por Narciso Genovese
1958
del Sitio Web
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ÍNDICE
PROLOGO
Querido lector:
Usted seguro se extrañará; primero del título de este libro. Al
acceder a su solicitud de reedición, me veo en la obligación de
consignar algunas declaraciones.
Hasta ahora me he limitado a señalar que este relato es la
cristalización de una fantasía novelesca, de ciencia-ficción, pero
hoy puedo afirmar que en esta narración no se relata nada ficticio,
y rectifico mis declaraciones en el sentido de que lo aquí relatado
no es más que una condensación, un resumen, una pálida imagen de un
acontecimiento histórico, cuya realidad proyecta consecuencias
desconcertantes.
Considero muy necesario enfatizar sobre la veracidad del presente
relato.
El fin que persigo no es el de que usted me crea, sería una
insensatez esperarlo, y soy el primero en reconocerlo. Usted opinará lo que más lo convenga, y naturalmente, lo que alcance
el límite de su discernimiento.
Puede tomar este reléalo como novela divertida, como narración de
una bella ilusión: en fin, como mejor le plazca.
Pero antes de
definir su opinión examine con sinceridad y cordura estas cuestiones:
-
¿Se atrevería usted a asegurar que entre los millones de astros, con
sus respectivos miles de millones de planetas diseminados en
infinidad de galaxias, sólo nuestro planeta, que es uno de los más
insignificantes, es el único habitado por seres racionales?
-
Y si no es el único habitado, ¿se atrevería usted a jurar que los
habitantes de este pobre planeta somos los más adelantados del
Universo?
-
En este nuestro planeta-manicomio, lo que llamamos adelanto
científico está en relación con el dinero disponible. ¿Cree usted
que el talento y la ciencia se puedan calibrar sólo con dinero?
-
¿Está usted convencido que todos los científicos de la Tierra se han
agrupado al servicio de dos naciones? ¿Y cree que las que pagan esos
servicios sean las naciones más cuerdas?
-
¿Cómo califica usted a un pueblo que puede derrochar miles de
millones de dólares para explorar el espacio, y no puede gastar
algunos para robustecer los diques de ríos, con el fin de salvar a
sus ciudades de desastrosas inundaciones?
-
¿Será verdaderamente sabio un gobierno que desangra a su pueblo con
el mismo utópico objeto, y no puede ni siquiera producir el trigo
para el pan que el mismo pueblo necesita?
-
¿Y que" opinaría usted sí llegara a comprobar que estas insensateces
no persiguen otro fin que una barata y vulgar competencia
publicitaria?
Si usted está conforme con estas comedias seudo-científicas no debe molestarse para leer una sola página de este libro; y
si son muchos los que piensan como usted, yo me declaro avergonzado
de sentirme inquilino de un planeta que va revistiendo cada día más
el carácter de manicomio.
Pero, por fortuna, no es así.
-
Son muchos los sabios que pueblan la Tierra.
-
Son muchos los sabios que no se venden a ideologías políticas.
-
Son muchos los sabios que no se prestan a la teatralidad.
-
Son muchos los sabios que no se venden por un sueldo.
-
Son muchos los sabios que dedican sus esfuerzos para el bien de la
humanidad, que desechan las infames estacadas de las fronteras; que
tienen corazón suficiente para albergar sentimientos para todos, y
no sólo para los reclusos de los separos que han crucificado al Dios
universal para instalar los ídolos de barro de patrias mezquinas,
que han impuesto como ley el odio hacia el vecino, y como deber, su
asesinato.
-
Son muchos los sabios que ven en la guerra el estigma infamante,
que hace del habitante de la Tierra el ser más repugnante entre los
seres que habitan los miles de millones de planetas de nuestro
maravilloso Universo.'
Y, por fortuna, estos sabios son mucho más doctos; y sus esfuerzos
han sido compensados abundantemente por la ciencia, por la
naturaleza y por Dios.
Hay un cúmulo tan grande de pruebas que respaldan mi rotunda
afirmación, que creo del todo superfluo presentar ulteriores
demostraciones.
Estos buenos amigos del género humano han confirmado ya sus éxitos
con un lugar tal de pruebas que son más que suficientes para
convencer al más ciego de los ciegos. Claro está que jamás podrán
convencer al que usa sus ojos para no ver.
No hay rincón de la Tierra que no haya recibido la demostración de
un poderío de insospechados alcances, prenda
patente de que no todos en la Tierra están locos; de que los cuerdos
cuentan ya con protección poderosa.
Siga la ciencia venal jugando sus macabras comedias, pero puede
estar segura de que alguien le mareara el alto.
La humanidad cuenta ya con fuerzas superiores para su protección; y
son fuerzas, querido lector, capaces de poner en cintura los
desmanes de cualquier loco.
Afortunadamente también este poder está protegido con el máximo
secreto, secreto inviolable.
Esta es la potencia más desconcertante, desconcertante para los
enemigos de la paz, absoluta garantía para los amigos de la
humanidad.
Cuando usted vea uno de estos fenómenos cruzar por los cielos,
salude al mejor de sus amigos.
Y aquí me veo precisado a formular una declaración más.
El problema más serio para nuestros científicos es el resplandor
que estas vertiginosas máquinas no pueden disimular y que revela la
portentosa energía de que van dotadas.
Pero este problema ya está en
camino de resolverse; y es posible que al llegar a sus manos este
libro, estos ángeles protectores puedan visitar todos los rincones
de la Tierra, ya completamente inobservados, y capaces de descargar
el más tremendo castigo sobre los que pretenden forjar una nueva
guerra.
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ACLARACIÓN
Se han hecho posibles los maravillosos adelantos científicos que
aquí se describen, merced al sacrificio personal de numerosos
intelectuales que sólo a ello han dedicado sus esfuerzos.
Se deben
en gran parte sus logros al aporte económico de personas rectas y
sanas que en esta forma han dado al bien de la humanidad el tributo
más grande que registran los siglos. Reseñamos entre ellas al
maestro e iniciador Guillermo Marconi que con los principios
científicos sobre los que nos basamos, asignó un fuerte legado.
Dos ex reyes ya difuntos, un ex rey, vivo aún, dos reyes gobernantes,
un ex presidente de América Latina, tres magnates de la industria
americana, cuatro ingleses, el fundador de la República Italiana,
dos magnates árabes del petróleo y varios acaudalados sudamericanos.
La forma maravillosa con que se ha guardado el secreto ha
contribuido más que nada al éxito. En homenaje a estas personas
hacemos las revelaciones siguientes: para rendirles justicia e
infundir a la enervada humanidad la esperanza que tanto necesita.
Rendimos, asimismo, gracias sinceras al gobierno y pueblo que han
permitido la organización de nuestra institución, amparándola y
escudándola.
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¡ATENCIÓN, LECTORES!
-
Los
últimos cinco años de la vida de Marconi fueron los de su más
intensa investigación científica.
-
Esa investigación se concentraba sobre el estudio de la energía
solar.
-
Esas fueron también las investigaciones más rigurosamente guardadas
en secreto.
-
Sus discípulos guardaron la reserva y organizaron intensa y
sistemáticamente las investigaciones.
-
Si los resultados de esas investigaciones, logrados hasta hoy,
fueran detalladamente conocidos, la importancia de las armas
atómicas sería reducidísima.
-
¿Nunca se han hecho estas preguntas?
Principios axiomáticos de Marconi que merecen estudiarse
-
"Las mismas leyes que gobiernan la armonía entre el Sol y sus
planetas son las que rigen las relaciones entre el núcleo y los
componentes del átomo."
-
"El átomo es parte de una célula o una molécula, ésta es parte de un
cuerpo. La Vía Láctea no es más que una molécula en la inmensa
grandiosidad de un cuerpo celeste; el Sistema Solar es uno
de sus átomos."
-
"Sabe mucho más del átomo el astrónomo que conoce las relaciones del
Sistema Solar, que el físico."
-
"Puede obtenerse más energía de un rayo de sol que de todos los
átomos de la materia."
-
"A donde llega un rayo de sol puede llegar el hombre."
-
"La desintegración del átomo es una locura
científica y sus
consecuencias catastróficas."
-
"La naturaleza es como Dios que se complace en revelarse a quien la
busca con amor."
-
"Si hay algo, que sí es realmente imposible, es poder negar a Dios."
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ADVERTENCIA
Prevenimos a nuestros lectores que en este relato nos vemos
precisados a hacer ciertas reticencias, a las que nos obligan
secretos que aún creemos prematuro revelar.
Se harán en este libro revelaciones que podríamos calificar de
sensacionales y las hacemos por la convicción de que podrán
deducirse de ellas consecuencias útiles.
Otro fin que se persigue es de inducir a la reflexión a algunas
potencias y particularmente a algunos sabios que encauzan sus
recursos, energías y conocimientos por un derrotero que tan sólo
puede conducir a nuestro planeta a un seguro desastre.
El Universo encierra tantas maravillas, un recurso tan ilimitado de
energías que para el escrutador sin prejuicios, las sorpresas de
cada instante son abrumadoras. Al comenzar la reseña de los
acontecimientos que aquí relatamos queremos ante todo rendir homenaje al
Ser Supremo, autor del Universo.
Es imposible, es absurdo lograr un progreso cierto, en el campo de
la ciencia, sin reconocer la unidad en el Universo y analogía en
todo cuanto existe. El simple hecho de existir nos hace en algo
semejantes a todos y a todo, miembros de la comunidad maravillosa
que es el Universo. Hay analogía entre el grano de polvo y el
astro más grande del espacio; frente el ser dotado del más
rudimentario hálito de vida y el hombre.
Son tan perfectas, tan exactas, tan inmutables las leyes que rigen
este imperio de maravillas que su gobernante no puede tener parangón
con nada de esa materia, por bella, por grande, por perfecta que
sea.
A ese Supremo gobernante, que todo cuanto tiene inteligencia nombra
"Dios", el incondicional tributo de nuestro humilde reconocimiento.
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UN POCO DE HISTORIA
Un grupo de personas, profundamente adentradas en los secretos de
las ciencias físicas, reunidas en un lugar secreto de una selva
sudamericana, forman una comunidad, dedicada únicamente a la
investigación científica. Libres de todo compromiso con gobiernos o
potencias, disponen sin embargo de un respaldo económico ilimitado
que ha permitido un avance sin obstáculos con el logro de
resultados asombrosos y prácticos que se participarán a la humanidad
poco a poco, en la medida que esto convenga.
Tras larga deliberación se acordó entre todos dar a conocer en este
libro la existencia de esta institución científica, sus fines, sus
principios y algunos de sus logros para alivio de la humanidad
contra la tensión nerviosa y el espanto producidos por los que se
dedican, no a la reconstrucción sino a la desintegración de la
naturaleza, y, lo que es peor, para fines exclusivamente
destructores.
Enviamos una seria advertencia a ciertos gobiernos que agotan las
energías de sus pueblos con el fin único de aumentar el poder de
destrucción y aniquilamiento. Tenemos medios incomparablemente
superiores, medios sencillísimos, que no requieren grandes
contingentes humanos ni complicados procedimientos, por los cuales,
sin embargo, podemos inutilizar sus intentos, y, si así lo
quisiéramos, infligirles daños horrendos.
La armonía del espacio, la maravillosa gravitación universal de
los astros son regidas por una energía inmensa, controladas por
leyes sapientísimas. El estudio profundo de ellas nos ha permitido
conocer algo de dichas fuerzas universales y aprovecharlas para
nuestros fines.
Una prueba de ello son las apariciones de ciertos aparatos
misteriosos observados ya por algunos en distintas partes del cielo,
cuyo reconocimiento sin embargo no hemos permitido. Jugamos en el
cielo con esas máquinas y hemos ya establecido contacto con otros
mundos.
Esas apariciones son mensajes de paz, pero, lo recalcamos, podrían
ser terribles castigos para los enemigos de la humanidad. El odio y
la venganza tienen separados a los hombres y los mantienen en
amenaza constante. Dos núcleos de investigación, uno en oriente y
otro en occidente, marchan en ruinosa competencia proyectando sobre
la Tierra la sombra macabra de la muerte. Dos opuestas ideologías
desorientan las inteligencias, pero la Tierra será de los pacíficos
y nosotros somos sus aliados.
Servirá de alivio a los hombres de buena voluntad el saber que entre
esos dos nubarrones se interpone este rayo de esperanza, que no
busca el aniquilamiento sino la reconstrucción, la comunicación con
la infinidad de seres que habitan otros planetas del sistema solar y
los planetas de otros mundos; y esto es ya un hecho consumado.
Noventa y ocho hombres, provenientes de seis naciones europeas, son
los que forman esta institución de sabios que Marconi iluminó desde
Genova a la ciudad de Sidney, Australia, en al
año de
1934.
Marconi ilumina desde
Genova a la ciudad de Sidney, Australia, en el año de 1934.
Al año siguiente
ilumino Rio de Janeiro. En ese momento, la prensa mundial relato
ampliamente los acontecimientos.
Al año siguiente iluminó Río de Janeiro.
En ese entonces, la
prensa
mundial relató ampliamente los acontecimientos y
dedican cuanto pueden y saben en provecho de la humanidad, con la
juramentada decisión de encaminar sus descubrimientos
exclusivamente al bien.
Tres principios básicos dan unión a esta comunidad:
-
Una sola religión: Dios, infinito y sapientísimo arquitecto del
Universo.
-
Una sola patria: La Tierra.
-
Un solo fin: Hacer nuestros aliados a los habitantes de los
otros planetas del sistema solar.
El maestro, el guía científico de este movimiento es Guillermo
Marconi, cuyas investigaciones, la mayor parte desconocidas, han
marcado el derrotero que hasta aquí hemos seguido.
Marconi, con sus descubrimientos, unió a todos los habitantes de la
Tierra y prefirió la muerte antes que divulgar
asombrosos hallazgos científicos que en esos momentos históricos
habrían sido instrumentos de destrucción. Pero Marconi tuvo amigos
íntimos, copartícipes de sus trabajos, de sus teorías y proyectos; y
los sueños del maestro se están cristalizando.
Quien esto escribe tuvo el honor de visitar a Marconi en Genova, en
su barco estudio, poco después de haber él iluminado desde allí la
ciudad de Sydney. Me acompañaban en esa visita cuatro estudiosos
alemanes.
Nuestro objeto era obtener explicaciones del maestro de
cómo podía dominarse la corriente eléctrica hasta dirigirla
alrededor de la Tierra y hacerla detenerse en un punto determinado.
Marconi afirmó desconocer propiamente lo que es la electricidad en
sí, pero que podían comprobarse efectos que denunciaban mucha
analogía entre esta misteriosa energía y la fuerza universal que
mantiene entre todos los astros un equilibrio tan perfecto; y
particularmente creía, que lo que nosotros conocemos por
electricidad, parecía no ser más que una chispa de la energía solar,
rústicamente aprisionada por nosotros, y siendo el sol el centro
irradiador de
la misma, bien podía ser esa energía un vehículo para cualquier
punto del espacio dominado por él mismo.
Estas ideas, confirmadas por ulteriores estudios y experimentos de
Marconi fueron la base sobre la cual cimentamos nuestras
investigaciones. Si
esta energía que nosotros llamamos eléctrica,
señorea el Universo difundiendo vida, luz y calor, ¿por qué no
podría aprovechársela como medio transmisor? ¿No podría guiarse
cualquier vehículo como se
dirigen las ondas sonoras en la radio?
De ser esto posible el hombre
podría llegar adonde quiera que llegue un rayo de sol.
Planta principal subterránea de nuestros estudios.
A.- Dirección.
B.- Estudios. C- Biblioteca. D.- Gabinetes de física y química. E.-
Experimentos.
F.— Laboratorios especiales.
G.- Depósitos. H.- Hall.
I.- Salidas a la superficie.
Convencidos de tener ante nosotros un vasto panorama que' explorar,
nos dedicamos a una ardua labor de investigación sobre la energía
solar y sobre su posible aprovechamiento.
Intercambiando nuestras observaciones, fue aumentando el número de
investigadores adhiriéndose a nuestras teorías eminentes
aficionados. Los últimos asombrosos descubrimientos de Marconi
confirmaron más y más nuestra fe en la teoría. La muerte del maestro
y la Segunda Guerra Mundial cimentaron nuestros propósitos.
Convencidos que los habitantes de otros mundos están distantes pero
no separados de nosotros, nos entregamos a la obsesionante tarea de
convertir en vehículo la energía solar y tratar de comunicarnos con
los seres distantes. Descartamos por tanto como errónea y peligrosa
la desintegración del átomo, por parecemos además absurdo poder
salir del alcance de la Tierra con las solas fuerzas terrestres.
Integróse una sociedad, resolvimos organizamos en un verdadero
instituto. Nuestras ideas hallaron rápida aceptación y abundaron los
medios materiales que permitieron levantar la grandiosa obra con los
resultados que veremos.
Surgió rápidamente una verdadera
ciudad científica, oculta en el
corazón de la selva y con sus instalaciones casi todas subterráneas.
Los trabajos, impulsados con celeridad, dieron en el campo de la
investigación resultados inesperados. De esos resultados, aquí,
parsimoniosamente, narraremos algunos.
El único fin de estas revelaciones es el de tranquilizar a la
humanidad y disminuir el pánico provocado por ciertas apariciones, como los llamados platillos voladores y otros fenómenos.
Se ha tenido hasta ahora en máximo secreto y, en su parte esencial,
seguirá guardándose esta labor para evitar los abusos que de ello
podrían derivarse.
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LA ENERGÍA SOLAR
Ya en el año de 1946 teníamos construido un poderoso receptor o
colector de energía solar.
La energía eléctrica es una serie de vibraciones, lo que constituye
la existencia, vida y movimiento de toda la materia. Esa vibración
general tiene un centro de emanación; esa fuente de nuestro sistema
emana del Sol.
Nosotros logramos obtener esa energía indirectamente, provocando la
irritación de la materia, que acumula así y devuelve las moléculas
del misterioso fluido que llamamos electricidad. Obtenemos así la
energía solar por reflejo de la materia. ¿No podríamos obtener la
misma energía directamente de la fuente, sin la excitación de la
materia?
La existencia es movimiento. Todo cuanto existe, vibra: las
moléculas y las células en los cuerpos y los átomos en la molécula;
y cuanta energía encierra un átomo de la materia ya lo sabemos. Las
moléculas de un rayo de sol aprisionan más energía que todos los
átomos de la materia.
¿No
podríamos acumular esa energía de un modo tan sencillo como lo hace
una nube, por ejemplo? ¿No lograremos con esa energía neutralizar
la energía qué libera una reacción atómica? Se puede, y
próximamente los experimentadores de la bomba atómica tendrán una
buena sorpresa, pues estamos preparados para convertir sus
reacciones en el juego más inofensivo.
Toda energía molecular produce además un determinado número de
vibraciones. Los metales, los metaloides, gases, líquidos y toda
célula tienen su reacción peculiar, y pueden ser afectados por
distinta manifestación del misterioso fluido eléctrico. Pueden
afectarse e inclusive destruirse, el sistema óseo, muscular,
cartilaginoso, el compuesto medular y la masa encefálica.
¿Qué
podría significar una descarga que afectara, por ejemplo, los
cerebros de una concentración de soldados?
Todo esto está comprobado, confirmado por numerosos experimentos.
Esta institución tiene ya en sus manos una fuerza de potencia
insospechada con la cual podrían causarse desastrosos efectos como
podría neutralizarse un cataclismo atómico.
El primer paso se encaminó a lograr, no la producción, sino la
captación y concentración de energía solar. Luego el estudio de sus
diversas manifestaciones para determinar sus aplicaciones.
Ya en el año de 1946, como dijimos, se tenía preparado ese poderoso
colector y condensador de energía solar. Un aparato de suma
sencillez. Esta máquina, además de acumular energía, la convierte en
fuerza impulsora de sí misma. Puede inclusive desencadenar sobre
cualquier objetivo una reacción mucho más poderosa que la que
descargan las nubes con el rayo.
Seguía el problema de control y dirección del prodigioso aparato. Su
gobierno a control remoto era ya cosa resuelta. Al parecer, más
difícil era conseguir su control sin influencia externa; y este
problema quedó al fin solucionado a satisfacción.
Se logró así una poderosa unidad, con alimentación continua de energía, no alterada en ningún lugar del espacio por
influencias externas; unidad que concentra el mismo tiempo una
potencia tremenda de acción externa.
En cuanto a velocidad no existen problemas mayores: Admite la
velocidad que pueda resistir la robustez de su construcción.
La forma esférica es más efectiva para la acumulación de energía,
para su dirección, movimiento y resistencia son preferibles la
forma fusiforme y la de disco.
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LAS NAVES
Ya en 1952 se realizaron con éxito excursiones sobre todos los
mares y continentes de la Tierra. La Nave, que así la llamaremos,
construida de una aleación especialísima, apta para resistir
cualquier presión y velocidad, está formada de dos cámaras
completamente aisladas entre sí.
La exterior es separada de la
interior por un vacío absoluto. La interior constituye la cabina con
todos los instrumentos y comodidades necesarias, acondicionamiento
de aire, presión, etc. El vacío entre las dos cámaras constituye un
enorme acumulador de energía, la cual es captada por la superficie
externa cuya efectividad se hace más eficiente debido a su forma
completamente esférica.
Las dos cámaras van unidas sólidamente entre sí por soportes de
vidrio, que constituyen otras tantas ventanillas, permitiendo desde
el interior una visión perfecta para todas partes. Los dos puntos
opuestos de la esfera, digamos norte y sur, terminan en dos
torrecillas salientes dotadas de sendas y
turbinas accionadas por electricidad, las cuales suministran el
movimiento impulsor por cualquier dirección, que puede variarse
instantáneamente.
En el interior del eje, que atraviesa como
diámetro la esfera y une las dos turbinas, está el periscopio que
culmina en dos poderosísimos lentes, como remate de las torrecillas.
Los otros dos puntos, digamos este y oeste, están dotados de dos
antenas magnéticas salientes que gobiernan su dirección lateral por
un control que, neutralizando una u otra antena, inclina
instantáneamente la nave del lado opuesto. La visibilidad desde el
interior es perfecta, en la superficie de navegación por las
numerosas mirillas externas y a grandes profundidades por los lentes
del potente periscopio.
La cámara interna del aparato puede iluminarse al arbitrio. La parte
externa se presenta con brillante luminosidad durante el día; en la
noche toma un color rojizo a carga moderada y marcada brillantez al
entrar la nave en actividad.
Un dispositivo especial permite aplicar cámaras fotográficas en el
eje del periscopio.
Hasta aquí la descripción que podemos permitirnos de la nave, que
constituye el modelo ideal para viajes ultraterrestres.
Para mayores proporciones el aparato reclama una forma fusiforme,
mas resistente si bien un poco más lenta en movimiento. Para tamaño
gigante es preferible la forma de discos; el primer disco
construido, y, aún en servicio, mide 36 metros de diámetro
horizontal y 11 de diámetro vertical.
La seguridad de navegación es completa por la liviandad del aparato
y la falta de máquinas vibratorias. Acciona silenciosamente, fuera
de un ligero zumbido al comenzar a accionar las turbinas, el cual
desaparece en absoluto en alta velocidad por superar la barrera del
sonido. En regiones ultra atmosféricas trabaja por simple imantación
energética, y esto es lo que constituye la maravilla del aparato.
Cualquier posición o inclinación que tome la parte exterior de la
nave no altera la posición de la cabina interior que siempre
permanece horizontal.
El movimiento de estos aparatos no puede propiamente llamarse
vuelo, de modo que al hablar de ello diremos que se trasladan o
transportan.
Son numerosísimos los viajes que se han efectuado por todas las
latitudes y longitudes, viajes de prueba y de reconocimiento; en
algunos de estos viajes las naves fueron observadas desde la Tierra.
Nuestras naves
interplanetarias, perfeccionadas por los técnicos
marcianos y
que efectuaron el viaje a Marte el 12 da octubre da 1956.
A.-
Turbinas de
elevación. B.- Lentes de periscopio. C- Turbinas de traslación.
Podemos decir que tenemos escudriñada la Tierra y sobre
todo ciertos territorios.
Conocemos las principales instalaciones
del mundo, particularmente las eléctricas atómicas, pues aún a
grandes distancias son delatadas por sensibilísimos aparatos
magnéticos de las naves, guardando en nuestro poder asombrosos
documentos fotográficos.
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LA ESPERADA VISITA
Ya desde 1950 teníamos certeza de ser visitados por aparatos de
algún otro planeta, y, deduciendo de nuestros progresos, llegamos a
la absoluta certeza de ello. La Tierra era sometida a un examen por
habitantes de otro mundo y todo demostraba que sus intenciones eran
amistosas, pero al mismo tiempo parecían no atreverse a tomar
contacto, y había para ello serios motivos.
Resolvimos, pues, llamar su atención. Sus naves debían ser muy
semejantes a las proyectadas por nosotros; lo indicaba su modo de
proceder. Al notar sus apariciones iniciamos el lanzamiento de
poderosas señales luminosas y sonoras de onda corta. No tuvimos
respuesta al principio, pero teníamos la certeza de haber sido
escuchados y vistos, pues las extrañas naves repetían sus visitas.
A fines de 1955 recibimos señales ciertas de respuesta.
Dispusimos en nuestro pequeño campo de pruebas toda clase de señales
para invitar a un aterrizaje. El 16 de diciembre del mismo año, a
las cinco de la tarde, con inmensa
alegría nuestra, una formación de cinco aparatos hizo su aparición sobre nosotros y, casi inmediatamente, el primero de
la formación hizo contacto con la tierra mientras los otros
cuatro volvieron a elevarse, manteniéndose a poca distancia
e igual altura.
La máquina, que emanaba un brillo fosforescente, fue opacándose
rápidamente y en breves instantes se trocó en un color indefinido
tendiente a marrón claro.
Lo primero que saltó a nuestra vista fue que la extraña máquina,
completamente esférica, no era de superficie lisa, sino toda erizada
de puntas, de unas seis pulgadas de largo, de un metal
brillantísimo; además no estaba provista de turbinas como las
nuestras, sino de una banda ecuatorial de superficie liga y de unos
60 centímetros de ancho que podía girar en ambos sentidos.
La esfera mediría unos 6.50 metros de diámetro.
Otra sorpresa grande para nosotros, y rué impresión unánime, la
certeza de que esos aparatos visitantes disponían de una base en
tierra. ¿En qué parte? No podíamos tener la menor sospecha, ni era
del caso indagarlo por el momento, pero cada vez que aparecían no
venían de otro mundo y la base desde luego debía estar bien
equipada.
Prestamente nos acercamos al aparato y abriéndose una puertecita
lateral descendieron por ella cuatro personas que nos saludaron con
inclinación de cabeza y dieron paso inmediatamente al último de
ellos que saltó a la vista ser el jefe.
Nuestra primera impresión fue la de hallarnos ante persona
superiores a nosotros. Su estatura era un poco superior a la
mediana nuestra; medirían un metro ochenta y cinco centímetros.
El color de la piel, blanco, pronunciadamente rosado, pelo corto, de
un rubio claro y ojos de un celeste claro, sin ninguna señal de
barba en el rostro, con un traje que daba la impresión de ser de una
sola pieza y algo semejante a un overall de hule, que los protegía
de los pies a la cabeza, inclusive las manos, terminando sus mangas
en forma de guantes. No llevaban zapatos, el mismo traje terminaba en forma de botas
con una capa más gruesa bajo los pies.
Una especie de cofia,
adherida al mismo traje y del mismo material, les cubría las
cabezas, que descubrieron inmediatamente dejando caer para atrás
las cofias. Pies y manos, resaltaban más pequeños y finos en
proporción, a los nuestros. La frente espaciosa y más alta que la
nuestra. El aspecto general, hermoso e imponente.
El primer contacto reveló inmediatamente amistad y simpatía por
ambas partes. Les invitamos a pasar a uno de nuestros estudios,
equipado al objeto con toda clase de mapas celestes, en particular
del sistema planetario solar, inclusive un globo de Marte.
La dificultad de comunicación quedó resuelta en parte por un
sorprendente aparato, que reflejando las ondas eléctricas
provocadas por nuestros cerebros, les revelaba nuestras ideas, que
acompañadas por indicaciones en mapas y globos eran bastantes
sencillas:
-
¿Provenían del planeta Marte?
-
¿Habían venido otras veces?
-
¿Estaba totalmente poblado el planeta Marte?
-
¿Convendrían en establecer contacto con nosotros?
-
¿Podrían indicarnos la construcción de sus aparatos?
-
¿Por qué fuerza eran impulsados?
Sus respuestas fueron rápidas y, a pesar de ser transmitidas sólo
por señales, pudimos entenderlas bien.
Otra sorpresa, si bien no lo expresaron, era que resultaba claro por
su modo de hacer señales, no ser la primera vez que se relacionaban
con nuestros semejantes.
Venían de Marte, que ellos llaman "Loga".
Habían venido varias veces y trazaron en el mapa del Sistema Solar
la trayectoria seguida para llegar a la Tierra (llamada por ellos
"Dogue") pasando y haciendo escala en la Luna ("Minu") en donde
ellos tenían bases.
Su planeta, que de aquí en adelante llamaremos también nosotros
Loga, estaba más habitado que la Tierra.
Respecto a nuestros globo representando a Loga, resultó claro
parecerles una puerilidad.
Deseaban realmente establecer relaciones con nosotros, estudiar
nuestro planeta y estaban dispuestos a darnos cuanta información
quisiéramos respecto del suyo.
Estaban prontos a darnos cuantos detalles quisiéramos de sus naves y
deseaban vivamente conocer las nuestras. Ellos se valían únicamente
de la energía solar.
Estábamos satisfechos. Su máquina receptora de ondas cerebrales les
revelaba nuestra sinceridad, el deseo vehemente de relaciones
amistosas y el fin único de servir al pacífico mejoramiento de los
habitantes de nuestro planeta.
Ofrecimos luego un refrigerio, que aceptaron gustosos.
Nos invitaron seguidamente a inspeccionar su nave cuya sencillez y
comodidad nos asombró. La cámara del personal ocupaba apenas una
cuarta parte del volumen total del aparato.
Había mucha semejanza con algunas de las nuestras, exceptuando
quizá la mayor sencillez en sus controles.
En lugar de turbinas para el arranque inicial, estaba dotada de la
banda giratoria ecuatorial que le permitía tomar impulso vertical
suavemente.
Acto seguido los llevamos a nuestro estudio taller para que
examinaran nuestro último aparato, con el cual estábamos dispuestos
a corresponder la visita. Mostraron vivo interés en todos los
detalles.
Expresaron satisfacción y manifestaron ser posible la realización de
nuestro viaje. Trataron de hacernos algunas indicaciones de
reformas.
Aprovechamos entonces para invitarlos a quedarse con
nosotros, a lo cual contestaron con una franca aceptación,
asegurándonos que regresarían para ello.
La esperada visita
Los acompañamos a su nave a la cual entraron con una última señal
clara de "Hasta luego". Cerrose herméticamente
la puerta. El aparato comenzó a iluminarse exteriormente y se elevó.
Inmediatamente se unieron en formación los otros cuatro y se
alejaron rápidamente.
La entrevista había tenido más éxito del que podíamos esperar.
Habría colaboración y entendimiento. Nos dimos a la tarea de
preparar un sistema especial de señales luminosas y sonoras para
lograrlo mejor. Por lo demás no debía ser difícil coordinar una
lengua para mutua comprensión oral.
Por las pocas palabras que entre sí se habían cruzado podíamos
deducir que su lenguaje era desprovisto de consonantes ásperas,
guturales y vocales nasales o aspiradas, pudiéndose encuadrar
fácilmente en nuestro grupo de idiomas neolatinos y especialmente
italiano y español, o sea, consonante y vocales de pronunciación
clara y líquida, hecha más suave por sus dentaduras, de piezas más
pequeñas y unidas que el común de las nuestras.
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SEGUNDA VISITA
Nuestro objeto en este libro no es el de detenernos en detalles de
nuestros estudios y trabajos sino de relatar nuestras relaciones con
los habitantes de Marte.
Nuestros colegas de Marte habían demostrado sincera voluntad de
cooperación y nos dimos a la inmediata tarea de realizar los últimos
preparativos para traspasar la órbita de nuestras barreras
terrestres.
Las naves no presentaban problemas respecto a velocidad y dirección.
Los problemas que hoy debían resolverse eran los relativos a la
resistencia a las grandes presiones o a la falta de ellas y la
resistencia al recalentamiento por el roce inevitable con los
elementos atmosféricos y estratosféricos.
En ambos sentidos habíamos dado pasos muy avanzados. Respecto a lo
primero se planeó una nave de triple coraza con dos cámaras
aisladoras de vacío absoluto. El segundo problema lo resolvería un
elemento que debería ser conductor
extraordinaria resistencia al calor.
Se logró para la coraza externa una aleación que podría resistir
6,000 grados de calor en circunstancias corrientes y que cargado de
electricidad se convertiría de una resistencia sin límites,
convirtiéndose casi en energía sólida, que al aumentar la velocidad
aumentaría al mismo tiempo el poder de concentración energética.
Las puntas de que estaba erizada la nave marciana nos encaminaron a
la solución de varios problemas.
Exactamente un mes después de la primera, recibimos la segunda
visita de los mensajeros de Marte que esta vez se presentaron con
seis máquinas, cinco de las cuales eran iguales a las primeras y la
última de proporciones mucho mayores y en forma de disco, o trompo
muy achatado.
Una gigantesca nave
marciana.
Podríamos dividir este aparato en cinco
secciones.
La central de diámetro mayor, dos
secciones, superior e inferior, a la central que formaban una unidad
compacta y sólida y las dos secciones, la extrema superior y extrema
inferior, móviles o sea giratorias, como dos turbinas, pudiendo
girar ambas
en el mismo sentido o en sentido opuesto; dotando así a la nave de
impulso de ascensión o de descenso.
En los cuatro extremos opuestos de la banda central estaban
dispuestas cuatro turbinas de proporciones inferiores a las primeras
dos, al accionar las cuales la enorme nave tomaría la
dirección deseada.
La gigantesca nave era seductora y desde luego demostraba ser d«
una enorme potencia. Su diámetro máximo mediría unos sesenta metros,
su máxima altura en cambio tendría unos dieciocho metros.
Descendieron tres personas de cada una de las primeras cinco naves,
quienes acudieron a rodear el disco. En seguida abriéronse dos
compuertas por las cuales descendieron veintiocho hombres. El jefe
que nos visitara la primera vez, acompañado por otros dos,
adelantándose hacia nosotros, nos brindó amable reverencia que
nosotros emocionados imitamos atreviéndonos a ofrecer un efusivo
apretón de manos que fue cordialmente correspondido.
Nos guió
seguidamente al enorme disco, indicándonos un abundante equipo
destinado a nuestro campamento, preguntando adonde podría ser
depositado. Señalando el lugar y con la ayuda de nuestros hombres
se procedió al desembarque. Desocupada la nave e invitados por
ellos, practicamos una breve inspección en su interior. Saltaba a la
vista la formidable robustez de su construcción, hecha sin embargo
con materiales livianísimos.
No nos entretuvimos en esta inspección, pues la nave iba a
permanecer allí con sus tripulantes que comprendían mecánicos, dos
médicos, tres físicos, dos astrónomos, especialistas en ciencias
políticas y religiosas, dos expertos en alimentación y tres
técnicos que se dedicarían exclusivamente a la interpretación y
adaptación del idioma.
En nuestro campamento se hablaban 22 idiomas, ninguno de ellos sin
embargo resultaba tic utilidad práctica para el caso, pues, a pesar
de que el idioma de los visitantes tenía en fonética bastante
semejanza con las lenguas neolatinas,
ninguna semejanza prestaba en lo demás. Quien esto escribe por
poseer el dominio de 6 idiomas, integró la comisión que se
encargaría de la interpretación y de establecer una posible
coordinación de lenguaje para mutua facilidad de entendimiento.
Depositados equipos y equipajes, todo el personal visitante se
reunió en dos grupos, 15 personas a la izquierda y 28 a la derecha
del jefe, quien hizo la presentación de los segundos que
permanecerían entre nosotros y refiriéndose a su planeta hizo
entrega a nuestro jefe de un documento.
Extrajo de un rollo de oro finísimo una hoja, de treinta por treinta
centímetros, de brillante metal blanco, del espesor de un papel
nuestro corriente; la hoja metálica llevaba grabada en relieve con
letras de oro, una inscripción, encabezada a manera de escudo por un
grabado, también en relieve, representando el Sistema Planetario
Solar.
Dos meses después teníamos la traducción exacta del
contenido:
LOGA
Hermano universal del espacio inmenso rinde homenaje y amistad a,
DOGUE
En el deseo vehemente de unir a los
seres todos,
que viven en un solo
espíritu, en el espíritu infinito
para gloria y paz eternas.
La firma la constituía un sello grabado en relieve, representando
un globo de Marte; el cual signo era exclusivo privilegio de jefe
supremo.
Se nos enviaba pues un mensaje especial en nombre de todos los habitantes del planeta, del cual se desprendían fantásticos
conceptos.
Los marcianos traen
escrito un mensaje de amistad y alianza,
en su
segunda
visita a la Tierra.
-
¿Vivirían en perfecta unión, en hermandad universal los habitantes
de Marte y de los otros mundos?
-
¿Serían dirigidos o gobernados por un solo jefe?
-
¿Serían todos guiados por un solo principio religioso?
-
¿No existían discriminaciones de razas?
-
¿No existen en las cartografías de Marte las insulsas líneas,
llamadas fronteras, que marcan e imponen el odio entre sus
habitantes?
Si esto fuera así: ¡Qué papel más triste desempeñaría la Tierra en
el consorcio de los mundos! ¡Qué negro su panorama! ¿No sería
nuestro planeta un salvaje rebelde en la armonía universal?
Advertimos categóricamente que todos nosotros, dedicados
sinceramente a la investigación, estamos hondamente imbuidos de la
idea de la divinidad y del principio religioso universal.
Las abrumadoras reflexiones a las que nos inducía todo cuanto estaba
ocurriendo, confirmaron más y más nuestros sentimientos.
Terminando el breve acto, el personal que iba a permanecer en
tierra correspondió al jefe y a sus acompañantes el saludo,
levantando recto el brazo derecho hacia arriba, pasándolo luego
hacia el frente, vertical al cuerpo, para tornarlo paralelo al mismo
hacia abajo.
Interpretamos el saludo como señalamiento al astro de procedencia,
juramento de fidelidad y obediencia incondicional. El mismo saludo
nos dirigió el jefe a nosotros, secundado por todos ellos y nosotros
instintivamente, a una, lo correspondimos. Se encaminaron luego a
sus naves abordándolas inmediatamente. El jefe, que abordó por
último su nave, nos saludó nuevamente y ocupó su puesto. Los
aparatos se elevaron uno por uno y desaparecieron a grande altura
dirigiéndose hacia occidente.
No regresarían a Marte, estábamos seguros, sino a su campamento terrestre: ¿A qué parte de la Tierra? No lo sabíamos
aún.
Los marcianos que quedaron, dirigiéronse a su disco pues pasarían a
bordó las primeras noches y parte del día para su ambientación y
adaptación. A los cuatro días ocuparon definitivamente el edificio
a ellos destinado y previamente acondicionado.
El objeto obvio de su visita era una mutua comunicación y el
intercambio mutuo de conocimientos científicos, técnicos y
culturales.
Cada comisión se dio inmediatamente a su tarea con el mayor ahínco,
siendo la más ardua, al principio, la que tuve el honor de presidir
y dedicada al lenguaje.
Diez días más tarde ya poseía nuestra comisión una idea clara del
nuevo idioma y sus principales acepciones. Guiados por un programa
bien definido nos circunscribimos a lo esencialmente necesario para
el mutuo entendimiento en el desarrollo del mismo programa que era
bien preciso.
Objetivos primordiales:
-
Adaptar nuestros aparatos para el viaje proyectado.
-
Intercambio de los conocimientos geográficos de ambos planetas.
-
Intercambio de conocimientos cosmográficos del Sistema Solar.
-
Estudio de la constitución física del cuerpo humano para su
adaptación en los dos medios planetarios.
La energía solar puede convertirse en un sinnúmero de aplicaciones
análogamente a lo que nosotros hacemos con la electricidad que, al
fin, es la misma cosa. Los marcianos hacen uso casi exclusivamente
de esa energía, cuya acumulación obtienen de un modo maravilloso de
los rayos solares.
Es sorprendente la solidez, estado compacto y enorme capacidad de
acumulación que adquieren ciertos elementos
metálicos al ser tratados, en estado líquido durante la fundición,
por el voltaje elevado de electricidad que deja el metal casi en
estado híbrido con asombrosa sensibilidad a la energía. Así fueron
reformándose las corazas de nuestras naves.
Buenas sorpresas recibimos en asuntos geográficos, pues mientras
ellos conocían la Tierra casi tan bien como nosotros, en cambio,
nada sabíamos de Marte. Poseían de la Tierra mapas muy detallados,
lo que indicaba que se había llevado a cabo una seria exploración
de la misma. Era cierto; y nos enteramos de datos sorprendentes.
Los marcianos estaban explorando sistemáticamente nuestro planeta
desde el tiempo de la Primera Guerra Mundial, habiendo llegado por
primera vez en agosto de 1917. Su primer viaje, realizado con
cuatro naves, había sido fatal porque sólo dos pudieron regresar,
pero con suficientes experiencias para los siguientes. Hasta mayo de
1936 se realizó la segunda expedición con éxito completo.
Repetidas veces se habían percibido señales en Marte cuando Marconi
en sus experimentos lanzaba poderosas ondas dirigidas a otros
planetas, los viajes a la Tierra se multiplicaron.
La última guerra mundial, de la cual se dieron cuenta cabal, los
disuadió de buscar un entendimiento; había demasiado desacuerdo,
demasiada saña, demasiado odio entre los hombres. ¿Serían
tergiversadas sus buenas intenciones?
Al término de la guerra se reanudaron sus viajes de exploración.
Por cierto que en uno de esos viajes había ocurrido un serio
incidente al no poder evitar a tiempo el demasiado acercamiento de
un aparato terrestre, el cual, provocando una tremenda descarga
eléctrica, literalmente se pulverizó.
Nos referimos aquí a sus visitas y expediciones sistemáticas, porque
sus visitas eventuales a nuestro planeta, como demostraremos
ampliamente en nuestro segundo libro "MAKI'K Y NOSOTROS" datan de
más de dos mil años.
Lo anterior nos confirma que si conocían la Tierra, la Tierra sin
embargo no era confiable.
Unos treinta marcianos habían sido depositados en tierra, haciéndolo
en diversas partes.
Un marciano, confundido en una gran ciudad, puede pasar
desapercibido. Así es como se conoce en Marte a Washington, Nueva
York, Roma, Londres, París y se conoce algo de
sus idiomas.
Persiguiéndose por ellos siempre el fin de un entendimiento,
trataron esos visitantes de captar una clara idea del estado
psicológico de la humanidad. El cuadro sin embargo siempre se
presentó obscuro. Más tarde, llegando nosotros a Marte, nos dimos
cuenta exacta de los conceptos que se habían formado y los
consignaremos fielmente. Por el momento sólo declararemos que gozan
de óptima reputación ante ellos los norteamericanos y las naciones
del pacto del Atlántico, por sinceras en sus intenciones. No confían
en el asiático y menos en Rusia que constituyen según ellos el
peligro más grave para nuestra pacífica prosperidad.
Por eso nos costó lograr convencerlos a establecer contacto con
nosotros. Pero ya nos habíamos comprendido y perseguíamos el mismo
objetivo.
Cosmográficamente pudimos hacer un mejor aporte, si bien aventajan
en mucho sus instrumentos de observación, mucho más perfectos y
porque varios planetas, y ellos conocen tres más que nosotros,
habían recibido su visita.
También la Luna, que para ellos era una escala de rutina, nos
reservaba sorpresas.
Respecto a la adaptación vital de unos y otros no se presentaban
problemas mayores como nosotros suponíamos. En Marte la temperatura
es muy inferior a la media terrestre, sin embargo hay muchas
regiones terrestres habitadas con temperaturas muy parecidas a la
media del planeta amigo. La temperatura media en Marte podría
corresponder a la nuestra de diez grados centígrados, sin embargo,
por diversas razones
de orden atmosférico y geológico, los efectos no son idénticos.
Sobre los habitantes de Marte nuestro clima es oprimente por su
atmósfera más pesada.
Los terrícolas en cambio experimentarán en Marte la sensación de
quien se halla a una altura de seis mil metros sobre el nivel del
mar.
Estando ubicados nuestros estudios en una región andina a cuatro mil
metros sobre el nivel del mar y, a una temperatura media de dos
grados centígrados, se comprenderá la fácil adaptación de los
marcianos.
Una permanencia larga en regiones menos elevadas o a nivel del mar
causará trastornos en el organismo de los marcianos por la subida
presión atmosférica, al igual que sufriríamos nosotros en regiones
elevadas de Marte por la razón inversa.
Las enormes variantes durante el trayecto serían salvadas por una
conveniente adaptación del interior de las naves, prescindiendo por
completo de los absurdos equipos personales como los que se estilan
en las naves supersónicas corrientes.
Mediante una conveniente
adaptación del interior contaríamos durante todo el viaje con
oxígeno, temperatura y presión adecuados.
La alimentación no constituiría tampoco un serio problema. Los
marcianos traían consigo una fuerte reserva alimenticia en forma de
comprimidos, fabricados casi todos de cereales, muchos de los cuales
se cultivan allá.
Sin embargo poco uso tuvieron que hacer de esas
reservas pues nuestra alimentación resultó para ellos muy
satisfactoria, lo mismo que para nosotros resultaba muy efectivo y
altamente eficaz su régimen.
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¡ATENCIÓN, HABITANTES DE LA TIERRA!
Era realmente sincero el interés de los marcianos en el
establecimiento de relaciones sólidas con nosotros, prodigando
además sus conocimientos técnicos y científicos sin ninguna reserva,
revelando un celo semejante al de apóstoles de un clero.
Estaban
convencidos de que, de la semejanza entre los dos planetas y entre
los habitantes de los mismos, podrían deducirse, por una ley
universal, analogías y semejanzas entre todos los planetas y sus
habitantes, tenidas en cuenta las diferencias accidentales en unos
y otros. Y como en un mismo planeta hay partes de él y de sus
habitantes mis desarrolladas que otras, así habría en el universo
mundos y planetas más perfeccionados que otros. Las diversas
circunstancias de ubicación, distancia, influencia, etc., del
centro energético, el Sol en nuestro caso, son un factor de suma
importancia en el mayor o menor grado de desarrollo en cada caso.
Eran inimaginables las consecuencias que podrían deducirse
del hallazgo do leyes exactas al respecto. Nosotros comprendimos
claramente los móviles y aspiraciones de los marcianos; son seres
sumamente adelantados científicamente y al mismo tiempo poseídos de
un alto espíritu idealista, misioneros de una idea universal.
La formación y constitución de los mundos dan a sus sistemas
teórico, filosófico, científico y religioso una cohesión de solidez
granítica, de conclusiones claras, sólidamente fundadas, que
dirigen la investigación por un camino bien determinado.
El Universo entero (nuestro macrocosmos), es una realidad bien
definida. Sus componentes son, asimismo, realidades tan definidas
como lo son las diversas partes de esos componentes.
Las leyes exactas que gobiernan y singularizan el átomo de cada
molécula, la molécula y la célula de cada organismo y los organismos
de cada cuerpo son idénticas a las que en el espacio relacionan el
satélite con el planeta, el planeta con el astro y el astro con el
Universo.
La ley constitutiva del microcosmos, el átomo, es la que constituye
el macrocosmos, el Universo. ¿Cómo podrá llegar la humanidad a la
resolución certera de tantos problemas que le obstruyen el paso a la
luz, mientras para unos el mundo tiene un origen, para otros es muy
distinto? El principio moral es diverso en varios. Para unos Dios es
realidad, para otros, ficción. En la misma investigación científica,
los principios de partida son distintos. Esto no producirá más que
un caos del cual la humanidad no logrará nunca resultados de avance
real.
En Marte se logró el establecimiento de principios bien definidos,
verdades inmutables y no tergiversadas; eso los ha conducido al
grado de perfección que los enaltece.
Sí un mismo principio, sostenido por unos, es rechazado por otros
relegará forzosamente a unos u otros al error; conducirá rápidamente
a unos hacia la verdad y sumirá a otros en mayor confusión.
En la Tierra, divagamos aún en absurdas elucubraciones respecto al
origen de la materia y de la vida.
-
¿Cómo podremos dar un paso
positivo hacia la determinación de ciertos principios, la positividad de ciertas leyes y tras esos básicos baluartes avanzar
con firmeza si lo que hoy tenemos como seguro pedestal resulta
mañana deleznable y es suplantado por otra teoría a su vez incierta?
-
¿Cómo podremos establecer principios religiosos, científicos y ni
aun políticos y sociales si fijamos como base de nuestro mundo una
absurda teoría de evolución materialista?
-
¿Ha producido una causa
inferior efectos superiores alguna vez?
Y aun en el campo de la
experiencia, ni los elementos primarios han dado un paso no digamos
al perfeccionamiento, pero ni siquiera a una mínima transmutación.
Jamás el oro se ha trocado en plata, ni el hierro en plomo, ni el
hidrógeno en oxígeno.
Mucho menos se han hallado vestigios del
cambio de un mineral en vegetal, del vegeta! en animal, o del
irracional en ser inteligente. Pero ni de una especie a otra se ha
logrado el paso y los esfuerzos en ese intento han dado por
resultado únicamente pequeñas variantes o monstruos accidentales. Y
si no lo ha logrado la ciencia con todos sus esfuerzos.
¿Cómo lo
habrá podido efectuar la naturaleza que en su estado primario el
evolucionista la considera materia ciega e ignorante?
Si la ciencia procediera en su ascenso partiendo de un principio
axiomático y gradualmente avanzara a un segundo paso que fijara
inconmovible base para un tercero tendríamos en la escala del
progreso peldaños firmes que conducirían a una meta de alcances
indefinidos. Pero si el primer peldaño de esa escala descansa en
falso, todo serán elucubraciones faltas de lógica y sentido.
Ocurre con frecuencia a la humanidad lo que al cirujano en el campo
de la medicina. Una operación quirúrgica, basada en un falso
diagnóstico concluirá en una herida fatal y a veces en un
homicidio. Muchas cosas hace la humanidad, que
son ridículas, inútiles y, a veces, fatales.
Es encomiable el
esfuerzo humano, por ejemplo, en el campo del transporte; pero
¿compensan las ventajas al enorme promedio de destrozos que ello
ocasiona? Un país podrá ofrecer un automóvil a cada habitante, pero
para ello: ¿Cuántos millones de toneladas de materia prima
extraemos de la tierra? ¿Cuántos millones diarios de toneladas de
combustible, gases, carbón, petróleo, etc., arrancamos de sus
entrañas?
El peso de nuestro planeta es definido.
-
¿Soportará este
peso una mengua indefinida?
-
¿A qué cataclismo llevamos nuestro
planeta?
-
¿A qué consecuencias nos llevará la desintegración atómica?
Invertimos millones de unidades de energía humana, millones de
toneladas de materia prima para aniquilar materia y obtener como
consecuencias sólo destrucción.
Habrá de producirse en nuestro planeta un desequilibrio tal que
afectará forzosamente, por la ley de compensación, el equilibrio de
los otros planetas de nuestro sistema. Por eso se alarman justamente
sus habitantes y vienen en nuestra ayuda para encauzarnos por otro
rumbo. Dejemos de destrozar y enervar nuestro planeta y
aprovechemos la maravillosa energía que transporta los astros y
gobierna el Universo.
Por eso los marcianos tenían interés en llevarnos a conocer su casa,
su gobierno, su vida y sus progresos.
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ÚLTIMOS PREPARATIVOS
Los trabajos se hacían con celeridad. Habíamos logrado la comunión
entre dos mundos. Los rápidos progresos nos llenaban de honda
satisfacción y nos infundían alientos con el entusiasmo y el
optimismo que comunica la seguridad del triunfo. Los marcianos
dominaban la materia con destreza sorprendente y un conocimiento
profundo de las propiedades físicas y químicas de los cuerpos
primos, recabando combinaciones y aleaciones de resistencia, dureza
y propiedades cuyo alcance nosotros no habíamos logrado.
La constitución física del planeta Marte es igual a la terrestre de
modo que no hubo necesidad de engorrosas investigaciones. El calor
y la fuerza motriz eran logrados con la concentración de los rayos
solares por un receptor de vidrio en forma de cúpula. Durante los
meses de arduo trabajo fueron frecuentes las inspecciones de jefes
marcianos cuyas visitas eran ya rutinarias.
Tres poderosas máquinas estaban al fin prontas para cruzar el
océano inmenso del espacio.
De forma completamente esférica, en el interior cada máquina
consiste de una cámara dividida en dos secciones, una destinada al
personal y otra a los instrumentos mayores. Esta cámara está
protegida por cuatro corazas, de extraordinaria robustez, separadas
entre sí por tres cámaras, las dos externas de vacío absoluto y la
última comunicante con el interior. En esta última, en su mayor
parte transparente, están instalados varios equipos.
La envoltura
externa, de forma también esférica, constituye un poderoso colector
de energía y calor, que es asimismo convertido en energía, dotada de
puntas de un enorme poder electromagnético. Dos poderosas turbinas,
que toman aspecto de torrecillas, en los extremos superior e
inferior, le dan propulsión y otras tres minúsculas, distribuidas
en la extrema superficie externa, le dan dirección.
Poderosos y
eficaces condensadores aseguran fuerza de emergencia. Un mínimum de
esta fuerza es suficiente para asegurar al aparato un aterrizaje
eventual el cual puede efectuarse en agua, previo enfriamiento de la
parte externa, lo cual se consigue neutralizando el circuito
magnético. Enormes reservas de oxígeno, alimentos concentrados y
todo lo previsible eran instalados en las naves. A los marcianos
nada podría sorprender.
Tres meses de vuelos intensos por todas las latitudes y longitudes
consagraron las naves para el histórico acontecimiento.
El viaje fue bautizado Expedición Colón en homenaje al gran genovés
que dio luz al Nuevo Mundo del cual se desprendería esta nueva
epopeya cuyos alcances sólo están en poder de Dios y de la historia.
Las naves, bautizadas con solemne rito religioso (contaba nuestro
instituto con dos eminentes sacerdotes), se llamaron Loga,
Dogue,
Cuni: Marte, Tierra, Alianza.
Exornaban el interior de las naves sendas efigies de oro
del máximo embajador de los siglos a quien confiamos reverentes
nuestra empresa: Cristo.
Las circunstancias todas concurrieron a fijar la memorable fecha,
por demás simbólica, 12 de octubre para el primer viaje
interplanetario. Los últimos preparativos inmediatos fueron hechos
con la emoción que puede infundir un acontecimiento, el más
memorable de la historia de la humanidad.
América debía ser la primera antena del nuevo mensaje.
El día 28 de octubre estaría el planeta Marte en oposición al Sol,
hallándose la tierra entre el Sol y Marte y la Luna entre Marte y
la Tierra.
El 12 de octubre era por tanto
aún astronómicamente la fecha precisa para el inicio del viaje.
Nuestro poderoso colector de energía termosolar con capacidad para
cien mil
kilovatios.
O.- Colector. A.- Condensadores y acumuladores. X.-
Campo de antena magnético-solares
El personal destinado a tripular las naves estaba listo. Las nueve
personas, seleccionadas para satisfacer todos los requisitos,
estaban prontas para cumplir su misión; un médico, un sacerdote
(eminente astrónomo), cuatro técnico-físicos, dos peritos en
sociología y ciencias metafísicas y el autor de este relato, como
intérprete.
En previsión del sepulcral silencio en que serían envueltas las
cabinas interiores de las naves durante el vuelo sideral, fueron
equipadas convenientemente con especialísimos aparatos de
reproducción musical, cintas magnéticas para reproducción de
instrucciones y programas especiales, destinados a mantener alerta
el sistema nervioso y potentes unidades para comunicación radial
directa con la base.
Estos aparatos que resultaron de alta
eficacia, sensibilidad y fidelidad, fueron construidos
especialmente.
El 9 de octubre habían descendido al campamento siete aparatos
marcianos, seis de los cuales traían la misión de escoltarnos en el
viaje. Ellos estaban listos, y para nuestra sorpresa, cada nave
venía equipada de un poderoso dispositivo electroimán con el cual
podría en caso de grave emergencia, ser remolcada otra nave en el
espacio.
Una poderosa estación de radio fue preparada especialmente para
mantenerse en contacto con nosotros, estación sin duda la más
poderosa que se haya construido hasta hoy.
Los marcianos, que
demostraron vivísimo interés desde el principio por nuestros
sistemas de comunicaciones radiales, se esmeraron en ayudarnos a
dejar las instalaciones con máxima efectividad.
La técnica de los expertos visitantes nos había prestado ayuda
decisiva en la resolución del problema clave para el
traspaso de las fronteras de la atracción terrestre.
Para
contrarrestar la fuerza de la gravedad sería invertida la energía
eléctrica de modo que en lugar de sufrir resistencia serían
rechazadas de su eje. Hallándose Marte al exterior de la órbita
terrestre, nosotros seríamos transportados por la energía solar en
sentido directo al de su atracción.
Quedó comprobado definitivamente que la energía eléctrica no es más
que una manifestación de la inmensa energía que gobierna la
gravitación general.
Al contrario de lo que sucedería con cualquier aparato terrestre de
otro tipo, la atmósfera no constituye un medio para las naves
energéticas sino más bien un lastre y cuanto más rara la atmósfera
mayor es la cantidad de energía aprovechable, menor la resistencia
externa y menores los problemas del rozamiento atmosférico.
Como el planeta Marte es mucho más pequeño que la Tierra, menor su
atmósfera y su fuerza de gravedad, los viajes de los marcianos a la
Tierra y nuestro viaje de regreso resultan mucho más fáciles.
Previsto todo lo humanamente previsible y concluidos todos los
preparativos, el once de octubre de 1956 extendía ya sobre la Tierra
la noche más memorable y, para nosotros, !a más larga de todas las
noches.
Un cúmulo de sueños, ideas, sentimientos, nobles esperanzas
invadían las mentes y los corazones de todos, de los que
permanecerían en tierra, pero especialmente de los escogidos que
íbamos a emprender el camino de los astros.
¿Cuál sería la conclusión de tan extraordinaria aventura? Sin
embargo no nos sentíamos aventureros-, sentíamos la satisfacción, la
emoción honda de la embajada, de la misión más grande cuyos
resultados podrían tener consecuencias de alcances imponderables.
¿Coronaría el éxito nuestra misión? ¿Volveríamos a ver a nuestra
amada Tierra? ¿Sus montes, sus mares, sus crepúsculos, sus auroras?
Acostumbrados a sumirnos en la contemplación de las cartas celestes que nos mostraban la Tierra como un
cuerpo insignificante entre los gigantes del cielo, la teníamos
casi olvidada; pero, hoy surgía para embargar nuestra mente y
nuestro espíritu con todo el encanto de sus bellezas, de nuestros
amores, de nuestros sueños y esperanzas.
Sus horrores, sus guerras,
sus pasiones, sus odios, sus insondables abismos, sus cumbres
excelsas, la furia de sus mares, el terror de los huracanes, el
retumbar de sus volcanes, sus aborrecidas luchas fratricidas, todo
formaba en esos momentos un cuadro de sombras y luces, grato a
nuestros corazones. Nunca habíamos sentido tanto, el amor por este
bendito suelo.
Al fin éramos de la Tierra y somos de tierra.
Nos alentaba en la partida la esperanza del regreso, pero, si en esa
gloriosa jornada por los caminos del cielo hallásemos la muerte,
¿podría acaso llamarse muerte? ¿Es acaso muerte el perderse entre los
astros del cielo? ¿Es acaso una tumba pesada el espacio inmenso?
¡Y que grande! ¡Qué sabia! ¡Qué hermosa ha de ser esa inteligencia
infinita que así ha dispuesto tantas maravillas, leyes tan precisas,
para quien el mundo es un átomo y el átomo es un mundo. Era
comprensible en esa noche memorable la exaltación de nuestras
mentes.
Y ya la aurora del nuevo día apuntaba en el cielo, que nos esperaba.
Era el doce de octubre de 1956.
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NUESTRO VIAJE 12 de Octubre
Desde las primeras horas del amanecer el campamento bullía en
movimiento.
Nunca como ese día se había notado tanto espíritu de
fraternidad entre todos los miembros del campamento, entre los
marcianos y nosotros, inclusive los nativos que estaban a nuestro
servicio desempeñando trabajos accesorios. A todos embargaba una
extraña emoción.
A las diez de la mañana todo estaba listo y reinaba en el ambiente
una calma y tranquilidad extraordinarias. Nos reunimos todos en un
último acto cordial para dar expansión a nuestras emociones. El
director de nuestros estudios, Martinelli, a la par del jefe
marciano, Tage (pronúnciese la g a la italiana), vivamente alterado
por la emoción, nos comunicó las últimas y más bellas de las
noticias. El jefe marciano manifestaba máxima complacencia por
nuestros esfuerzos, quería patentizar admiración por nuestra labor y
sus fines y tenía fe cierta en el éxito por la hermandad y unión de
los
mundos.
En prueba de ello solicitaba venia para instalar junto a
nosotros una base marciana permanente, para fines de estudio y
experimentos en comunión con nosotros. Los aplausos estruendosos
que interrumpieron esta noticia impresionaron vivamente a los
marcianos, cuyos rostros vimos por primera vez alterar la emoción.
Unos y otros éramos embajadores de una idéntica misión.
12 de Octubre de
1956, a las 12 horas
Todos los presentes, desde el jefe al más humilde del campamento,
tenemos la misma responsabilidad y el mismo mérito en ésta y en
todas las empresas, continuaba Martinelli; en todo el mundo se
brega, desentrañando de la Tierra medios para destrucción y muerte,
nosotros nos dirigimos al cielo en busca de hermanos y de paz.
"Dios
debe estar con nosotros, como siempre lo ha estado."
El efecto de sus palabras fue culminado por Tage, quien, invitado a
hablar, pronunció sólo tres, que no necesitaron interpretación:
"Sundi, Dogue, Loga: Dios, Tierra, Marte."
Las últimas instrucciones fueron breves y, una vez más revelaban el
alto espíritu de cooperación de nuestros aliados. Vestiríamos el
traje proporcionado por los marcianos y que hemos descrito al
principio, el cual, además de ser sumamente liviano, es un aislador
perfecto contra la electricidad.
La salida era fijada para las doce horas meridiano, elevándose las
naves a diez mil metros de altura para dirigirse sobre el polo norte
de donde se iniciaría el ascenso describiendo una elipse con destino
directo a la Luna.
De la Luna saldrían a nuestro encuentro naves marcianas para
aumentar la escolta a la base lunar, completando así la primera
etapa.
Nuestras naves serían ocupadas por seis tripulantes, uniéndose a
nosotros tres marcianos en cada una. Completarían el convoy las
otras seis naves marcianas que cerrarían el círculo, formando en
conjunto una estrella de nueve puntas que constituiría de ese modo
un formidable circuito magnético, tal como se había efectuado dos
meses antes en vanas
excursiones, en una de las cuales se habían llevado a cabo
evoluciones sobre la ciudad de Washington.
La velocidad hasta la llegado al polo sería de seis mil kilómetros,
al iniciarse el ascenso directo sería aumentada hasta treinta y
cincuenta mil kilómetros por hora. La pausa en la Luna sería de seis
horas. De la Luna a Marte la velocidad sería difícil de controlarse,
siendo la mínima de cien mil kilómetros por hora.
Téngase presente que estos aparatos fuera de la atmósfera tenderían
a tomar la velocidad de la luz; nuestro control, por tanto, no
consistiría en darle impulso sino en el de frenarlo, lo cual sería
conseguido efectivamente al entrar en los medios atmosféricos.
Del punto de partida hasta el polo terrestre serían gobernadas
desde el campamento por control remoto; al iniciarse el ascenso
paralelo al eje terrestre sería suspendido nuestro control y
entrarían bajo el control de la base lunar.
A las once cuarenta y cinco minutos cada tripulante equipado al pie
de su nave recibió la última despedida y ocupó su puesto. Nuestro
director prodigó a cada uno un abrazo efusivo sin poder reprimir
las lágrimas.
En respuesta al
mensaje marciano, Martinelli coloca en la mano de Tage el anillo
simbólico.
Tage, el jefe marciano, en un gesto de profundo significado ocupó
una de nuestras naves, DOGUE; y ese gesto infundió en todos
seguridad y confianza.
La despedida entre Tage y Martinelli fue el
espectáculo más bello y más significativo: Martinelli colocó en la
mano de Tage un precioso anillo que llevaba incrustado en el centro
un diamante mayor, representando el Sol e incrustados sucesivamente
otros ocho proporcionados al tamaño de los planetas más conocidos y
dos esmeraldas representando a Loga y Dogue, con la inscripción en
el reverso: Amitia et pax (Amistad y paz).
Un abrazo efusivo coronó la escena en la que, en dos seres, se
abrazaban dos mundos.
Eran las once cincuenta minutos, las naves se aureolaron de un
brillo fosforescente.
...y en efusivo
saludo, entre dos hombres se abrazaron dos mundos.
A las doce meridiano se elevaron.
En el campamento reinó el silencio más profundo mientras los ojos de
todos escrutaban el cielo para inclinarse luego reverentes a
contemplar la única bandera que señoreaba el campamento, un enorme
pabellón blanco con un disco de oro en el centro.
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EN EL ESPACIO
De los tripulantes de las naves terrestres, dos eran de
nacionalidad italiana, uno frances, un noruego, dos alemanes, un
holandés, un belga y un inglés. De los italianos uno es sacerdote y
eminente erudito en la ciencia termoeléctrica.
Las naves se elevaron perpendicularmente y, a la altura prevista,
tomaron rumbo al polo Norte. Las cabinas eran confortables; presión
atmosférica, oxígeno y temperatura habían sido establecidos desde
tierra. Nótese que con dos dispositivos especiales podía
introducirse aire del exterior de modo que del oxígeno de reserva,
acumulado en suficiente cantidad en estado líquido, se haría uso en
el momento oportuno.
Un equipo completo de instrumentos para todas las investigaciones
previsibles había sido acondicionado en las naves, alguna dé ellos
en contacto con el exterior. Aparatos especiales de grabación
registraban todas las variantes de los instrumentos.
Sensación especial no percibíamos ninguna, ocupando nuestra atención
particularmente en los panoramas de! periscopio que pronto no
mostraba más que el blanco reflejo del manto polar.
Durante este trayecto el movimiento de traslación lo efectuaron las
turbinas por la energía dinámica.
Llamaremos dinámica a la energía trocada en electromecánica y
estática a la energía magnética solar mediante la cual las naves
serían llevadas por impulso inmanente como las ondas de la radio.
Al entrar en contacto con cualquier medio atmosférico la energía
electromecánica hacia accionar automáticamente las turbinas, las
cuales, moviéndose en sentido contrario, proporcionaban el medio
inmediato para la reducción de la velocidad.
Un silbido peculiar producido por las turbinas denunciaba
instantáneamente el contacto con cualquier medio atmosférico, el
igual que el silencio denunciaba su desaparición.
A las doce horas cincuenta y cinco minutos los instrumentos
denunciaron cero grados paralelos. Estábamos sobre el polo Norte.
Las turbinas laterales, o de dirección, fueron paralizadas e
iniciose el ascenso. Después de breves minutos las turbinas
verticales enmudecieron también. Todos los instrumentos mecánicos
se paralizaron rápida y sucesivamente, excepto los relojes
eléctricos. El último vestigio de vida de los instrumentos de
presión marcó 41,000 metros de altura.
¿Qué velocidad estábamos
adquiriendo? Sólo podríamos saberlo a la hora de llegada.
Ninguna impresión particular sentíamos, más que la de hallarnos en
un medio confortable y placentero.
La respiración, normal. El anhídrido carbónico expelido por nuestros
pulmones era absorbido y concentrado para luego ser eliminado. Ni siquiera sensación de movimiento. Era realmente
sorprendente y maravilloso el sabernos transportados como átomos de
luz.
La atención de todos convergía en la pantalla del periscopio, la que
de vez en cuando nos deparaba sorpresas cautivadoras.
Las películas
logradas de esa pantalla y que pronto se darán a conocer al mundo,
darán una idea clara de la sensación nuestra, que no era otra que la
que puede percibir un espectador desde la butaca de una
sala de exhibiciones.
Grafico del
itinerario seguido en al viaje a Marte.
Era impresionante ver aumentar por unos instantes el panorama
terrestre ocupando toda la pantalla del periscopio hasta llegar a
discernir el límite de las regiones heladas, mares y continentes,
esfumarse sus contornos, convertirse en vaga nebulosa y, a las
quince horas doce minutos, ver marcados en los bordes extremos de
la pantalla (de un metro de diámetro) los contornos de la esfera
terrestre que seguían reduciéndose mientras en su centro se venían
ensamblando los contornos de otra esfera, la Luna. (Téngase presente
que el periscopio estaba dotado de doble lente, uno inferior y el
otro superior, ambos convergentes en la misma pantalla.)
A la reducción de la esfera terrestre correspondía igual aumento del
círculo lunar. A las cinco de la tarde quince minutos los dos
círculos se sobrepusieron exactamente. La Tierra había
desaparecido.
Era tan cautivadora la visión del periscopio que nadie había
despegado de él la vista. Mientras nosotros seguíamos la misma
línea, la Tierra giraba sobre su eje inclinado haciendo desfilar
pausadamente ante nosotros Alaska, Rusia, Europa del Norte y el
asomo de la costa norte de África.
Nos despertó del embeleso la voz más nítida que produjera jamás un
aparato. Tage invitaba a tomar la refección; la orden fue repetida
en latín y en inglés. Cuatro comprimidos vitamínicos, dos barras de
chocolate y un vaso de vino suave formaron nuestra dieta, la que
consumimos rápidamente pues nos invitaba a hacerlo así la pantalla
con luminosísimos puntos que describiendo un enorme circulo se
alinearon para formar nuestra escolta.
Habíamos oído la voz clara de Tage impartiendo instrucciones y la
seguíamos oyendo. Los marcianos de la base lunar llegaban a darnos
la bienvenida. Estábamos a pocos minutos de nuestra primera etapa.
El maravilloso convoy comenzó a describir un amplio semicírculo;
íbamos a hacer contacto con la Luna por su parte opuesta a la
Tierra.
Al inclinarse la nave para seguir el movimiento de la formación volvió nuestro periscopio a enfocar la Tierra:
esta fue la
visión que jamás habíamos soñado. Un globo enorme, obscuro en el
extremo norte, con suave acentuación luminosa que venía en aumento
hasta destacar como anillo brillante los rebordes del sudeste.
Con
maravillosa esfumatura se distinguían perfectamente delineados los
rebordes del continente europeo; más iluminados al sur, Inglaterra y
las costas sur del continente africano, que se esfumaba en una
oscuridad intensa por noroeste.
Estábamos bordeando la Luna a una altura de cuatro mil metros.
Muchos de los aparatos volvieron perezosamente a dar señales de
vida, mareando una leve presión.
Las turbinas denunciaron la
presencia de una atmósfera casi imperceptible; la velocidad fue
reduciéndose rápidamente y las naves descansaron en la extensa y
profunda llanura de un cráter gigantesco, profusamente iluminado.
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EN LA LUNA
La distancia de la Tierra a
la Luna es de 384,000 kms. Habíamos
salvado esa distancia a una velocidad media de 65,000 kms. por hora.
La conocida voz invitó a todos a vestir la máscara especial que
llevábamos reservada al efecto para salir de las naves, provista con
reserva de oxígeno. La atmósfera era casi insignificante y no
habría sido suficiente para nuestra respiración.
Fue el primero en pisar el suelo de la Luna, Tage, siendo rodeado
por los veinte marcianos de la base que acudieron luego
inmediatamente a atendernos. Acto seguido nos dirigimos a la orilla
del cráter, en donde los marcianos habían aprovechado una amplia
cavidad convirtiéndola en confortable refugio con atmósfera de aire
acondicionado. Reunidos todos y removidas las máscaras, disfrutamos
por unos minutos de franca camaradería comentando el viaje, no como
una pesadilla sino como una maravillosa experiencia. Jamás habíamos
imaginado la posibilidad de la hazaña como el viaje más natural del
mundo.
¿Cómo podríamos haber imaginado una cena en la Luna después
de almorzar en la Tierra?
Vueltas a ajustar las caretas abandonamos el refugio e iniciamos un
recorrido alrededor del cráter que mediría unos ciento cincuenta
kilómetros de diámetro. A diferencia de los volcanes terrestres, sus
bordes superiores, que formarían un circulo de unos ciento ochenta
kilómetros de diámetro, eran tan perfectamente delineados que daban
la impresión de ser artificiales.
La llanura del fondo del cráter
era poco accidentada excepto por numerosos conos menores
diseminados en ella disformemente y enormes grietas de profundidades
inalcanzables. La profundidad del valle interno, del fondo al
extremo borde superior, podría calcularse de unos cinco mil metros.
Su composición física no demostraba más que escoria de lava sin una
sola señal de vida. La Luna era un astro muerto con un clima
intensamente frío que calculamos no superior a los 40 grados
centígrados bajo cero. Todo su aspecto denotaba que su formación
resultaba de un rápido cataclismo por el cual su masa era lanzada al
espacio, explotando luego en una violenta erupción de su calor
interno por mil distintas partes, para enfriarse inmediatamente.
La
atmósfera casi imperceptible daba a nuestros cuerpos una extraña
sensación de ligereza por la cual nuestro peso parecía reducido a un
diez por ciento. Más bien que caminar parecíamos transportados
sobre la superficie. Todo el conjunto daba la impresión casi
ilusoria de un sueño. Era un medio sumamente extraño.
Reservando ulteriores datos y observaciones sobre el satélite para
otra publicación, seguiremos nuestro itinerario.
Reunidos nuevamente en el campo de aterrizaje fuimos invitados a
abordar un gigantesco disco, igual al dejado por los marcianos en
nuestro planeta. Subimos a bordo 26 personas.
Elevose inmediatamente y sobrepasando el
cráter, tomó rumbo alrededor del satélite continuando la curva que
habíamos suspendido al descender, en sentido inverso al movimiento de
traslación de la Luna.
No tuvimos tiempo de fijarnos en el panorama de la superficie que
dejábamos bajo nuestros ojos y desfilaba en la semioscuridad,
porque a los pocos minutos se presentó ante nosotros otro encanto:
nuestro globo terrestre, que contemplábamos, no ya por los lentes de
un periscopio, sino por las numerosas mirillas de la nave.
Una inmensa esfera de líneas resplandecientes, con la parte
occidental esfumándose de penumbra a oscuridad intensa para terminar
del lado opuesto despidiendo vivos reflejos de un rojo púrpura. El
resplandor del Atlántico daba resalte al nítido diseño de las costas
de dos continentes cuyas elevadas montañas, oscuras al pie, se
aureolaban en las cumbres nevadas con un vago reflejo de penumbra.
Imagínese el lector que está contemplando la Luna cincuenta veces
más grande de como la ve de ordinario y tendrá la idea exacta del
tamaño con que se presentaba a nuestra admiración la Tierra.
Coloque detrás de esa esfera un enorme reflector de modo que sus
rayos se derramen por todos sus bordes y tendrá una idea del
espectáculo.
Las películas obtenidas transportarán pronto a nuestros lectores a
contemplar esa visión.
Por la falta de atmósfera no podía el enorme disco avanzar
lentamente, de modo que, después de dieciséis minutos, descansábamos
nuevamente al lado de nuestras naves.
Acto seguido fueron inspeccionadas las naves que habían sido ya
revisadas minuciosamente durante nuestra ausencia. Reverentes
enviamos un emocionado mensaje a nuestros colegas de Tierra
notificando la llegada al satélite y la inminente partida a nuestro
destino final. No sin un estremecimiento de emoción oímos nítida,
como sólo en el espacio silencioso.
Silencio del cielo, podía oírsela voz de
Martinelli transportada a
nosotros por el genio de Marconi y en el idioma universal.
Mente vos et corde comitamur, hic, illic et ubique universorum
regi laus et Gulielmo.
'"Os acompañamos con la imaginación y el corazón.
Aquí, allá y en
todos los astros, loor al rey del Universo y a Guillermo."
¿Estábamos soñando? Era demasiado grande la realidad. Presentes, y
en dos mundos distintos. ¿Quién podía olvidar en esos momentos al
gran maestro?
Se repitieron las últimas detalladas instrucciones. Cada uno ocupó
su puesto. Diez naves más se unieron al convoy; los marcianos
estacionados en la Luna regresaban con nosotros a su patria. Las
naves se iluminaron y se elevaron.
Eran en nuestros relojes las veintidós horas.
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DE LA LUNA A MARTE
De aquí en adelante nosotros abandonaríamos las naves a merced de la
maravillosa energía a la cual eran sensibilísimas. La velocidad no
tendría por parte nuestra ningún control. Rechazadas por la fuerza
centrípeta de la Tierra su velocidad seria de un décimo de la
velocidad de la luz o sea de 30,000 kilómetros por minuto en la
oscuridad. Al ser afectadas por la luz solar su velocidad sería
duplicada para tornarse indecisa en la frontera entre la atracción
de la Tierra y la atracción de Marte.
Al llegar bajo la influencia de Marte sería cortado el circuito de
repulsión y dejadas a merced de la atracción marciana.
Nótese aquí que pudo comprobarse definitivamente que la fuerza
centrípeta de cada astro es energía negativa y su fuerza centrífuga
energía positiva. Esto establecido, muchos problemas dejaron de ser
tales y el campo abierto inmenso.
Nosotros debíamos abandonarnos a una completa relajación nerviosa,
y, posiblemente, al sueño. Las 19 naves formaban un enorme círculo
energético, de 18 unidades en la circunferencia y una en el centro
como núcleo de un sistema celeste, sencillamente un cometa cuya
trayectoria sería controlada por la gravitación de dos planetas.
El gigantesco convoy inició la rápida ascensión. Abandonamos el
cráter verticalmente y después de describir una breve curva tomamos
el rumbo al planeta en línea recta. La Luna, envuelta en suave
penumbra era reflejada en la pantalla del periscopio con líneas
indecisas. A los pocos minutos fueron reproducidos sus contornos con
progresiva reducción de su circunferencia mientras venía
introduciéndose nuevamente en el panorama la esfera de la Tierra
que a los veinte minutos era mayor que la de la Luna.
Cuajaban la
pantalla numerosísimos astros como puntos brillantes con vivo
destello.
Obturamos el reflejo del lente superior para admirar sin
interferencias la Tierra y la Luna cuyos discos iban paulatinamente
reduciéndose entre un mar de destellos de otros cuerpos a su
alrededor. Sin embargo su figura no presentaba detalles pues el
hemisferio que contemplábamos estaba ya envuelto en la oscuridad.
La Luna no era más que una mancha oscura.
Eran en nuestras naves la veinticuatro horas. Habíamos recorrido
tres millones de kilómetros. En el espacio comenzaba a vislumbrarse
una vaga claridad.
De la nave de gobierno, Tage invitó a la
refección formada con la misma dicta que la anterior. Fuimos
exhortados a conciliar el sueño alternando en vigilia dos cada dos
horas. A las dos de la mañana el resplandor era más vivo y nuestra
velocidad iba en aumento. A las cuatro horas el cielo era claro y la
Tierra iba desvaneciéndose.
Estábamos ya a la distancia de siete
millones de kilómetros de la Tierra. Las naves tomaban más y más
impulso. A las siete de la mañana, envueltas en un sol brillante y
cálido las naves eran transportadas con una velocidad de ochenta mil
kilómetros por minuto. Nos separaban ya de la Tierra veinte millones
de kilómetros.
Nuestras naves eran exteriormente puntos de una fulgurante
luminosidad condensando una carga de energía de intensidad
incalculable. La visión hacia el exterior era ya imposible porque
la luz externa que difundía el casco magnético la interceptaba.
Cegamos las mirillas y obturamos el periscopio.
Las transmisiones radiales en cambio podían efectuarse más
nítidamente que nunca.
La enorme carga eléctrica de la nave
comunicaba a las ondas una potencia que sólo nuestra base ecuatorial
estaba en capacidad de captar.
Instrumento marciano que marca los campos da gravitación entre
los
dos planetas.
A.- Campo da atracción terrestre. B.- Campo da
atracción marciana. C- Campo neutral. T.- Tierra. M.- Marte.
Para muchas
otras estaciones terrestres no causarían más que serias
perturbaciones.
Tanto con la Tierra como con Marte la comunicación era periódica:
Cada hora.
A las siete de la mañana habíamos enviado el último
mensaje y recibido la última respuesta. La respuesta, como todas,
rebosaba júbilo.
Dentro de breve tiempo llegaríamos a la frontera terrestre, o sea,
al lugar del espacio en donde termina la fuerza de atracción e
influencia terrestres para entrar al reino de Marte, o sea, en el
área de su atracción y gravitación. Un instrumento especial, con el
cual los marcianos habían dotado nuestras naves, señalaría con
exactitud esta demarcación. Un cuadrante por cuya esfera gira una
aguja magnética que en tierra descansa en el extremo izquierdo y
procede con movimiento ascendente hasta el límite opuesto.
El punto
de transición está marcado con un pequeño campo neutral en el cual
la aguja sufriría una serie de vibraciones oscilatorias, para
recobrar en el nuevo campo magnético un movimiento estable
progresivo. Todos los instrumentos marcianos, inclusive los
relojes, proceden en sentido inverso al de los nuestros. o sea, de
derecha a izquierda; en este caso, por lo tanto, la aguja caminaba
de izquierda a derecha, a la inversa para los marcianos.
A las diez de la mañana las naves procedían ya con su máximo impulso
estable. Teníamos recorridos catorce millones y medio de
kilómetros.
A las doce horas nos separaban de la Tierra cuarenta y ocho millones
de kilómetros.
A las doce horas veinticinco minutos la aguja del instrumento, que
hoy ocupaba por entero nuestra atención entró
en el campo neutral sufriendo violentos movimientos oscilatorios,
pasando del campo rojo (terrestre) al campo amarillo
(de Marte), Después de tres minutos quedó estable en el campo
amarillo. La posición marcaba un espacio neutral de unos doscientos
mil kilómetros. También las naves sufrieron notables sacudidas pero
pronto recobraron firme estabilidad,
restábamos en otro cielo.
La voz de Tage nos dio cortés bienvenida que fue inmediatamente
retransmitida a la Tierra. Recibimos respuesta, pero era patente que
las ondas de la radio sufrían ya serios desequilibrios. Si bien las
ondas llegaban a nuestros receptores eran sin embargo confusas e
ininteligibles. Esto ya lo suponíamos de modo que no ocasionó
preocupación alguna. En lo sucesivo la comunicación clara y directa
con la Tierra sería casi imposible, pero era suficiente con las
señales de vida de nuestros aparatos.
Iba asimismo desapareciendo un leve amodorramiento que en las
últimas dos horas se venía posesionando de nosotros. Las naves
seguían ya inalterable su curso y, a las dos de la tarde teníamos
recorridos cincuenta y seis millones de kilómetros en el espacio.
Otros nueve millones nos separaban de Marte.
Oíamos claramente las instrucciones de Marte y las respuestas de
Tage. La velocidad sería reducida, podríamos dar acceso a la luz por
las mirillas y hacer uso del periscopio. A los diez minutos fue
disminuyendo la intensidad del brillo externo de las naves y al
mismo tiempo aclarándose la visión en las pantallas. La velocidad
iba reduciéndose: sesenta, veinte, diez, mil kilómetros por minuto.
A las catorce horas, cinco millones de kilómetros nos separaban de
Marte. A las quince horas treinta minutos, doscientos cincuenta mil
kilómetros se interponían entre nosotros y el planeta. La velocidad
fue reduciéndose a tres mil por minuto, dos mil, y finalmente, diez
mil por hora.
La visión en las pantallas era clarísima. Eran las seis de la tarde.
Imposible describir la impresión y emociones que nos embargaban. No
pensábamos con lucidez, y no era efecto del miedo; era la mente, el
corazón, era el espíritu que no soportaban la grandiosa realidad
que los sentidos le imponían.
¿Era realidad todo aquello?
¡La Tierra! Era un astro de primera magnitud el más fulgurante del
ciclo. Nuestro querido planeta, un punto luminoso, confundido entre
miles, entre millones de otros puntos brillantes.
Y la Tierra sin
embargo estaba habitada.
¿Estaría habitado el planeta Marte?
¿Estaría habitada la Tierra? Eran las preguntas que por miles de
años habían inquietado a los dos mundos.
Los marcianos ya lo sabían. Hoy conoceríamos nosotros la respuesta.
¡Qué pequeñas, qué mezquinas somos a veces las criaturas! Creíamos
que el mundo terminaba tras las columnas de Hércules. Los romanos
ampliaron el horizonte: Había más tierras, nuevas islas y habitantes
en esas tierras y en esas islas. Y otra vez creíase fijado el nuevo
límite del mundo.
Cristóbal Colón volvió a borrar confines y escribió en el globo
nuevos continentes, nuevas islas y encontró millones de seres en
ellas.
Marconi invadió los espacios, unió mares, islas y continentes y
abrió el camino a nuevos mundos.
-
¿Y dudamos que en otros astros haya habitantes?
-
¿Que es la Tierra?
Un grano de polvo en la inmensidad del espacio.
-
¿Por qué había de
ser exclusivo de la Tierra el privilegio de la vida?
-
¿No habrá
alcanzado el hálito divino a esparcir vida, espíritu e inteligencia
en los otros mundos?
Mucho hemos de temer que el no creerlo así no
nos otorgará la exclusividad de la vida, pero, sí, la prioridad
entre todos por escasez de
evolución; ésta es por lo menos la impresión nuestra recabada del
contacto con los marcianos.
¡Sune! ¡sune! ¡cuni orín, nañi tale sori!
¡Aló! ¡Aló! Look at east. Aursatellite Sori,
¡Atención! Vista a oriente. Nuestro satélite Sori.
Y efectivamente
a sólo unos mil kilómetros de distancia proyectábase, gigantesco
por la cercanía, el pequeño satélite de Marte. Bautizado por Hall
con el nombre de Phobos.
Ya Marte abarcaba toda la pantalla multiplicando ante nuestros ojos
mil detalles geográficos, mares, islas, continentes. De pronto fue
interrumpido el espectáculo por una fantástica visión. Docenas,
centenares, miles de naves esmaltaban las pantallas. Venían a
nuestro encuentro los marcianos con un despliegue tal de grandeza,
generosidad y poderío que difícilmente las potencias terrestres
podrían igualar.
¿Y había razón para ello. No sería acaso éste el
más grande de los acontecimientos que registra la historia del
Universo?
A las seis y media de la tarde, a diez y ocho mil metros de la
superficie, los instrumentos comenzaron a revivir, tornaron a
evolucionar las turbinas y las naves a moderar su brillo. Estábamos
en un medio atmosférico confortable. Las naves que surgían del
planeta iban disponiéndose en gigantesco cortejo en el cual las
nuestras constituían la cabeza. Discurrimos unas diez minutos a
poca altura y tocamos tierra.
Eran las seis de la tarde cuarenta y cinco minutos; en Marte las
siete de la mañana.
Nota.- De aquí en adelante seguiremos usando el término "Tierra"
para referirnos al suelo de Marte.
La fabulosa recepción en el planeta.
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EN MARTE
Todos los habitantes del planeta estaban enterados y esperaban
nuestra llegada.
La ciudad de Tanio, capital de Marte, ocupaba el centro de una
extensa llanura, la mayor del planeta. El campo de contacto, que
así llámanse en Marte los campos de aterrizaje mediría unos cinco
kilómetros de superficie y hoy estaba literalmente cubierto de
naves dispuestas en un orden perfecto sólo las que habían ido a
nuestro encuentro sumaban más de mil. Muchas de ellas, sin embargo,
habían descendido en otros lugares de la ciudad.
No menos de cien mil personas, ordenadamente distribuidas,
esperaban formando un gigantesco semicírculo. Ocupaba el centro del
semicírculo un grupo distinguido de personajes, rodeados de una
guardia de honor.
Nuestros aparatos se detuvieron a unos cincuenta metros de ellos.
Detrás de nosotros las otras naves que nos habían
acompañado desde la Tierra y desde la Luna. Tage descendió primero
de la nave y, erguido el cuerpo, hizo ante las autoridades el
conocido saludo. Acto seguido rindió el mismo tributo toda la
tripulación marciana.
Tage regresó a nuestras naves y nos invitó a descender. Los tres
principales personajes del grupo central se adelantaron.
Nos
detuvimos frente a ellos y ejecutamos su saludo correspondido el
cual nos inclinamos en respetuosa reverencia ante los tres supremos
jefes del planeta:
-
Logare, el supremo moderador
político
-
Sunina, supremo moderador
religioso
-
Sarinu, supremo moderado cultural
Los
jefes en Marte son denominados con el título general de NOSE,
principal, cuya verdadera acepción equivale propiamente a
"moderador".
Nueve hermosísimas doncellas, espléndidamente ataviadas, nos
brindaron los primeros perfumes y los primeros colores de su tierra
con sendos ramos de flores. Inmediatamente nos encaminamos con la
magnífica escolta a la residencia de gobierno e, introducidos en
una hermosa habitación que había sido anticipadamente acondicionada
para nosotros, fuimos dejados solos.
Los hombres de Tage se habían ocupado de nuestras naves y de
nuestras cosas. Tage nos visitó encareciéndonos descanso y
refrigerio.
Y aquí una breve digresión.
En las narraciones imaginarias de viajes interplanetarios y en sus
descripciones, muchos autores divagan en absurdas fantasmagorías,
pero en realidad no es así. Los astros son regidos por las mismas
leyes.
Las leyes físicas, igual que las astronómicas, son por lo
tanto iguales en cualquier parte del universo, produciendo, en
iguales circunstancias, iguales efectos.
Los gérmenes y las
distintas manifestaciones de vida, tanto
vegetal como animal, tenidas en consideración las variantes del
medio, serán iguales. Con mayor razón las manifestaciones del ser
inteligente, pues, si puede variar la materia, el espíritu en cambio
tendrá la misma relación; el ambiente únicamente podrá influir en su
mayor o menor grado de desarrollo.
Formando Marte parte del Sistema Solar, y gravitando alrededor del
Sol casi en las mismas condiciones que la Tierra, siendo igual su
constitución física, hallará la vida igual medio de desarrollo en él
que en la Tierra.
A pesar de tantas elucubraciones científicas, tendremos forzosamente
que rendir tributo al sapientísimo relato de la Biblia. En la
formación del mundo el Supremo Arquitecto, por medio de sus leyes
insondables, ha separado la parte líquida de la sólida (que la
Biblia nombra árida) y la gaseosa que nosotros llamamos aire y en
cada uno de los elementos ha puesto a incubar los gérmenes de vida.
En todos los astros, por tanto, en que se encuentren definidos los
tres elementas, habrá igual manifestación de vida. A nuestra parte
"árida" nosotros la llamamos tierra lo mismo podríamos llamarla
Venus o Marte.
También es cierto, y otra vez la Biblia tiene razón,
que para el ambiente favorable a la vida es indispensable el
desposorio de los tres elementos: tierra (árida), agua (aguas
inferiores) y atmósfera (aguas superiores). Donde falte cualquiera
de los tres elementos faltará la vida. Reconocemos que la Biblia en
este caso se ha adelantado milenios a la ciencia.
No está aquí fuera de lugar el recordar que el autor del Génesis era
un sabio. Moisés, expuesto apenas nacido a las aguas del Nilo, fue
recogido y adoptado por la hija del Faraón, recibiendo en la Corte
la educación e instrucción de un príncipe egipcio, lo cual no era
poco. Los egipcios, particularmente en esa época, dominaban muchos
secretos de la naturaleza, en especial la química, la geología, la
astronomía y la astrología.
No es por lo tanto de mirarse con
ligereza el
relato del génesis pues si bien el autor narra el origen del mundo
de un modo accesible al entendimiento de un pueblo de cerviz obtusa,
refleja sin embargo las teorías y creencias de los más sabios
investigadores científicos del Egipto de entonces, y eso es mucho;
además de la revelación divina, en la dial, desde luego, creemos
firmemente.
Es tal la analogía entre Marte y la Tierra que el que mira con ojos
científicos tendrá que ver en Marte seres animales, flora y fauna
igual que en la Tierra.
Es exactamente lo que liemos constatado. En Marte tiene la vida un
desarrollo muy análogo al de nuestro planeta tanto en la fauna como
en la flora. Hay por lo tanto en Marte animales, flores y frutos
como en la Tierra y muchos son iguales en las dos partes. En cuanto
a los habitantes, nos aventajan mucho aún en su aspecto físico,
porque el medio climatérico es más favorable. En la Tierra misma
hay partes en que la inteligencia se desarrolla mejor porque el
ambiente y el clima permiten más dedicación y consagración
intelectual. En otras, en cambio, lo deprimente del medio atrofia
las facultades intelectuales.
Los marcianos han sido privilegiados pues el ambiente climatérico
presenta condiciones favorabilísimas para el desarrollo
intelectual. El cuerpo no sufre casi opresión alguna por el clima,
que es benigno y fresco aun en las partes más bajas, ni por la
atmósfera que es muy liviana. De ahí que su nivel intelectual y
moral, tenemos que confesarlo, es muy superior al nuestro.
Tampoco sufre el planeta de las violentas perturbaciones
atmosféricas que tantas desastrosas consecuencias acarrean en la
Tierra. De ahí que son erróneas muchas concepciones que de ellos se
forman algunos escritores que nos figuran al marciano, como deforme,
bélico, feroz y destructor. Forjémonos una imagen a la inversa y
tendremos una idea de los habitantes de este planeta.
Los marcianos han visitado también el planeta Venus pero
no parecen inclinados a buscar relaciones con sus habitantes, pues
sufren de un desequilibrio más acentuado que nosotros, los
habitantes de la Tierra; y es explicable, a la luz de las razones
arriba expuestas. El nombre de Marte es para nos otros sinónimo del
Dios de la guerra y Venus de la gracia, belleza y poesía. Fue un
error de los antiguos. Inviértanse los nombres y tendremos una idea
bastante aproximada de la realidad. Coloquemos nuestro planeta en el
término medio y completaremos el concepto de los tres planetas que
son habitados en el sistema solar.
Fue oportuna en la Tierra la visita de un redentor: Marte no la
necesitó y Venus aún no está dispuesto para recibirla.
En el caso de una alianza interplanetaria los venusinos no serían
confiables, mientras que los marcianos nos traerían grandes
ventajas.
Venus que se halla mas cerca del Sol, puede tener un clima medio de
unos cuarenta grados centígrados, clima muy oprimente para la
dedicación y el desarrollo intelectual. Marte tiene un clima medio
de diez grados y la atmósfera más liviana un ambiente, por lo
tanto, mucho más favorable que el de Venus y de la Tierra que tiene
un clima medio de veinte grados.
En Marte el espíritu y la
inteligencia tienen el predominio; en Venus predomina la materia;
en la Tierra soportaremos la lucha entre las dos potencias.
Más que del aspecto físico de su planeta nos interesaba ahora
vivamente enterarnos de su historia, de su política, el adelanto de
sus ciencias, su religión y su cultura.
Cinco días era el tiempo máximo al cual podría prorrogarse nuestra
estancia porque el progresivo alejamiento de los planetas podría
acarrar complicaciones para el regreso. Tuvimos que descartar
también la idea de permanecer hasta una próxima ocasión favorable
para el regreso porque nuestra
institución necesitaba nuestras observaciones, nuestras
experiencias. Unos y otros estábamos intrigados en el
perfeccionamiento de nuestros medios de comunicación; treinta
marcianos habían quedado en el campamento con los nuestros y por
otra parte la próxima ocasión propicia sería a fines de 1959. Así
que fijamos el regreso para el día 19 de octubre.
En otra
publicación daremos informes detallados de la geografía, hidrografía
del planeta; nos entretendremos ahora brevemente y a grandes rasgos
sobre los principales aspectos que deseamos dar a conocer.
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RASGOS GENERALES DE LA GEOGRAFÍA DE MARTE
De la geografía del planeta expondremos por ahora solamente los
rasgos generales, los que sean indispensables para el mejor
entendimiento de lo que vamos a relatar.
Las dos terceras partes del globo terrestre están cubiertas de agua.
En Marte ocupa la tierra las dos terceras partes y sólo una parte es
cubierta de agua. No hay grandes océanos, sus mares en cambio son
numerosos y pocos se comunican entre sí naturalmente. La parte
terrestre puede dividirse en dos continentes que sin embargo están
unidos.
Más exactos seríamos si dijéramos que forman un solo
continente, salpicado por varios lagos, seis de los cuales son
verdaderos mares. Desde luego es mucho más pobre en agua que la
Tierra pero en cambio sus aguas están mucho mejor distribuidas y
esa distribución fue completada por un verdadero prodigio de
ingeniería, que unió casi todos los mares con
gigantescos canales.
Estos canales se habían hecho indispensables.
Siendo sus regiones polares congeladas de una extensión mucho mayor
relativamente, que las terrestres, sus deshielos estivales causaban
enormes inundaciones, que con el aumento de población fue forzoso
contener y eso dio origen a la obra de ingeniería más portentosa que
pueda concebirse.
Hay muchos canales que miden tres y cuatro
kilómetros de ancho.
Marte: hemisferio occidental
lía contribuido a facilitar la grandiosa obra lo poco accidentado
del suelo. Sus montañas más elevadas no pasan de los dos mil metros
y son muy contadas.
Completa su sistema orográfico una cadena de
colinas casi uniformemente distribuidas sobre el continente. Sus
llanuras son extensas. Volcanes tiene sólo uno, inactivo desde
tiempo inmemorial.
La misma naturaleza, con esa equilibrada distribución de las aguas,
que el ingenio de sus habitantes completó, ha permitido una más
equitativa repartición de su población con la contribución de un
clima moderado y uniforme.
La población en Marte es mucho más densa que en nuestro planeta, con
un total de seiscientos millones de habitantes.
Fuera de las regiones congeladas que cubren la cuarta parte del
planeta, todo el territorio es poblado y su suelo cultivado con un
maravilloso sistema agrícola; sus montañas están cubiertas de una
exuberante extensión boscosa.
De mil metros arriba sobre la superficie húmeda no existen
posesiones privadas, considerase, como diríamos nosotros, propiedad
nacional y todos los habitantes contribuyen para su conservación y
prosperidad. Grata fue nuestra sorpresa al encontrar como señor de
las alturas al mismo pino que señorea en nuestras montañas.
Las alturas de Marte son verdaderos encantos; el árbol se le rinde
un tributo tal que raya en verdadero culto. Contribuye a su
prosperidad el haber eliminado los marcianos casi totalmente el uso
de la madera. Siendo su suelo mucho más rico en metales que el
nuestro, el marciano domina la metalurgia maravillosamente. Todo se
hace de metal, inclusive el papel. Nadie tiene derecho a explotar la
tierra cinco metros bajo la superficie.
Las extracciones se
verifican de las montañas. Si estableciésemos en este respecto un
parangón con la Tierra constataríamos realidades para nosotros
vergonzosas.
Téngase en cuenta que Marte es cinco veces más pequeño que la Tierra
y que sus regiones polares congeladas son mucho más extensas que las
nuestras.
La vida estuvo a punto de desaparecer del planeta Marte.
Agotándose
su energía interna con el abuso de las extracciones, extinguiéndose sus bosques, reduciéndose el volumen de sus
aguas y propagándose los desiertos, funestas calamidades comenzaban
a azotar a sus habitantes. Eso los indujo a proceder a una
verdadera revolución y restauración agraria. La gigantesca reforma
fue iniciada por la más célebre y venerada figura de toda su
historia, Dani.
Desde entonces todo marciano comenzó a rendir un verdadero culto a
su tierra. El suelo podría explotarse únicamente hasta no más de mil
metros de altura y no más abajo de los cinco metros de profundidad.
Cada marciano se convirtió en lo que desde entonces no ha dejado de
ser: un obsesionado amante de la tierra.
La temperatura media en Marte es de diez grados centígrados, pero
las cuatro quintas partes de la población vive bajo un clima de 16 a
18 grados.
Este clima ideal con su atmósfera liviana constituyen un
medio propicio al desarrollo de una exuberante vegetación; sin
embargo, la mayoría de sus cultivos, desde tiempos lejanos,
proceden con el método recién introducido en la Tierra y que
nosotros conocemos con el nombre de hidroponía.
Permite este
sistema obtener máximo rendimiento en un mínimum de superficie y
sin causarle a la tierra ningún agotamiento.
El setenta por ciento
de la alimentación marciana es obtenido por este procedimiento; su
suelo por tanto goza de un descanso casi absoluto que le ha devuelto
una extraordinaria fertilidad, asegurando al planeta futura
abundancia y riqueza.
En Marte no se concentra la población en grandes núcleos urbanos.
Está distribuida en numerosos centros pequeños o
pequeñas ciudades y en toda la extensión de la campiña. Tanio, la
capital, es la única verdaderamente grande y cuenta con doscientos
cincuenta mil habitantes en su recinto interno. Ninguna de sus
casas pasa de dos pisos y aun éstas son muy pocas. La casa típica
marciana es de un solo piso pero rara vez mide menos de seis metros
de altura. Todas culminan en azoteas o terrazas que se truecan en
verdaderos jardines en cuyo centro campea siempre su familiar
receptor de energía solar.
Distribuidos por todos los ámbitos del planeta y como templos que
dominan los principales núcleos de población, se destacan los
blancos edificios de investigación científica, a los cuales
cualquier vecino tiene libre acceso.
Son tres las ocupaciones
predominantes de todos los habitantes del planeta: el ejercicio
físico, la agricultura y la investigación científica.
Todos
practican las tres actividades.
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DEPORTES
Los marcianos, todos sin excepción, hombres y mujeres, practican el
deporte. Es un planeta deportivo.
Nosotros, los habitantes de la Tierra, apenas si conocemos el
deporte. A menos que les queramos llamar deporte a las exhibiciones
de competencia física que no son otra cosa que trucos comerciales,
en los que, mientras una docena de individuos corre, nada o juega a
la pelota, otros cincuenta mil contemplan sentados el espectáculo,
desembolsando para ello buena cantidad de dinero. Es ínfimo entre
nosotros el número de los que ejecutan los ejercicios físicos, los
demás (y son pocos también) se conforman con mirarlos.
En Marte todos, hombres, niños y mujeres, practican el ejercicio
físico en sus casas, en sus jardines y en públicos sitios
reservados para ello, sin que nunca se les haya ocurrido cobrar para
exhibirse ni pagar para ver.
Por eso los marcianos ostentan un gallardo y robusto aspecto
físico y manifiestan como inherente a su naturaleza un espíritu
admirable de orden y disciplina. Es impresionante la actitud de las
masas en las públicas concentraciones como en el caso de nuestra
llegada; la disciplina, el orden y la más equilibrada intuición
dan por resultado una conducta tal que en la Tierra necesitaría
larga preparación.
A diferencia de ciertos deportes nuestros que se han convertido en
verdaderas exhibiciones de esfuerzo bruto, que predispone a la
explosión de pasiones violentas, como el odio, la venganza, la
envidia, con repercusiones a veces internacionales, en Marte
reviste verdaderos caracteres de nobleza, en que el cuerpo robustece
el espíritu y el espíritu ennoblece el cuerpo.
Toda clase de ejercicios físicos es ejecutada bajo los rayos del
Sol. Los marcianos desarrollan su vida en íntimo contacto con el
astro maravilloso, y estamos convencidos que este contacto con la
naturaleza influye mucho en su elevado nivel de nobleza y cultura.
No podemos las criaturas sustraernos a esa influencia.
Es un error
pretender forjarnos una existencia prescindiendo de la influencia
del ambiente natural. Por el Sol existimos y vivimos: el Sol con su
energía infunde la vida a las plantas, mantiene en equilibrio a los
planetas; con su calor germina la simiente, se vigoriza la tierra,
viven las aguas y se evaporan para formar la atmósfera que nos
mantiene el ser.
Los marcianos han sabido además extraer del Sol
toda la energía del movimiento mecánico.
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AGRICULTURA
Los habitantes de Marte se dedican todos en alguna forma a la
agricultura. Los alimentos de cada familia son cultivados y
preparados por ella misma.
Siendo, como veremos, su sistema político-social muy distinto del
nuestro, no existen en Marte diferencias de clase y mucho menos de
razas. No existen latifundios, patronos poderosos ni terratenientes
exclusivistas. Cada familia posee su tierra, la que cultiva para sus
necesidades, no existen consecuentemente braceros de oficio que se
dediquen al cultivo de la propiedad ajena.
Constituye así la agricultura un hobby general y la más difundida de
las ocupaciones. En Marte reviste dignidad y carácter sagrado todo
lo que tiene relación con la naturaleza, la cual ha correspondido
generosamente, prodigando en abundancia el conocimiento de muchos
de sus arcanos. El Sol, la más excelsa de las criaturas, por el cual
existe, subsiste y
vive el planeta, es motivo de sincera veneración y objeto de estudio
profundo.
La tierra, el elemento vital para el habitante: de ella
somos, en ella y por ella vivimos. Las aguas son el elemento que
vigoriza y hace vivificante la tierra. La atmósfera es el espíritu,
el fruto del desposorio entre la tierra y el mar; desposorio que,
con la energía vivificadora del astro rey, engendra la vida.
Estos sublimes conceptos de la maravillosa armonía natural hacen
del marciano un verdadero sacerdote de su tierra. Cuida la
integridad de las aguas con su constante circulación, y la pureza de
su atmósfera con la custodia diligente de su exuberante vegetación.
A la luz de esta sublime ideología, el marciano vive en íntima
comunicación con el ambiente que lo rodea y al dedicarse más y más
al escrutinio de esos elementos ha penetrado hondamente en sus
misterios. El Sol le ha prodigado sus encantos, la tierra sus
tesoros y la atmósfera una sana y placentera existencia. Con la
guía de esos principios el cultivo de la tierra es tan placentero
como podría haberlo sido para Adán y Eva en el paraíso terrestre.
Así será la tierra más agradable como mansión y menos pesada como
mortaja.
Al escuchar de los sabios marcianos la exposición de tan
elevada filosofía no podíamos menos que sentir lástima por nuestro planeta,
cuyo brillo contemplábamos con nostalgia
confundirse con las estrellas.
Lástima, porque nuestra Tierra es
generalmente víctima de una agotadora explotación sin más
miramientos que un lucro egoísta.
El cultivo de la tierra, a la luz de los altos principios que hemos
expuesto, es un trabajo dignificador y placentero. Se ha logrado
además un conocimiento tan profundo de las propiedades
constitutivas del suelo y de sus frutos que su rendimiento es
altamente eficaz.
Flores, frutos, verduras y plantas adornan terrazas, patios y
jardines que constituyen el encantador atractivo de cada vivienda.
Cada familia es poseedora además de una porción de suelo más que
suficiente para el suministro holgado que permite llenar todas sus
necesidades, además de la contribución que cada uno aporta, para el
abastecimiento común, destinado a las personas dedicadas a las
tareas científicas e industriales, para el cual objetivos otras
extensiones de suelo están reservadas.
Los cereales constituyen el cultivo principal, particularmente el
trigo, igual al nuestro, y otros dos granos que no conoce nuestro
planeta. El maíz no es conocido en Marte.
Una rica variedad de tubérculos, inclusive nuestra patata, que
forman uno de los alimentos básicos.
Plantas textiles sólo son dos pero sin ninguna semejanza con el
algodón y el lino nuestros. Las frutas son variadísimas, siendo las
principales la manzana, la pera, semejantes a las nuestras, el
durazno, mucho más desarrollado y una extensa variedad de uvas,
desprovistas de propiedades alcohólicas. Las bebidas embriagantes
no son conocidas en Marte.
Volveremos a recordar que el sesenta y cinco por ciento de U
producción agrícola es obtenido por el sistema hidropónico.
Más detalles al respecto serán objeto de un tratado aparte; esto
bastará para forjarnos una idea de la vida vegetal del planeta. Para
complemento consignamos de una vez que la fauna en Marte es mucho
más limitada que en la Tierra. No se conoce casi a ninguno de
nuestros animales salvajes, fuera de una variedad de oso blanco en
las extensiones polares.
Abunda en cambio una variedad considerable de animales domésticos de
adorno y de utilidad exclusiva para la producción lechera. El animal no proporciona al marciano ni alimento ni
vestido. En Marte es desconocida la dieta a base de carnes calientes
y no se conoce el vestido a base de lana u otras pieles.
Lo que sí
abunda en su dieta es el pescado y varios productos de la flora
marina que son asimismo fomentados con diligente protección.
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CIENCIA E INDUSTRIA
En Marte no hay fronteras, ni partidos, ni sectas en la religión.
Desde la lucha sostenida hace dos milenios por la supervivencia
común y a raíz de la reforma general emprendida por Dani, todos los
habitantes del planeta se unieron en un solo bloque que unificó
ideales políticos, religiosos y sociales. Fijáronse principios
básicos que constituyeron graníticos cimientos a la sólida
estructura que ha podido amparar un avance ascendente, incontenido hasta hoy.
Desde los primeros momentos de la reforma se inició una sana
revisión de la investigación científica, a la luz de postulados
rectos y profundos. Esto cimentó consecuentemente toda la estructura
política, social, religiosa y científica sobre bases generales de
solidez axiomática. Estos principios jamás pudieron ser
tergiversados.
Mientras en la Tierra, por ejemplo, seguimos
investigando cuál es el camino que conduce a Roma, en Marte el
camino es conocido y la preocupación de
todos, una vez conocido el mejor y más corto, consistirá en
investigar el medio más práctico para recorrerlo, hallado este
medio, lodos encaminarán sus esfuerzos en perfeccionarlo. Tengamos
presente que el grado de adelanto a que hemos llegado nosotros al
presente, los marcianos lo habían logrado hace veinte siglos.
Ese
progreso sin embargo, llevaba en muchas de sus manifestaciones
inconsideradas a más de una funesta consecuencia, con peligro
inclusive de la muerte física del planeta. En la gran reforma se
unificaron todas las instituciones científicas, todos los núcleos
industriales y el aporte de todos los habitantes. Las consecuencias
naturalmente fueron asombrosas e inmediatas.
Corrigiéronse errores,
robusteciéronse principios y se perfeccionaron los métodos.
La más radical de las reformas fue la que promovió un alto en seco a
toda desmedida explotación natural y marcó el inicio de una
investigación universal sobre la energía solar, dedicando a ello
todos los recursos al alcance. Con el decurso de los años loa
progresos fueron patentes, hasta alcanzar hoy el dominio del
espacio.
Esa energía era ya bien conocida y aplicada en Marte, como
actualmente la electricidad en la Tierra. Los marcianos, sin embargo,
ni siquiera conocieron los meloso rudimentarios de la generación de
nuestra electricidad, que es recabada por la excitación molecular:
siempre la habían obtenido de la energía solar.
La energía atómica era cosa por ellos bien conocida, pero desde el
principio había sido descartada su utilización.
En la Tierra podríamos alcanzar muy pronto ese mismo alto nivel de
progreso, pero estamos procediendo exactamente como inquilinos de un
establecimiento psiquiátrico. Nuestro bajo nivel intelectual y,
sobre todo moral, nos lleva como ciegos que recorren un camino
tortuoso; sólo la experiencia material es nuestra guía y los tropiezos a veces nos dan
sorpresas fatales.
Nuestra limitada evolución espiritual nos induce
a discriminar razas, colores, desmembrar nuestro planeta con
bochornosas líneas mal llamadas fronteras, marcadas con egoísmo,
odio y soberbia. Nos lanzamos en busca del progreso y jugamos al
escondite con sus frutos. ¿Acaso no tenemos un único e igual
destino? Nuestra inteligencia no tiene más límites que el Universo
en el mundo físico y Dios en el orden intelectual.
El primer llamamiento a la cordura ha sido ya lanzado por el hombre
más sensato, el primer magistrado de la nación más poderosa que ya
presiente el horror de tanta locura.
Eisenhower, el apóstol de la
paz ha dado a gritos la voz de alerta. Depongamos los odios,
borremos fronteras, unamos las inteligencias. Si logramos esta unión
de espíritus y de mentes, la Tierra también será grande, próspera y
feliz; el reino pronosticado por el mesías.
Pero volvamos a Marte.
El interés de todos los habitantes de Marte por el desentrañamiento
de los arcanos científicos es tan natural y arraigado como lo fuera
en los florentinos del siglo XVI la afición por el arte y la
arquitectura y en el pueblo italiano la inclinación por la música.
Su unidad político-social y la unidad geográfica del continente
hacen posibles el intercambio, la conformidad y unidad de sus
principios científicos, de la marcha de los cuales todos están
enterados.
En cada centro medianamente poblado existe un centro popular de
estudio al cual concurren todos los vecinos; allí son enterados del
último adelanto y del siguiente proyecto. Toda información,
sugerencia e iniciativa particular son recogidos y remitidos a los
centros superiores. Es fácil imaginarse las ventajas enormes que
entraña semejante sistema.
Los más intrincados problemas fueron solucionados a veces por
aficionados eventuales. Esto trae como consecuencia lógica el que
las conversaciones populares versen sobre el cursó de la
investigación y que se intensifiquen los estudios particulares. Por
eso en Marte nunca se han distinguido inventores especiales porque
las mayores conquistas son fruto generalmente del aporte común.
En los principales y gigantescos centros industriales realizan
experimentos prácticos y ejecutan las construcciones mecánicas
requeridas en todas las ramas de la investigación y la industria,
que han dado como resultado una gama siempre ascendente de progreso
y perfección.
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NUEVAMENTE ATENCIÓN, HABITANTES DE LA TIERRA
Nos ayudará mucho a formar un concepto más exacto de las ventajas
«leí sistema marciano si tenemos en cuenta la facilidad de
comunicación que ha eliminado por entero del planeta la distancia en
términos de lugar y de tiempo.
Cuando en la Tierra comenzamos a descubrir la rueda los marcianos ya
prescindían de ella.
-
¿Qué habría sucedido con un Leonardo da Vinci
si Arquímedes hubiera hecho en su tiempo los hallazgos de Galvani?
-
¿Y qué hubieran hecho Galvani, Volta, Edison y Marconi en tales
circunstancias?
Cada día aprovechamos más energía con
mayor reducción de medios. Si seguirnos esta marcha sin tropiezos ¿a
qué punto habremos llegado dentro de mil, de cien años? ¿Y qué
logros obtendríamos si lodos nuestros investigadores practicaran
un mutuo intercambio de sus conocimientos?
Transportémonos a
Marte y obtendremos la respuesta. Los marcianos no
malgastaron siglos y milenios en proyectar guerras y conquistas; no
malgastaron nunca sus energías intelectuales en buscar el modo de
destruir a sus semejantes y desintegrar la materia. Pueblo
naturalmente inclinado a la reflexión é investigación, comienzan
siempre con asentar y luego examinar la causa; conocida y reconocida
la causa, los efectos se desgranarán uno tras otro. Hemos de
reconocer y confesar los terrícolas que siempre hemos sido
superficiales; nuestra misma historia nos acusa.
Cristóbal Colón no buscaba un nuevo mundo cuando descubrió América.
Pero entonces recapacitaron ¡y a qué horas! nuestros científicos. De
verdad que la Tierra debía de ser redonda. Galvani estudiaba
anatomía en los muslos de una rana cuando fue sorprendido por la
primera manifestación del fluido eléctrico; y otra sorpresa de la
pobre humanidad:
-
¿Qué será esa energía misteriosa?
-
¿Cuántos cálculos astronómicos habíamos hecho sobre un cielo
redondo?
-
¿Cuántas cartografías habíamos dibujado sobre una tierra
plana?
-
¿Y qué locuras estamos haciendo ahora con la energía atómica?
En el campo de la ciencia hemos venido dando tumbos, hemos andado y
tenido que desandar largas jornadas, hemos construido, destruido y
tenido que reconstruir puentes, y aún no entramos en vereda.
Nunca hemos reflexionado en un hecho, el más sencillo de los hechos,
y el más natural para nosotros, pero que ha aterrado a los
marcianos: Que a pocas horas de vuelo de los rascacielos de Nueva
York y el mismo continente, divisaremos selvas habitadas por seres
que aún no conocen la rueda: Que vemos en un mismo continente seres
iguales, pero con el látigo unos y otros con el yugo: Que
contemplamos un pueblo hastiado de confort y comodidad hundir en el
mar enormes cantidades de alimentos sobrantes y al otro lado de una
línea imaginaria perecer otro pueblo de inanición y desnudo.
¿A eso llamáis progreso, habitantes de la Tierra? ¿Y aun
dudamos que haya seres mejores en otros mundos?
Si el hombre de la
Tierra fuera lo mejor que Dios ha creado no dudaría un momento en
creerlo un artista fracasado.
Los marcianos revisan
planos en compañía de los terrícolas
El Sol transmite energía, luz y calor. Con su energía gobierna el
sistema planetario con su luz lo relaciona, y le da vida con su
calor.
Nave
marciana corriente, (seccionada por la mitad).
AA.- Espacio
aprovecha B.- Espacio reservado para las unidades mecánicas.
CC-
Hélice-turbinas de elevación. DD.- Hélice-turbinas de traslación y
dirección. EE.- Eje horizontal para las hélices laterales.
En descifrar esas incógnitas, en formular esas respuestas y en
comprobar esos efectos se empeñó y sigue empeñado el marciano y con
dos mil años de progresivos hallazgos; y ha logrado tanto que ya le
quedan medios y tiempo de recrearse con ir a visitar las
tragicómicas operetas que se desarrollan en otros planetas.
Nosotros, con Guillermo Marconi, hemos dado el primer paso en el
aprovechamiento de la energía del espacio, comenzando con el
control de las ondas sonoras; en Marte se inició la marcha con el
aprovechamiento de las ondas luminosas y su sistema de la
comunicación televisada es anterior al de la comunicación hablada;
y, mientras nuestro sistema de televisión es aún rudimentario,
nuestro sistema sonoro en cambio
merece su entera complacencia.
La misma energía es utilizada para todos los usos y bajo miles de
formas; pero de todas sus manifestaciones la más desarrollada es la
del transporte.
¿Queremos ahora saber cómo son los asombrosos vehículos del planeta
amigo?
Construyamos uno.
Construyamos una esfera de tres metros de diámetro (podría ser de
dos, de cuatro, etc.) Dividámosla en dos secciones: Una inferior,
de un metro y la superior de das metros. Atravesémosla verticalmente
por un tubo, a modo de diámetro, que sobrepase en los dos polos la
superficie externa, este tubo llevará en su interior el eje que
terminará en los dos extremos con sendas hélice-turbinas.
La sección inferior dará cabida a los aparatos mecánicos que
proporcionan la fuerza de revolución a las turbinas. Separa las dos
secciones una división sólida y la sección superior será
aprovechable para el transporte de carga o de pasajeros.
Las dos turbinas principales de este eje vertical dolarán la nave de
impulso ascensional o de descenso.
Otras cuatro turbinas que se instalan en los cuatro extremos
opuestos del diámetro ecuatorial de la esfera, le proporcionarán
impulso de traslación y la dirección. Cada una de estas cuatro
turbinas puede ser accionada por una misma unidad motriz o con
sendas unidades que se apliquen a cada turbina.
Las máquinas que proporcionan la energía para el movimiento de las
turbinas podrían ser motores de explosión o eléctricos. Su capacidad
y potencia no tienen más límites que los determinados por las
unidades que suministran la fuerza.
Su equilibrio será siempre perfecto pues todo e! peso y su centro de
gravedad descansan en el polo inferior de la esfera.
Esta nave resulta desde luego muy cómoda y práctica, pues accionará
como avión y helicóptero al mismo tiempo y sin necesidad de alas ni
oíros accesorios de gobierno.
Aplicándole ruedas, se transportará
los mismo por tierra; aplicándole una hélice con un eje horizontal,
navegará sobre las aguas.
El interior de una
nave con todas sus comodidades
Revistamos ahora este aparato de una coraza con capacidad para
concentrar energía solar y tendremos el vehículo más común de los
habitantes de Marte; suprimamos, si queremos, las unidades
mecánicas y lancémonos al espacio sideral.
Sería muy largo enumerar las
aplicaciones que los marcianos hacen derivar de la energía solar. Si
bien se conocen en Marte nuestros sistemas de aprovechamiento del
vapor y la combustión interna y otras manifestaciones de la energía
intrínseca, casi todos esos métodos fueron sustituidos por la
aplicación más efectiva, más económica e inagotable de los rayos
cósmicos.
No es, sin embargo, nuestro objeto extendernos en detalles al
respecto.
Lo haremos en otra ocasión.
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POLÍTICA Y VIDA SOCIAL
Más bien que "política" sería propio denominar "sistema social" al
modo de gobernarse de los marcianos.
No tienen ellos un gobierno propiamente dicho y como nosotros lo
entendemos.
Aquí deberán perdonarnos nuestros lectores ciertas apreciaciones
que nos es forzoso consignar para fidelidad de nuestro relato. No
pretendemos criticar ni menguar ningún régimen, partido o sistema
político, pero nuestro primordial objeto en la realización del
viaje, era investigar, observar y comparar; por eso haremos constar
aquí nuestras impresiones y las impresiones de los marcianos.
Fue tal el impacto que recibimos científica y moralmente al entrar
en ese mundo, que nada pudimos investigar sino sólo observar v
precisamente la observación nos hizo imposible comparación alguna,
por no tener cabida.
Es tal la diferencia entre la cultura nuestra y la de los marcianos que nos
sentíamos avergonzados.
Podemos estar muy equivocados pero los panoramas de la Tierra y de
su nivel cultural contemplados desde Marte, presentan sombras
bochornosas.
El hombre es un ser social, o sea, inclinado por naturaleza a vivir
en compañía de sus semejantes. El habitante de Marte es desde luego
lo mismo, pero, ¡qué diferencia en la evolución de ambas
sociedades!
Podríamos definir un gobierno como la junta directiva de una
sociedad. Traigamos a mente la sociedad comercial e industrial.
Esta junta directiva o gobierno de la sociedad es elegida libremente
y por mayoría de votos por los miembros que componen la sociedad
para ejercer ese gobierno según normas directivas dadas por la
misma.
Por nuestra escasa evolución, o más bien, por falta de evolución,
estos gobiernos se convierten, en el ejercicio de sus funciones, en
arbitrarios ejecutores de caprichosas doctrinas y forjadores de
patrimonios ideológicos y materiales, netamente particulares o de
un sector de la misma sociedad.
¿Qué sucedería en una sociedad comercial o industrial sí su
directiva hiciera converger en su exclusivo provecho los beneficios
comunes y trocara las normas directivas en medio para alcanzarlos?
Sencillamente sería destruida, o, en el peor de los casos, cada
socio perjudicado retiraría su voto y su capital.
Pero los gobiernos
de las sociedades políticas cuentan con un poderoso medio para el
sostenimiento de su arbitrariedad y ese medio lo constituye el
poder ejecutivo, de modo que los socios perjudicados se encuentran
en forzada obligación de soportar esa imposición contra sus
intereses y, más aún, son coercionados a más sacrificios para el
sostenimiento de esa rueda burocrática que por lo general, nunca
dejará escapar el centro de los radios de su circunferencia.
No todos los gobiernos pueden ser catalogados en esta esfera, pero
en las circunstancias históricas actuales de nuestro
planeta el noventa por ciento de la humanidad es víctima de este
desequilibrio y forzada bajo el peso de un yugo absurdo. Hay desde
luego sociedades o naciones con gobiernos buenos, pero, si
promediamos éstas con el total de la población terrestre, el
panorama, lo repetimos, es caótico y encontramos la humanidad más
esclava que nunca.
Es asimismo ridículo creer perfecto un gobierno por el simple hecho
de calificarse república democrática. Reino, imperio o república,
nada modificará su realidad de proceso. Tendremos más bien que
marcar la circunstancia que los más democráticos de los gobiernos
actuales son precisamente los monárquicos, presididos por
individuos de alta capacidad moral e intelectual que moderan la
cosa pública dentro del marco de sabias constituciones.
¿Qué más da que se nombre presidente el jefe de un gobierno, si
manipula un poder legislativo a su antojo, si el nombramiento de
ministros y funcionarios es de su exclusiva incumbencia y es al
mismo tiempo jefe de una facción política? Tendremos como
consecuencia no sólo un gobierno arbitrario sino, es muy frecuente,
una verdadera tiranía con exclusiva ventaja de un clan privilegiado
y con perjuicio de la voluntad, libertad, aspiraciones e intereses
de !a gran mayoría.
¿Y por que cerrar los ojos a la realidad? ¿No
es acaso el estado en que se ve postrada la inmensa mayoría de
la humanidad?
La misma existencia de partidos políticos en una nación poco
remediará la situación, si no la empeora, como en la mayoría de los
caso, sucede. Partido es participio pasado del verbo partir que es
sinónimo de dividir, la división es el mejor recurso para dominar
(divide et impera), jamás para lograr armonía. A menos que los
partidos no consistan más que en diferencia de método, con Identidad
de principios y fines, como observamos, por ejemplo, en Estados
Unidos. Mas ésta es una excepción honrosa pero rara.
Mucho menos queremos hacer referencias ni mancillar
nuestra historia con los horrores que representa para nuestro
planeta la más abominable de las doctrinas que sirve a una nación
de medio de sojuzgación para el dominio y la esclavitud.
La doctrina ha de estar al servicio del hombre y no el hombre al
servicio de la doctrina. Cuando una doctrina pretende el logro de la
libertad con el sacrificio de la misma libertad e inmolando millones
de seres a la idea, tendremos el monstruo más abominable en la
historia de nuestra cultura, el símbolo de la degeneración del
espíritu.
Y queremos aquí hacer reflexiones que deben grabarse en las
conciencias de los seres y las naciones que aún no han sufrido la
influencia nefasta de esta hoz segadora de espíritus y de cuerpos.
No podemos contemplar las cadenas de los hermanos sin hacer un
esfuerzo para quebrantar sus eslabones. La Tierra es nuestra patria
común. Un mismo espíritu nos anima, un mismo cielo nos cobija. La
indiferencia de este momento crucial será un crimen ante la
historia.
Es nuestro deber influir con cuanto esté a nuestro alcance para
rescatar de la esclavitud a los hermanos. No será la violencia el
medio indicado, pero si debemos violentar todos los recursos morales
y: si las cadenas sudan sangre, con sangre fundiremos su acero. Esta
responsabilidad histórica no es exclusiva de las naciones poderosas,
es responsabilidad de todos.
No debemos limitarnos a la admiración de la gran potencia americana
la cual aceptando su responsabilidad, que con la dádiva de mayores
recursos le ha impuesto el Todopoderoso, vierte aceite en las
heridas y tiende a la desgracia su mano robusta.
Téngase presente que la inactividad en la tormenta arrastra a la
vorágine.
Aun en los casos de los gobiernos mejores, forman éstos
una carga tan pesada que el solo sostenimiento de su rueda
burocrática absorbe la mayoría de la actividad de sus miembros; y
lo repetimos, no importa el sistema de ese gobierno, pues si en
otras épocas se estimaba excesivo el costo de un rey ciertos
sistemas republicanos contribuyen prácticamente a la creación de
muchos reyes.
En nuestros sistemas sociales las libertades personales son
coartadas de muchas maneras, aun refiriéndonos a las sociedades
mejores, propiciando siempre un campo desmesurado al predominio de
unos en perjuicio de otros.
Si contemplamos las cosas internacionalmente y con extensión de
tiempo el panorama es exageradamente triste.
Lo que siempre ha
absorbido las actividades humanas ha sido la lucha incesante de
unos contra otros, inspirada por el odio, el egoísmo y la soberbia.
Este empeño constante del hombre en eliminarse y coartarse
mutuamente lo ha detenido en su progreso moral, cultural y
material. Los más grandes caudales humanos, contemplados bajo todos
sus aspectos, han sido invertidos, siempre, para el logro de una
mutua destrucción, y, hoy más que nunca, los mayores valores
humanos, intelectuales, morales y materiales van siempre empeñados
en la defensa o la agresión.
Motivos: el egoísmo. Pretextos: la insensatez más ridícula, las
arbitrarias líneas fronterizas, creadas con sangre, guardadas con
sangre y hechas de sangre.
¿Cómo puede concebirse sino por mentes enfermas que un territorio
inmenso, rico y feraz deba ser exclusivo de un puñado de seres
aunque lo dejen inculto y desierto, mientras otra porción mucho
mayor de la humanidad se debate hambrienta en un suelo reducido,
pobre e ingrato?
Derribemos esas estacadas infames con el hacha de
la cordura. Si por la estrechez de nuestros espíritus es esto
imposible, yérgase un
César, surja un Bolívar, temple Dios una espada y con látigos
divinos fulmine otro Cristo a los profanadores del templo de la
Tierra.
Cúmplase la profecía del Galileo y los sueños del Dante; un solo
rebaño y un solo pastor en una sola comunidad terrestre.
Figuré monos una sociedad comercial con fines y estatutos bien
definidos pero en cuyo seno surja un cisma que induzca a la creación
de distintas directivas. Surgirá entre una facción y otra la pugna
de intereses. Desmembrado el caudal común, opuestos los
métodos/malversados los beneficios, el destino de la sociedad será
obvio: el fracaso, o, cuando menos, el estancamiento de sus
actividades. Y este ejemplo es el único paralelo aplicable a la
situación actual de la sociedad humana.
Sería sin embargo incompleta nuestra apreciación si no hiciéramos
constar que en medio de este lúgubre panorama brillan muchas y
honrosas excepciones.
No quisiéramos ser tildados de pesimistas por estas apreciaciones.
Es precisamente por la seguridad del triunfo de la justicia en la
Tierra que queremos enmarcar sus sombras oscuras.
En medio de la ambición, el egoísmo y el error brillan tatitas luces
de esperanza que prometen cual auroras el despuntar del nuevo sol.
La humanidad ha demostrado suficiente capacidad de verdadera
sublimación y han sido tales y tantos los pioneros del gran día que
la victoria del espíritu será brillante e incontenible realidad.
Los marcianos no conocen nuestros sistemas de gobierno, y, para ser
más exactos, no tienen gobierno. No existen en Marte divisiones
territoriales, por tanto, ni políticas ni religiosas.
Su perfección cívica podría compararse únicamente y por curiosa
paradoja, con el sistema de convivencia de algunas de nuestras
tribus salvajes. El derecho privado, el respeto al derecho ajeno y
las normas más elementales del derecho
natural son innatas y, por lo visto, jamás necesitaron de códigos
legislativos, judiciales ni penates. Su conducta es natural.
Representa, lo que nosotros diríamos la jefatura del planeta, un
triunvirato compuesto por tres personas que reciben el título de
Nose, cuya versión liberal sería: Moderador. No goza propiamente,
este triunvirato, del derecho de la jurisdicción, sino más bien del
privilegio de preferencia. Los tres cargos son vitalicios y son
otorgados cada uno por voto unánime al habitante de más prestancia
por méritos personales en su respectiva esfera: Logare, Sunina,
Snrinu.
Estas tres personas: el mejor organizador, el más bueno y el más
sabio del planeta, son al mismo tiempo, y en casos de emergencia
legisladores y jueces.
Los principales núcleos poblados son asimismo presididos por
triunviratos locales, con las mismas atribuciones y con
subordinación al supremo triunvirato, que reside en Tanto, la
capital. Estos triunviratos no gozan de sueldos especiales sino que
participan del aporte general para el fomento de la investigación y
la industria, cuyo centro principal es siempre la capital.
Los adelantos científicos son comunicados a todos y todos participan
de sus beneficios prácticos de modo que el estándar de vida en Marte
es casi igual para todos sus habitantes.
No existe ejército, ni policía ni sistema carcelario. El que comete
cualquier falta en contravención a las leyes positivas y sociales
sería considerado como un enfermo que sufriría inmediatamente las
consecuencias de la reacción general. Los mayores aportes de la
grandiosa reforma Dani fueron precisamente en este campo.
Desde hace dos mil años el individuo que hubiera dado muestras de
desequilibrio moral era aislado inmediatamente y privado del derecho
y uso del matrimonio.
Recordemos el aislamiento de que aún hoy son víctimas los enfermos
de lepra. En pocos siglos la sociedad pudo apreciar los efectos de
una depuración total.
Estas normas de conducta y justicia social eran practicadas desde
antes de la restauración de Dani cuya actuación fue casi
contemporánea a la aparición de Cristo en la Tierra, pero desde
entonces fueron escrupulosamente observadas.
No había para ello ningún sistema represivo. El culpable se veía
aislado por la natural repulsa de sus vecinos y con mayor razón de
la mujer que de ningún modo habría permitido comercio con él y, si
era esposa, se sentía en la obligación de abandonarlo, refugiándose
bajo la tutela de su familia.
Un solo caso refiérese, que quedó célebre en los anales de la
historia de Marte, y que se recuerda con rasgos de leyenda.
¿Adán y Eva?
Hubo un hombre, hace de esto unos cinco mil años, oriundo de la
parte occidental del planeta y que había logrado sobreponerse a los
habitantes de la región. Era bueno, sobresalía por su inteligencia
y espíritu organizador, No tardó sin embargo en exhibir ciertas
pretensiones discordantes, muestra clara de un espíritu de
complacencia y soberbia. Poco faltó se llegará a un verdadero
cisma.
Privado de la esposa no se amilanó; el caso produjo revuelo en todo
el planeta y se convirtió en problema general. La situación llegó al
clímax cuando, tras el abandono de su esposa logró seducir a otra
mujer. El escándalo general indujo
inmediatamente a una medida extrema: es el destierro del planeta. Y
la pareja fue transportada a la Tierra.
¿Adán y Eva? Dejamos a nuestros lectores las conjeturas.
¡Qué errada es la concepción que en la Tierra nos hemos formado del
habitante de Marte! El ser destructor, que posee armas horrorosas
desintegradoras y mortíferas, dispuesto a sembrar estragos y muerte,
cuya invasión consideramos inminente.
Es cierto que todo eso podría hacerlo: dispone de medios
sencillísimos para ello: podría fulminar la Tierra con horrorosas
tormentas eléctricas, provocar un diluvio e inclusive una erupción
volcánica, pero la concepción de estas ideas no son más que engendro
de la mala levadura de nuestras ambiciones; el temor a eso o el
subconsciente deseo de verificarlo nosotros.
El marciano es cosa
muy distinta física y moralmente: es un ser sobrio, sano, cuya
principal ambición es la dedicación casi mística a la investigación
científica y cuya principal satisfacción es el conocimiento cada día
más perfecto de la naturaleza. Ese progresivo contacto e intimidad
con las leyes universales le proporcionan la más íntima
satisfacción de vivir.
Nuestro sistema de vida, el horroroso torbellino de agitación,
ruido y movimiento, el miedo constante al fracaso y al desastre, la
aniquiladora tensión nerviosa que forman nuestro ordinario medio de
vida en la Tierra, son Cosas ya pasadas a la historia en Marte. Su
vida se ha simplificado y el goce de ella es pleno.
Es una cosa un poco difícil para nosotros imaginar siquiera una
felicidad semejante, que es sin embargo la única y verdadera
felicidad cumplida. Sabe algo de eso el agricultor que contempla su
tierra brindarle una abundante cosecha; el cirujano, el
jurisconsulto tras un éxito soñado; el inventor que ve cristalizado
un importante hallazgo y el asceta que disfruta de la íntima
comunicación con Dios.
Una de las razones por las que la humanidad sufre en la actualidad el
mayor desequilibrio de su historia es la inestabilidad de que
padece; inestabilidad política, religiosa, social y moral. Esta
inestabilidad ha lanzado naciones, sociedades c individuos a una
loca carrera de competencia en lodos los campos de la posibilidad
humana, por la conquista de adeptos, por el dominio de mercados,
por la supremacía de un capital.
Para afirmar esas conquistas hay que sacrificar el noventa por ciento de actividades y energías a una guerra psicológica de
nervios, a la defensa o a la agresión bajo mil aspectos. En la
Tierra vivimos precisamente el peor momento de toda nuestra
historia; una lucha histérica por la existencia ante el espectro
constante de la derrota y de la muerte.
No contribuimos al bienestar general, luchamos fanáticamente para
explotar y eliminar al vecino de la contienda, en el campo
científico, cultural, comercial e industrial y ese campo de batalla
se convierte con frecuencia en orgía sangrienta.
Porque no nos
conformamos con el bienestar de tu vida; cada uno quiere supremacía
absoluta; queremos mil aunque para lograrlo haya que despojar del
uno a los demás. Hemos llegado a tal extremo que la lucha se ha
extendido, y con verdadero fanatismo, al campo moral y religioso en
una verdadera batalla de nervios para imponer el predominio de la
propia concepción de la divinidad.
Este caos es el fruto de la inestabilidad general de que está
impregnada nuestra atmósfera; y toda la situación puede resumirse
en una sola palabra trágica: Miedo.
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LA MUJER
La mujer en Marte desempeña un papel de elevada importancia y
esencial influencia social. Pero como un estudio más detenido será
tratado en otro volumen, proyectaremos aquí su figura a grandes
rasgos generales.
Aun en su aspecto físico la mujer es objeto de un diligente cuidado
que la ha convertido en un ser agradabilísimo y sumamente eficiente
para el desempeño* de su triple cometido, de esposa, de madre y
maestra. Este empeño constante a través de los siglos ha acumulado
en esta adorable criatura todos los encantos naturales, realzados
por el desarrollo en alto grado de todas las cualidades estéticas,
de espíritu y de mente, tan propias del sexo.
Todo lo que nosotros abarcamos con el calificativo de bellas artes,
constituye su dote especial. La música, la poesía, la pintura, la
literatura, son el patrimonio especial de la
mujer marciana, mientras el hombre se entrega al escrutinio de los
secretos naturales, físicos y metafísicos.
En Marte no existe la enseñanza pública. La enseñanza y educación
del hijo son exclusiva incumbencia del hogar y preponderantemente de
la madre, la cual está capacitada en algo grado para ello. Sigue
luego la extensión y complemento de la instrucción individual,
física y metafísica, la que se completa en los públicos centros de
investigación en los que se desarrollan prácticamente los
conocimientos científicos superiores en una extensa variedad de
formas.
Hacemos constar aquí que una de las ciencias más profundamente
investigadas es la medicina, particularmente en lo que se refiere al
estudio y conocimiento del cerebro
humano.
Cada mujer en Marte es una Cornelia romana; por eso sus habitantes
que absorben del corazón materno moral, ciencia y religión, son
individuos de índole sana, estable, de principios profundos y
arraigados sentimientos religiosos.
En Marte es completo el equilibrio de los nacimientos y con el
auxilio de los asombrosos adelantos científicos de la medicina se
mantiene proporción adecuada entre varones y hembras. Este es uno de
los principales factores en el mantenimiento de un orden social
perfecto.
Cada mujer es iniciada desde la cuna para su futura sublime misión
de esposa y de madre. El futuro matrimonio con frecuencia viene
designado por los padres desde la infancia de los contrayentes,
dándose a conocer a la edad conveniente. Antes del matrimonio el
trato social fuera del hogar es casi nulo pero sí se vienen
estrechando relaciones entre los dos hogares que más tarde han de
unirse en parentesco.
Nos ha de parecer extraño este sistema social, pero son
imponderables las ventajas que ofrece.
En la Tierra estamos actualmente asistiendo impasibles al desarrollo
de un fenómeno que traerá las más nefastas consecuencias; y, para
decirlo en términos claros, estamos asistiendo impasibles al
proceso rápido de prostitución de la mujer.
Entendemos por
prostitución el trastorno total de las características que
constituyen precisamente la esencia femenina con sus prerrogativas
inherentes que son primariamente las de esposa, madre y custodio del
hogar.
Este proceso marcha en rápida aceleración por las diversas
circunstancias que acentúan aún más el enorme desequilibrio humano.
Este trastorno arraiga ante todo en la desproporción entre uno y
otro sexo, siempre más acentuado por los efectos de las guerras que
siegan enormes cantidades de vidas varoniles y las que precisamente
son más necesarias para la compensación sexual de la sociedad.
Muchos otros factores contemporáneos contribuyen a debilitar la
constitución masculina dando por lo mismo, aún en la concepción
materna, prepondera al sexo femenino. La decadencia de
responsabilidad en el hombre por el debilitamiento de la moral y
relajación de los principios religiosos aporta un factor aún más
agravante en este proceso.
Un número cada día más considerable de mujeres, privadas del apoyo,
se ven en la necesidad de hacer frente solas a las exigencias
materiales de la vida, con enorme perjuicio de la responsabilidad
maternal. Obligadas necesariamente a buscar una base individual de
subsistencia tienen que invadir el campo del varón en la
competencia profesional con menoscabo cada día mayor de su aptitud
para el verdadero cometido de su vida, la maternidad.
Las leyes sociales deberían intervenir en la solución de estos
problemas, que son desde luego los más trascendentales problemas
que, irresolutos, pueden conducir a consecuencias de desequilibrio
moral e inestabilidad social de muy difícil remedio.
Se incuban males tan grandes que conducirán, no a una situación
crítica sino a un verdadero cataclismo social. Pero estas leyes
sociales, en la mayoría de las naciones, descuidan en absoluto el
problema y agravan la situación con disposiciones que vienen a dar
cada día margen mayor a la divulgación de la epidemia.
En lugar de consagrar cada día más el vínculo matrimonial, se
aflojan sus lazos con gravísimo daño social y grave perjuicio del
hogar; multiplicase así el desenfreno y se acentúa el descuido del
deber de la educación de la prole, fin primario de la procreación.
Estas leyes, en lugar de colocar diques, ensanchan brechas para la
difusión de un mal que ya de por sí, por el instinto natural y las
bajas inclinaciones, tiende a propagarse con alarmante expansión.
Tengamos presente que el progreso material sin sólida base-moral no
es más que un suicidio para la sociedad.
La familia es la base de la sociedad, es la célula vital por la cual
tiene razón de ser el organismo social. La desintegración de la
familia conducirá forzosamente ala desintegración social.
Sin esta unión moral colocamos bases muy resbaladizas a nuestro
progreso y a la marcha hacia la conquista del bienestar. Sin unión
en La familia, menos podrá haberla en la sociedad y por ende, mucho
menos en las naciones. Sin el calor moral de un sano hogar las
virtudes cívicas serán un mito y los tesoros de la ciencia física no
serán medios de bienestar sino armas de destrucción.
Los marcianos, por las observaciones hechas entre nosotros, tienen
un concepto muy cabal de nuestra situación; conocen, nuestros
esfuerzos, valoran los progresos realizados,
pero aprecian muy bien los peligros que esto encierra para
nosotros.
Todo adelanto entraña un peligro en la Tierra: nuestro depravado
instinto nos induce a convertir en arma cuanto llega a nuestro
alcance y toda arma a nuestro alcance es instrumento de ofensa,
defensa o suicidio.
En todo caso constituirá siempre un peligro y
un obstáculo más para el verdadero bienestar de la humanidad.
Su verdadero propósito al visitar la Tierra es el de aprender todo
cuanto nosotros pudiéramos enseñarles y participarnos cuanto saben.
Pero de lo primero nada puede serles útil, y si lo segundo se
efectuara constituiría ciertamente un obstáculo más para nosotros y
un verdadero peligro para ellos mismos. La intercomunicación entre
ambos planetas la juzgan imposible aún. Los terrícolas seríamos una
amenaza en Marte por nuestra inestabilidad moral.
Toda evolución material debe tener por base y cimiento la evolución
espiritual. En Marte el progreso material eleva más y más los
valores del espíritu. En la Tierra el adelanto material ahoga el
espíritu.
Todo avance del progreso es para nosotros un nuevo altar a
Satanás y otro calvario para Cristo; un nuevo templo en Babilonia y
otra cruz en Jerusalén.
¡Esposa y madre!
Son y serán siempre los símbolos del amor y del
espíritu; fuentes puras de elevación espiritual, de goces íntimos.
Empañados estos símbolos, enturbiadas esas fuentes, la felicidad
verdadera, la paz de la humanidad habrán capitulado bajo los
escombros de la materia descompuesta.
Es ciertamente impresionante y digno de admiración el logro del
ingenio humano: sus fábricas gigantescas, las máquinas poderosas
que transforman la superficie de la Tierra y escudriñan sus
entrañas; las gigantescas unidades que cruzan sus
mares y surcan sus cielos; pero es triste contemplar,
paralelamente, la desintegración del hogar y el abandono de los
templos.
Por eso sus fábricas volverán a producir nuevamente y con
febril actividad la infernal maquinaria bélica; por eso sus cielos,
sus mares y continentes volverán a ser cruzados por los horrores de
la destrucción y de la muerte; y por sus hermosas carreteras
pasarán, cubiertos de oropel, los cadáveres vivos de la humanidad.
Es encomiable el esfuerzo de la Asamblea de
las Naciones Unidas,
pero sus frutos serán siempre vanos mientras no otorguen en su seno
un asiento, el primer asiento, al único aliado, capaz de iluminar y
coordinar, calmar odios y pasiones y unir los espíritus: DIOS.
Falta uno en la ONU. Sin el voto de este ausente habrá siempre un
pase para el mal y un veto para el bien.
Y el edificio humano que
se pretende construir terminará en fatídica torre de Babel.
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MEDICINA
Nos es imposible resumir siquiera en estas páginas todo lo que
respecto a la medicina pudimos observar en el planeta.
Hacemos constar previamente que los tiempos de efervescencia en esta
materia ya han pasado, pues siempre en Marte y muy especialmente a
raíz "de la gran reforma," el empeño general se había concentrado en
la medicina preventiva, emprendiéndose un plan a desarrollarse por
siglos, de modo que últimamente su práctica está encaminada casi
totalmente al perfeccionamiento del físico humano.
Volvemos a
recalcar que en Marte siempre se consideró el cuerpo humano como
templo o receptáculo del espíritu que lo anima, así que la medicina
en sus procesos no prescindió jamás de esa relación.
Como además de difícil habría sido infructuoso el exterminio de
ciertos males sin prevenirlos, se estableció como punto de partida
la norma general por la cual sería vedado el uso del matrimonio procreativo a todos los afectados por
alguna tara física o moral. Esta norma, aceptada por todos y
rigurosamente observada tuvo alcances para nosotros incalculables.
Se obtuvo como resultado al cabo de pocas generaciones, una estirpe
de individuos sanos, fuertes y equilibrados física y moralmente, Se
llegó casi a la eliminación de la mortandad juvenil y a un aumento
siempre progresivo en el promedio de vida.
La edad media en el planeta alcanza un promedio de noventa años,
pasando de los cien un treinta por ciento de la población y no
llegan a un veinte por ciento los que no alcanzan los ochenta.
No divagaremos exponiendo aquí una serie de consideraciones
abstractas, pero comparemos, a esa luz, nuestro estado actual en la
Tierra. Nuestra medicina ha hecho verdaderos prodigios de adelanto,
pero estamos echando agua en un pozo de arena. Nosotros imitamos en
algo a los marcianos en la selección de nuestro ganado, de nuestros
caballos, con nuestras razas perrunas, con nuestros gallineros,
pero poco nos preocupamos del origen de nuestros hijos.
Más aún, con
el fomento de la prostitución colocase el germen de la vida al
capricho de los seres pervertidos, tarados, llegándose al colmo de
proporcionar medios de procreación a seres indignos, criminales
desnaturalizados, a quienes se proporcionan, sin ninguna
precaución, en los establecimientos punitivos, mujeres, indignas
bajo todo aspecto de ser madres. Propagase así la mala semilla que
propende generalmente a divulgarse más que la buena, la cual se ve
también afectada con la siempre creciente prostitución del
matrimonio.
Y huelgan ulteriores comentarios.
Pero donde el marciano ha logrado prodigios asombrosos es en el
estudio del cerebro humano, en el cual la cirugía marciana ha venido
interviniendo desde hace siglos para corregir anormalidades, aumentar su eficacia y perfeccionar sus
funciones.
Dejamos para el segundo tomo de esta obra un tratado extenso sobre
este tema.
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RELIGIÓN
La religión ha sido siempre la base de toda sociedad y la piedra
angular de toda civilización. No conocemos región, sociedad ni
tribu, por salvaje que sea, que no haya surgido, que no se haya
solidificado alrededor de un templo.
Sean cuales fueren las manifestaciones de la idea, la existencia de
un ser supremo, de una causa absoluta han imbuido siempre la
conciencia y han informado la vida y el desarrollo de toda sociedad
humana, fuere cual fuere su grado de evolución.
El dominio de la materia y el más amplio conocimiento de la
naturaleza han producido distintas repercusiones en la idea
universal de la divinidad. Los espíritus más elevados se han
afirmado más y más en la creencia de Dios, sublimándose en la
concepción siempre más elevada de la máxima causa de todas las
causas. Los espíritus débiles y apocados, que han sido dotados por
madre naturaleza de un solo talento, han zozobrado ante la idea de Dios, esforzándose por colocarse a sí mismos
en su lugar o colocar en el mismo a la materia.
Lo que decimos de los individuos aplícase exactamente a las
sociedades. Tanto más se ha elevado una nación cuanto más rápido
ha declinado cuanto más se ha alejado de la égida segura de esa
verdad, de la sombra del templo, sellando su ruina total con la
práctica negación de Dios.
Figurémonos hallarnos a bordo de la unidad de un tren. Si ocupamos
el primer coche de carga no nos atreveríamos a negar la existencia
de la locomotora al frente, porque percibimos su ruido; sería sin
embargo absurdo negarlo sólo porque ocupamos uno de sus últimos
coches, provisto de confort y alejado del ruido y emanaciones
directas de la máquina. Los individuos y sociedades que pretenden
negar la existencia y efectividad de la locomotora; son como el
coche que se desengancha de ella; quedará inmovilizado en el camino
férreo y al llegar otro convoy será embestido y arrojado de la vía.
La historia nos muestra el surgimiento de naciones que se encumbran
hasta el predominio de la Tierra, para desintegrarse luego en la
confusión y ser reducidas a esclavas por otras que describirán en el
tiempo la misma parábola. La causa y cimiento de esa grandeza es
siempre un templo y su tumba definitiva la negación de Dios.
La filosofía y la ciencia en Marte descienden siempre de la causa
primera, que al desentrañarse en mil efectos se ilumina de mayor
claridad.
En la Tierra procedemos con dificultad a la inversa, con
la tendencia a limitar la causa a un efecto, hasta el absurdo de
rendir tributo a la materia bruta como a máximo principio. De ahí
nuestros desvaríos, nuestras capitulaciones en el campo de la
investigación; de ahí los abortos V monstruos de la inteligencia,
los ateos y libres pensadores, para quienes el molde de la verdad y
de la realidad de las cosas es el molde de sus dos libras de sesos.
¿Qué y quién es el Dios de los marcianos?
La concepción de Dios no puede ser más que una, la que el ha
dado de sí mismo, al más religioso de los sabios, Moisés: "Soy el
que soy" y la que de el ha dado el más sabio de los paganos, Cicerón:
"Causa Causarum " Dios es la causa de las causas.
El docto sacerdote Zanella, desde que puso pie en el planeta se entregó a una seria investigación sobre los fundamentos y teorías
religiosas de los marcianos y está concluyendo un detallado informe
al respecto. Sólo condensaremos aquí brevemente la argumentación
expuesta por el religioso marciano que había sido comisionado para
nuestro acompañamiento.
Nos vemos rodeados de tantas cosas de las cuales es difícil el
entendimiento, que debemos forzosamente admitirlas sin
comprenderlas. Sin embargo, si razonamos con un poco de filosofía, o
si tan sólo reflexionamos un poco seriamente, veremos que todo en
nuestro derredor evoluciona y cambia. Todo cuanto muda ha tenido
principio y tiene fin. Nada de cuanto tiene principio y fin puede
haber principiado sin una causa externa, la causa prima, que debe
ser inmutable, o sea, sin principio ni fin.
Esta causa es infinitamente activa, la manifestación de su actividad
es extrínseca, causa de otras, principio y por ende, fin de otras
causas y motivo de ser de otros principios. Dios es la causa
primaria de todo cuanto es o existe, es el principio y el motivo
del principiar de todas las cosas, con mayor razón y más
directamente del ser racional que más que todas las cosas se le
asemeja, y, único entre todas, lo reconoce y participa en mayor
grado de su esencia.
Esta causa suprema, dice el marciano, es lo que nosotros llamamos
Sundi, Dios.
Dios no vive, Dios es. Todo cuanto vive, nace, se muda y mucre. Dios
no ha tenido principio porque dejaría de ser principio; Dios no muda
porque es principio eterno; Dios no
muere porque nunca ha comenzado a existir. Todo existe por él, con
él y en él, Dios lo es todo. Ante él nada vale algo, es lo mismo
nada que todo; el vale por todo y todo vale sólo por el.
Todo ser inteligente, todo investigador de la naturaleza y de sus
leyes debe partir del principio de que todo efecto tiene su causa y
que todas las causas tienen un solo fin que es la misma causa
suprema.
Al descender de la causa al efecto o al ascender del efecto a la
causa es preciso tener siempre presente el fin de ambos que da a
ambos su razón de ser.
El símbolo más común de la divinidad en Marte.
Un disco de oro con
un número central resaltante.
De la circunferencia parten rayos
luminosos que convergen como radios al centro.
Sin el conocimiento de la existencia de Dios y sin su
reconocimiento, todo el edificio científico se desploma. El culto y
reconocimiento de Dios en Marte son absolutos.
La manifestación de ese culto es tan sencilla y espontánea como
general. El símbolo más común de la divinidad en Marte es una
circunferencia (el Universo) con un núcleo central de oro (Dios).
Del núcleo se derraman rayos luminosos hacia la circunferencia (como
efectos que emana la causa); de la circunferencia retornan al centro
como radios convergentes. Dios suprema causa de todo, a quien todo
converge como a único fin.
Este símbolo campea como escudo distintivo en todos los edificios
públicos y privados; es el signo sagrado de todos los habitantes del
planeta. En todos los núcleos más importantes de población se eleva
un templo, de forma esférica, que culmina en el símbolo sagrado.
Una vez al año se celebra con imponente magnificencia la fiesta en
honor, adoración y gratitud a Sundi; con ritos especiales en la
capital. Todos los nacimientos, matrimonios y defunciones son
conmemorados a la sombra de los templos con ceremonias especiales.
Pero todos los detalles al respecto, ritos y organización religiosa
serán ampliamente referidos por Zanella en su libro. Un solo
detalle no podemos dejar de recordar aquí: lía muerte en Marte no
reviste el carácter trágico que reviste en la Tierra.
Los marcianos no han recibido la visita de Jesucristo; pero la
veneración y culto a la memoria del gran restaurador Danik, que
coincide precisamente con la aparición de Cristo en la Tierra, nos
hace conjeturar como fundamento que todos los astros y planetas
habitados hayan recibido contemporáneamente una embajada
extraordinaria, con una misión adecuada a las condiciones y
circunstancias de cada uno.
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NOSOTROS Y MARTE
Teníamos ya conceptos claros sobre el planeta amigo, pero sobre todo
de sus habitantes. Habíamos completado, comparativamente, una
concepción más exacta de los habitantes de la Tierra y de sus
sistemas. Habíamos estrechado una alianza de sincera amistad y
franca relación con los marcianos que ya está incubando gérmenes de
enormes esperanzas para nosotros. Habíamos realizado el experimento
científico más anhelado con un éxito que ni siquiera sospechábamos.
El viaje interplanetario por la energía solar era una realidad.
El problema de la falta de medios atmosféricos para alejarnos de la
Tierra era un mito. La atmósfera es indispensable para nuestros
medios mecánicos; para las naves energéticas la atmósfera es un
estorbo. Su medio natural es el vacío sideral. En estas naves las
aplicaciones mecánicas son necesarias para accionar en la
atmósfera.
El mundo es más grande y más agradable de lo que suponíamos. Todos los habitantes del Universo están dotados de
inteligencia igual que la nuestra. Nos convencimos que no somos los
mejores, pero las esperanzas que iluminan nuestro planeta son
halagadoras y las fuerzas del bien, lo declaramos enfáticamente,
son superiores. Las negras manchas que oscurecen el panorama
terrestre ya no han de sernos tan temibles y se disiparán pronto.
No está lejano el día en que desaparezcan las mezquinas fronteras
que fraccionan nuestro planeta. Está cercano el día en que se unirán
inteligencia y voluntades en un solo bloque de incontenible pujanza
que arrollará las fuerzas negativas de egoísmo y de odios.
El sueño acariciado por miles de años está por convertirse en
espléndida realidad. Tierra, cielo y felicidad para todos.
Sirvan nuestras grandiosas experiencias como mensaje de aliento para
todos, sirvan de reproche a las inteligencias que dedican sus
caudales a la criminal empresa de la guerra. Sirvan de aliento a
los grandes que se esfuerzan por la paz.
Tenemos en los marcianos aliados poderosos. No podemos contar aún
con su ayuda directa mientras no aumente en la Tierra el numero de
los cuerdos. Sin embargo, lo sabemos y lo saben los marcianos que
los faltos de cordura no representan a los habitantes de la Tierra.
En la Tierra lodos anhelan la paz. Los que imponen el yugo más
absurdo jamás registrado en la historia de la humanidad son unos
pocos insensatos: las víctimas de ese yugo son millones. Si ese yugo
aún subsiste es porque lo llevan sus víctimas, obligadas por la
fuerza bruta, lo aceptan por miedo. . . , por cobardía.
Todas las naciones desean la paz. Bien sabemos quienes disienten.
Sentimos por los sabios que obligados dedican a esa causa sus
esfuerzos; sentimos por los humildes que sufren el yugo; sentimos
por los ignorantes que creen a la mentira. Pero recordamos aquí que
la paz ha sido prometida a los de buena voluntad, no a los perversos
ni a los cobardes.
Si esos
conculcadores del espíritu quieren la guerra, estamos prontos al
reto con la certeza de la victoria. No nos amedrentan sus alardes.
La bandera negra fue hecha jirones y la bandera roja será ahogada
con sangre si fuere necesario, y con la sangre de sus mismas
víctimas.
No han de hacerse ilusiones en el mito absurdo de un poderío
atómico. Ese poderío es ridículo.
Escuchad y reflexionad bien. Existen contra vosotros tres factores
de una potencia indestructible y armas que no soñáis. Las
aspiraciones de la humanidad, el Dios que os condena y la amistad
de los astros. Son hoy vuestras ambiciones el único obstáculo para
el bienestar del mundo; pero aprended de la historia: El mal puede
ganar batallas pero nunca la última. Vosotros sólo creéis en la
materia, y como vuestra materia pereceréis putrefactos. Nosotros
creemos en el espíritu y como el espíritu nuestras ideas serán
inmortales.
Arrojad, esclavos, las armas a los pies de vuestros tiranos, haced
con ellas una pira inmensa y destruidlas con vuestros arsenales
atómicos. No más hermanos contra hermanos. Nos ayudarán los cielos a
entonar de nuevo los himnos de gloria y de paz.
No son imposibles la paz y la concordia; es el destino de la Tierra.
Las grandiosas experiencias probadas en Marte nos han hecho saborear
esos frutos. Vale la pena dar por ellos cualquier precio. La unión
de todos los pueblos para hacer un solo pueblo debe ser la
aspiración de todos los habitantes de la Tierra; el paso entonces de
cada uno sobre el planeta no será una pesadilla y el Autor del
Universo nos otorgará la inmortalidad, suprema aspiración del
espíritu.
Cada uno de nosotros puso el mayor empeño para recabar el máximo
provecho de las observaciones para las cuales estaba comisionado y
ya ardíamos en vehementes deseos de
retornar a la Tierra para comunicar nuestras halagadoras
experiencias.
Los marcianos nos suministraron sin reserva alguna cuanta clase de
información deseábamos. Se efectuaron intensas investigaciones
experimentales para perfeccionar, con nuestros sistemas, las
comunicaciones entre Marte y nuestra base terrestre con el objeto de
eliminar las perturbaciones causadas en el campo neutral del
espacio, entre los límites de atracción de los dos planetas. Esta
dificultad ha llegado casi a su completa solución.
Efectuamos varios vuelos por distintas partes del planeta para
reconocer los lugares más importantes y los principales núcleos
industriales, tres de los cuales, arraigados en la capital, son
verdaderamente gigantescos. La base, centro y objeto primordial de
la investigación es la energía solar, que se resuelve en un
sinnúmero de aplicaciones para todos los usos prácticos.
En sus centros científicos e industriales no existe reserva alguna;
todo, hasta el último detalle, está al alcance de todos.
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TANIO, LA CAPITAL
Constituyen las viviendas, como ya lo indicamos, casas de un solo
piso, elevadas y provistas interiormente de jardines, amplio campo
de recreo y ejercicios y de estanques de agua. Figurémonos las
antiguas mansiones romanas con terrazas tales. Una peculiaridad las
distingue de todas las construcciones de nuestras ciudades; todas
sus ventanas son largas, aproximadamente del ancho de las nuestras,
pero, a diferencia de nosotros, están dispuestas horizontalmente.
Siendo amplias las viviendas y reducidas en altura.
Tanio, la ciudad
capital, ocupa una superficie mayor que la que cubren Londres y
Nueva York. Su población asciende a doscientos cincuenta mil
habitantes-La ciudad, de trazo geométrico, da la impresión desde lo
alto, de un tablero de ajedrez.
Sus cuadras, de más de trescientos
metros, terminan cada una en un espacio o parque de espléndidos
jardines.
Tanio, la capital de Marte.
Cruzan la ciudad tres grandes canales que se ensanchan por trechos
para formar pequeños lagos de adorno y recreo. Siendo el marciano un
apasionado amante de la naturaleza, sus jardines públicos y privados
son verdaderos ensueños, en los que, entre el esplendor de perfume y
color de flores, se mezclan plantas de exóticos frutos.
Las paredes externas de las casas de la capital y de todo el planeta
son construidas de doble muro con vacío interior; detalle que
proporciona equilibrio en la temperatura interna, circunstancia muy
importante en Marte en donde la diferencia de estaciones es más
acentuada que en la Tierra. El primario y principal elemento usado
en casi todas las construcciones es una piedra especial que
recuerda mucho el travertino tan corriente en las construcciones
romanas, pero mucho más liviano y dócil al modelado, piedra que, por
una sencilla elaboración proporciona el elemento adhesivo, de
propiedades semejantes a las de nuestros cementos; pero más liviano
que el yeso.
El templo de la divinidad en Tanio es una verdadera maravilla de
piedra o mármoles selectos, con preciosas incrustaciones metálicas
y derroche de oro. Son asimismo de extraordinario atractivo y arte
muchos otros edificios, como el público, que nosotros llamaríamos de
gobierno, el edificio central de investigaciones científicas, el de
observación sideral, etcétera.
De la ciudad emana una aureola de paz y de calma que la revisten de
un irresistible atractivo. El marciano viaja poco; casi todo el
tráfico es aéreo y los vehículos silenciosos. Para quien, como
nosotros, no está familiarizado con ella, da la impresión de una
ciudad encantada, a pesar de la extraordinaria animación que
revistió con motivo de nuestra visita.
El clima en Tanio corresponde a unos 12 grados centígrados.
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TAGE Y SU HOGAR
Al día siguiente a nuestra llegada fuimos trasladados a la
residencia de Tage, a quien fue otorgada justamente la alta
distinción de brindarnos la hospitalidad.
Pudimos apreciar, inmediatamente de nuestra llegada, la
extraordinaria reputación de que gozaba este hombre en Marte; y
nosotros le profesábamos, no sólo estima, sino un afecto inmenso
como a padre y maestro, a cuyo nombre y figura todos los habitantes
de la Tierra tendrán que rendir igual tributo, como el primer
eslabón que hizo posible la unión de dos mundos.
No entraba en el plan de los marcianos un entendimiento directo con
la Tierra, pues por el conocimiento que de nosotros se tenía, era
considerado prematuro. Tage decidió y resolvió correr solo la gran
aventura que los marcianos aceptaron y aprobaron jubilosos y que la
Tierra agradecerá como paso de incalculables alcances y que realizó la pacífica unión de
los dos astros.
Tage
La estancia en el hogar de Tage ha creado en nosotros la más dulce
experiencia de la vida y no podemos aún medir las consecuencias y
el desenlace de tan dichosa circunstancia.
Además de la esposa y un
hijo, adorna el hogar del caudillo una hija, la más adorable de las
criaturas, cuyo contacto hirió profundamente el corazón del más
joven de nuestros expedicionarios, el sabio y buen francés
Lavoisier, cuya admiración por la encantadora Dile, así es su
nombre, no pasó desapercibida para el padre, quien manifestó
complacencia y beneplácito, hasta infundir en el corazón del buen
colega la esperanza de fundir en ella la sangre de los dos planetas
con el más extraordinario de los enlaces matrimoniales.
Desde
entonces nuestro buen francés no tiene sosiego, con su cuerpo en la
Tierra y el alma en Marte, suspirando por la fecha del próximo viaje
en el que se realice probablemente el extraordinario acontecimiento.
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IDIOMA
Ya conocemos las características generales del idioma marciano.
Sus vocales son de pronunciación nítida y clara; no existen sonidos
nasales ni consonantes fuertes, aspiradas o guturales. En funeral,
suena musical con bastantes inflexiones de voz, sobre todo en
períodos largos. Como ya lo indicamos, en su pronunciación tiene
mucha semejanza con nuestras lenguas neolatinas. En lo demás,
particularmente en su gramática, difiere mucho de cualquier idioma
terrestre.
La gran mayoría de palabras son bisílabas; las trisílabas son muy
pocas, en su mayoría técnicas y científicas; reducidísimo el número
de las agudas.
El idioma es rico en obras literarias, con predominio del carácter
científico, técnico y moral. Abundan las obras de género histórico;
el género novelesco, en cambio, tal como nosotros lo conocemos, es
desconocido.
Las obras de carácter
bibliográfico son numerosísimas y cada familia lleva, como en libro
de bitácora, toda la historia de la familia, constituyendo en muchos
casos verdaderas obras de arte.
Predomina en el género literario la producción de la mujer que, como
hemos visto, es persona de alto nivel cultural y
vasta ilustración.
Nos es imposible esbozar aquí un panorama, vago siquiera, de la
literatura marciana, porque nosotros tampoco pudimos abarcarlo
suficientemente. Jamás hubo necesidad en Marte de proclamar nuestra
decantada libertad de pensamiento hablado ni escrito, porque jamás
hubo necesidad de limitarlo.
Incurrimos en la Tierra en absurdas contradicciones y anacronismos
inconcebibles. Una de las libertades más reclamadas en la Tierra es
la libertad de prensa; pero, ¿qué entendemos por esa libertad?
En
Marte a nadie se le ocurriría valerse de esa libertad para propagar
ideas inmorales, obscenas, subversivas al orden social,
antirreligiosas, etc., y estamos seguros que en ese caso también
allí se suscitaría el problema de límites en esa libertad.
Precisamente porque la divulgación escrita es un verdadero poder
universal, debe ser gobernado por individuos sensatos, de criterio
formado y sanos principios. No podemos negar los muchos abusos que
de ese poder cometemos en nuestro planeta y sus funestas
consecuencias.
Nos limitamos por el momento a reproducir aquí, para ilustración de
todos, los signos gráficos del idioma marciano.
Como bien salta a la vista, no conoce el
alfabeto marciano los signos correspondientes a nuestras letras: h,
j, k, v, y, x, w. Es en cambio muy pronunciada la diferencia de
sonido entre la s y z. La r tiene un sonido muy suave.
Los cálculos matemáticos se diferencian mucho de nuestro sistema,
pues cuentas con sólo seis cifras.
Principales acepciones marcianas usadas en el curso de este libro y
su significado:
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REGRESO
Otros pormenores y detalles interesantes serán dados a conocer
sucesivamente.
Ya nuestras naves estaban listas para transportarnos a la Tierra y
en este viaje seriamos nuevamente acompañados por otras seis naves
marcianas, capitaneadas por el mismo Tage en quien nuestra confianza
era ilimitada. Cada nave marciana llevaría a bordo seis tripulantes,
uniéndose otros tres para cada una de las nuestras. Estos
tripulantes marcianos, cuarenta y cinco en total, eran, excepto
cinco nuevos, los mismos que habían efectuado el viaje anterior.
Se trasladaban hoy a la Tierra con nosotros, dos eminentes
especialistas en asuntos religiosos.
Les había interesado vivamente
cuanto sobre religión les relatara nuestro sacerdote, sobre todo lo
referente a la misión de Cristo, la doctrina y organización de la
Iglesia. Estaba en su programa una visita a Roma; por la
preponderante influencia de su historia y por
ser cabeza de la religión, proyectándose para el año 1960 una visita
al Papa, para presentarle en un volumen, que sería redactado
especialmente, la doctrina, moral y principios religiosos de su
planeta.
La demora de la presente misión en la Tierra sería de once días,
debiéndose efectuar el regreso a Marte el día dos de noviembre.
Catorce marcianos permanecerían en nuestra base terrestre hasta 1960,
con el objeto principal de proseguirlos trabajos de comunicación
interplanetaria y preparar un viaje a Venus. Lo que más nos alentaba
era la halagadora noticia que Tage habría permanecido en Tierra.
Nosotros vivíamos un estado de verdadera exaltación. La realidad era
demasiado bella para que pudiéramos soportarla con serenidad. Todo
se nos antojaba una ilusión, un sueño trocado en realidad merced a
la magnífica y desprendida cooperación de los habitantes de Marte.
El lejano brillo titilante de nuestra hermosa estrella, la Tierra,
nos invitaba a cruzar el espacio para volver a su seno. Teníamos
sublimes mensajes para comunicarle, mensajes de paz y prosperidad.
¿Quién imaginara que dentro de ese punto luminoso, que danzaba
tranquilo al compás de la divina armonía del espacio, en ese punto
tan minúsculo que tan sólo podíamos discernir por la aureola de la
luz del Sol se encerraran las maravillas de grandes continentes,
montes excelsos, mares embravecidos que lanzaban a estrellarse su
furia contra graníticos acantilados; que hubiera allí colores,
perfumes, flores, frutos y amores? ¿Que hubiera allí seres
maravillosos, capaces de penetrar hasta otros mundos; Seres más
insignificantes que un átomo de luz, con tanta nobleza, tantas
pasiones, odios, soberbia y tanta insensatez como para levantar su
voz contra el hacedor supremo de tantas grandezas?
Jamás habíamos
visto a Dios tan grande como lo reflejara la inmensidad del
espacio; al Dios que el divino visionario de Galilea definió con una
súplica: Pudre nuestro que estás en los cielos.
Era el diecinueve de octubre, las nueve horas en Marte. Se
revistieron las naves de fulgurante brillo y se lanzaron intrépidas
camino del Sol.
El planeta Marte aumentó por momentos su disco hasta que sus
contornos fueron delineándose en las pantallas de los periscopios
para ir reduciendo gradualmente su circunferencia.
Ahora las naves tenían un impulso muy superior al que las
transportara en su venida, por marchar directamente hacia el Sol. Su
velocidad cifraba en los ciento cincuenta mil kilómetros por
minuto. En este lapso los dos planetas se habían alejado cuarenta
mil kilómetros en su movimiento de traslación, pero esta distancia
era inapreciable.
A las tres horas cruzábamos la frontera celeste entre el campo
marciano y la órbita de atracción terrestre.
Nuestra atención, absorbida completamente por una extraña emoción,
se ocupaba por entero en la persistente transmisión hacia la Tierra
en donde otra extraña conmoción perturbaba igualmente la serenidad
de nuestros colegas, cuyas figuras tornaban a agrandarse en nuestra
fantasía y en nuestros corazones.
Cambiados los primeros mensajes, una calma de inefable placer tornó
a embargarnos con una plétora de nuevos sentimientos e íntimas
sensaciones que nos hicieron sensibles hasta las lágrimas. El
universo físico se concentraba en nuestros espíritus hasta
anonadarlos y ofuscarlos por momentos.
Mientras tanto la Tierra se agigantaba y la Luna se acercaba con
increíble rapidez. No teníamos noción alguna del tiempo y los
cronómetros no nos interesaban.
Nos despertó del inefable letargo la voz de Tage impartiendo
instrucciones que fueron moderando gradualmente la velocidad para el
aterrizaje en el satélite terrestre.
Cuarenta
minutos era el tiempo necesario para ajustar las naves a un impulso
moderado; moderación indispensable en su último trayecto de la Luna
de la Tierra. Si hubiéramos entrado al campo atmosférico con esa
velocidad las naves se hubieran incendiado al primer contacto.
Cuando nuestras naves tomaron contacto con la Luna eran las quince
horas cuarenta minutos. Provistos de las caretas de oxígeno,
abandonamos las naves que fueron sometidas a los ajustes necesarios
para el control de la velocidad, mientras nosotros nos precipitamos
a enviar el último mensaje a Tierra.
Las respuestas denunciaban muy a las claras viva emoción en nuestros
colegas. Y había motivo. A pesar de su alta modestia, el propulsor,
animador, principal autor y promotor de estos acontecimientos era
nuestro director Ettore Martinelli. A él, a sus más íntimos
colaboradores y a sus vidas sacrificadas por entero a la
investigación, se debían los éxitos cuya coronación era inminente.
Todo dispuesto, abandonamos el satélite. Eran las dieciséis horas
cincuenta minutos.
La distancia que separa la Luna de la Tierra es insignificante en
comparación con la distancia de Marte a la Tierra. Nuestra velocidad
sería reducida ahora el mínimum, sesenta mil kilómetros por hora con
progresiva disminución que nos introduciría en la atmósfera
terrestre con una velocidad de ocho mil kilómetros por hora.
Estaba calculado y esperado nuestro arribo al campamento para las
veinticuatro horas, las doce meridiano en la Tierra.
Ya la Tierra comenzaba a delinearse con vaga penumbra. Nuestras
comunicaciones con Tierra eran continuas pero incoherentes. Para
nosotros y para los de tierra la realidad de esos momentos era
confusa, A las veintidós horas las naves procedían con su impulso
mínimo. A las veintidós cincuenta minutos todos los instrumentos nos
anunciaron la presencia atmosférica y las turbinas comenzaron a
accionar. A las once exactas el indeciso resplandor del manto polar
nos dio la
bienvenida.
Estábamos nuevamente en un mundo que ya se nos antojaba
extraño. A las veinticuatro horas menos diez minutos un titilar de
mil luces amigas nos invitaba a descender. Tres minutos faltaban
para las doce cuando las turbinas se paralizaron en tierra.
Aquí la pluma se niega a proseguir.
Habíamos recorrido ciento veintiséis millones de kilómetros en seis
días; cuarenta y seis horas de vuelo efectivo y ciento treinta y
cuatro de permanencia en Marte.
Imposible referir el efecto del intercambio de nuestras
impresiones.
Unas sorpresa más nos era reservada: Tage desembarcaba de sus naves
veinticinco quintales de oro purísimo en láminas, y en nombre del
supremo triunvirato hacía entrega del tesoro a Martinelli.
El oro en
Marte es un metal abundante y de variadísimas aplicaciones por sus
cualidades peculiares, pero no es, como en la Tierra, una unidad de
valor. Sabían muy bien los marcianos que la falta de medios podía
entorpecer nuestras investigaciones: por otro lado, el suministrar
esos medios resultaba cada día más problemático por el peligro
siempre reciente de imprudentes revelaciones que entorpecerían
inmediatamente los estudios.
Hoy el problema desaparecía; de Marte
se nos proporcionaban y seguirían proporcionándosenos abundantemente
los medios necesarios.
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CONCLUSIÓN
Nos es imposible añadir comentario alguno a lo expuesto. Derivaremos
únicamente algunas conclusiones.
Son asombrosas las aplicaciones que pueden hacerse de la energía
solar. Guillermo Marconi había hecho numerosos experimentos con el
resultado de sorprendentes hallazgos. Lo que más intrigaba al gran
maestro era la facilidad de concentración eléctrica de las nubes,
como lo demuestran sus descargas con los rayos; desde luego, sin
ningún dispositivo mecánico. Se rumoró de un supuesto rayo de la
muerte que afectaría ciertos órganos del cuerpo humano y de otras
novedosas aplicaciones.
De todo eso había mucha realidad, pero la
gran mayoría de sus estudios permanecían herméticamente secretos
dentro de un círculo reducido de íntimos colaboradores entre los
cuales era conocido el eminente sacerdote jesuita
Gianfranceschi, de la Academia de Ciencias del Vaticano. Dadas las
circunstancias del momento muchos de esos
hallazgos habrían constituido una grave amenaza en poder de ciertos
gobiernos, motivo por el cual el Papa Pío XI, que era al mismo
tiempo un sabio, profundo admirador y protector de Marconi, instaba
a éste sobre la necesidad de la reserva.
Pero las presiones casi
violentas de Mussolini precipitaron la catástrofe en la vida del
gran maestro, que abandonaba sus despojos camales el 20 de julio de
1937. Sus últimas palabras, lanzadas a la cara al Duce: "No he
trabajado treinta años para convertirme en verdugo del género
humano", hundían en el ocaso un sol; pero con el anuncio de una más
bella y esplendorosa aurora.
Desde el año 1936 Marconi había intentado alcanzar, con el
lanzamiento de poderosas ondas eléctricas, la atención de los
hipotéticos habitantes de Marte y de Venus, recabando la impresión
de ser oído. No cabía duda que seres inteligentes habitaban esos
planetas. Varios de sus discípulos iniciaron la empresa de
constituir un colegio científico para continuar las labores del
maestro, procurando alejar sus frutos del alcance de los cazadores
de inventos para fines bélicos; los resultados ya los hemos
consignado.
Muchas otras cosas se harán públicas oportunamente;
mientras tanto queremos traer a la consideración de los hombres de
buena voluntad algunas reflexiones.
El mundo es más grande y más bello de lo que creemos. Habitan otros
mundos seres inteligentes como nosotros.
La inteligencia es una
facultad cuyas manifestaciones son idénticas en cualquier parte del
Universo, variando únicamente su mayor o menor desarrollo según las
circunstancias del ambiente, como la luz del Sol es idéntica en
todo el sistema solar, variando únicamente sus efectos conforme las
circunstancias del medio en que se desarrolla su acción.
Como en la
Tierra hay lugares en los que el medio presta mayores facilidades a la evolución (entendemos siempre por evolución las
manifestaciones accidentales, la substancia nunca evoluciona), así
hay en los diversos astros o planetas seres más o menos
evolucionados que nosotros.
Retrocedamos dos mil años en nuestra
historia y tendremos a los habitantes de Venus; adelantémonos dos
mil años y estaremos en Marte.
La inteligencia nunca evoluciona, siempre ha dado las mismas
manifestaciones. En todo el decurso de la historia hallaremos genios
auténticos. Arquímedes, Solones, Aristóteles, Césares, Augustos.
Horneros, Cicerones, Dantes, Leonardos, Miguelángelcs y Marconis.
En toda la historia encontraremos monstruos:
Heliogábalos, Atilas y
Stalins; y genios híbridos: Alejandros, Napoleones y Hitlers. Las
demás manifestaciones de ciertos progresos materiales no son más que
consecuencias del experimento físico, que con frecuencia han
ejercido opresión sobre el espíritu.
¿En qué puede extrañarnos el progreso de los habitantes de Marte? En
la eterna lucha entre espíritu y materia los marcianos han logrado
el nivel de justo equilibrio, coordinación de sus aportes y, por
natural consecuencia, desarrollo efectivo de ambos.
¿Qué no lograríamos en la Tierra si no sacrificáramos el espíritu a
la materia? ¿Si despojáramos nuestra ciencia de tantas insensateces?
¿Si coordináramos nuestras investigaciones? ¿Si canceláramos de
nuestro globo todas las líneas divisorias que nos separan física y
moralmente? La Tierra tiene una sola frontera, su circunferencia;
tiene un solo límite, marcado por el Sol.
Habitantes de la Tierra, arrojemos las armas destructoras en cara a
los tiranos, llagamos de los odios una pira inmensa y sobre sus
cenizas edifiquemos un altar con graníticas columnas de unión e
inciensos de espíritus en reconocimiento al Dios supremo, causa de
todas las causas.
Este despertar está cercano. La materia es impotente ante el
espíritu, porque el espíritu es infinito. La alianza
entre el espíritu y la materia nos dará la paz anhelada. El mundo es
bello, es grande.
Acordémonos que la noche es circunstancial pero el
Sol ilumina siempre.
Los marcianos visitan nuestro planeta y el objeto de esta
publicación es el de invitar a todos los habitantes de la Tierra a
buscar su alianza. Grábense escudos del globo de Marte, de sus
emblemas religiosos y portárnoslos visiblemente sobre nuestras
personas, en nuestros vehículos y grabémoslos en nuestros edificios.
Enmendemos las erróneas concepciones de ciertas películas, diarios y
revistas. Ostentemos deseos de alianza, paz y amistad.
En la noche serena, elevemos nuestra mirada al firmamento en que
millones de astros cantan el himno maravilloso de armonía y de paz.
Pensemos en las bellezas que encierra cada uno de esos puntos
luminosos, pensemos en los miles de millones de inteligencias que
piensan en nosotros y como nosotros: el mundo, la Tierra, la vida
nos parecerán más bellos, más dignos de vivirse.
¡Elevemos un
nostálgico recuerdo a nuestros vecinos de Marte y olvidando las
pequeñeces terrestres, unámonos con ellos a ese coro universal y
veremos cuan grande es Dios y qué bella es su obra!
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