Neo: No puedo volver atrás, ¿no? Morpheus: No. Pero si pudieras, ¿de verdad querrías hacerlo?... Te debo una disculpa. Tenemos una regla: Nunca liberamos una mente que ya ha alcanzado cierta edad. Es peligroso, la mente tiene problemas para dejarse ir. Lo he visto antes, y lo lamento. Hice lo que hice... porque...
¡Lo tenía que hacer...!
el humo de Satanás
ha entrado
en el Vaticano.
en su homilía del 29 de junio
de 1972
Eran frecuentes las encíclicas papales condenando la masonería y toda suerte de sociedades secretas, excomulgando a cualquier cristiano que adhiriera a ellas. La causa que más se publicitó acerca de ese enfrentamiento era que la Iglesia percibía que las sociedades secretas practicaban rituales y creencias de origen pagano.
Pero en realidad, y con mucha más fuerza desde la fundación de los Illuminati de Baviera, de la cual, como hemos dicho, desciende la orden Skull & Bones, era fácil percibir que el motivo de la lucha sin cuartel no era otro que una pugna mortal por el poder. Esa sociedad secreta en realidad aborrecía la serie de rituales ocultistas que muchas logias masónicas practicaban.
Más aún, su fundador, Adam Weishaupt,
había entrado y salido de la masonería antes de crearla, disgustado
con la pérdida de tiempo que representaban esas creencias. Sólo
accedió a volver a ingresar a la misma cuando su mecenas, Meyer
Amschel Bauer - fundador de
la dinastía Rothschild - se lo
exigió con la maquiavélica idea de liderar una poderosa fuerza
supranacional de personas bien conectadas en todo el mundo a fin de
infiltrar la fuerza del poder financiero en las diferentes naciones.
Por lo tanto se asociaban secretamente para llevar a cabo sus objetivos.
Buena parte del financiamiento que
recibieron tanto los científicos e investigadores como los medios de
comunicación en siglos pasados provenía de miembros de esas
sociedades, quienes por medio de la ciencia y la prensa deseaban
demostrar que las doctrinas religiosas del Vaticano eran equivocadas
y que las casas reales europeas no tenían "derecho natural" alguno a
ocupar sus lugares.
Es por esta causa que en general estaban - y están - compuestas por partidarios acérrimos de la forma republicana de gobierno.
Ello no era producto de un deseo democrático genuino para liberar a las masas de la opresión que podían padecer por el poder muchas veces abusivo de reyes y papas, sino como alternativa política para alzarse con el poder.
O sea, no fue la beneficencia ni ningún
ideal progresista lo que las impulsó a apoyar financieramente la
serie de revoluciones que determinaron los cambios políticos en
Europa y los Estados Unidos hacia la forma republicana de gobierno,
sino el propósito práctico de demoler el poder de los rivales. Así
nacieron lo que hoy llamamos democracias.
Es por eso que la poderosa sociedad secreta de los Carbonari - heredera de los Illuminati de Baviera - situada en Francia e Italia, elaboró a principios del siglo XIX un meticuloso documento titulado "Instrucción Permanente de la Alta Vendita" por medio del cual se insta a sus miembros, y a los miembros de otras sociedades, a llevar la lucha contra la Iglesia hasta su definitiva destrucción.
Ésta, principalmente a través de los papas Pío IX y León XIII, respondió con durísimas encíclicas que otros papas posteriores citaron repetidamente o profundizaron hasta que, principalmente luego de la Segunda Guerra Mundial, poco y nada hicieron para impedir su avance.
Más aún, durante el largo papado de Juan Pablo II, el tercero más largo de la historia, prácticamente ningún documento fue elaborado en el Vaticano contra la actividad de su antiguo enemigo mortal.
¿Por qué?
Durante el largo pontificado de Karol Wojtyla, Ratzinger actuó como su mano derecha y hasta se lo sindicaba como el real "cerebro" del papado de Juan Pablo II, quien entre 1978 y 2005 habría tenido suficiente tiempo como para designar su sucesor al haber nombrado, en esos 27 años, una abrumadora mayoría de los cardenales que lo elegirían.
Obviamente, Juan Pablo II eligió cardenales filosóficamente afines a su agenda conservadora, factor que ha hecho perder ascendencia a la Iglesia Católica sobre sus fieles, la mitad de los cuales se concentra hoy en América Latina, y una parte importante restante en Europa.
Esa pérdida de ascendencia es un hecho
muy deseado por
la elite, socia y creadora de las sociedades
secretas, dado que una Iglesia muy cercana a la gente podría
resultar un enemigo muy digno de la agenda globalizadora de la
elite.
Como se observa, el catolicismo no es - mejor dicho, no era hasta hace décadas - precisamente el tipo de religión más consonante con las reglas de Leo Strauss, al haber sido algo mucho más que una religión: una verdadera institución terrenal con el poderío suficiente para disputar durante casi veinte siglos el poder de los más importantes reyes europeos.
Pero ésta también resultó muchas veces
una maquinaria recaudatoria de dinero mediante nefastos mecanismos
como la Inquisición o diversos impuestos, cuyas víctimas resultaban
precisamente los incipientes miembros de las burguesías, hermanados
en sociedades secretas.
Sin embargo, hay un dato clave acerca
del cardenal alemán que casi no fue divulgado por la prensa, pero
que muestra muy claramente dónde está situado en este milenio, más
allá de lo que haya hecho o pensado en la década de 1940.
Pocos meses antes de las elecciones, Joseph Ratzinger envió un memorando confidencial a todas las diócesis católicas estadounidenses en el que decía textualmente:
La posición abortista de Kerry era
conocida en todos los Estados Unidos, y la Iglesia Católica, con la
firma de Ratzinger, le retiraba todo el apoyo de sus propios
círculos norteamericanos, mientras que Bush gozaba del de los
influyentes círculos protestantes.
O sea, Ratzinger no sólo intervino políticamente retirando todo apoyo a John Kerry, sino que en forma abierta proclamó a sus fieles estadounidenses que el Vaticano no consideraba los actos más salvajes de George W. Bush como las guerras de Afganistán e Irak, o su récord de condenas a muerte como gobernador de Texas, como actos reñidos en sí mismos con la moral de la Iglesia Católica.
En suma, el cardenal Ratzinger, con el tácito permiso del entonces papa Juan Pablo II - que no podía desconocer la cuestión y a quien Ratzinger pretende nombrar santo en tiempo récord - bendijo la candidatura de Bush y convirtió en anatema la de Kerry.
¿Y quién fue el principal diseminador en los Estados Unidos de esta misiva electoral del cardenal Ratzinger?
Nada más y nada menos que el cardenal Avery Dulles, pariente de los famosos hermanos Allen y John Foster Dulles, jefes de la CIA y del Departamento de Estado en la era Eisenhower, el primero de ellos expulsado - como hemos visto - por John F. Kennedy.
El cardenal Dulles proviene de una familia enteramente protestante, ¿cómo se dio su conversión al catolicismo al punto de llegar a ser uno de los cardenales más influyentes de los Estados Unidos? ¿Por obra y gracia del espíritu del santo dinero?
Más adelante lo entenderemos mejor...
La intencionalidad política del
memorando de Ratzinger es indiscutible, porque fue emitido 90 días
antes de las elecciones. En otras palabras, ni a Ratzinger ni a
Wojtyla parecían importarles demasiado las posiciones abortistas de
John Kerry antes de que éste se convirtiera en un candidato con
posibilidades de derrotar al mandatario norteamericano.
Muchos otros personajes "poderosos", como Gorbachev, pronunciaron "coincidentemente" esa misma expresión muchas veces, en público y frente a toda la prensa. "Nuevo Orden Mundial" es la frase que está en latín (Novus Ordo Seculorum) en el reverso del billete de un dólar, bajo la pirámide partida en su cumbre con y por el "Ojo que Todo lo Ve", característica de las sociedades secretas y sobre todo de los Illuminati de Baviera, por lo que remite directamente a ellas.
¿Cómo pueden haberla dicho entonces Juan
Pablo II y Benedicto XVI?
Esa pregunta toma especial sentido si se
tiene en cuenta que, como hemos visto, desde hace siglos la Iglesia
estaba enfrentada mortalmente a las sociedades secretas. Quizá demos
con la respuesta al final de este capítulo.
Benedicto XVI fue mucho más allá en ese discurso de Regensburg, pronunciado en esa fecha clave, porque dijo, tal como lo refleja el New York Times del 12 de septiembre de 2006 - pero muchos medios silenciaron - una frase indeleble, mucho más que significativa:
Si esto no es un tácito llamado a una especie de "cruzada", ¿qué es?
Para colmo de males, la frase fue dicha durante la permanencia ilegal de los Estados Unidos y el Reino Unido en Irak, las amenazas permanentes de los Estados Unidos a Irán, la invasión y destrucción de El Líbano por parte de Israel y las crecientes tensiones occidentales contra Siria.
Nada dijo Ratzinger acerca de las permanentes agresiones e intromisiones de los Estados Unidos en terceras naciones, generalmente islámicas y donde se concentran los recursos petrolíferos y gasíferos, ni contra la globalización, empobrecedora creciente de las masas populares de países pobres y ricos, ni sobre la acumulación de capital en manos de la elite globalista que aumenta su poder día a día.
Las posteriores "disculpas" del Vaticano
no pueden borrar el mensaje, mucho menos porque fue leído y no
improvisado.1
Ese plan incluía la provocación de un gran clima de agitación social en Polonia, iba a ser llevado a cabo por el sindicato Solidaridad dirigido por Lech Valesa y debía ser financiado por la CIA.
El problema era que la CIA no contaba con medios humanos para sostener los grandes movimientos sociales que se desarrollarían en Polonia.
La agencia no podía girar fondos a un banco polaco para que un agitador los retirara porque en Polonia, en aquella época tras la "Cortina de Hierro", había control de cambios y los fondos podían ser fácilmente identificados por las autoridades monetarias.
El apoyo de la CIA debía ser secreto. Para ello debía encontrar un socio que sigilosamente ayudara a ingresar los fondos y los distribuyera, y la Iglesia Católica era el candidato ideal.
El papa polaco Karol Wojtyla habría dudado en un principio acerca de si debía prestarse o no a esa maniobra, pero tras el atentado que sufrió en 1981,2 atribuido erróneamente a la KGB - cuando en realidad habría sido planeado por la propia CIA con intención de herirlo solamente - habría decidido colaborar con la CIA, cosa que no debe extrañar porque Juan Pablo II coincidía con la posición de Reagan y Bush padre en el sentido de que el comunismo era el peor de los males que asolaban a la Tierra.
De esta manera, los fondos se habrían
distribuido a través de miembros afines a la Iglesia Católica
polaca, factor que fue predeterminante para el posterior
desmembramiento de Europa Oriental de la URSS.
A lo largo de su pontificado, el papa dio cada vez más preeminencia al Opus Dei, constituyéndolo en prelatura personal y elevando a la categoría de santo a su fundador Josemaría Escrivá de Balaguer.
El Opus Dei se ha constituido en una entidad de gran poderío económico y financiero en,
...donde varios de sus miembros ocupan puestos muy prominentes en Wall Street.
Asimismo, nombró a muchos de sus sacerdotes como cardenales, y su actuación fue determinante a la hora de elegir a Joseph Ratzinger como nuevo papa. Vale la pena mencionar especialmente al español Julián Herranz y a dos cardenales colombianos: Darío Castrillón Hoyos y Alfonso López Trujillo.
Los tres organizaron conciliábulos
previos al cónclave para que Joseph Ratzinger fuera papa.
La preeminencia del Opus Dei dentro de la Iglesia habría permitido, entre otras cosas, la aplicación de las políticas liberales y la privatización de recursos naturales y de empresas públicas en América latina, donde la población es aún mayoritariamente católica.
El Opus Dei correspondió de forma muy generosa al Vaticano por "inclinar la balanza" de la correlación de fuerzas en la Iglesia latinoamericana a favor de sus tendencias tradicionalistas - y en contra de los grupos tercermundistas que podrían haber sido un duro obstáculo al liberalismo y a las privatizaciones latinoamericanas - ayudando a engrosar el presupuesto del Vaticano, que hasta antes de Juan Pablo II mostraba muy fuertes "rojos" que ponían en peligro su estabilidad financiera.
Lo hizo mediante donaciones sistemáticas
a la Santa Sede por montos de hasta el 30% de los gastos de la
misma, según una especie de "acuerdo tácito" de repartija de
favores, como ya veremos.
Mucho antes ya de la muerte de Paulo VI pertenecía a una sociedad del Opus Dei llamada Priestly Society of the Holly Cross (Sociedad Fraternal de la Santa Cruz).
Cada vez que Wojtyla viajaba a Roma por asuntos religiosos como arzobispo de Cracovia, desde años antes de su llegada al papado, pernoctaba en una de las sedes del Opus Dei en esa ciudad, donde tenía la oportunidad de conversar e intercambiar pareceres con algunos de los más importantes miembros de esa organización, quienes así comenzaron a estrechar lazos con él, a quien podían ver cada vez más como un potencial papable.
Durante el papado de Paulo VI, la organización había obtenido algunas ventajas dentro de la jerarquía católica, pero era aún un sector muy minoritario, y el propio Paulo VI parecía desconfiar de ella, y le negaba, cada vez que podía, el estatus de prelatura personal.
El propio Escrivá de Balaguer, su fundador, había ofrecido a Paulo VI apoyo monetario para la alicaída situación financiera del Vaticano, pero no había obtenido resultado alguno.
Por lo tanto, los miembros del Opus Dei
consideraban que debía ser sucedido por algún cardenal muy afín a su
visión conservadora y tradicionalista en lo religioso, pero
librecambista y privatista en lo político y económico.
Tampoco - más allá de cortas declaraciones formales - trató de impedir las guerras en que los Estados Unidos incursionaron durante su pontificado, y ni siquiera se refirió a la serie de guerras desatadas en Yugoslavia durante toda la era Clinton. Quizás, en buena medida, por ello tanto George Bush padre como Bill Clinton asistieron a su velorio.
Se limitó a viajar incesantemente a países pobres, buscando el aplauso fácil de las masas católicas, llevando mensajes de fe vacíos de contenido efectivo.
Esos viajes, generalmente de contenido propagandístico, ayudaban a reforzar la fe católica en las masas empobrecidas, pero Juan Pablo II, en vez de condenar las políticas Liberales con toda crudeza e insistentemente - lo que habría radicalizado los sentimientos antiglobalizadores de vastas poblaciones - se limitó a intentar renovar la fe de la feligresía con su mera aparición en recónditos lugares del planeta.
Su política era estar, sonreír,
mostrarse y bendecir, sin hacer ni decir de más. Recordemos que su
verdadera vocación de juventud estaba relacionada con ser actor,
según él mismo expresó en varias oportunidades.
Veamos qué dice acerca de su ingreso al sacerdocio la obra Quiénes gobiernan al mundo actual:3
Para colmo: ¿Mientras Pío XII era
"amigo" de Hitler, del cual recibía financiamiento? ¿Reaparición
súbita al final de la guerra tras tres años de silencio sin ninguna
información sobre su paradero? ¿Ordenación sacerdotal inmediata tras
su reaparición? ¿Posterior envío en el acto a Roma, con nada menos
que Pío XII aún en el papado? Demasiados puntos oscuros, increíbles
puntos oscuros, o quizá no tanto. ¿Se tratará de una biografía
oficial y "armada"?
Dudas, enigmas, misterios y clarísimas sospechas de que tras la historia de Juan Pablo II hay importantes y quizá muy oscuras cosas que desconocemos.
Por citar algunas más, cabe mencionar sus dos viajes a los Estados Unidos mucho antes de ser papa, el primero de ellos a Boston en 1969.4 Durante el mismo, como miembro de un autodenominado comité norteamericano-polaco de buena voluntad, almorzó - langosta incluida - con políticos y clérigos estadounidenses.5
Entonces, su anfitrión bostoniano, el cardenal Buczko, predijo durante esa estadía que llegaría a papa. Y luego uno en 1976, en el que asistió a la Catholic University of America (CUA) situada en la capital arquitectónica de la masonería: Washington DC.
En dicho viaje, Wojtyla trabó estrecho contacto con el decano Dougherty, quien en 1978 también predijo, curiosamente, que llegaría a papa, y asistió al Cosmos Club 6 donde trabó estrecho contacto con sus miembros.
Es necesario mencionar que el Cosmos
Club es "lo más cercano a una sede social para la elite intelectual
de Washington", según escribe Wallace Stegner, y sus socios
persiguen "el avance de sus miembros en la ciencia, la literatura y
el arte" y nada menos que "la ayuda mutua para mejorar mediante el
intercambio social".7
Para entender cómo es posible que esto
ocurra es necesario sumergirse en el papado de Paulo VI y en la rara
y prematura muerte de su sucesor, Albino Luciani (Juan Pablo I).
La referencia a Satanás tiene un significado inequívoco para los estudiosos de las sociedades secretas y la masonería. La acusación más sonora que se les hace es la de practicar el satanismo o luciferianismo.
Ésta tiene poco de raro si se tiene en
cuenta, por dar sólo un ejemplo, que el masón más poderoso del siglo
XIX, el general sureño y cofundador del Ku Klux Klan Albert Pike,
hacía referencias inequívocas en sus escritos a la preeminencia de
Lucifer - el príncipe de la luz - en el universo. De tal manera, la
frase de Paulo VI cobra su sentido si se entiende que estaba
diciendo que las sociedades secretas se habían infiltrado en el
Vaticano, y varios de sus miembros ocupaban altos puestos dentro de
él.
Esto puede resultar muy llamativo, dado
que Paulo VI estaba declarando que el enemigo mortal y ancestral de
la Iglesia ya estaba dentro de ella.
Se trataba justamente del momento en que
era funcional a esos centros de poder la existencia de dictaduras
militares en todo el continente, las cuales por obvios motivos
mantenían excelentes relaciones con los sectores más conservadores
de la Iglesia, y aplicaban teorías económicas neoliberales.
El Opus Dei también reclamaba un candidato conservador, y estaba alineado, por una confluencia de factores, con la CIA y la masonería.
A la muerte de Paulo VI, el candidato de estos sectores era el "ultraconservador" Siri, y su oponente, Giovanni Benelli, era un progresista nato. Pero había un empate técnico y ninguno podía llegar al papado.
Era necesario encontrar un tercer candidato y fue gracias a la incesante actividad de Benelli que surgió como papa Albino Luciani, llamado Juan Pablo I, quien era un progresista que quería depurar a la Iglesia de los miembros corrompidos que habían afectado, y peor aún, ensuciado al catolicismo con rarísimos movimientos financieros.
También quería extender la actividad de los "teólogos de la liberación" en América latina, dado que consideraba que la Iglesia debía aproximarse a la gente.
El obispo John Magree - a quien
se señaló en su momento como quien descubrió el cadáver de Luciani -
declaró mucho tiempo más tarde (los medios de comunicación no lo
reflejaron) que Juan Pablo I le confesó varías veces que su papado
sería muy corto y su sucesor sería "El Extranjero" (Wojtyla estaba
sentado casualmente justo frente a Luciani en el cónclave que eligió
a este último como papa).
Más precisamente lo sabía desde mucho antes de que tuviera una muy agria discusión con Marcinkus, cuando lejos aún de ser papa era Patriarca de Venecia, dado que aquél había vendido la Banca Cattolica del Veneto, la cual hasta entonces daba pequeños préstamos a las clases medias y bajas venecianas y de zonas aledañas.
Marcinkus vendió ese banco católico al
siniestro Banco Ambrosiano, y de nada sirvieron las arduas
intervenciones del cardenal Luciani por evitarlo, pues actuaba como
un banquero, y no como un cardenal y Luciani lo sabía muy bien desde
hacía muchos años.
Quizás otra hubiera sido la historia.
Al menos Benelli, moviéndose con
sagacidad, pudo lograr el nombramiento de Luciani, dado que en ese
mismo cónclave ya se manejaba la posibilidad muy seria de que
Wojtyla, un incondicional del grupo CIA-Opus Dei-masonería, fuera
firme candidato al puesto ante el "bloqueo" del propio Benelli y su
archienemigo Siri. Por eso Luciani se había referido a la brevedad
de su papado y al "Extranjero".
Como el Vaticano no genera ningún "producto de exportación", la financiación de los déficit se tornaba difícil.
Después de todo, ¿para qué prestarle fondos a una institución como la Iglesia, que no puede generar recursos genuinos que garanticen el pago de las deudas? A fin de facilitar el financiamiento de esos déficit, Paulo VI había nombrado al arzobispo de Chicago, Paul Marcinkus, como jefe del Banco Vaticano (IOR).
Marcinkus tenía fuertes vinculaciones con la banca internacional, y se suponía que podía hacerse cargo con mayor eficiencia de las finanzas vaticanas. Era el precio que había que pagar para obtener financiamiento, dada la membresía de muchos de los más prominentes banqueros occidentales respecto de las sociedades secretas.
De otra manera no estarían en sus
puestos en muchos bancos, pues las sociedades secretas y otras
discretas (como
el CFR) son las asociaciones mediante las cuales la
elite financiero-petrolera toma contacto con personas con
características promisorias y elige a los directivos de sus
empresas.
Pero volviendo específicamente al tema, desde mediados de los años setenta el Vaticano se habría prestado a un acuerdo con el socio italiano de la banca estadounidense: la Mafia siciliana, que no es más que otra sociedad secreta, pero dedicada exclusivamente a negocios ilegales e inmorales 8 sin entrar en consideraciones geopolíticas, geoestratégicas, ni de cualquier tipo que no tengan que ver con el dinero contante y sonante.
Cabe agregar además aquí que la Mafia ya
venía colaborando estrechamente con la CIA desde finales de la
Segunda Guerra Mundial (cuando la CIA se llamaba OSS) dado que
Mussolini la perseguía tanto como a los aliados.
Al poco tiempo, el acuerdo se complementaría con otro mucho más estrecho, dado que por medio del mismo el Banco del Vaticano se asociaba a capitales provenientes de bancos occidentales, especialmente de la Mafia y de la logia masónica Propaganda Due (P-2), manejada por Licio Gelli - que como hemos visto era un socio de la CIA - a fin de manejar por partes iguales el Banco Ambrosiano.
El acuerdo podría representar muy buenas
fuentes de ingresos para la Iglesia, pero los directivos del Banco
Ambrosiano vaciaron al mismo en los años setenta, de modo que cuando
el Banco de Italia auditó sus cuentas descubrió un faltante de
cientos de millones de dólares, factor que precipitó la intervención
oficial del Banco Ambrosiano y su posterior liquidación.
Albino Luciano (Juan Pablo I) no sólo
estaba muy al tanto de todo desde mucho antes, como hemos visto, a
raíz de aquella rara venta de la Banca Cattolica del Veneto al
masónico Banco Ambrosiano, y sus protestas cayeron en saco roto,
dado que Paulo VI era involuntario prisionero de los crónicos
problemas financieros de la Santa Sede y del eje Villot-Marcinkus-Siri-Baggio-Poletti-Casarolli.
Al quebrar éste, se encontró de la noche a la mañana, merced al fraude hecho por sus directivos Michele Sindona y Roberto Calvi, con un pasivo imprevisto de 500 millones de dólares de la época, por el cual debía responder. La situación financiera era sumamente difícil para la Iglesia, que poseía las riquezas que Bernardino Nogara había dejado a través de su "pragmática" serie de inversiones en grandes empresas de Wall Street, pero no tenía ni un céntimo más, a no ser que se decidiera a hipotecar la Ciudad del Vaticano con la Capilla Sixtina incluida.
Ese asunto parece haber dañado severamente la salud de Paulo VI y precipitado su muerte.
El "agujero negro financiero" fue
finalmente cerrado merced a préstamos que obtuvo el cardenal
Casarolli gracias a sus excelentes contactos con importantes bancos
y sociedades secretas (no olvidemos que se lo sindicaba como uno de
sus socios), pero los préstamos son eso: deudas que un día hay que
pagar. El Vaticano había postergado - y no solucionado - un grave
problema.
Cuando se eligió como papa a Albino Luciani, quien tomaría el nombre de Juan Pablo I, se pensaba en la posibilidad de convencerlo para que continuara manteniendo en secreto la precaria situación financiera y la enorme serie de "trapos sucios".
Pero Luciani, lejos de mostrarse como el clérigo sumiso y dominable que muchos pensaban que era, parece haber decidido depurar a la Iglesia de sus miembros masónicos, expulsar a Marcinkus y ventilar ampliamente a la prensa la situación. Iba a comenzar, más precisamente el día posterior a su muerte.
El té que le sirvieron a Luciani la
noche anterior a lo que habría sido su envenenamiento, determinó que
no lo pudiera hacer, y también un brusco cambio en la historia tanto
del Vaticano como de sus relaciones con el mundo, la Mafia, la CIA,
el Opus Dei, la masonería, y hasta con la propia Unión Soviética y
el nacimiento de la globalización, si se lo mira bien, dado el
advenimiento de Wojtyla.
Allí entró a jugar el Opus Dei y su candidato, el polaco Karol Wojtyla, como el propio Luciani previó.
El Opus Dei podría brindar el financiamiento que la Iglesia Católica necesitaba merced a sus estrechos lazos con Wall Street, pero el problema sería qué hacer con la "vieja guardia" masónica, que ocupaba prominentes puestos en el Vaticano.
En aquellos tiempos el Opus Dei, tradicionalista a pie juntillas, seguía la doctrina oficial de la Iglesia y no soportaba escuchar hablar de la masonería y las sociedades secretas que eran sus enemigas. No hay que olvidar que el Opus Dei nació en la España de Franco, con el apoyo tácito del Generalísimo, que estaba empeñado en una verdadera cruzada antimasónica.
Pero todo alejamiento puede arreglarse
cuando la necesidad aprieta, y mucho más precisamente cuando la
misma viene del bolsillo, porque, a diferencia de lo que el refrán
dice acerca de Dios, el bolsillo no sólo aprieta, sino que también
ahorca.
Además, el asesinato de Luciani no sería investigado, se lo taparía como una muerte natural.
A cambio, el Opus Dei obtendría el papado con un cardenal muy afín, coparía una serie de altos puestos y dictaría la línea oficial de la Iglesia alejándola de cualquier actitud progresista.
Y todos contentos:
Cuando posteriormente, en 1982, el libro de David Yallop titulado ¿Por Voluntad de Dios? destapó el hecho del envenenamiento de Juan Pablo I, acerca de lo cual circulaban ampliamente rumores por lo bajo en toda Italia, Juan Pablo II, quien habría decidido tomar ese nombre precisamente para mostrar continuidad con su anterior y ayudar a tapar el tema de su muerte, no mandó hacer ninguna investigación seria al respecto.
A Juan Pablo I no se le practicó
autopsia.
Cornwell, que con su antiguo libro había sido funcional a los fines de las sociedades secretas en el sentido de desprestigiar a la Iglesia Católica, volvía a escribir ahora sobre temas vaticanos, pero de una manera más "benévola" que la de Yallop, dado que su nueva obra A thief in the Night: the mysterious death of pope John Paul I (Un ladrón en la noche: la misteriosa muerte del papa Juan Pablo I), daba una versión un tanto rosa de la muerte de Juan Pablo I, contradiciendo la obra de Yallop y explayándose sobre supuestos problemas coronarios, que no sólo nadie había "visto" en la curia romana, y "olvidando" que la familia de Luciani declaró que jamás los había tenido.
Además, tres semanas antes de su muerte
los médicos habían dictaminado que estaba en excelente estado de
salud. Finalmente, hay algo como para pensar: tras muchos años, el "vaticanólogo"
Cornwell escribió una tercera obra, nada menos que una edulcorada
biografía de Juan Pablo II.
La Segunda Guerra Mundial encontró a la Iglesia inicialmente con tendencias filonazis a través de la actividad del papa Pío XII, quien estaba sumamente preocupado por la represión religiosa que se vivía en la URSS, donde estaba proscripta cualquier fe religiosa.
Entre los dos bandos, el Vaticano optó
en su momento por una mayor "comprensión" del régimen de Hitler,
pero con el correr de la guerra Hitler se reveló como un carnicero
no sólo de judíos, sino también de cristianos, lo que provocó cierto
enfriamiento en las relaciones y un posterior acercamiento con los
Estados Unidos.
La Orden de los Caballeros de Malta inició así, en nombre del catolicismo y bajo la mirada permisiva de Pío XII y otros papas posteriores, una colaboración con la agencia secreta de inteligencia norteamericana.
Si bien para acceder a ser caballero de la Orden de Malta era necesario en un principio ser católico, aristócrata e italiano (o jefe de Estado de otra nación) el reglamento fue relajado a fin de poder nombrar una gran cantidad de personajes extranjeros y no católicos. Fue de esa manera que la fructífera relación que la Iglesia constituyó con la CIA derivó en el nombramiento como caballeros de esa orden de varios directores de la misma posteriores a Donovan y a Allen Dulles.
Bill Casey, William McClone y
George
Bush padre fueron nombrados como miembros prominentes de la orden,
que supuestamente colabora con la vigilancia de la consolidación del
catolicismo en vastas regiones del mundo, aunque claro, en realidad
sus objetivos viraron fuertemente hacia cuestiones económicas y
geopolíticas.
La Orden de Malta habría colaborado con
los servicios secretos norteamericanos a fin de que muchos nazis
prominentes pudieran abandonar Europa durante el preciso momento en
el que se desarrollaba el proceso de Nüremberg, vastamente difundido
en la prensa, por el cual se intentaba hacer creer a las poblaciones
de muchos países que el mundo encontraba un sentido de justicia.
Muchos gobiernos latinoamericanos y africanos han sido influidos por esa organización supuestamente católica que tiene un veedor propio en las Naciones Unidas. Incluso hay cierta información de que el golpe de Estado del general Augusto Pinochet en 1973 fue dado con la aprobación de esa poderosa orden religiosa nominalmente cristiana y católica.
Pero la influencia de la Orden de Malta
en los gobiernos latinoamericanos no se reduce en modo alguno a
ello, sino que muchos de sus miembros han sido importantes
presidentes y ministros del continente. Si lo mantienen en silencio
es porque ésta tiene los mismos componentes de secretismo que la
masonería y otras sociedades secretas.
Fue por esta causa y por sus
contribuciones monetarias que el catolicismo estadounidense, si bien
muy minoritario, comenzó a tener una gran injerencia en las
decisiones del Vaticano, no sólo en lo que respecta a sus doctrinas,
sino también en lo que hace a la progresiva "extinción" de las
expresiones católicas de izquierda antes abundantes en
Latinoamérica, y hasta en cuestiones de política interna de países
tradicionalmente católicos.
Por lo tanto se trata de una
organización supranacional semi-secreta con gente muy poderosa y
aristocrática en sus filas, que por obvias razones no va a defender
el interés de los diversos países al ocupar cargos en gobiernos,
parlamentos, juzgados y ejércitos, sino el interés mancomunado de la
asociación CIA-Vaticano, o mejor dicho, el de la elite globalista
que encontró en ella un poderoso instrumento para imponer la
globalización en los países donde la población es mayoritariamente
católica y en los que, hasta la Segunda Guerra Mundial, tenía un muy
inferior grado de penetración.
Es necesario recordar que su propio nombramiento se asemeja al de Juan Pablo II. Antes de la Segunda Guerra Mundial la silla de San Pedro estaba ocupada por Pío XI, quien era un ferviente antibelicista.
Ese papa - al igual que Juan Pablo I - habría sido asesinado por el padre de Claretta Petacci - la amante de Benito Mussolini - por instrucción del Duce, a fin de que el Vaticano no se constituyera en un duro obstáculo a sortear para la entrada del régimen fascista en la Segunda Guerra Mundial.
Con el nombramiento de Pío XII (Eugenio
Pacelli), dúctil diplomático (ése era su cargo durante el papado de
Pío XI), el camino estaba abierto para que la Iglesia mostrara en un
primer momento una actitud mucho más tolerante con el fascismo y el
nazismo, y se asociara posteriormente con la CIA.
Entre los sectores partidarios del más acérrimo tradicionalismo católico y las sociedades secretas de naturaleza "pagana" parece haber un complaciente grado de colaboración. Si observamos hacia el pasado, encontraremos que si bien muchos papas se han expresado en forma pública contra las sociedades secretas, instrumentos de poder de la elite globalista, no resulta infrecuente encontrar en el papado miembros de prominentes familias de banqueros o de la más rancia nobleza italiana.
Según el autor católico Claudio Rendina en su obra The Popes: histories and secrets (Los papas: historias y secretos), los condes de Tuscolo tuvieron cinco papas, los condes de Segni:
Es necesario hacer notar que esa lista está compuesta sólo de miembros de los respectivos clanes aristócratas.
No incluye todos aquellos papas que muchas de las mismas familias lograron nombrar con el correr de los siglos a raíz de su influencia, dado que el sombrero de cardenal - puesto necesario para ser papable - se compró y vendió como una cara mercancía durante siglos.
Por obvias razones, sólo selectas
familias adineradas y aristocráticas podían acceder al cardenalato.
Dan Brown señala, por ejemplo, en su novela Ángeles y Demonios - en la que no sólo distorsiona gravemente información de los Illuminati de Baviera, sino que intenta negar hacia su final la existencia actual de esa sociedad secreta - que en la capilla Chigi (una poderosa familia de banqueros del siglo XVII) ubicada dentro de la iglesia de Santa María del Popolo, en pleno corazón de Roma, hay dos grandes pirámides de clara ascendencia masónica sobre la tumba familiar.
Lo que Brown "olvida" señalar es que esa
pirámide fue encargada y elaborada por el propio papa Alejandro VII
(nacido Fabio Chigi), quien evidentemente tenía cierta filiación con
la masonería, al igual que sus antecesores banqueros.
Sin embargo, hay que señalar que el grado de asociación del Vaticano con los intereses de la elite desde la Segunda Guerra Mundial, y de manera cada vez más progresiva, constituye un peligro mucho más importante para el mundo que la actividad cercana a los bancos y a las sociedades secretas que muchos papas pudieron haber tenido en el pasado.
Esto se debe, sobre todo, a que ya no
estamos tanto en un mundo dividido por naciones o ideas enfrentadas,
sino bajo el imperio de la globalización.
De institución poderosa por peso y
opinión propios, la Iglesia se ha convertido cada vez más en un
socio menor de la propia elite, a veces por su convicción
anticomunista, pero en otras por problemas financieros. Y en
realidad, si se examina el origen familiar de los papas de hace
siglos, tampoco era muy diferente en el pasado.
No hay que olvidar que el ecumenismo que ha sido impulsado con fuerza desde el papado de Juan Pablo II ha sido establecido en forma bastante desigual: mientras se han estrechado fuertemente los lazos de la Iglesia Católica con el judaísmo y el anglicanismo (religión preeminente en la elite de negocios inglesa y estadounidense), el acercamiento a otras religiones como las distintas versiones del Islam o el budismo ha sido muchísimo menor.
O sea, ha coincidido con la propia
política exterior de los Estados Unidos en las últimas décadas, que
observa como enemigos al fanatismo islámico en el corto plazo, y
probablemente a China en el largo plazo.
Hay también otras causas financieras y
económicas muy relevantes.
Esos "Estados pontificios" eran la fuente de los ingresos papales, dado que la Iglesia recaudaba impuestos en ellos sobre la actividad económica. De esa forma, hasta 1870 el Vaticano sufragaba sus gastos con recursos internos de sus territorios. Entre 1850 y 1870 los "Estados pontificios" vieron recortados progresivamente esos dominios, que se iban anexando a los reinos que luego conformarían, en forma unificada, lo que hoy es Italia.
Fue entonces cuando los papas emitieron
las más duras encíclicas contra la masonería y las sociedades
secretas, dado que eran los Carbonari, la Giovane Italia y la
masonería, las sociedades que más luchaban para unificar el país y
despojar al papado de sus territorios.
En 1860, a fin de pagar los intereses de esas deudas y los gastos corrientes del papado, se estableció el actual sistema: un salvavidas denominado "óbolo de San Pedro", por medio del cual las diócesis extranjeras debían aportar una proporción de sus ingresos al Vaticano.
Como desde la Guerra Civil
norteamericana los Estados Unidos no cesaría de crecer hasta
transformarse en la primera potencia mundial, las diócesis de ese
país se fueron transformando con el paso del tiempo en las primeras
aportantes de los recursos económicos con los que cuenta la Santa
Sede.
Ello dio pingües beneficios a ambos lados.
Por una parte el Vaticano vio aumentar sus ingresos económicos corrientes cada vez que un gran crecimiento de la economía norteamericana hacía florecer a sus diócesis y por el otro los grandes capitales norteamericanos fueron logrando que la Iglesia Católica, aún muy fuerte en Europa y América latina, "facilitara" la imposición de la agenda globalizadora.
Es por esa causa principalmente que el Vaticano no levantó la voz ante la dura represión militar de los años setenta contra movimientos latinoamericanos de índole socialista, ni ante la intensa campaña privatizadora que se vivió en las naciones latinoamericanas durante la década de los noventa.
Es por esa misma causa que hay una
especie de veto tácito - proveniente de los poderosos cardenales
norteamericanos - a la posibilidad de que sea electo un papa
latinoamericano: la idea sería impedir cualquier atisbo de
"progresismo religioso" que pueda complicar la agenda globalizadora
de la elite.
En 1929 se firmó el Tratado de Letrán entre el Vaticano y el gobierno de Mussolini, el cual estaba destinado a zanjar definitivamente los pleitos de la Iglesia Católica e Italia ocasionados por el despojo de los Estados pontificios. El gobierno de Mussolini acordó, entre otras cosas, brindar al papa una compensación de 90 millones de dólares de la época por la confiscación de los Estados.
Además, Italia se encargaría de sufragar
los sueldos y gastos de los sacerdotes italianos, lo que constituyó
una manera de que éstos no levantaran la voz ante un acuerdo que
podía resultarle escandaloso a muchos que estaban enterados de la
"letra chica" del pacto.
Entre los años treinta y fines de los años cincuenta, Nogara fue un personaje sumamente poderoso en el Vaticano. Su total prescindencia de cuestiones religiosas o morales a la hora de realizar inversiones logró que los fondos se multiplicaran. A inicio de los años setenta, ya creada oficialmente la banca vaticana (IOR) esos fondos habrían llegado a superar los 500 millones de dólares.
Entre las empresas en las cuales Nogara invirtió los fondos se cuentan Shell, Esso, General Electric, General Motors, JP Morgan, Chase Manhattan Bank y - según se especula - hasta empresas de armamentos. Las operaciones se hicieron generalmente a través del banco "cabeza de puente" que había adquirido en parte minoritaria el Vaticano en los Estados Unidos, por instrucción de Nogara: el Bankers Trust.
Vale decir que se convirtió en socio minoritario de los intereses de los sectores estadounidenses más relacionados con las propias sociedades secretas contra las cuales los papas antecesores intentaban luchar.
Por consiguiente, se asoció con los
elitistas clanes familiares como
los Rothschild y
los Rockefeller,
que manejan enormes megacorporaciones e influyen en forma
determinante en las sociedades secretas.
Ese impuesto, llamado "Kirchenesteuer",
nunca fue derogado, y contribuye a explicar la existencia actual de
un papa alemán, más allá de su afinidad ideológica con el sector que
hoy predomina ampliamente en la Iglesia: el más reaccionario.
La relación con Hitler también se había fortalecido por otros motivos: Bernardino Nogara había hecho, a principios de los años treinta, fuertes inversiones en empresas italianas que colaboraban estrechamente con el régimen de Mussolini y sus planes bélicos expansionistas.
La relación se acentuó con la "súbita
desaparición" del antibelicista Pío XI justo antes de empezar la
Segunda Guerra Mundial, y su reemplazo por Eugenio Pacelli (Pío XII)
hermano de Francesco Pacelli, el cardenal que hizo excelentes lazos
personales con funcionarios del régimen nazi durante los años
treinta, cuando se encontraba destacado en Alemania.
Por eso, debe
llamar especialmente la atención que en años recientes renaciera en
forma controvertida la discusión acerca de los lazos entre Pío XII y
Hitler, y se focalizara el tema sólo en ello, cuando en realidad lo
que el Vaticano recolectaba mes tras mes de Alemania era invertido
en Wall Street.
Por lo tanto, su dependencia de las grandes empresas norteamericanas se daba por partida doble: por un lado, sus ganancias dependían - y dependen - de la "generosidad" de las donaciones de particulares, empresas o fundaciones estadounidenses, a las diócesis de los Estados Unidos.
Por el otro, un alza de las acciones en Wall Street hace más rico al Vaticano, mientras que una baja lo empobrece.
No debe extrañar en absoluto entonces que desde finales
de la Segunda Guerra Mundial la sumisión de la Iglesia a los grandes
intereses de Wall Street haya ido en aumento, al punto de que en
1978 Karol Wojtyla haya sido elegido papa, factor que facilitaría el
definitivo derrumbe de la "Cortina de Hierro".
Pero lo que no se puede dejar de notar es que el origen y la extensión de esa profunda grieta no podían dejar de ser conocidos por casi todos los papas del siglo XX, quienes sin embargo, al igual que el actual Benedicto XVI, optaron por silenciar el tácito pacto perverso existente entre Roma y Wall Street y dejar de hostilizar a las sociedades secretas, dado que Estados Unidos es el paraíso de las mismas (en el año 1900 existían más de 600, según Albert Stevens), y ellas son funcionales a los intereses de las corporaciones anglo-norteamericanas.
¿Cuál puede ser una actitud católica frente a todo esto?
Quizá, por sobre todas las cosas, rezar para que entre otras, las acciones de General Motors, la Exxon y la General Electric suban y suban. Cuanto más: mejor.
No hay que olvidar que un viejo refrán popular en Wall Street señala:
Bibliografía
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