. Los Lulus
caminaron tambaleando sin rumbo, sin saber a dónde ir o de dónde
habían venido. Era algo deprimente. Cada Lulu empezó a sentir una
pared invisible de separación que crecía a su alrededor por toda la
Tierra.
Las ciudades y los pueblos quedaron invadidos por las
frecuencias de separación de Enlil. Y a partir de ese momento todos
los humanos fueron animados a poner de relieve su heterogeneidad y a
desarrollarla. Para cada región se crearon nuevos idiomas; unas
razas empezaron a denigrar a otras y a la gente se le enseñó a
temerse mutuamente. Los Lulus aprendieron a odiar y a pelear entre
ellos mismos.
Por añadidura, a cada Dios le dieron nombres diferentes, hubo
disputas en cuanto a cuál de los dioses era el verdadero, aunque a
menudo sólo se trataba del mismo Dios, pero con un nombre diferente.
A mí me decían Ishtar, Venus, Hathor, Afrodita, Lakshmi, Rhiannon y
muchos otros nombres. Se fomentó la disensión entre los Lulus.
Nunca
más se les permitió a sus antepasados unirse contra nosotros y nunca
más recordaría la especie humana que todos venían de la misma
fuente: una criatura salvaje de Terra y mi tía abuela Nin.
Mi última experiencia con el Ekur tiene que ver conmigo y con Marduk.
Tal vez recuerdan que cuando asesinaron a mi esposo Dumuzi, fue
Marduk quien estuvo detrás de todo.
Es cierto que antes y después de
la guerra mi mayor deseo era gobernar Egipto, pero Dumuzi era
demasiado débil para adueñarse de él por sí solo. Egipto era tan
rico y, con mi ayuda y resolución, éste pudo haber sido dominio de
Dumuzi y yo hubiera sido su reina. Marduk estaba decidido a frustrar
mis ambiciones. A mí nunca me había gustado estar al lado de Marduk.
Su necesidad de controlar a todo el mundo era tan insoportable.
Hasta su aspecto me repugnaba. Su belleza cruel y majestuosa tenía
como único fin generar temor.
Hubo una investigación después de la muerte de Dumuzi. Marduk alegó
que, aunque él había dado la orden de detener su huida, la muerte de
Dumuzi había sido un desafortunado accidente, la consecuencia de
tropas demasiado celosas.
Durante la guerra yo obtuve fama por mi coraje y dominio de las
armas. Cuando escuché la excusa tan patética de Marduk por el
asesinato de mi esposo, perdí la razón. Anuncié mi determinación de
acabar con Marduk. Como yo tenía la reputación de una combatiente
aguerrida, lo que inspiraba temor, Marduk huyó al Ekur.
Volé hacia las pirámides. Vestida con una armadura de oro y
blandiendo mis armas, de una forma arrogante le ordené a Marduk que
saliera. Él no me hizo caso, algo que yo detesto y, por supuesto,
perdí la calma. Lanzándole toda clase de maldiciones a Marduk
levanté mi rayo de plasma y empecé a disparar a los lados de la gran
pirámide. Las piedras del Ekur empezaron a temblar.
Fue todo un espectáculo. Con mis pechos al aire y hermosa desaté mi
furia pasmosa; es que yo soy muy apasionada. Todos contamos chistes
despectivos sobre la operación de la cola de Marduk, y le grité Gran
Serpiente y otros nombres excelentes que no voy a repetir aquí.
Los otros dioses se estaban poniendo nerviosos. Mi hermano Utu
decidió llamar a Enlil y, conscientes de que Anu es la única persona
que yo escucho, Enlil lo llamó. Sobre los cielos de Giza apareció un
holograma de Anu. Él me rogaba a mí, su amada Inanna, que desistiera
de mi ira. Anu sabía que Marduk había escondido armas en el Ekur y
no quería que su Inanna fuera lastimada. Él me ama. Anu me aconsejó
que llevara a Marduk a juicio delante de los dioses. Yo accedí
porque después de todo no sabía cómo iba a entrar en la pirámide y
ya se me estaban acabando las imprecaciones.
Nosotros nunca antes habíamos tenido un juicio real. A Enlil lo
habían desterrado por violar a su futura esposa, pero nunca fue
procesado en una corte. Nadie sabía qué hacer y nadie quería juzgar
a otro dios por algo que ellos querrían hacer más tarde. Se sentaría
un precedente de castigo que algún día recaería sobre ellos. Puesto
que Marduk había contratado a alguien para que matara a Dumuzi,
¿sería su crimen punible con la pena de muerte? Nadie quería
pronunciar una sentencia de muerte sobre un miembro de la familia de
Anu.
Me dijeron que me hiciera yo misma cargo del asunto y mi adrenalina
todavía estaba fluyendo. Se me ocurrió el castigo perfecto: sellar a
Marduk dentro del Ekur, o sea, enterrarlo vivo, sin comida y sin
agua. Como ninguno quería tomar la iniciativa, todos estuvieron de
acuerdo con mi plan. Se enterraría vivo a Marduk en el Ekur. Yo
estaba feliz.
Yo sabía que incluso sin agua y comida, la energía de la pirámide
mantendría vivo a Marduk por un tiempo. Esto le aseguraba una muerta
larga, prolongada y horrible. Estaba muy complacida conmigo misma.
Yo soy tan creativa y había vengado a Dumuzi. No es que hubiera
estado muy enamorada de él, pero había llegado a despreciar a Marduk
y lo quería fuera de mi camino para siempre. Personalmente estuve
allá para las ceremonias. Sencillamente se bajaron palancas y
bloques enormes de piedra cayeron uno encima del otro, sellando a
Marduk en su tumba.
Bueno, incluso Marduk tiene madre. Ella no estaba muy feliz con lo
que había pasado y empezó a suplicarle a Enki. Todavía más patética
fue la hermana esposa de Marduk, Sarpanit, quien desfilaba desnuda
día y noche frente al Ekur. Hizo todo un espectáculo llorando y
golpeando las paredes con sus pequeñas manos que sangraban. Se
reunió una multitud de Lulus a observar y Enki débilmente cedió.
Me presionó para que me retractara. Enki y yo éramos muy buenos
amigos. Después de todo, él me había dado los MEs divinos. Entonces,
renuentemente, accedí a que lo soltaran.
Yo sabía que eso era un error pero no podía discutir mucho tiempo
con Enki. Entonces acepté con la condición de que Marduk hiciera
ofrendas en todos mis templos para suplicar mi piedad. Se removió
entonces la albardilla de la pirámide por medio de rayos de plasma
poderosamente concentrados y se puso en libertad a Marduk.
Si Marduk
y yo nos habíamos despreciado antes, pueden imaginar que este
pequeño incidente no mejoró nuestra relación.
Tal vez de vez en
cuando él despertaba en la noche, y oía mis gritos espeluznantes:
"¡Que lo entierren vivo!"
Él ya era mi enemigo y yo sabía que
eventualmente buscaría la venganza. Pero mientras tanto lo habían
mandado al exilio como castigo por el asesinato de Dumuzi.
Las ambiciones de Marduk de gobernar el mundo no se esfumarían tan
rápidamente. Algún día regresaría. Oscuros y cavilosos, lo ojos
rojos de Marduk impregnaban mi alma.
Lo sentía esperando,
conspirando en medio de su ira silenciosa.
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XI - GILGAMESH
En el sistema solar Pleyadiano nosotros somos recolectores de
información para el Primer Creador.
El Primer Creador es y nosotros
somos enviados a reunir experiencias en el tiempo y el espacio.
Ustedes podrían juzgarme con base en las normas de su mundo, pero yo
nunca me juzgué a mí misma; yo sencillamente estaba viviendo y
aprendiendo. Si una experiencia no era satisfactoria, seguía con
otra.
El Primer Creador manifiesta una "matriz de matrices" a la
que
llamamos Diosa Madre y a partir de ella se originan muchas otras
fuentes de creación. Una multitud de seres elevados crean los
Pensamientos. Éstos se convierten en sonido el cual a su vez fluye a
su propio nivel de frecuencia y manifiesta las realidades.
Mis aventuras fueron parte de todo el movimiento que había sido
creado antes de mí. Yo vengo de una linaje: yo soy el Primer
Creador, la Diosa Madre y también soy mis antepasados antiguos de
otras dimensiones y sistemas solares. Soy parte de Anu y Antu, soy
Enlil y Ninhursag y llevo a mis propios padres dentro de mí.
La
conciencia de todo lo que vino antes de mí la expreso en mi poder
para crear.
En aquella época en Terra yo no veía que mis acciones pudieran
lastimar a los Lulus y a sus futuras generaciones: ustedes.
Ciertamente no sabía que ese daño regresaría a mi vida y construiría
la Pared.
Después de que Anu me otorgó el derecho de conceder la monarquía, yo
volaba entre Uruk y el
Valle del Indo. A través de mis rutas de
comercio había un flujo abundante de granos y otros productos, mis
sacerdotisas se hacían más ricas cada día y todo el mundo era feliz.
No obstante, yo seguía sin marido.
Estaba en las mismas condiciones que mi tía abuela Nin. No veía
ningún candidato apto para casarme. Durante los años veía como
Ninhursag se volvía más retraída y rígida. Yo no quería terminar
como ella. No soy el tipo de solterona y me sentía como un cañón
suelto en cubierta. Yo era tan hermosa y solamente un poco
despiadada.
¿Qué era lo que tenía que hacer?
Con el fin de solucionar este pequeño problema, resolví combinar el
ritual de la monarquía con el del matrimonio sagrado. En esta
ceremonia tan hermosa, el futuro rey se convertía en mi esposo por
una noche. El templo era cubierto de flores y bañado con la luz de
las velas. El aroma de las flores y los sonidos de bella música
llenaban los salones del templo. Me vestían con sedas, me coronaban
con una tiara de oro y los sacerdotes y sacerdotisas me conducían a
la cama sagrada donde esperaba mi amado.
De esta manera tuve muchos hijos y di origen a muchos linajes reales
a partir de estas ceremonias. Yo, que no tenía esposo verdadero de
mi propia raza, podía disfrutar de la ceremonia de bodas una y otra
vez. Entre los Lulus era muy popular la ceremonia del matrimonio
sagrado, motivo por el cual ellos me amaban mucho y yo obtuve poder
sobre las ciudades.
Esta costumbre de tener hijos con los Lulus era muy común entre los
hombres de la familia de Anu. A Enki se le perdió la cuenta de
cuántas amantes había tenido o cuántos hijos había engendrado. Mi
padre Nannar y mi hermano Utu no eran diferentes. Yo simplemente le
di forma a una práctica común y la convertí en un ritual detallado.
Esta ceremonia del matrimonio sagrado me convirtió en la persona más
apreciada por los Lulus.
Dicha ceremonia también me permitió formar hombres lo
suficientemente poderosos para que me llamaran la atención. Yo les
transmitía conocimiento, sabiduría y magia. La manera más segura de
transmitir estas frecuencias se encuentra en el acto de unión sexual
ejecutado con la conciencia más elevada y una concentración
profunda. Yo soy una experta en estas cosas y muchos hombres se
beneficiaron de estas iniciaciones.
Por medio de mi infusión genética, el ADN de los Lulus se fortaleció
y se amplificó. Sin saberlo también yo me até a los linajes de miles
de seres humanos y por ende a sus vidas futuras. Mis genes se
entretejieron en un río de personas y sin yo saberlo me estaba
convirtiendo en parte de ellos.
Ya saben cómo es eso; uno está sentado por ahí un poco aburrido
esperando que pase algo emocionante y, por sincronía es atraído a un
nuevo mundo, sin ningún pensamiento consciente en cuanto a dónde
irá. La promesa de una experiencia nueva y fresca lo atrae a uno y
queda atrapado en la red del tiempo. De esta misma forma yo estaba
para siempre atraída por la telaraña de Terra y por las vidas de sus
habitantes.
Mi hermano Utu estaba felizmente casado con su esposa, Aya, y de vez
en cuando yo los visitaba. Utu y yo estábamos muy unidos y sé que él
me quiere pero se mantenía muy ocupado con los transportes de Terra
hacia la estación espacial y escasamente nos quedaba tiempo para
vernos. Aya estaba muy ocupada con sus hijos, sus escuelas y su
ropa. Ninurta y su esposa, Gula, estaban en la misma situación. Gula
no hablaba de otra cosa que de sus niños.
Ninurta tenía tantas obligaciones que no tenía mucho tiempo para ver
a su esposa. Yo admiraba a estas mujeres por su dedicación a sus
hijos, pero eso no era suficiente para mí. No veía la hora de
regresar a los templos para informarme sobre el movimiento
comercial.
La ceremonia del matrimonio sagrado me dio la libertad de
desempeñar mis cargos y de disfrutar los placeres de muchos esposos
y muchos hijos.
Mis ceremonias atraían hombres de todos los lugares del mundo.
Yo
solía observar a los hombres que entraban en los templos e indagaba
sobre sus capacidades e inteligencia y me acostumbré a escoger los
mejores. Entonces un día conocí a un hombre que rechazó mis
propuestas: ¡Gilgamesh!
Mi hermano Utu lo había convertido en el quinto gobernante de la
dinastía de Uruk. En ese tiempo yo estaba en un viaje de negocios en
el Valle del Indo y mi hermano Utu estaba ansioso de concederle la
monarquía a Gilgamesh. Utu lo estimaba mucho porque él pertenecía a
su linaje. En una época Utu sintió una gran atracción hacia una de
las sacerdotisas de mi templo y esta unión produjo un niño varón que
era tan apetecible que a su vez se unió con una dama nibiruense.
Su
hijo era Gilgamesh y sostenía que era dos tercios Dios y un tercio
humano, aseveración que según él le daba ciertos derechos.
Gilgamesh era extremadamente hermoso, lo que ustedes llamarían "un
cuero". Era muy popular entre la gente, todo el mundo lo quería, y
Utu estaba encantado con este rey héroe que llevaba su sangre en las
venas.
Como era muy inteligente, Gilgamesh empezó a aprender todo lo que
podía sobre la historia de la Tierra y la familia de Anu. Mientras
más aprendía, más lo obsesionaba la idea de la muerte. Gilgamesh no
quería morir. Después de todo, razonaba, él era dos tercios Dios y
por lo tanto debería ser inmortal como Utu y los otros dioses. Le
rogó a su madre y a su abuelo que lo ayudaran. Utu básicamente le
dijo que olvidara el asunto, que los otros dioses no lo permitirían
y que debía disfrutar del tiempo que se le había asignado.
Consternado y deprimido, Gilgamesh empezó a beber en exceso. Se
desbordó en la comida, en la bebida, en el sexo y se volvió
pendenciero. Estaba desesperado por esquivar la idea del temor a la
muerte. Su comportamiento excéntrico y sus estallidos violentos
interrumpían el flujo de vida normal en Uruk.
Los dioses pensaron que había que hacer algo para calmarlo.
Gilgamesh necesitaba un compañero, y en el desierto vivía un hombre
llamado Enkidu, quien era uno de los experimentos genéticos de Enki
y un émulo en fuerza física para Gilgamesh. Los dioses decidieron
capturar a Enkidu para que le sirviera de compañía a Gilgamesh.
Enkidu todavía era un salvaje y estaba en un estado inocente de
telepatía con los animales de la estepas y los bosques. Con el fin
de capturar a Enkidu, los dioses enviaron a una de mis sacerdotisas
para que lo sedujera. Él nunca había visto una mujer tan hermosa.
Hechizado por su cuerpo seductor se dejó vencer por la pasión y
copuló con ella una y otra vez.
Durante siete días y noches Enkidu
se perdió en el mar de su belleza y en un trance de pasión extática.
Cuando finalmente estuvo satisfecho, fue a buscar a sus animales
amigos pero ellos ya no lo reconocían y, cuando trató de
acercárseles, ellos huyeron en medio del temor. Enkidu había
cambiado para siempre.
Como se sentía solo y perdido, sin a dónde ir, el pobre Enkidu
tímidamente siguió a la sacerdotisa hacia Uruk, donde fue entregado
a Gilgamesh. Empezaron su amistad con una lucha, examinando el
alcance de la fuerza de cada uno. Cuando Enkidu probó que era un
émulo para Gilgamesh, los dos se unieron fraternalmente.
Gilgamesh compartió su temor a la muerte con su nuevo amigo. La
compasión de sí mismo que expresó Gilgamesh llevó a Enkidu a las
lágrimas y le habló sobre un lugar que él había encontrado con las
gacelas en la Tierra de los Cedros, la morada secreta de los Dioses.
Allí Gilgamesh podría exigir la inmortalidad. Enlil había creado un
horrible monstruo llamado Humbaba para que vigilara su dominio, la
Tierra de los Cedros. Enkidu le dijo a Gilgamesh que para lograr
entrar en la morada tendrían que luchar con Humbaba. Emocionados por
las expectativas de un nuevo desafío, los dos se marcharon muy
animados.
La morada de los Dioses existe en una dimensión diferente a la de la
Tierra pero se puede entrar a través de un portal del tiempo que
está situado en la Tierra de los Cedros. Terra vibra a una
frecuencia diferente a la de Nibiru y nosotros podemos entrar a la
vibración de Terra únicamente a través de dichos portales, puesto
que son las puertas para viajar entre dimensiones.
Humbaba era un
monstruo holográfico que escondía un arma mortal que protegía esta
entrada. Nosotros, como Pleyadianos, debemos regresar con
regularidad a nuestra propia frecuencia de tiempo, de otro modo
envejecemos a la misma velocidad con la que lo hacen los humanos.
Como un año en
Nibiru equivale a 3,600 en Terra, para ustedes somos
inmortales.
Desde el cielo Utu y yo observamos cómo Gilgamesh y Enkidu se
acercaban al portal del tiempo y empezaban a atacar al Humbaba. Nos
impresionó tanto su coraje que decidimos jugar con el holograma y
les hicimos pensar que habían decapitado al monstruo. Luego los
enviaríamos de regreso a Uruk como si no hubiera pasado nada.
Pensando que el monstruo estaba muerto, Gilgamesh y Enkidu yacían
extenuados al lado de una corriente. Gilgamesh estaba muy sudoroso
de la batalla y se quitó la ropa para bañarse. ¡Vaya! Era tan
hermoso, tenía una larga cabellera negra y un cuerpo tan escultural;
irradiaba tanta virilidad, que me invadió el deseo. Quería estar con
él.
Desde mi nave que flotaba sobre él, grité:
"Oh, Gilgamesh, deseo
sentir tus fuertes brazos alrededor de mi delgada cintura y
deleitarme en los goces placenteros de tu virilidad".
También le
ofrecí tierra y riquezas, poder y fama; lo usual.
Podéis imaginaros mi frustración cuando se negó. Hasta me insultó
diciendo cómo yo había convertido a tal hombre en rana y a otro en
lobo.
Expresó con desvarío:
"Eres un fuego de cocción que se apaga
con el viento, una puerta trasera que no protege ni del viento ni de
la tormenta, un palacio que se derrumba sobre los valientes que lo
defienden, un pozo cuya tapa se desploma.... un zapato que muerde el
pie de su dueño".
No era mi culpa que hubiera vivido más que todos
los hombres que fueron mis amantes.
Él siguió insultándome:
"¿A cuál de tus amantes has amado para
siempre? ¿Cuál de tus pastorcillos te sigue complaciendo? Vamos,
deja que te mencione a todos tus amantes..."
¡Nadie se había atrevido nunca a hablarme de una manera tan
repugnante y el infierno no conoce furia como la de una mujer
despreciada!
Yo no iba a tolerar esto ni siquiera de un hombre que
fuera dos tercios dios. Fui directamente a hablar con Anu y empecé a
quejarme. Afortunadamente Antu estaba allí.
Anu trató de calmarme pero también señaló que lo que Gilgamesh había
dicho era parcialmente cierto. Bueno, quizás había perdido
rápidamente interés en algunos de mis amantes, pero no recuerdo
haber convertido a ninguno en rana. Además, yo soy Inanna, Reina del
Cielo, amada de Anu, ¡y nadie me habla de esa manera!
Melosa y lentamente le rogué a Anu que me diera un arma para zurrar
a Gilgamesh, un arma grande de radiación. Le dije que si no me la
entregaba, desataría toda clase de terrores astrales desde las otras
dimensiones. Anu sabía que yo sólo trataba de persuadirlo para que
me aplacara y me dio lo que quería.
Anu me recordó que el uso de un arma tan poderosa envenenaría las
cosechas. Él se preguntaba si yo tenía suficiente grano en reserva
para mi gente. Cuando le dije que sí, él accedió.
Ahora veo que de vez en cuando yo tenía muy mal genio. Esta vez mi
hermano Utu estaba totalmente opuesto a mi plan. Él quería mucho a
Gilgamesh puesto que era de su sangre e hizo arreglos para que no
funcionara el arma. Esto debió de haberle agradado mucho a Anu. Me
puse furiosa porque mis planes de venganza se habían malogrado y
presenté una queja formal.
Anu consultó con su hijo Enlil, quien
decidió que Gilgamesh y Enkidu deberían ser castigados por haber
atacado al Humbaba, desafiando con su acción las armas de los
dioses. Anu propuso la pena de muerte, pero Enlil no estaba
dispuesto a ver morir a Gilgamesh y arregló la disputa ofreciendo
matar solamente en Enkidu.
Enkidu no pudo aceptar que se hubiera negociado su muerte de un modo
tan frío y cayó en un coma. Mientras el pobre Enkidu yacía enfermo e
inconsciente, Gilgamesh se obsesionó más con su propia muerte y
empezó a llorar y a quejarse de su destino.
A duras penas se daba
cuenta de que su amigo estaba enfermo. Este egoísmo completamente
narcisista me convenció de que Gilgamesh realmente era uno de los
nuestros, un verdadero hijo de la familia de Anu. Los dioses en
medio de su compasión, tuvieron misericordia de Enkidu y conmutaron
la pena de muerte. Lo enviaron a trabajar el resto de su vida como
esclavo en las minas, un destino del cual no había regreso. Ningún
Lulu regresaba del mundo subterráneo de Ereshkigal.
Dichoso Enkidu.
En cuanto a Gilgamesh, su desesperación cada vez mayor lo obligó a
presionar a su abuelo Utu para que le ayudara. Decidió buscar la
inmortalidad de los Dioses con más ahínco, algo que muchos humanos
también han deseado.
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XII - UTU Y LOS TUNELES DE LAS SERPIENTES
Cuando Anu empezó por primera vez a colonizar Terra hace más de
500,000 años, ya existían miles de kilómetros de túneles
subterráneos. Dichos túneles y cuevas fueron construidos por la
Gente del Dragón y la Gente de la Serpiente. En esos primeros días,
Anu luchó, no solamente por Terra, sino también por estos túneles,
ya que son de valor estratégico crucial porque ellos albergan los
portales de tiempo.
El tratado que solucionó la guerra entre los enkitas y los enlilitas
le concedió a mi padre Nannar la entera península del Sinaí. Aquí se
encontraba el centro de control de la misión, el puerto espacial y
la entrada a los túneles. A mi hermano gemelo Utu le dieron el
control de estos servicios por ser hijo de Nannar.
Utu es una persona muy dedicada al deber y nuestro abuelo Enlil le
tenía toda la confianza. Utu y yo siempre nos hemos querido mucho y,
como somos mellizos, estamos telepáticamente unidos.
Pero Utu tiene el mismo carácter de mi madre Ningal. Él tiene una
inteligencia silenciosa, un temple de dignidad y humildad. Yo soy
como mi padre: aventurera y apasionada. Con su mirada misteriosa y
penetrante mi padre podía cautivar a cualquiera.
Como ya lo dije antes, Utu amaba mucho a Gilgamesh y verdaderamente
quería ayudarle. Después de que se llevaran a Enkidu a trabajar en
las minas por el resto de sus días, Utu fue a visitar a Gilgamesh.
Bueno, inmediatamente Gilgamesh le rogó que le concediera la
inmortalidad de los Dioses.
Utu le sugirió que si él podía de algún modo probar su merecimiento
delante de los otros dioses, por lo menos ellos le podrían conceder
una vida más larga. Después de todo, Enlil le había concedido la
inmortalidad a Noé. Entonces Utu le transmitió visiones de Tilmun,
la tierra de los Vivientes. Esto se hizo en los sueños de Gilgamesh
para no despertar la ira de los otros dioses.
Tilmun es la tierra de los Vivientes porque está por fuera del
tiempo terrestre y en una dimensión diferente a la de Terra. Como ya
lo mencioné, nosotros debemos abandonar la frecuencia de Terra a
intervalos regulares. Si no lo hiciéramos, nuestros cuerpos
eventualmente se ligarían a Terra y envejeceríamos como los humanos.
Todos nosotros viajábamos regularmente a Tilmun; allá teníamos
hermosas casas. Para llegar a Tilmun uno tiene que viajar por los
túneles de las serpientes.
Los túneles en sí mismos son maravillosos. En un principio se
formaron mediante los gusanos de las serpientes y van en forma de
círculos concéntricos con recodos interminables. El color de la luz
en estos lugares es un dorado verdoso y se ve que las paredes
brillan con una sustancia viscosa. La baba no es más que un sellador
pero repele a los humanos bastante bien.
Muchos kilómetros de los
túneles están bajo total oscuridad. En muy raras ocasiones han
hallado los humanos la entrada a estos túneles. Para encontrar las
entradas y tener acceso uno tiene que estimular la energía serpiente
lo que ustedes llaman kundalini o chi. Sin un dominio de estas
fuerzas sutiles, una entrada permanece invisible.
La mitología de Terra esta llena de historias sobre estos lugares. Algunos humanos
en estados alterados han tropezado con ellos sin saberlo, pero muy
pocos han regresado. Los
chamanes de las llamadas tribus primitivas
de Terra han obtenido acceso con frecuencia, pero ellos prefieren
guardar silencio en cuanto a esto.
En la época presente hay siete entradas a dichos túneles.
-
Una está
localizada debajo de la
Esfinge en Egipto
-
otra está en Jerusalén
-
Una tercera entrada está en el fondo del océano Pacífico cerca de un
lugar llamado
Vanuatu
-
El
lago Titicaca en Perú, el Monte Shasta en
California y el Monte Merú en los Himalayas albergan otras tres
-
La
séptima entrada yace bajo el grueso hielo de
la Antártica
La Antártica es también la locación de un torus magnético que les da
potencia a todos los túneles con energía de plasma.
En sueños, Utu le dijo a Gilgamesh que entrando por los túneles de
las serpientes podría encontrar a Tilmun, la tierra de los
Vivientes, donde vivía Noé, el sobreviviente del Gran Diluvio. Si
Gilgamesh podía encontrar a Noé, tal vez éste le daría el secreto de
la inmortalidad. Como los túneles eran su dominio, Utu pensó en
ayudar a Gilgamesh proyectando unos cuantos hologramas útiles dentro
del cerebro de Gilgamesh para guiarlo en su camino.
Yo personalmente estaba ya aburrida de todo ese asunto de Gilgamesh,
eso ya no era algo para mí. Pero Utu no dejaba de contarme cada
detalle del viaje del pobre Gilgamesh. Él observaba cada paso de su
precioso nieto. Más tarde los Lulus compartieron su ávido interés y
la leyenda de la búsqueda de la inmortalidad por parte de Gilgamesh
se hizo muy popular. Ilustraba todos sus temores, esperanzas y
derrotas.
Si Gilgamesh no podía anhelar vivir para siempre,
¿entonces quién de su raza podría hacerlo?
En los primeros días de la colonización de Terra Enki había ampliado
los túneles. A él le pareció muy lento el método de los gusanos, de
modo que usó rayos antimateria para evaporar la roca. En algunos
lugares este procedimiento dejaba burbujas grandes sobre las paredes
que reflejaban luz de una manera muy extraña. A Enki le encantaban y
estaba feliz con sus túneles de burbujas. En su laboratorio del
Abzu, Enki siempre estaba inventando monstruos y criaturas mutantes
genéticas, de modo que creó una buena cantidad de monstruos feos
para que vigilaran las entradas a los túneles que conducen a otras
dimensiones.
Con ayuda de Utu, Gilgamesh cruzó las montañas y llegó hasta la
entrada de uno de los túneles. Allí se encontró con algunos de los
guardianes escorpiones de Enki. Estos eran monstruos con piernas
humanas y cuerpos y cabezas de escorpión. Asustaron mucho a
Gilgamesh y le advirtieron que estos túneles oscuros se convertían
en un laberinto de muerte para casi todos los humanos. Le negaron la
entrada. Luego, como por arte de magia, Utu dio la señal para que lo
dejaran pasar.
Por lo que le pareció como una eternidad, Gilgamesh vagó en
oscuridad total a través del laberinto, chocando contra las paredes,
lastimando su cuerpo y llamando a Utu como un loco. El aire era tan
pesado que a duras penas podía respirar, pero no obstante continuó
su viaje. Como veía toda clase de demonios horribles que lo
empujaban contra las paredes babosas, empezó a creer que estaba
loco.
Se perdió todo el sentido de la orientación y su única
realidad era la oscuridad.
Entonces sucedió algo extraordinario. Gilgamesh empezó a ver en
medio de la oscuridad, pero no en su forma normal, sino más bien con
el ojo de un dios. Los genes que había heredado de Utu empezaron a
activar los conos de sus ojos. Al principio sólo veía los contornos
dorados de las paredes, como en una foto en infrarrojo y, aunque
pensaba que todavía caminaba en medio de la oscuridad total, los
contornos le sirvieron como guía y evitaron que golpeara su cuerpo
contra las paredes.
Al salir del túnel, Gilgamesh entró en el jardín de los dioses. Al
principio estaba aturdido, pero empezó a refrescarse con agua y
frutas. Él estaba en uno de los jardines famosos de mi bisabuela
Antu. Ella los construyó no solamente en Nibiru sino también en
cualquier lugar donde Anu se lo permitía. Hay muchas leyendas que
hablan sobre estos jardines porque, además de frutas y flores
reales, siempre hay una sección compuesta de oro y piedras
preciosas. Imaginen enredaderas de uvas forjadas en oro y plata con
uvas de amatista y peridoto.
Abundaban hileras de trigo dorado y
maíz y, entre una plétora de perfecciones artísticas, las rosas eran
lo más maravilloso. Antu había convertido esta forma artística en
una pasión Pleyadiana y las mujeres nobles competían entre sí en
justas centenarias proyectando hologramas de sus jardines a través
de las galaxias. Gilgamesh, ya ensangrentado y sucio de su dura
prueba en el túnel, estaba debidamente anonadado.
Utu le sugirió que
se bañara en la piscina del jardín y luego lo dirigió a una mujer
cubierta con velo que estaba sentada al borde del mar y que se
llamaba Siduri. Ella era de la raza de los Dragones y les sirve vino
a los dioses antes de que crucen el mar para llegar a sus hogares,
Gilgamesh le preguntó cómo podía encontrar a Noé.
Siduri le explicó que ningún hombre podía cruzar ese océano. Para
los Lulus ese mar era conocido como las aguas de la muerte.
Gilgamesh le contó a Siduri toda su historia y le recalcó que era
dos tercios dios, mientras Utu flotaba en el aire por encima de
ellos. Al ver a Utu, Siduri llamó al barquero para que llevara a
Gilgamesh a la morada de Noé.
El viejo Noé revivió las memorias del Gran Diluvio para su huésped,
enfatizando el hecho de que fueron los dioses los que habían
decidido destruir a los Lulus. Como había aprendido mucho acerca de
los dioses durante los siglos, Noé sabía que nosotros no éramos de
confiar y le dijo a Gilgamesh que renunciara a su búsqueda de la
inmortalidad.
Pero Gilgamesh no se dejó convencer, así que Noé le sugirió entrar
en un programa de austeridad para probar su dignidad a los Dioses.
Quizás si Gilgamesh pudiera permanecer despierto y atento durante
una semana impresionaría a los dioses y le podrían conceder su
petición. Entonces el pobre Gilgamesh se sentó para probarse a sí
mismo, pero inmediatamente se quedó dormido.
Exacerbado, Noé le contó entonces sobre una planta que crecía en el
fondo del mar y que lo podría volver inmortal. Con valentía
Gilgamesh se sumergió y trajo la planta hasta el bote, sólo para que
se la robara una serpiente.
A Gilgamesh, la inmortalidad de los
Dioses se le había escapado para siempre, aun con toda la ayuda de
Utu.
Utu estaba acongojado, pero no había nada más que mi hermano pudiera
hacer por Gilgamesh. Ésa era la ley: los Lulus deben permanecer en
un estado de inconsciencia, una especie de sueño. Manipulaciones
genéticas les habían arrebatado su divinidad desde hacía muchos
milenios. Ni siquiera el amor que Utu sentía por Gilgamesh pudo
cambiar esto.
Gilgamesh regresó a Uruk, donde reinó hasta su muerte
y donde era conocido como el que había visto los túneles.
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XIII - SARGON EL GRANDE
Sargón fue el amor de mi vida en Terra. Juntos hicimos el amor
apasionadamente, tuvimos hermosos bebés y fundamos reinos
grandiosos. Lo vi por primera vez en mi templo. Él era el copero de
Ur-Zababa, rey de la ciudad de Kish. Me llamó la atención porque
tenía un parecido extraordinario con mi padre Nannar. Tenía sus
mismos ojos. Aunque nadie sabía con exactitud quién era el padre de
Sargon, yo tenía mis sospechas.
La madre de Sargon era una sacerdotisa en uno de mis Templos del
Amor. Cuando nació, ella lo envolvió en mantas en una canasta de
juncos y lo colocó en el río. Mientras ella oraba, cuidadosamente
observaba cómo flotaba hasta llegar a un hombre llamado Akki que
estaba encargado de irrigar los campos con agua del río.
Akki sacó a
Sargon de las aguas, lo adoptó como su hijo y le enseñó a cuidar el
jardín. A medida que crecía, sus cualidades innatas de liderazgo lo
llevaron hasta la corte de Kish. Pero fue su belleza y su humor lo
que me indujo a amarlo. Era alto y fuerte, de pómulos altos y finos
modales. Era sumamente inteligente y su propio ser imponía lealtad.
Me sentí atraída desde el primer momento en que lo vi y, para suerte
mía, él sintió lo mismo. Fue como un sobre voltaje en nuestros
cuerpos. No me tenía miedo ni era tímido. Él sabía lo que yo quería
y me tomó como a un dios; nuestra cópula fue divina. Al principio
permanecimos en un estado de éxtasis durante más de dos semanas.
Aseguramos las puertas doradas de mis aposentos con la poderosa
espada de Sargon y únicamente dejábamos que de vez en cuando los
sirvientes nos trajeran vino y comida. Como no necesitábamos comida,
vivíamos del néctar de nuestro amor y pasión.
Nuestro único deseo era yacer entrelazados en los brazos del otro y
pasar horas simplemente tocando y explorando con nuestros labios y
puntas de los dedos el recién hallado territorio de nuestros
cuerpos. Nuestros ojos deseosos buscaban profundamente en los del
otro como si ya hubiéramos estado juntos antes y de algún modo nos
hubiéramos separado. A medida que nos perdíamos en la unión, nos
fortalecíamos y nos convertíamos en uno.
A veces en las agradables tardes nos bañábamos en las piscinas de mi
jardín bajo árboles frutales a la luz moteada del sol. Yo sólo me
ponía mis joyas; collares de oro, lapislázuli y perlas caían sobre
mis pechos. Una cadena de diamantes le daba la vuelta a mi cintura y
brazaletes de esmeralda adornaban mis muñecas y tobillos.
Sentado
sobre las aguas con flores fragantes que nos rodeaban, Sargon besaba
mi cuerpo con ternura, acariciaba mis pechos firmes y se tomaba el
tiempo para excitar la poderosa fuerza de mi pasión hasta que yo
suavemente le suplicaba que me penetrara.
Su virilidad me satisfacía
a medida que ondas de placer murmuraban por todo mi ser. Nuestros
dos cuerpos parecían disolverse, palpitaban como una luz blanca a
medida que nos convertíamos en un océano de creación eterna. La
conciencia de dos como uno quedaba en el vasto silencio de la
eternidad y nuestro placer se convertía en música en los reinos más
elevados.
Sargon me adoraba y yo lo convertí en mi rey. Como todo lo que
tocábamos prosperaba y florecía, construimos un reino nuevo al que
llamamos Acadia. Allí diseñamos y fundamos una bella ciudad nueva,
Agade. En Agade construimos un maravilloso templo dedicado a mí
llamado Ulmesh que quería decir suntuoso y rutilante, como
ciertamente lo era.
A los músicos les di instrucciones para que
tocaran día y noche en mi templo. Nuestro pueblo era feliz y
próspero; sus casas eran construidas con lapislázuli y plata. En nuestras
bodegas abundaban los granos y las frutas, a los viejos y a las
mujeres se les respetaba y nuestra juventud radiaba con la belleza
de la confianza.
Los pequeños jugaban alegremente en esta ciudad de
amor. Sargon el Grande y su querida Inanna gobernaban el reino
mágico de Acadia.
Este fue un período extraordinario para mí.
Cuando Acadia estaba firmemente establecida, yo empecé a exhortar a
Sargon a que tomara más tierras.
Los Lulus habían estado peleando
entre ellos mismos y yo convencí a mi hermano Utu de que una
conjunción bajo Sargon traería un tiempo de paz y abundancia del
cual podríamos beneficiarnos todos. Utu se reunió con mi padre
Nannar y con mi abuelo Enlil. Sargon le cayó sumamente bien a Enlil;
quizás le recordaba a su propio hijo Nannar. Enlil le concedió a
Sargon la monarquía en Sumeria y Acadia. Inventamos una nueva
caligrafía llamada acadiana para anotar nuestros logros.
Yo nunca pude haber hecho conquistas de tanto alcance sin la
aprobación de Enlil. En años posteriores olvidaría yo este hecho
duro y frío.
La época de Sargon según el conteo del tiempo terrestre fue 2334 -
2279 a.C. Su reinado fue un tiempo de mucha gloria para mí, en esos
días yo era la Reina de Cielo y Tierra en el trono. Enlil le
permitió a Sargon que conquistara el mundo conocido desde Egipto
hasta la India e hicimos alianzas y acuerdos comerciales con
Ninurta, Nergal y Ningishzidda. Por nuestras rutas pasaban
libremente los granos y el vino, el cobre y el oro y toda clase de
mercancías.
Nuestro pueblo se enriqueció e incluso los dioses
parecían estar satisfechos. Pero de conformidad con el defecto
humano de la arrogancia, Sargon cometió un grave error. Lo vi venir,
el poder se le había subido a la cabeza. Empezó a pensar que era
igual a los dioses y tristemente comenzó a beber en exceso.
Sargon y yo habíamos traído al mundo a una hermosa niña cuyo nombre
era Enheduanna. Ella era como yo, hermosa y testaruda. Tenía el don
de la poesía y se pasaba horas componiendo himnos a la grandeza de
su padre, a sus conquistas y a su belleza física. Estaba enamorada
de su padre y decidida a enemistarnos.
Yo no podía culparla por sus sentimientos; no había nadie en su
mundo que igualara a su padre. Pero sus constantes atenciones
tuvieron un efecto insidioso en Sargon. Ella se hizo sacerdotisa
para no tener que casarse y esperó a Sargon en el templo. Le recitó
sus poemas, le inundó su ego de sueños de juventud y virilidad y le
sirvió vino. Sargon quería desesperadamente realizar un acto heroico
para complacer a su hija.
Había un templo en Babilonia cuyo suelo había sido consagrado por
Marduk. Era algo sagrado para él y era su manera de mantener sus
garras sobre Babilonia durante su período de exilio. Él siempre
había sido muy quisquilloso y posesivo en cuanto a Babilonia.
Sargon concibió una ceremonia en la cual trasladó el suelo sagrado a
un nuevo lugar donde serviría como la base simbólica para una nueva
Babilonia que él construiría. No se imaginó que este acto traería
graves consecuencias. Cuando Marduk se enteró del sacrilegio, llevó
el arma Pasupata Plasmon a su nave espacial y voló sobre los campos
de Acadia y Sumeria.
Ondas de radiación de alta intensidad
destruyeron las cosechas en cuestión de minutos, lo que produjo un
período de escasez que obligó al pueblo a rebelarse contra Sargon.
Él se vio obligado a reprimir cientos de rebeliones. Hombres que una
vez lo amaron y lo adoraron levantaron sus espadas contra él y las
alabanzas se convirtieron en maldiciones a medida que los Lulus
muertos de hambre veían que sus niños morían en sus brazos. Nuestro
imperio comenzó a desintegrarse.
Yo no estaba envejeciendo y Sargon sí. El empezó a derrumbarse ante
mis ojos. Con horror veía cómo sus borracheras se convertían en una
pesadilla. Incluso empezó a maldecirme, a su amada Inanna. Sargon se
mudó al templo para estar cerca de Enheduanna. En la noche yo yacía
sola en la enorme cama de cedro que habíamos construido para los
dos.
Mientras brisas suaves movían las cortinas blancas de seda a
través de la cama, me atormentaban los recuerdos ahora dolorosos de
nuestra magnífica pasión y una fría soledad se apoderó de mi
corazón. Yo no podía permitir que todo lo que habíamos edificado se
esfumara. ... los tiempos pacíficos, las bellas ciudades. Tenía que
enfrentarme sola al destino, tenía que luchar. No estaba dispuesta a
perder lo que habíamos construido y no me importaba lo que costara.
La imagen de Sargon en su cama agonizando y temblando, con
Enheduanna a su lado, todavía está clavada en mi memoria ¿Podría ser
este el mismo hombre cuya fuerza me había llevado al éxtasis, el
mismo hombre al que yo había coronado como rey?
Para mí, el final de Sargon fue una tragedia que cambió mi vida para siempre. Ya no era
la misma; una parte de mí murió ese día. La niña exuberante que
corría riendo por pisos de lapis ya había desaparecido. No había
príncipe que me rescatara a mí o a mi pueblo. Yo sabía que dependía
de mí tomar lo que era mío, y estaba bien consciente de que los
otros dioses se apresurarían a reclamar mis tierras si yo no
luchaba. Me puse las prendas de guerra y desfilé entre las legiones
de mis soldados montada sobre mi león.
Reanimando a mis tropas, saqué de dentro de mi ser feroces gritos de
guerra. Mis soldados estaban impresionados; la diosa Inanna los
guiaría personalmente a la batalla. Hombro a hombro luché con ellos
como un hombre mientras me convertía en la diosa de la muerte y la
destrucción. Durante dos años conduje a mis dedicados ejércitos a la
batalla y maté a miles de hombres.
Uno tras otro fui colocando a los hijos de Sargon en el trono
durante mi ausencia. Enheduanna escribía poemas que ilustraban mis
masacres diciendo que su madre, Inanna, hacía correr ríos de sangre.
Ferozmente luchando por lo que yo creía que era mío, perturbé el
equilibrio de los dioses. Se citó a una reunión en casa de Enlil.
Enlil y Ninurta tomaron una decisión: hay que detener a Inanna.
Los
dioses decidieron permitir que Marduk regresara a Babilonia. Enlil y
Ninurta sabían que Marduk con gusto cercenaría las actividades de
Inanna: yo que una vez quise enterrarlo vivo. Como dice el dicho, el
enemigo de mi enemigo es mi amigo.
A Marduk no se le había olvidado que cuando estaba atrapado en la
gran pirámide de Giza, Utu le había cortado todo el suministro de
agua y, al llegar a Babilonia, inmediatamente tomó medidas para
proteger la fuente de agua de la ciudad, el río Eufrates. Las
fuerzas de ingeniería de Marduk redujeron los suministros de agua a
las ciudades circundantes, lo que exasperó a los otros dioses.
Llamaron a Nergal desde África para que dialogara con su hermano
Marduk. Nergal se despidió de mi querida hermana Ereshkigal y
emprendió el viaje hacia Babilonia. Entró en la casa de Marduk y
empezó a adular a su hermano. ¡Qué hazaña de ingeniería había
logrado Marduk! Sin embargo, había que admitir que el desvío del río
Eufrates les había robado el agua a los otros dioses. Anu y Enlil
estaban contrariados.
Marduk replicó que desde los tiempos del Gran Diluvio el equilibrio
de poder en Terra se había cambiado de una manera inaceptable, que
había sido redistribuido artificialmente y que no llenaba sus
aspiraciones. Agregó que ciertas armas y fuentes de poder habían
sido injustamente hurtadas a Enki y exigió que se las devolvieran a
él, no a Nergal. Luego amenazó con envenenar todo el río Eufrates si
no se cumplían sus demandas.
Aquí se me abrió una puerta. Siempre me había caído muy bien Nergal,
quien era tan inteligente y bien parecido. Pensaba que era una
lástima desperdiciarlo con mi hermana Ereshkigal. Enki ya había
perdido el control sobre sus hijos desde hacía años. Nergal y Marduk
estaban ahora al borde de una verdadera disputa fraternal.
Si yo pudiera aliarme con Nergal, él podría ayudarme a lograr mis
ambiciones. Así que preparé una cena tranquila para mi cuñado
Nergal. El aceptó gustosamente la invitación. Estuvimos totalmente
de acuerdo, hicimos planes, hicimos el amor. La familia de Anu era
ególatra y narcisista. Era muy fácil motivarnos a la guerra o la paz
porque sólo nos movían nuestros propios intereses y lo que nos
convenía en ese preciso momento. Una vez sumergidos en los esfuerzos
penosos de la ambición, nosotros perdíamos de vista el carácter y se
nos olvidaba la verdad sencilla de que el carácter es el destino.
Al día siguiente Nergal regresó a la casa de Marduk en Babilonia y
se negoció un acuerdo. Nergal devolvería las armas y las piedras
cantantes a Marduk, pero éste debería salir de Babilonia y volar a
la tierra de las minas en África y recuperarlas para sí. Marduk
aceptó con renuencia.
Antes de partir, Marduk le advirtió a Nergal que no tocara los
controles que regulaban el río Eufrates. Como hermanos son hermanos,
en el momento en que Marduk salió, Nergal entró a la fuerza a la
sala de control pero para su sorpresa descubrió que toda la sala
estaba llena de trampas. Cuando Nergal desmontó los controles, se
soltaron venenos hacía el río. Marduk también se había ingeniado un
mecanismo que alteraba los satélites que regulaban el clima en caso
de que alguien destruyera su sala de control.
Sobre Babilonia los cielos se tornaron negros, arreciaron las
tormentas, los ríos se contaminaron y toda el área de Acadia y
Sumeria quedó devastada. Enki apreciaba mucho el sistema de riego de
Sumeria y no podía soportar que el Eufrates estuviera envenenado.
Furioso culpó a su hijo Nergal de este agravio destructor. A esta
ira Nergal reaccionó cancelando la elevación de una estatua de Enki
que ya estaba planeada. Sólo para probar un punto, y por sugerencia
mía, Nergal quemó la casa de Marduk.
Como Marduk estaba en África, por lo menos temporalmente, yo coloqué
en el trono de Acadia a Narim-sin, nieto de Sargon. Mi padre Nannar
adoraba a ese muchacho y Nergal también lo apreciaba. Mi alianza con
Nergal, basada en su enemistad con su hermano Marduk, me dio tanto
poder que Narim-sin y yo pudimos continuar guerreando y conquistando
territorios por un tiempo.
Supongo que ya me estaba volviendo un poco incisiva y la brutalidad
de la guerra me estaba cambiando.
Algunas de las historias sobre mí
eran verdaderas, otras no. Yo sí entregaba los esclavos capturados a
los campos de trabajo. Impulsada por la ira, la ambición y mi
soledad, me volví despiadada. Me sentía y me comportaba como una
loba acorralada. Las acciones de mi vida estaban empezando a
aparecer en mi rostro. Mi belleza se estaba convirtiendo en algo
duro y cruel. Me ponía más pintura pero eso no servía. Era colérica
e irritable, excepto cuando quería algo. Me volví manipuladora para
lograr lo que quería; era una arpía, una belleza convertida en
bestia.
Narim-sin tuvo mucho éxito y se escribió sobre sus campañas en las
tablillas de arcilla. Pero un día fuimos demasiado lejos. Llegamos
hasta las Montañas de Cedro del Líbano, demasiado cerca del puerto
espacial. Enlil reunió a los dioses y todos se pusieron de acuerdo:
Inanna había empezado la guerra y había que detenerla. Nadie sacó la
cara por mí. Se emitió una orden para mi arresto.
Yo no iba a permitir que Enlil me pusiera las cadenas, de modo que
escapé en mi nave. Las tropas de Enlil llegaron hasta mi templo de
Agade y, al ver que yo no estaba, se llevaron todas las armas y
fuentes de poder. Yo me escondí en el palacio de Nergal en Etiopía,
donde él todos los días me daba informes sobre lo que sucedía.
Entre los dioses empezó a circular el rumor de que yo había
desafiado a Anu. Esto era falso, pero le proporcionó a Enlil la
excusa que necesitaba. Como castigo por desafiar a Anu, destruyeron
la ciudad de
Agade. La bella ciudad de plata y lapislázuli que Sargon y yo
habíamos construido debía ser vaporizada. Sacaron los rayos
antimateria y Agade se esfumó. Hasta este día nadie ha descubierto
el lugar donde una vez existió mi querida Agade.
Enlil, con su estilo firme, trajo a sus hombres de montaña, las
hordas gutianas para que tomaran Acadia. Aquellos que eran leales a
mí fueron degollados. Como yo no estaba para guiarlas, mis legiones
se desmoralizaron y huyeron a las estepas.
En el palacio de Nergal me sobrevino una depresión que nunca antes
había sentido. La derrota y la pérdida plasmaron sus feos rostros
sobre mi cuerpo mientras yo me sentaba abatida sobre mi trono
durante días. Nadie me podía convencer de que comiera o hablara.
Soñé que estaba gateando por un desierto.
Mi querida Ninhursag me
llamó con el apodo que me puso cuando era una niñita:
"¡Nini!
¡Nini!"
Vi el rostro triste de Dumuzi, el esposo que no había amado.
Sentí el eco de la risa asesina de mi hermana Ereshkigal. Por un
momento sentí la caricia tierna de Sargon, únicamente para
encontrarme sola en un nido de serpientes. Corría asustada en una
helada noche y me vi atrapada en una telaraña con una enorme araña
cuyos ojos rojos y garras cortantes estaban listas para devorarme.
Desperté gritando... gritando.
¿Era yo, Inanna, vulnerable? ¿Era yo tan diferente a los esclavos
que había capturado o a las mujeres que me habían traído copas
doradas de vino? ¿Estaba yo de algún modo limitada en mi poder? ¿Por
qué estaba aquí, viviendo en este cuerpo azul?
Mi madre Ningal me envió un mensaje suplicándome que regresara a
casa.
Me prometió que allí estaría a salvo en sus brazos. Me dio su
palabra de que mi padre Nannar había garantizado protección contra
las acusaciones. Según él, yo ya había sido castigada bastante. Ella
oraba para que yo regresara a casa, pero yo debía renunciar a mis
caminos aventureros e innovadores.
Gustosamente viajé a Ur, el hogar de mi querida madre Nlngal.
Yo, Inanna, otrora Reina del Cielo, me fui a casa de mi madre.
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XIV
- TARA
¿Qué hace una chica cuando lo ha perdido todo?
Después de una época
en la que llorando me dormía en los brazos de mi madre, empecé a
sentirme como una tonta. Aquí estaba yo, Inanna, Reina del Cielo,
escondida en la casa de mis padres. Cuando empecé a recuperarme me
sentí un poco cohibida y avergonzada. Por primera vez empecé a
reflexionar sobre el significado de mi vida y sobre lo que había
hecho. En lo profundo de mi alma sentía una angustia y me preguntaba
si los demás también la sentían. Era algo extraño y nuevo para mí.
A diario llamaba a mi amigo Matali y conversábamos mucho tiempo.
Matali era considerado como el más sobresaliente ingeniero de
energía de plasma. Era un físico que podía reparar cualquier cosa.
De vez en cuando volaba la nave de Enki por amistad, pero hacía
tiempo se había desilusionado del modo de vida de los dioses. Matali
se había casado con Tara y se había ido a vivir con su gente para
empezar una nueva vida.
Tara era de la antigua raza de la Gente Serpiente,
los Nagas, una
raza que vivió en la Tierra eones antes que mi familia. La Gente de
la Serpiente vino de un sector diferente de la galaxia, de
Altair,
para vivir en el centro de la Tierra. Matali sugirió que me fuera
con ellos al Reino Serpiente. Él pensaba que el cambio me haría
bien, así que vinieron a recogerme a casa de mi madre.
Tara y yo habíamos llegado a ser muy amigas en el Valle del Indo,
donde ella les había enseñado a mis sacerdotisas las artes de la
danza. Ella había aprendido el arte de la danza celestial de los Apsarases, los danzantes del cielo. Tara era una experta.
Por medio
de una concentración intensa ella podía levantar su delgado cuerpo
en el aire y ejecutar movimientos celestiales de máxima elegancia y
gracia. Desde las puntas de sus dedos hasta las campanas de oro que
cantaban suavemente sobre sus tobillos, la danza de Tara es una
expresión exquisita de sentimiento.
iYo la amo tanto!
Al verme tan desolada puso sus brazos a mi
alrededor y empezó a llorar.
"iOh, mi querida amiga!", expresó.
Por
un momento mi orgullo me impidió llorar, pero muy pronto empecé a
hacerlo. La belleza de Tara no era solamente física, procedía de su
interior.
Ella poseía un tranquilo equilibrio de ser, una sabiduría
cariñosa. Todo eso la hacía atrayente. No es de extrañar que Matali
la amara. Él nos miraba fijamente y de un modo amoroso mientras
llorábamos una en los brazos de otra y la nave trepaba por los
cielos buscando un portal del tiempo.
El Reino de la Gente Serpiente era en verdad extenso. Dentro de
Terra existen muchas ciudades que resplandecen cada una con torres
de alabastro blanco. El aire es fresco y es regulado por sistemas
sofisticados cuyas fuentes de energía están en los polos de Terra.
Hay huertas y campos de cultivo que producen alimentos en abundancia
para la gente.
La Gente Serpiente posee una gran variedad de
cuerpos: unos son humanos, otros mitad serpiente o reptil. Pueden
ver en la oscuridad y, con sus habilidades telepáticas, pueden tener
acceso a las mentes de un grupo si lo desean.
A medida que los días pasaban en el Reino de la Serpiente, yo no
dejaba de hacerle preguntas a Tara; le rogaba que me entregara sus
secretos. ¿Qué le daba a ella esa integridad y esa belleza? ¿Cómo
podía yo lograr ese estado mágico?
Tara me contó muchas cosas, de
cómo su gente había venido a este planeta hacía mucho tiempo para
construir sus ciudades y túneles subterráneos. Me contó que entre
ellos solamente había una persona que lo sabía todo, y que se le
llamaba La Sabia, la Vieja Mujer Serpiente.
Le imploré que me llevara a ella. Se hicieron arreglos para que
Tara, Matali y yo viajáramos juntos a la morada de la Vieja Mujer
Serpiente. Su nombre es impronunciable en su idioma actual; es un
sonido que transmite amor. De los hombros para abajo es mujer, pero
de los hombros para arriba tiene la cabeza de serpiente.
Emana una
energía que yo nunca había sentido antes y que no la he vuelto a
sentir desde entonces. No es ni joven ni vieja y cuando tú tratas de
mirarla fijamente se transforma continuamente ante tus ojos. En un
momento es belleza exquisita, en el siguiente un demonio furioso. No
obstante, uno nunca siente miedo en su presencia. Es como si ella
encarnara todo lo que es, y eso está muy bien.
Cuando me senté frente a ella, hizo un ademán indicando que sabía lo
que yo quería. Sabía quién era yo y todo lo que había hecho. Parecía
conocerme incluso más allá de mi vida como Inanna. Era como si
siempre nos hubiéramos conocido; como si de algún modo yo siempre
hubiera estado en su mente. Me miraba con una curiosidad familiar y
compasión. No mostró ningún deseo de controlarme o manipularme.
Encontró gozo en mis aventuras, en mi deleite e irradiaba su amor
incondicional.
Poco a poco todo lo que nos rodeaba se convertía en una luz dorada
intermitente, el tiempo empezó a derretirse y sentí que las
dimensiones convergían. En mi mente vi que Terra había existido
durante eones. En este lugar de la galaxia habían existido tres
esferas y esta Terra actual era la tercera. Al final de cada ciclo
la esfera había sido destruida y en su lugar se había creado un
nuevo planeta.
Tuve una visión de lo que fue la primera Terra. Esta época mas sutil
y más amable que la de la colonia nibiruense. Había un gran amor en
el planeta y lo seres que existían estaban dedicados a regresar al
Primer Creador.
En ese tiempo vi un día, océanos de laderas con grupos de gente,
todos vestidos de blanco sentados sobre las cuestas. En la cima de
una ladera había un pabellón de mármol con columnas altas y bajo
éstas había doce parejas en una hilera en forma de media luna.
Empezaron a cantar:
"Illiii... OHhhh... AHhhh...".
Repetidas veces
estos tonos fluían por las laderas hasta que todo vibraba en sonido.
Había una multitud de entidades con rostros brillantes que entonaban
las mismas frecuencias y, a medida que la energía incrementaba, los
seres empezaban a convertirse en luz.
Al principio la luz solamente
rodeaba sus cuerpos, pero luego sus cuerpos eran luz. Cada hombre,
mujer y niño sobre esas laderas se convirtió en una luz. A medida
que sus frecuencias continuaban pulsando y ascendiendo, el sonido se
convertía en una espiral. Estas energías que se formaban atrajeron
hacia la luz en espiral ángeles y otros seres elevados. Finalmente
el Primer Creador aspiró la espiral mientras el gozo resplandecía a
través de todo el universo.
En nuestro estado de éxtasis y gozo sublime habíamos presenciado una
ascensión en masa. Vida que alegremente regresaba a su fuente: el
Primer Creador.
De algún modo Tara, Matali y yo estábamos en ese
pabellón de mármol y, no obstante, estábamos todavía en presencia de
la Vieja Mujer Serpiente. Era como si no existiera la separación de
los eones, como si estuviéramos simultáneamente en ambos tiempos y
lugares. Por nuestros rostros corrían lágrimas de felicidad.
En nuestros corazones le agradecimos a la Vieja Mujer Serpiente y
nos despedimos de ella.
Nuestros cuerpos estaban cargados de fuerza
eléctrica, y fue suficiente por un día.
De regreso en el reino de los dioses, Marduk estaba conspirando y
planeando. Nergal no se había dado por vencido y esta formando
alianzas con los enlilitas, los enemigos de su padre Enki. La
animadversión entre los hijos de Enki y de Enlil se concentró en la
atmósfera de la Tierra.
Desde las profundidades del Reino Serpiente
observábamos cómo los dioses se acercaban cada vez más a su
destrucción.
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XV - GANDIVA
Los hijos de Enki crecieron conscientes de que todo Terra les habría
pertenecido si no hubiera sido por Enlil y sus hijos. El rencor y
aversión que Enki sentía por su hermano Enlil se había filtrado en
las vidas de sus hijos como un veneno. Los enkitas estaban
apasionadamente decididos a vengarse y se oponían a cada paso que
daba Enlil.
Como Enki perdió el control sobre sus hijos, el odio de
ellos socavó a la familia. Marduk y su hijo Nabu trataron de
arrebatarles el poder a sus propios hermanos. Nergal no estaba
dispuesto a entregarle todo su poder a Marduk y opuso la mayor
resistencia llegando hasta formar una alianza con Ninurta, hijo de
Enlil.
Ninurta comandaba los escuadrones de vuelo enlilitas que patrullaban
a Terra. Él había conducido a las famosas Hordas Gutianas hacia
Acadia para destruir lo que quedaba de mis ejércitos.
También se le encomendó la tarea de recuperar los sistemas de riego
del Eufrates después de que Marduk los había contaminado.
Ninurta y su esposa, Gula, estaban apostados en la ciudad de Lagash.
Ninurta, a quien le encantaba volar y comandar la fuerza aérea,
también era aficionado a la construcción y la ingeniería. Esperaba
ansiosamente el desafío de limpiar el río. Mas detestaba el asunto
de gobernar y no tenía paciencia para la vida social que conllevan
estos deberes. Su esposa Gula estaba muy dedicada a él pero Ninurta
era demasiado exótico para ser compañía de alguien. Tal vez él había
levantado una pared a su alrededor para desviar las constantes
atenciones de Ninhursag, su dominante madre.
Ninurta se volvió muy introvertido, descuidó el control del gobierno
y desaparecía durante días. Se escapaba en su nave favorita, el
Pájaro Negro.
Él quería construir pirámides; desde los tiempos de la guerra sintió
envidia de las grandes pirámides de Egipto e invitó a los
arquitectos que habían tomado parte en el diseño y construcción en
Giza para que empezaran a trabajar en Sumeria.
Esto lo mantuvo
ocupado por un tiempo cerca de casa, por lo que su esposa se alegró.
Pero paulatinamente la tentación de volar solo en su nave lo venció.
Se alejó de toda civilización y volaba sin cesar a través de
montañas lejanas. Allí formó una legión de luchadores y les enseñó
las artes marciales. Disfrutaba mucho de la compañía de estos
hombres rústicos.
Ninurta estaba hastiado del estilo de vida de su familia, los
dioses. Preocupado por nuestros conflictos eternos, él recordaba su
niñez cuando Terra era todavía una aventura desconocida. Deseaba esa
época cuando estaba libre de las ominosas responsabilidades de ser
el hijo de Enlil.
Tengo que reconocer que yo nunca llegué a
comprender completamente a Ninurta. Él es una persona muy compleja,
atormentado por la carga de sus deberes y una necesidad apremiante
de simplemente ser un niñito juguetón, el niñito que tal vez nunca
había sido.
Como Ninurta estaba fuera por largos períodos, Marduk empezó a mirar
a Babilonia y sus ciudades circundantes. Él y sus seguidores
empezaron a infiltrarse en los pueblos de la campiña y, empleando
hologramas, se aparecía ante los líderes de ciertas tribus
identificándose con diversos nombres. A estas tribus se les animó a
que se inclinaran y adoraran al Dios Marduk. Él ejecutó muchos
milagros para la gente, les dio poder y riqueza y les advirtió que
los dioses de Enlil y su clase eran dioses falsos. Les decía que los
que no lo adoraran serían castigados; condenados al infierno para
siempre.
Durante siglos los humanos habían sido preparados para adorar algo
que estaba por fuera de ellos, o sea a nosotros. Contra esta
manipulación ellos tenían muy poca defensa.
¿Cómo iban a saber cuál de los dioses era verdadero?
Ciertamente
todos los dioses eran volubles; más de una vez habían dejado a los
humanos abandonados a su suerte. La gente de las tribus razonaba que
quizás deberían adorar al dios que les proporcionara lo mejor, o que
tal vez sería mejor obedecerle a aquel que amenazaba con castigos
horribles.
Marduk era un genio para confundir a la gente. Empezó a ganarse la
devoción de los Lulus al corroer alevemente el poder de los otros
dioses. La ciencia del control mental y la propaganda para lavar el
cerebro estaban en sus primeras etapas.
Debido a la ausencia de Ninurta, Enlil tuvo que nombrar a alguien
más idóneo para la tarea de gobernar Sumeria. Escogió a mi padre
Nannar. Desde la ciudad de Ur, Nannar y mi madre Ningal empezaron a
reconstruir las rutas comerciales normales y a restaurar la
agricultura y los negocios en el área. Los templos reanudaron sus
actividades normales y se construyeron nuevos zigurats.
No obstante, las cosas no estaban bien del todo. En el aire de Terra
se sentía la fricción y el antagonismo. Era como si el planeta fuera
un ser que no pudiera soportar los odios y disputas de los dioses.
Una sensación de ansiedad empezó a rodearlo todo. La ambición y la
avaricia corrían rampantes por toda la tierra; tan pronto como se
Inauguraba una monarquía era destronada por otra. Las escaramuzas
aumentaban mientras los estados de ánimo se exacerbaban. Los ojos de
Marduk leían por encima de sus futuros dominios.
Pueden leer la historia de este tiempo, pues se escribió mucho en
las tablillas de arcilla. Marduk y su hijo Nabu lucharon sin cesar
para ganar el territorio y control del puerto espacial. Al lado de
Enlil estaban mi padre Nannar, mi hermano Utu, Ninurta y Nergal,
hijo de Enki.
Hacia el final de estas horribles guerras, Matali fue a visitar a su
viejo amigo Enki.
Matali siempre había estado al mando de la nave
personal de Enki y los dos habían pasado muchas horas juntos. Matali
le rogó a Enki que hablara con sus hijos. ¿Qué se lograría con toda
esta lucha? Con seguridad la Tierra y su gente sólo sufrirían más.
¿Qué tal si los hijos de Enki y Enlil perecían en la batalla? ¿Qué
le quedaría a uno de los dos patriarcas? El resultado de esta guerra
sólo podría ser la aniquilación mutua, puesto que ambos lados tenían
armas poderosas.
Si Anu escogía el Gandiva, nadie podría evitar la
aniquilación. ¿Quién podría predecir el fin de una guerra tan
devastadora?
Después de escuchar a Matali, Enki visitó a su hijo Nergal y trató
de razonar con él. Pero Nergal se negó; él siempre había creído que
Enki prefería a Marduk. La verdad era más conmovedora: Marduk
ejercía una forma sutil de control mental sobre su padre y Enki era
simplemente impotente en presencia de Marduk. Nergal se enfadó mucho
por los esfuerzos de Enki para que se lograra la paz con Marduk.
Enfurecido le dijo a Enki que se marchara y maldijo tanto a su padre
como a su hermano, prometiendo destruirlos.
Solo, el pobre Enki lloró tristemente. No sabía qué hacer y
recordaba las épocas más felices, las fiestas de Antu.
Los profetas de la fatalidad empezaron a multiplicarse por toda la
tierra.
Todo sacerdote y adivino contaba historias de la destrucción
que se avecinaba y oráculos en todos los templos profetizaron el fin
del mundo. Muchas de las predicciones eras absurdas y nunca se
cumplieron, pero era como si la gente estuviera adicta a
estos pronunciamientos. Mientras más horrorosas eran las
predicciones, más gente pagaba por escucharlas. ¡Los profetas
estaban en verdad haciendo su agosto!
Se levantaron nuevos edificios para albergar a los Lulus que
deseaban reunirse para llenarse de temor. Entre las profecías más
populares estaban los cuentos de escasez de alimento y la
devastación de ciudades enteras, mientras que los terremotos y
diluvios luchaban por el segundo lugar.
Los Lulus pagaban todo su
dinero por venir y escuchar estos cuentos, que los asustaban hasta
la locura. Este temor generaba una energía de la cual Marduk
aprendió a alimentarse, y empezó a fomentar el miedo proyectando
imágenes holográficas en el cielo y creando escenas aterradoras.
Experimentó con la energía de ese temor, manipulándola y
modificándola para saciar su apetito.
Era mejor que la carne humana
y más fácil de administrar.
Las profecías se volvieron auto-realizables.
Un día terrible lo
ejércitos de Marduk cayeron sobre Nippur, la ciudad sagrada de
Enlil. Ninurta sacó sus tropas para defenderla, pero el templo y los
tronos sagrados ya estaban destruidos. Enlil respondió de una manera
implacable ordenando la destrucción de Babilonia, la ciudad
preferida de Marduk, así como de todos sus centros logísticos.
Enlil citó al consejo de guerra y se le hizo a Anu la temida
pregunta. El arma Gandiva sólo podía activarse bajo la orden de Anu
porque, una vez desencadenada, no se podía predecir el resultado.
Nergal trató de reunirse por última vez con su hermano Marduk. Si
éste renunciaba a sus pretensiones de dominio supremo, el Gandiva
permanecería inactivo. Enki, quien estaba presente con Marduk y
Nabu, parecía estar en un estado de ceguera, como si su voluntad
hubiera sido minada. Sumido en la oscuridad, Enki arrojó su ira y
frustración sobre Nergal, por lo cual la ira de éste aumentó.
Decidido a usar el Gandiva, Nergal dejó a Marduk y a su padre. Ahora
ya nada podría detenerlo.
Todos los dioses estaban conscientes de los peligros posibles del
Gandiva. Incluso Marduk sintió miedo cuando se dio cuenta de que su
hermano Nergal estaba dispuesto a usarlo.
Anu se llenó de angustia. La envidia de sus hijos había llevado a
Terra a este estado. Se dio cuenta de cuán débil se había vuelto su
hijo Enki y prefirió destruir las ciudades y el puerto espacial más
bien que permitir que todo quedara en las manos del turbulento
Marduk.
Anu y Enlil veían algo oscuro, casi perverso, en Marduk y
sus ambiciones.
Él quería apoderarse del planeta Terra, arrebatarle
el poder a Anu e incluso gobernar las Pléyades. Se había convertido
en una amenaza seria, una especie de máquina que devoraba todo lo
que encontraba a su paso. Sin sentimiento, sin corazón, sin gozo de
ser, sólo pensaba en una conquista despiadada.
Anu desencadenó el Gandiva.
"Una llamarada de luz, filosa como una
hoja de afeitar y más poderosa que el sol, con un movimiento en
forma de zig-zag. Aunque se apuntaba a objetivos específicos, esta
arma de perdición no hacía distinciones."
No sólo se destruyó el puerto espacial; muchos otros lugares
importantes para Marduk desde el punto de vista logístico
desaparecieron. La península del Sinaí fue destruida totalmente.
Pero había algo primordial que no habíamos planeado y que no
podíamos controlar: el viento.
Es irónico que el nombre de Enlil puede significar "El Señor del
Viento", pero en ese momento ni Enlil ni ningún otro dios pudo
controlar los vientos que soplaban sobre
Sumeria.
Nubes de radiación
arrasaban las llanuras matando todo ser humano y animal a su paso.
El envenenamiento por radiación desintegraba las células de sus
cuerpos, la piel caía de sus huesos, su sangre se evaporaba en los
ardientes vientos y morían en medio de un dolor agónico. Los que
estaban en la periferia fueron los que más sufrieron porque su
muerte fue más lenta. Las tierras quedaron negras con los
fuegos
nucleares y las aguas quedaron envenenadas.
A salvo en sus naves, los dioses observaban una vez más cómo su
frenesí destruía de nuevo millones de vidas. Pueblos enteros
desaparecían; animales y cosechas, puentes y zigurats se esfumaban
de la superficie del planeta, mientras Terra se agitaba
violentamente.
¿Qué habían hecho ellos?
Solamente unos cuantos
sobrevivientes permanecieron en medio de la espantosa devastación de
lo que una vez fue un planeta verde y hermoso. La violencia del Gandiva y las nubes de radiación crearon un impacto que se convirtió
en una onda que envió una señal hacia el sistema solar.
Moviéndose más allá de los últimos planetas del sol, la señal viajó
por toda la galaxia hasta llegar a otros sectores. Allende la
vastedad del espacio, la señal fue recibida por el
Consejo de la
Federación Intergaláctica.
Esos Pleyadianos que se divertían en el
planeta Tierra habían ido demasiado lejos; había que detenerlos. Un
comportamiento tan irresponsable era inadmisible. Habían alterado el
equilibrio de todo el universo.
Se hizo un llamado y todos fuimos citados al Gran Salón del Consejo
de la Federación Intergaláctica.
Nosotros habíamos estado tan sumidos en nuestro juego y en nuestras
broncas que olvidamos por completo al resto del universo. ¿Quiénes
eran estos intrusos que se atrevían a interrumpir nuestro juego?
Anu
sabía muy bien quiénes eran ellos y nos convocó a todos con
autoridad.
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XVI - INTERFERENCIA
El Gran Salón del Consejo Intergaláctico era una sala de reunión
inmensa con techos transparentes y arqueados que daban al espacio
infinito. Anu, Enlil, Enki, Ninhursag, Nannar, Ninurta, Nergal, Utu
y yo estábamos todos formalmente sentados en el círculo del Consejo.
Marduk no quiso asistir. De repente yo me sentí pequeña y me alegré
de que Anu estuviera allí, pero hasta él parecía disminuido en este
lugar. La sola presencia de los miembros del Consejo nos volvió
humildes, un sentimiento al que no estábamos acostumbrados.
Los Doce Superintendentes del Consejo eran una muestra
representativa de las galaxias. En el auditorio había cientos de
otros representantes de todo el universo. ¡Tantas especies!
Había
miembros de Sirio, Andrómeda, Orion, Arcturo y muchos otros sistemas solares.
Los Etéreos estaban muy bien representados. Ellos tienen una
frecuencia vibratoria muy alta. A veces se ven sólidos, otras veces
transparentes o translúcidos y se dice que están por encima de la
polaridad, aunque yo todavía no he experimentado ese estado. Yo no
sabía por qué, pero parecía que los Etéreos tenían la última palabra
en la conducción de la reunión.
También vi seres que eran esferas o bolas de luz y volaban alrededor
de ti, transformándose en los colores del espectro; primero dorado,
después rosado o turquesa.
Poseían la habilidad singular de entrar
dentro de ti con permiso, de llenar tus células con luz y, por medio
de esto, conocer la suma total de tu ser. Me pareció que esto era
una manera muy interesante de comunicarse. Yo estaba feliz con todas
estas nuevas experiencias cuando la disposición de ánimo en el Salón
cambió.
Cuando Anu se puso de pie delante de Los Doce, de ellos salió
simultáneamente un sonido el cual se convirtió en palabras que
fueron claramente entendidas por cada raza:
"¡NO INTERFERENCIA!"
No interferencia es la ley del universo del libre albedrío y
nosotros, dijeron Los Doce, habíamos violado esta ley al interferir
directamente en la evolución de una especie.
La ley afirmaba que era
posible ayudar a la evolución de los seres si, y solamente si, ellos
solicitaban esa ayuda. Alterar su ADN y romper los campos
electromagnéticos de un planeta entero con el arma Gandiva era algo
monstruoso e ilegal.
Yo pensaba para mí que este concepto de libre albedrío debía ser
como el mercado libre en Terra: es solamente libre cuando les sirve
a los que están en el poder. Me parecía que este Consejo estaba
tratando de presionarnos al interferir con nuestro libre albedrío.
Para el Consejo era obvio que no entendíamos muy bien, de modo que
nos explicaron cuidadosamente que no nos iban a castigar, a volar en
pedazos o a confiscar nuestros juguetes. Con todo, algo nos
sucedería. Un estado de conciencia, una energía, una disposición de
ánimo que reflejaba la totalidad de nuestras acciones en Terra
llegaría hasta nuestro mundo. Esta energía lentamente pero con
certeza ahogaría la creatividad y espontaneidad de nuestras vidas.
Nos veríamos bloqueados, incapaces de evolucionar.
El Consejo llamó
a esta energía la Pared. Claramente explicaron que nosotros no
éramos víctimas, que nosotros mismos habíamos creado esta Pared. Era
nuestro propio invento. Nosotros no les creímos.
También nos prohibieron rotundamente usar el Gandiva otra vez. El
hacerlo se consideraría como un acto de guerra y pagaríamos las
consecuencias. Si nosotros no creíamos que sus armas eran más
poderosas que las nuestras, tal vez nos podrían mostrar hologramas
de otros grupos errantes que habían sido aniquilados por violar la
ley. Agregaron que sus armas no solamente destruían civilizaciones
sino que eran tan poderosas que podían vaporizar las almas de los
habitantes.
¡Ellos nos podían regresar a la mente del
Primer Creador
para no existir más, no nos darían la posibilidad de encarnar en
ninguna forma! Por mi bello cuello azul subió un escalofrío.
El Consejo continuó diciendo que más tarde en nuestro desarrollo
sería obvio para nosotros que habíamos estado en la fase
adolescente.
Desavenencias como las de Enki y Enlil pasarían con el
tiempo y habrían servido para un fin. Mientras tanto no se nos
permitiría destruir planetas o fracturar el tiempo con estas
explosiones. Recordad. Ellos concluyeron con la palabra ¡RECORDAD!!!
Anu estaba visiblemente aturdido; yo nunca lo había visto así. Yo
traté de hablarle pero él ni siquiera me notó. Anu regresó a Nibiru,
Enki y Enlil volaron a la estación orbital. Los tres quedaron en
comunicación permanente.
En medio de todas las discusiones y reparos, donde cada hijo culpaba
al otro, apareció en nuestras pantallas de comunicación un mensaje
urgente: Marduk había sitiado todo el sistema solar Pleyadiano.
Durante muchos años en secreto había fabricado ejércitos de clones y
los había entrenado en un planeta abandonado.
El temor que había
aprendido a sacar de la raza humana le servía ahora como alimento y
energía para apoyar este proyecto impresionante. Con un ataque
sorpresivo entró a las Pléyades y destruyó la monarquía gobernante.
Ahora tenía todo bajo su tiránico control y le ordenó a Anu que se
rindiera o de lo contrario destruiría a Nibiru. Anu escapó con Antu
a un sistema vecino.
Todos estábamos sobresaltados. Enki y yo volamos con Matali al
centro de la Tierra para escondemos en el profundo mundo subterráneo
del Reino Serpiente, donde estaríamos a salvo de los restos de la
radiación del Gandiva. Enlil salió para unirse a su padre Anu. Los
dos estaban decididos a desarrollar un plan para recuperar a Nibiru
y liberar a las Pléyades.
A salvo, y más allá de las frecuencias de tiempo del planeta
desolado, nuestra familia observaba con horror cómo Marduk empezaba
a apoderarse de lo que quedaba de Terra y sus habitantes. Con el
tiempo se apoderó de su planeta. No utilizó ejércitos para
conquistar Terra, usó la propaganda.
Los sacerdotes de Marduk
acusaron a Enlil de desatar el terrible Gandiva contra los
indefensos humanos. Era, después de todo, la verdad y por eso Marduk
hizo que los habitantes de Terra se volvieran en contra de Anu y
Enlil.
Marduk hizo todo lo posible por difamarme. Decía que yo era una
bruja malvada que devoraba a los hombres y convertía mujeres
inocentes en prostitutas. Como codiciaba mis templos y las tierras
que poseían mis sacerdotisas, inició una campaña de difamación para
destruir a estas mujeres. Mis sacerdotisas, quienes estaban muy bien
entrenadas en negocios y en las artes, fueron acusadas de magia
negra, de lanzar conjuros por toda la tierra.
Siempre que algo salía
mal, ya fuera una tormenta o una falla en las cosechas, les echaban
la culpa a mis mujeres. Y Marduk se encargó de que muchas cosas
salieran mal. Mis bellas sacerdotisas fueron encarceladas,
golpeadas, torturadas, violadas y quemadas vivas. Se confiscaron
todas sus propiedades. Marduk se estaba vengando de mí, la que
ordenó que lo enterraran vivo.
En el Reino Serpiente, yo yacía en una pequeña cama en un cuarto
cómodo pero no me daba cuenta de lo que había a mi alrededor. En el
ojo de mi mente vi cómo los hombres de Marduk desfiguraban y
mutilaban mis templos.
Todas las imágenes de las diosas fueron
reemplazadas por la suya propia. Talló su nombre en piedra por
encima del mío y reescribió la historia, convirtiéndose a sí mismo
en el héroe de cada cuento y leyenda. En medio de una agonía
impotente vi cómo mis sacerdotisas sufrían todo tipo de
humillaciones. Hay tantos cuentos de hadas sobre vírgenes a las que
se llevan los dragones y las encadenan en cavernas oscuras. Estas
historias están basadas en la verdad, pero no había ningún caballero
en armadura que viniera a rescatar a mis bellas sacerdotisas.
Marduk no se detuvo con mis mujeres; no estaría satisfecho hasta que
aplastara a todas las mujeres. Para lograr esto, usó a los hombres.
Les dijo a los humanos varones que ellos eran superiores, que la
mujer había sido creada de la costilla de un hombre para que le
sirviera. Mentiras, mentiras salían a borbotones de la boca de los
sacerdotes de Marduk.
A medida que las mujeres perdían su posición de respeto, los hombres
a su vez perdían parte de sí mismos. Las cosas no volvieron a ser
iguales. Incluso hacer el amor se convirtió en una guerra. Como
Marduk quería más súbditos para controlar y más energía del temor
que se generaba, fomentó la procreación de sus súbditos.
En
la
Luna
de Terra colocó un aparato electromagnético que conectaba la
ovulación femenina con sus ciclos. Ni siquiera los animales de Terra
se podían preñar con tanta frecuencia como sus mujeres. Marduk
quería producir el temor como una mercancía, así que les ordenó a
los Lulus que se multiplicaran. Esto le daría más súbditos para
tiranizar y así podría generar más energía a partir de su temor.
El temor se convirtió en la mercancía más valiosa para Marduk. El
temor imperaba: temor a la muerte, temor al castigo, temor al
conocimiento.
Con una fuente tan ilimitada, Marduk podía alimentar a
sus legiones de clones y Terra se convirtió en una central eléctrica
para Marduk y sus tiranos.
Y tiranos eran; desde los gobernantes de los países hasta los
administradores de compañías, la tiranía era la ley. Imponer la
voluntad de uno sobre otro era la expresión más altamente valorada
de la vida humana. Con la tiranía llegó su amiga, la avaricia. Y
como nadie puede estar cerca de aquellos que controla, las cosas,
los trofeos de la conquista y el control reemplazaron al amor.
El
placer se definía en términos de posesión y los objetos reemplazaron
a la intimidad.
Desde el Reino Serpiente, yo vi el futuro de este
mundo proyectarse ante mis ojos. Vi cómo Marduk se volvía más y más
astuto en sus técnicas de control y de generar temor sobre los
Lulus (léase, los "humanos"). Sacerdotes y políticos desfilaban delante de mí; los estilos
cambiaban, pero la tiranía fundamental permanecía intacta. Una garra
invisible se esparció por las mentes y almas de los habitantes de Terra.
La Inquisición, el sistema feudal, cientos de "ismos" que
prometían esperanza venían y se iban. La industrialización trajo
consigo el trabajo vacío, aumentó el materialismo y contaminó las
aguas, la tierra y los alimentos.
Marduk perfeccionó la manipulación con la llegada de los medios de
comunicación:
televisión y periodismo. Repetidamente los humanos
eran entrenados para adorar algo fuera de sí mismos; no se les
animaba a mirar hacia adentro.
Siempre había alguien allá para
adorar, alguien que era mejor y más elevado. Dudando de sí mismos,
los Lulus escuchaban sin cesar a los "expertos", quienes a su vez se
contradecían entre sí aumentando de este modo la confusión.
Los humanos que lograban pensar por sí mismos eran excluidos como
desadaptados, eran castigados o en el mejor de los casos los hacían
sentir culpables. Si uno lograba algo, los otros se sentían
inferiores y se fomentó el sentimiento de culpa. La psicología se
hizo popular y los humanos les daban el dinero a aquellos que
escuchaban sus sentimientos de culpa y temor durante horas, días,
años.
Para Marduk la culpa era tan nutritiva como el
temor.
Si había una escasez de temor Marduk ocasionaba una hambruna, un
terremoto o un huracán. Esto podía ser real como suceso real en la
naturaleza, o podía simplemente ser un holograma o un programa de
televisión.
Desde mi pequeña cama, el futuro de Terra se veía desalentador.
A medida que viajaba por el tiempo, de repente empecé a comprender
como un rayo que golpeaba mi cerebro cansado, que Marduk éramos
nosotros.
Él era el inconsciente colectivo de la familia
de Anu
proyectado sobre Terra. Lo habíamos creado del mismo modo como
habíamos creado todo lo de nuestras vidas. Cada uno de nosotros
había dado a luz a Marduk en esta dimensión.
Obviamente, si lo
habíamos creado, también podíamos deshacernos de él. ¿Pero cómo?
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XVII - DESCENSO
Fui a ver a mis amigos Matali y Tara y les dije que deseaba regresar
a ver a la Vieja Mujer Serpiente. Tara me guió hacia sus cavernas y
ella no pareció sorprendida de verme. Aunque no pronunció palabras,
yo comprendí que debía emprender un viaje sola.
La sabia dama me condujo a un túnel oscuro. En el extremo del túnel
vi un óvalo transparente, como una matriz rodeada de una cáscara
translúcida de luz suave incesante. Entré y me senté durante un
tiempo que me pareció una eternidad. No sucedió nada. Empecé un
programa de austeridades, disciplinas para elevar mis frecuencias
por medio de la concentración. Respiré, originé tapas, calor divino,
ayuné. Me paré estática sobre un dedo del pie durante dos mil años;
me postré, lloré. Mi alma se derramó hacia ese óvalo a medida que el
silencio me abrumaba.
No obstante, nada sucedía. Repasé mi vida como Inanna. Todo lo que
había sido o hecho pasaba a través del ojo de mi mente. El deseo
vehemente de verdad y conocimiento abrumó todo mi ser y mi cuerpo
hermoso se levantó y se sacudió en medio de sollozos y desespero.
Finalmente, olvidé el desespero y me perdí en un calor de fuego,
mientras sacrificaba mi orgullo y ya no sabía quién era.
El ego de Inanna se desvaneció.
A medida que toda identidad caía de mi ser como las lágrimas de mis
ojos, se empezó a formar una luz frente a mí. Lentamente, esta luz
asumió la forma del ser más exquisitamente bello que yo haya visto.
No era ni hombre ni mujer, pero su forma era humana. Estaba
compuesta de miles de lucecitas que disparaban y se movían
constantemente en colores cambiantes.
El rostro era el rostro de mil
seres e irradiaba todo lo que yo esperaba poder ser; gracia,
sabiduría y cualidades para las cuales no tengo palabras.
"¿Cuál es tu nombre?", pregunté.
El Ser contestó de esta manera:
"Tengo muchos nombres de una multitud de experiencias y estados de
ser, pero mi verdadero espíritu, donde reside mi alma no es más que
una frecuencia de luz, no es un nombre. Yo soy lo que no puede ser
nombrado. Si buscas darme un nombre, di que soy Altair de Alción,
Estrella de Estrella. Yo soy aquello que tú siempre has sido.
"Tu deseo vehemente de la verdad me ha traído acá. Estos son los
momentos de tu despertar; atesóralos. La revelación se está dando
ahora en esta escapada del tiempo. Tú eres un sistema de reacción.
Yo me conecto contigo. He estado alineando tus circuitos para que
haya una mejor recepción. Armonízate conmigo.
"Recuerda, amada. Recuerda tu verdadero Hogar. Cuando el tiempo
comenzó para ti, eras una luz blanca pura. Ahora tú tienes muchos
colores, muchos matices, muchas experiencias. Flotas a través de un
mar de infinitud, latiendo belleza. Te amo inmensamente".
Sentí que una brisa suave acariciaba mi cuerpo. El inmenso amor de
este ser me rodeó sanándome y secando mis lágrimas. Me sentí más
ligera y por mi cuerpo corrieron ondas de suprema alegría.
El ser habló de nuevo:
"Te amo, Inanna. NUNCA te juzgué. Me regocijé con tus logros, con tu coraje. Lloré cuando tú lloraste. Busqué sabiduría en tu belleza. Te apoyé en tus horas más difíciles. Nunca estuve separado de ti.
Te permití ir por los caminos que
escogiste para que me trajeras experiencias. ¿Haría cualquier ser menos por su hijo, su creación?
En apacibilidad de nuestro encuentro, me abro a ti. Me apresuro a ti para llenarme dentro de ti y de ti.
Tú eres mi creación y con ansiedad he esperado tu retorno. Sin exigir tú vuelves a mí, suavemente como las flores siguen al
sol. ¡Oh amada mía, unidos estamos! Desde todos los senderos y caminos, a través de los largos y solitarios corredores del tiempo, como las corrientes de la Tierra, como la sangre que fluye por tus venas, nos encontramos en el corazón. Para quemarnos allí en los fuegos de nuestra Realización".
¡Así era! Yo estaba encendida, todo mi ser ardía en amor y
experimenté un éxtasis que nunca antes me había imaginado.
En
silencio, el ser transportó un entendimiento a mi mente. El amor se
vació dentro de mí con una fuerza de pasión indescriptible. Dentro
de mi corazón sabía lo que haría. El calor del fuego me cambió para
siempre.
Vi mi futuro. Descendería hacia la forma humana, me convertiría en
un humano e intentaría activar el gen divino en mis Proyecciones,
los seres humanos que yo había creado. Me separaría en porciones
variables y asumiría muchas encarnaciones. Me atrevería a ser
vulnerable y a nacer en la carne humana. Escogí una gama de
experiencias a través de castas particulares.
Aunque iba a descender
al tiempo de la Tierra, yo sabia que este Ser de Luz estaría conmigo
siempre y que ya nunca estaría sola.
Tengo que admitir que al principio estaba un poco renuente a
encarnarme en la forma humana. Yo sabía exactamente qué se le había
hecho al ADN humano y cuán difícil sería recordar quién era una vez
estuviera encarnada. Pero yo estaba decidida.
Decidí comenzar lentamente.
En las montañas del Himalaya vivía un
grupo de humanos que se habían reunido en búsqueda de la sabiduría.
Con la oración y la meditación ellos esperaban que les llegara una
visión que les mostrara la verdad. A manera de experimento, produje
una imagen holográfica de mí misma un poco modificada y me les
aparecí.
Llevaba puesta una túnica blanca y me rodeé de una modesta
cantidad de luz. Me enfoqué en el pensamiento de amor que me mostró
el Gran Ser en el óvalo. Concebí una columna de luz que salía del
óvalo, pasaba a través de mí hacia las montañas y a los corazones y
mentes de estos buscadores.
Su inocencia y gratitud me impulsaron a amarlos, y mientras más los
amaba, más sólida me volvía. Tenía un poco de miedo, pero no podía
evitar amarlos. Su gozo era una apacibilidad que nunca había
conocido. A medida que mi densidad física aumentaba, yo sabía que
rápidamente olvidaría y no recordaría quién era ni qué había venido
a hacer aquí. Pensé en todos los otros en los que me convertiría. La
fuerza de mi amor y compasión puso en movimiento cien vidas,
mientras yo, Inanna, disfrazada de Lulu, descendía a Terra para
experimentar todas las limitaciones de la carne y de la sangre.
Yo esperaba encontrar que mi tarea iba a ser fácil, una aventura
más. Después de todo, yo como Inanna era de una frecuencia de tiempo
diferente y estaba acostumbrada a viajar en el tiempo ¿Qué tan
difícil podría ser? No obstante, fui demasiado optimista.
La
densidad de las frecuencias de la Tierra, aunada a un cuerpo cuyo
ADN desactivado solamente permitía un décimo de su función cerebral,
me dejaron abrumada por los cinco sentidos. La confusión y el temor
me invadieron vida tras vida. Las técnicas de lavado cerebral de Marduk, la propaganda y el control por medio de las frecuencias
fueron demasiado para mí.
El sistema religioso de la época
simplemente me aplastaría y yo me perdería.
Como hombre, escogí la vida de un sacerdote en
Atlantis.
Yo era el
guardián de los cristales sagrados. Me enamoré de una virgen santa,
la violé y mis compañeros me ejecutaron. En la antigua Irlanda me
convertí en un poderoso guerrero. Esgrimiendo mi hacha, decapité a
miles de hombres y amontoné sus cabezas al frente de mi castillo
como ostentación de mi riqueza.
Empecé a beber en exceso y golpeaba a mi esposa. Un día mientras
dormía, mi esposa y mi hermano persuadieron a mi hijo de que me
cortara el cuello, robando de esta forma mi vida y mi riqueza.
En
Egipto me convertí en el bibliotecario de la gran tienda de los
papiros y las tablillas de arcilla de Alejandría. Como le temía a
todo sentimiento, vivía solo en medio de la palabra escrita. Morí
como un hombre rígido y solitario cuando los soldados romanos le
prendieron fuego a la biblioteca.
Como mujer, fui una bailarina en Cachemira. Esto lo hice en honor de
mi amiga Tara. Era una huérfana que llegó al palacio gracias a la
danza y decidió educarse aprendiendo lenguas y arquitectura. Era muy
admirada por los hombres, pero las mujeres del harén me despreciaban
y me envenenaron. En el occidente de América fui una niña india que
montaba en ponis y cazaba en las praderas.
Mi nombre era Doncella
del Cielo y, comunicándome con las estrellas, bendije la Tierra con
las energía de los cielos. Enamorada de un indio valiente y buen
mozo, Pluma de Fuego, morí al dar a luz cuando un curandero
supersticioso me amarró al piso de mi tipi.
En España me convertí en
una hermosa mujer judía. Durante la Inquisición fui encarcelada,
torturada y quemada viva. Antes de morir bajaron ángeles para
liberarme de mi cuerpo y mi dolor.
Me convertí en muchos seres. Experimenté la vida como hombre y como
mujer. Recorrí los mismos caminos que los humanos han recorrido.
Sentí lo que ellos han sentido, la misma esperanza y el mismo
desespero. Tuve un niño en mis brazos; fui una niña huérfana.
Degollé a muchos hombres y amé a muchos otros.
Me pregunté
amargamente, ¿qué importaba? ¿Qué importaba nada?
Suplicando ayuda, me senté sobre el piso frío y miré firme y
vehementemente a las estrellas.
Traté de recordar.
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XVIII - PARA LOS NIÑOS
Ninhursag se unió a su hermano Enki en el Reino Serpiente. Desde
allí ellos observaron mis encarnaciones humanas con profundo
interés.
Los dos habían creado la especie humana hacía mucho tiempo
y sabían sobre la posibilidad de activar los genes "divinos" a pesar
del velo que representaba el control de Marduk.
Mi tía abuela Nin
estaba muy entusiasmada con el potencial ilimitado que yacía latente
dentro de cada ser humano. Ella siempre había amado a sus Lulus y
Enki los había salvado de su total aniquilación después del diluvio
y quería una oportunidad para ayudarles otra vez. Además, el desafío
de esta empresa le parecía muy seductor. De modo que Enki y
Ninhursag se me unieron en el descenso hacia la forma humana.
Todos sabíamos sobre los peligros que nos esperaban. Era posible que
no recordáramos quiénes éramos; posiblemente nos perderíamos.
Prometimos ayudarnos mutuamente a recordar cuando fuera y del modo
que fuera posible. Otros dioses siguieron nuestro ejemplo. A mi
madre Ningal y a mi padre Nannar se les unieron mi hermano gemelo
Utu y su esposa. Ninurta siguió a su madre Ninhursag porque quería
protegerla. Incluso mi media hermana Ereshkigal y su esposo Nergal
escogieron encarnar como humanos.
Muchos otros descendieron a sus
propios linajes, encarnándose en aquellas estirpes que habían creado
y de las cuales ya eran parte.
En cuanto a sus experiencias, tendrán que preguntarles.
Tal vez
ellos son ustedes.
El Consejo Intergaláctico estaba muy impresionado por nuestro
compromiso valiente de remover la Pared. El aburrimiento se puede
convertir en una motivación efectiva. Del Consejo salió otro mensaje
que tenía que ver con el planeta Terra. A Marduk y sus seguidores se
les transmitió una versión especial.
Nadie que esté por fuera de las frecuencias de Terra debe interferir
en ella. Era necesario dejarla sola, permitirle que evolucionara sin
intervención hasta el fin del año 2011 D.C. Terra sería protegida
por un batallón de naves de todas las partes de las galaxias apoyado
por el Consejo.
Este acuerdo terminaría en el año
2012 D.C, año en el cual Terra
experimentaría una división dimensional y se separaría en dos
dimensiones definidas.
Cuando en el universo las disputas no se
podían resolver pacíficamente, tales conflictos se dirimían por
medio de una separación dimensional. El tiempo y la realidad física
son muy similares a las capas de una cebolla. Los mundos pueden y,
de hecho, existen dentro de otros y las existencias dimensionales se
sobreponen y se entrelazan.
Esta separación sería apenas perceptible a los habitantes de Terra y
a todos se les daría suficiente tiempo para escoger entre las dos
dimensiones. La naturaleza individual de cada ser humano tomaría la
decisión.
Nadie escogería por otra persona.
-
Una Terra contendría las frecuencias de la llamada
Luz y existiría
dentro de lo que se llama la cuarta dimensión. En esta dimensión los
pensamientos que tuviera un individuo tomarían forma porque cada
pensamiento se manifestaría instantáneamente y cada uno llegaría a
la conclusión de que es el creador de su propia realidad. Todos los
habitantes de Terra sabrían que ellos solos fueron responsables de
todo y a cada uno se le garantizaría el derecho inherente a ser
soberano y a crear.
-
La otra Terra quedaría en manos de Marduk y sus tiranos. Aquellos
que quisieran que se les dijera qué hacer, cómo pensar y que no
quisieran ejercer su derecho a elegir, permanecerían bajo su
control. Los seres podrían continuar experimentando la vida bajo el
escudo de sus reglas a medida que la tiranía continuaba reinando y a
Marduk se le permitía tener su propia experiencia. Parecía que había
muchos que estaban contentos de tener a alguien que pensara por
ellos y había muchos que querían continuar adorando algo que
estuviera fuera de ellos.
Cuando Terra se convirtiera en dos mundos diferentes, no habría
juicio.
Un día los humanos sencillamente se encontrarían en la
dimensión que mejor les acomodara y apenas notarían el cambio,
aunque podrían quedar algunos vagos recuerdos, incluso unos cuantos
mitos en cuanto a un pasado lejano.
En el ínterin, el Consejo y los Etéreos quedarían como guardianes
sobre Terra. No habría guerras ni se permitirían conquistas desde el
espacio. Claramente había muchas otras civilizaciones de otros
sectores que también pretendían apoderarse de Terra. Muchas
aseveraban que también habían dejado sus semillas en un pasado muy
lejano y regresaban a recobrar sus derechos. Parece que este pequeño
planeta azul es muy valorado por muchos.
Sin duda en Terra debe de
haber algo más precioso que el oro.
De alguna manera todos hicimos trampa. Nosotros sí interferimos.
Entramos en cuerpos humanos para tratar de activar el gen "divino".
Nosotros queríamos fomentar el pensamiento original y promover
también una rebelión contra la tiranía.
No obstante, nos dimos
cuenta de que era algo muy difícil y a menudo nos ejecutaban de
maneras horrendas por estas acciones subversivas. Tuvimos éxito en
la creación de algunos hologramas inspiradores, algunas visiones
edificantes y otras experiencias "santas". Y a algunos de sus
mejores pensadores les entregamos algunos secretos tecnológicos.
Por supuesto Marduk también hizo trampa. Con el fin de ganar
conversos, generó muchos hologramas aterradores. Él se especializaba
en separar la religión del resto de la vida y dio origen a muchas
formas de adoración con numerosas burocracias para gravar y gobernar
a los Lulus. Creó una nueva religión que no tenía nombre oficial
pero que se conocía como el consumismo. Hombres y mujeres llegaron a
considerar las cosas como más importantes que las personas. A la
gente se le medía por el número y la cantidad de sus posesiones.
Un altar, una caja electrónica que emitía imágenes, se instaló en
cada hogar para entrenar a la gente a adorar las cosas y adquirir
más de ellas.
Este altar consumía la mayor parte del tiempo de la
gente. El resto del tiempo se utilizaba para conseguir dinero para
comprar cosas. A los niños se les dejaba solos en casa frente al
altar, mientras sus padres se dedicaban a la búsqueda de más
posesiones. Sólo unos pocos se dieron cuenta de cuán vacía se había
vuelto la vida.
Marduk tuvo cada vez más éxito.
Cuando los Etéreos se enteraron de la estrategia del altar,
decidieron enviarle a la gente de Terra un regalo. Desde el centro
de la galaxia, empezaron a transmitir una onda de luz que fue muy
suave al principio y que luego aumentó su magnitud y rodeó a Terra.
Empezaron a aparecer nuevas formas de pensamiento que a menudo
dejaban perplejos a los padres.
La gente bailaba en las calles como
tribus primitivas gritando,
"¡Hagamos el amor, no la guerra!"
Muchos
otros empezaron a buscar la soledad y tiempo para mirar hacia dentro
de sí mismos.
La onda continuó. Los hombres adultos declaraban su derecho de
sentir y las mujeres afirmaban que eran iguales a ellos. Los
estudiantes jóvenes se ponían de pie frente a enormes armas y
reclamaban su derecho a escoger, a ser libres. La gente acudía a
defender a
La Madre Tierra, que había sido envenenada de un modo
inmisericorde en el siglo veinte.
Algunos aseveraban que hablaban
con los delfines y otros animales buscando defenderlos.
La onda crece y crece...
Yo, Inanna, aparentemente perdida aquí en un
extraño cuerpo terrestre, me abro hacia esa onda. Cada día me
esfuerzo por recordar.
En algún lugar en el tiempo, veo una niñita azul que corre a lo
largo de un piso de lapislázuli, y su risa viene a mi recuerdo como un
eco. Sé que debo recordar. Si yo puedo hacerlo, sin duda todos
podemos. La acción de recordar y de despertar seguramente se
esparcirá como un fuego fatuo a través del mismo aire que
respiramos. Yo me abro a la onda.
Algunos días me confundo, pero este acto de recordar crece
firmemente dentro de mí. Hay una visión de un Ser de Luz que me ama
y yo puedo sentir ese amor. Hay Esferas de Luz que a veces vuelan a
mi alrededor. La onda se vuelve más fuerte; escucho los sonidos del
cambio. Cada célula de mi cuerpo empieza a vibrar con el cambio a
medida que se me revelan misterios fascinantes.
Yo recuerdo... yo recuerdo, las ondas agradables del amor y del
perdón fluyen por mi cuerpo, hacia mi mente, a mi corazón y yo
recuerdo. Entonces estamos aquí en Terra con ustedes esperando el
tiempo de la elección. Nosotros, quienes los creamos, enviamos
nuestro amor a todos nuestros niños. Nosotros quienes creamos a
Marduk queremos que lleguen a ser como los "dioses", ¡pero Mejores!
Queremos que recuperen lo que les arrebatamos hace muchos eones; su
poder, el poder de confiar en ustedes mismos. La onda es para cada
ser humano que está en este plano.
La onda es nuestro amor para
ustedes, nuestros niños.
Venimos a ustedes en la noche con los sueños, en el canto de los
pájaros, en la caricia del viento, en el murmullo de las hojas en el
aroma de las flores, en la risa de los bebés. Los seguimos por los
corredores del tiempo y cuchicheamos en sus corazones, ¡Amado
despierta. Sabe quién eres!
Y sobre todo, les enviamos amor, porque
el amor es el poder más grandioso de todos.
A medida que empiecen a descubrir su poder de creación, de vez en
cuando piensen en mí y en mi insensatez. Piensen en Ninhursag y
Enki, en todos nosotros.
Recuerden nuestra historia, y diviértanse
tanto como nosotros.
En cuanto a mí, vi al hombre más interesante y fascinante en el
Consejo Intergaláctico. Nunca he visto a un hombre como él, y
después de que supere este asunto de la Pared, creo que lo buscaré.
Quizás ahora me preste atención. Ya no soy la misma. Quizás me lo
encuentre en el "Bar Etéreo", o en el séptimo plano de los Bardos.
Quizás la vida apenas comienza para mí, Inanna.
Fin de la primera parte
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ÍNTERIN
Una hermosa mujer, una diosa, duerme sobre un dragón dorado. El dragón silba, sus ojos irradian un rojo intenso en medio de la
oscuridad. La mujer yace debajo de una gruesa manta de terciopelo,
sus brazos están inertes, sus delicados dedos están quietos y silenciosos. Su piel es azul cremosa, caliente y suave. Sus ojos almendrados se mueven imperceptiblemente detrás de párpados cerrados y pestañas largas. Ella duerme. Ella sueña.... Sentada sobre una nube, ella flota en el cielo mientras
miles de hombres y mujeres se postran ante ella en adoración. ¡Inanna!. gritan ellos.
¡Oh, Reina del Cielo! gritármelos. ¡Ante ti nos inclinamos!
De pronto, detrás de ella, aparecen serpientes venenosas. Salen de ella retorciéndose y se arrastran hacia las multitudes. Primero serpientes, luego dragones, después demonios. Devoran a sus adoradores. El terror inunda el aire. La sangre manchó, la tierra. ¡No!, grita la diosa. ¡No! Yo soy ustedes. ¡No me adoren! ¡No! Ella se deja vencer por la angustia Respirando con
dificultad, despierta tiembla y llora ¡No! Gotitas de sudor abren su cuerpo. ¡No! Por su bella
cara corren las lágrimas. El dragón silba…
y guarda silencio otra vez.
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