por Walter Graziano
2007
extraído de NADIE VIO MATRIX


 

 


Neo: ¿Por qué me duelen los ojos?

Morpheus: Porque nunca los habías usado.

Matrix


Pan y Circo para el pueblo.
Nerón
 



Muchas veces se nos enseña la historia como una sucesión de hechos, guerras, conquistas y revoluciones casi caóticas.

 

Como sucesos desconectados entre sí. Como si los factores económicos casi no hubieran existido como motivo de esa sucesión de acontecimientos políticos a la que se suele denominar Historia.

 

Cuando ello ocurre, se pretende que el público piense que la historia no es más que una lucha personal por el acceso al poder, en la que los intereses de las principales empresas y bancos no serían más que notas accesorias a pie de página, casi irrelevantes a la hora de iniciarse los sucesos trascendentales para la humanidad.

Obviamente, quien siga con atención la apretada sucesión de acontecimientos desde que comenzó la globalización, entiende fácilmente que no es así.

 

En tal sentido, la globalización económica y financiera ha ayudado a advertir y despertar al público, el cual ahora sí comprende claramente que tras cada uno de los principales acontecimientos hay factores económicos preponderantes, que son el verdadero motor de la historia.

 

Más bien, lo han sido siempre, aunque la historia oficial no lo registre. Prácticamente en todas las épocas y en todo el mundo ha sido de la misma manera.

 

También fue así antes de la caída del Muro de Berlín, aunque los historiadores e historiógrafos oficiales generalmente no lo hayan registrado, manteniendo su carácter de sujetos funcionales al poder económico de turno, el cual obviamente nunca debe ni desea aparecer involucrado en el manejo de democracias, monarquías y todo tipo de gobiernos.

La causa de ello es clara, sobre todo en la era de la "democracia":

si la verdadera historia no es más que una continua disputa de intereses económicos y de factores de poder, queda entonces muy claro que la democracia, tal como se la conoce hoy en el mundo, está muy lejos de ser el gobierno del pueblo y para el pueblo.

Si se conocieran las verdaderas causas de los acontecimientos, que generalmente se mantienen tras bambalinas, quedaría muy claro que lo que hoy se suele denominar "democracia" en realidad no es más que una fachada tras la cual se manejan otros intereses.

 

Ocurre que con el barniz de una supuesta legalidad popular, mediante procesos eleccionarios, se esconden los intereses de los grupos económicos más poderosos.

 

Los partidos políticos de las democracias suelen estar abrumadoramente financiados por esos grupos económicos que también son los que mantienen el sistema de prensa en una vasta cantidad de países.

 

Sistema - en singular - de prensa que tras la supuesta competencia de diversos periódicos, radios y canales de televisión esconde en realidad la verdadera causa de los acontecimientos históricos, lo que está detrás de cada uno de los formidables sucesos que sólo cada tanto nos muestran los medios de comunicación.

 

Además, es claro que cuando lo hacen casi siempre presentan esos hechos desconectados entre sí.

Si aceptamos la idea de que por factores económicos, sociales y geoestratégicos el mundo se dirige a posibilidades inusitadas y desconocidas hasta ahora, coincidiremos en que, para poder estar advertidos de lo que puede llegar a ocurrir, es necesario en primer lugar establecer muy claramente qué es lo que en realidad ha venido acaeciendo en el pasado.

 

Porque si el diagnóstico es incorrecto, sólo por un raro azar el pronóstico podría no serlo.

Las premisas generales de esa ley corren tanto para el público que desea informarse realmente de lo que ocurrió, ocurre y ocurrirá, como para quienes están desinteresados en lo que ocurrió en el pasado y sólo focalizan su atención en el futuro, sea éste personal o social.

Por una doble causa, entonces, vale la pena comenzar con el desarrollo y caída del Imperio Romano.

  • En primer lugar porque los paralelos entre la Roma imperial y la actual estructura de la globalización pueden ayudarnos a entrever qué puede deparar el futuro.

     

  • En segundo lugar porque tal comparación constituye una clara muestra para todos aquellos en principio no interesados en la historia de cómo y cuando se ensamblaron la globalización y la economía, con ella los procesos conceptualmente se simplifican, son más fáciles de entender, y ya no es necesario recurrir a una memoria atiborrada de nombres, batallas y fechas - al revés de como el propio "sistema" nos enseña desde la niñez - para comprender lo que en verdad ocurrió.

Cuando se ensamblan la historia y la economía, la historia encuentra su hilván y cobra un sentido que en muchos manuales y libros de texto suele, lamentablemente, permanecer muy oculto al lector.

 

 


La lección que la historia oficial oculta

¿Quién hubiera dicho, en pleno auge del Imperio Romano, que éste acabaría de la manera en que lo hizo?

 

Nada menos que en un total colapso económico y político, con la propia Roma prácticamente despoblada, Italia dividida en comarcas donde gobernaban familias locales, las tierras antes conquistadas en Europa, Asia y África en manos de diferentes reyes, príncipes y señores feudales.

Los viejos caminos, rutas y acueductos, antes símbolos de esplendor y grandeza, en pocos años convertidos en ruinas que resultaban refugio de criminales y señoríos de bandoleros.

 

El comercio internacional, otrora fuente de poderío económico, transformado en un mero recuerdo. La economía opulenta repleta de bienes de lujo y derroche de consumo de las clases altas, transformada en poco tiempo en una lucha desesperada por la subsistencia.

 

El poder, antes concentrado en el emperador, unos pocos clanes familiares ricos y un puñado de generales que decidían a su antojo las cuestiones de un imperio que se extendía en tres continentes, atomizado en una serie inacabable de luchas sangrientas entre dinastías locales que, a veces, se disputaban territorios de unos pocos kilómetros cuadrados.

 

Quién hubiera predicho que ése era el destino del Imperio Romano, y sin embargo, es lo que ocurrió.

Hoy no estamos bajo la égida de Roma, sino bajo la del imperio del capitalismo a la manera norteamericana:

la que endiosa el individualismo, el libre mercado, la libre competencia y el libre comercio.

Prácticamente el mundo entero lo está.

 

Hoy también este sistema económico capitalista al estilo norteamericano, que ha desembocado en la globalización, parece indestructible y eterno. Sin embargo, sus contradicciones internas, fruto de sus excesos, han llegado a un punto tal que no es difícil presagiar su final, y aquí puede resultar muy útil una comparación histórica.

 

Ocurre que el proceso económico mediante el cual el Imperio Romano llegó a su triste final posee algunas similitudes muy relevantes con el proceso que puede darse con el capitalismo.

 

Veamos:

 

La opulenta expansión del Imperio Romano estaba basada en la conquista de tierras ajenas.

 

Cuando el ejército romano conquistaba un lejano país, incautaba sus riquezas de oro y plata y las llevaba a Roma. Con esos metales se podía acuñar moneda, y así gastar fortunas en caros y exóticos productos de consumo traídos de Oriente, especialmente, del Imperio Chino, y pagar los muy cuantiosos gastos del propio ejército.

 

A su vez, las poblaciones de las tierras conquistadas eran esclavizadas y se las obligaba a trabajar para el imperio. Los hombres debían labrar las tierras de sol a sol y las mujeres más bellas eran obligadas a trabajar de esclavas sexuales.

 

Los ejércitos rivales, tras ser diezmados en los campos de batalla veían cómo sus generales eran asesinados sumariamente, sus hombres más valientes enviados a morir en el Coliseo como gladiadores, y la soldadesca era asimilada para ser masacrada en las primeras filas de próximas batallas contra otros pueblos.

Todo el auge y expansión del Imperio Romano se dio bajo esos parámetros:

el robo, el pillaje, el saqueo y la expoliación de los vecinos conquistados.

Parecía un sistema infalible, y de hecho lo fue hasta que todo el sistema económico entró en contradicción.

 

Para pagar los inmensos costos militares eran necesarias nuevas guerras. Si no las había, en tiempos de paz, mantener las legiones en los límites del imperio significaba un costo abrumador. Así, la guerra resultaba imprescindible para que el propio ejército pagara, merced a los botines, sus propios costos.

 

La guerra, era un negocio. La paz, no...

Llegó un momento, entonces, en el que no era factible seguir intentando conquistas, dado que mares, montañas y desiertos lejanos comenzaban a resultar estorbos demasiado costosos de flanquear, de manera que los botines de guerra comenzaban a resultar insuficientes para financiar los propios costos de la guerra y los gastos administrativos que había que sufragar cada vez que el imperio se instalaba en una lejana comarca.

 

Cuando esto ocurrió, los emperadores y el Senado decidieron inventar un artilugio para poder seguir manteniendo la situación claramente deficitaria del Estado sin por ello aminorar su fastuoso consumo: alterar el valor de la moneda.

Fue así como antiguas monedas de oro y plata se fundían en nuevas aleaciones que tenían cada vez menos oro y menos plata y más cobre y estaño, respectivamente. Durante un tiempo el truco funcionó, debido, sobre todo, a que el porcentaje de oro y plata de las nuevas monedas todavía era muy alto.

 

Pero rápidamente el sistema monetario entero del Imperio comenzó a colapsar.

Tanto es así que en un período de sólo cincuenta años el denario romano pasó de tener un 70% de plata a sólo un 10%. En el año 218, el emperador Heliogábalo decidió hacer la moneda romana sólo de cobre.

 

Pero los comerciantes del Oriente no aceptaron esa moneda, lo que representó un muy rudo golpe para Roma. Sólo dos años más tarde, en el 220 d. C, la plata era tan escasa en Roma que la depreciada moneda imperial no tenía ya respaldo alguno en ese metal.

 

Como consecuencia de ello, el imperio repudió su deuda pública.

 

Esto resultó en la definitiva caída de Roma como gran comerciante mundial, y en la imposibilidad del gobierno de pagar su fuerza militar.

 

Como puede observarse, el sistema económico romano - volcado al militarismo y la conquista más que a la competitividad - fue el "talón de Aquiles" del Imperio.

 

Para mantener un opulento consumo, era necesario expoliar a los vecinos. Para ello era necesario contar con una impresionante maquinaria militar. Pero la maquinaria militar significaba otro enorme costo que afrontar, y, con frecuencia, no generaba los suficientes recursos para pagar sus propios gastos.

 

Las aventuras militares se fueron convirtiendo en fuente de pérdidas, en vez de aportar ingresos. Y como no existía el papel moneda, ello produjo un flujo hacia afuera del Imperio de todo el oro y la plata que los romanos habían conseguido como parte de sus botines de guerra.

 

A partir de ese punto, el destino del imperio estaba sellado:

la fragmentación, la anarquía, la pérdida de todo poder y autoridad y el inexorable declive económico hasta el punto de que la subsistencia diaria constituía un problema.

Pero los dislates económicos no concluyeron allí.

 

La falta de previsión para cuidar la ecología de las tierras del imperio hizo declinar su fertilidad. Como durante largos años se intentó obtener beneficios demasiado altos de las tierras suprimiendo los períodos de descanso o "barbecho", los suelos conquistados comenzaron a perder su riqueza, con lo que las cosechas comenzaron a declinar.

 

De tal manera, dado que ya no había oro ni plata para poder importar alimentos del exterior, las alzas en el precio de los alimentos, la carestía y la escasez en un pueblo con cada vez mayor cantidad de habitantes, comenzaron a producir un clima social de pobreza y desesperación.

Para colmo de males, como tampoco se había hecho una adecuada planificación de la administración de los recursos energéticos, comenzó a dificultarse, incluso, cocinar y calefaccionar las casas.

 

Ocurre que los romanos talaron los bosques de su imperio con una rapidez alarmante. La madera y la leña, o sea, las fuentes principales de energía de aquella época, eran en un principio bienes baratos, dado que su disponibilidad era muy abundante.

 

Sin embargo, con el paso del tiempo, y sobre todo a medida que no pudieron continuar adelante con las conquistas de nuevas tierras, en vastas zonas del imperio comenzaron a resultar bienes muy difíciles de conseguir, de forma que amplios sectores de la población quedaron sin poder cocinar sus alimentos y calentar sus casas.

Así dadas las cosas, no sólo el imperio empezó a desmembrarse, sino que la propia Roma terminó despoblándose. Hacia el siglo VIII era sólo un pobre villorrio de unos pocos miles de habitantes que vivían en las viejas ruinas de las construcciones imperiales.

 

¿Quién hubiera podido predecir tal destino en la época de su primer emperador, Augusto? Nadie, y sin embargo, repetimos, fue lo que ocurrió.
 
Un panorama relativamente similar quizás espera al actual sistema económico capitalista al estilo norteamericano que hoy, instalado en el mundo entero, muestra desequilibrios de todo tipo:

algunos, los sociales, evidentes a simple vista en una gran cantidad de países, y otros económicos y financieros un poco más ocultos para la población general del "Primer Mundo", pero no por ello menos problemáticos y conflictivos, a punto tal que bien pueden determinar el final de esta era de globalización en la que imperan, supuestamente, el individualismo, el "libre mercado" y el libre comercio.




Crónica de una muerte anunciada

La caída del Muro de Berlín en 1989 significó el triunfo del capitalismo norteamericano sobre el comunismo leninista y la aparición de un nuevo sistema económico.

 

Se trató de algo nunca antes visto:

la globalización, un fenómeno mucho más problemático en sus posibles consecuencias que el individualismo, el libre mercado y el libre comercio en una ciudad, un país, o un continente.

En el pasado, cuando un país padecía una crisis podía soportar una buena cantidad de años de "vacas flacas" con créditos de otros países.

 

En cambio, con la globalización se corre el riesgo de que una crisis en un país de suficiente importancia tome rápidamente proporciones mundiales, debido a que existe libre movilidad de capitales y libre comercio de bienes en prácticamente todo el mundo. Países, empresas y bancos se han hecho mucho más interdependientes en el mundo actual.

 

Mientras ningún país, ningún banco, o ninguna empresa de suficiente magnitud sufran una crisis muy seria, los problemas de una economía determinada reportan pingües ganancias para las grandes corporaciones y para una parte de la sociedad (la más rica, que cuenta con capital) de muchos países.

Sin embargo, las mini-crisis internacionales de la serie que se ha vivido tras poco más de una década y media de globalización nunca fueron originadas en un país realmente grande.

 

Las sucesivas devaluaciones, defaults y crisis financieras experimentadas desde 1994 en México, Tailandia, Rusia, Brasil, Turquía y Argentina, afectaron seriamente nada más que a sus vecinos y socios más directos, pero no llegaron a afectar gravemente a los "tres grandes": Ni en Estados Unidos ni en Europa ni en Japón se vivieron los peores efectos de las crisis de países medianos o pequeños.

Sin embargo, hay que remarcarlo, la globalización lleva sólo una corta - aunque acelerada - vida, y hasta ahora no ha sido puesta a prueba por lo que podría significar una crisis de gran importancia en uno de sus socios grandes.

 

Ésa es una posibilidad que, lamentablemente, se hace cada día más factible a medida que los desequilibrios de la economía de Estados Unidos se multiplican.

 

Veamos las razones:

  • Durante los años noventa y el comienzo del nuevo milenio, más allá de períodos cortos de recesión, la economía norteamericana ha venido creciendo a buen ritmo. Tasas de crecimiento de 3% y 4% anual son muy frecuentes en las estadísticas económicas de ese país.

     

    Ello ha llevado a hacer pensar a muchos que el papel hegemónico de Estados Unidos, tanto en lo económico como en lo cultural, está garantizado por décadas y décadas enteras.

     

    Sin embargo, quienes piensan así se equivocan, y muy gravemente.

     

  • El comienzo del siglo XXI quizá se recordará por los efectos de la 'caída' de las Torres Gemelas, pero también por el recrudecimiento de los llamados "déficit gemelos" en Estados Unidos. Solamente en el año 2006, el déficit externo de Estados Unidos se aproximó a los 900.000 millones de dólares.

     

    Para todo el 2007 se proyecta una cifra igual o superior, y se trata de cifras oficiales, quizás influidas por necesidades y decisiones políticas. Un déficit de esa magnitud implica una cifra muy peligrosa ya que supone que cerca del 7% del PBI de ese país se encuentra comprometido.

     

    Para que el público común tenga una idea de lo que significa, es necesario decir que hoy los Estados Unidos gastan en un año, en exceso de su producción interna, el equivalente de toda la producción anual conjunta de Brasil, Argentina, Uruguay, Paraguay, Bolivia y Chile.

     

    En efecto, los Estados Unidos literalmente han venido "tragándose" en los últimos tiempos, año tras año, un monto superior a la producción anual del Mercosur a cuenta de su exceso de gasto interno.

     

    Vale decir que si las tasas de crecimiento norteamericano han sido muy aceptables últimamente, hasta 2006, es sólo porque ese crecimiento ha sido financiado con endeudamiento público y privado.

     

    Endeudamiento neto que se eleva cómodamente a cifras superiores al 20% anual.

Como fácilmente se advertirá, nadie puede endeudarse a ese ritmo en forma acumulada sin tener a la larga problemas muy, pero muy serios.

 

Cuando la serie de países que sufrieron crisis a lo largo de la década de los 1990, comenzaron a padecer sus mayores dificultades, sus déficits externos - que fueron en general el "gatillo" de las crisis en casi todos los casos - no llegaban al 7% de sus PBI. Pues bien, la economía norteamericana ya ha alcanzado esos niveles.

 

Si ha podido mantenerse a flote ha sido porque los grandes bancos centrales y las megacorporaciones de Asia (principalmente de Japón, China, Corea del Sur, Taiwán y Singapur, entre otros) han venido acumulando reservas en dólares en forma de bonos del Tesoro estadounidense, depósitos bancarios en dólares, acciones de empresas y otros títulos públicos y privados de deuda norteamericana.

Pero esa situación está generando serias distorsiones internacionales: los bancos centrales asiáticos vienen invirtiendo en bonos estadounidenses el producto de sus superávits comerciales con los Estados Unidos, con lo cual mantienen artificialmente subvaluadas sus propias monedas, y muy líquidos sus propios mercados financieros, dado que generalmente compran con emisión monetaria los dólares que ingresan.

 

Todo eso les permite mantener un nivel de actividad alto en relación con el que tendrían si los Estados Unidos corrigieran su exceso de demanda de productos externos y no les compraran en la magnitud que hoy lo hacen.

Si el mundo ha crecido en conjunto aceptablemente bien en el inicio del siglo XXI ha sido, entonces, merced a que fue posible mantener un equilibrio que no puede ser estable en el mediano plazo: Estados Unidos ha liderado el crecimiento mundial gracias a un enorme desequilibrio de balanza comercial, especialmente con Asia, pero también con Europa y América latina.

 

Así, han sido los socios comerciales y financieros de Estados Unidos lo que han podido evitar que ese país cayera en una cruenta recesión. Han utilizado sus enormes superávits para financiar cada vez más a su deudor: el Estado y el sector privado norteamericanos.

El gran problema es que este esquema no puede ser mantenido indefinidamente. La deuda externa pública y privada de los Estados Unidos es ya demasiado abultada, y para empeorar la situación no tiende a estabilizarse, sino a crecer en forma de espiral.

 

Como en el ejemplo de Roma, la raíz del mal que consumió al antiguo imperio está también ya muy desarrollada en el nuevo imperio norteamericano:

un persistente déficit de la balanza de pagos, que sólo se ha revertido en las dos últimas décadas en forma muy transitoria (en 1991, exclusivamente) gracias a una fuerte recesión.

En el caso actual, sólo ha sido posible llegar a esta situación merced a que en el actual sistema internacional de pagos es factible y fácil endeudarse, cosa imposible cuando la moneda de pago debía ser el oro o la plata, y muy limitada en los viejos regímenes al estilo "patrón oro" que dejaron formalmente de existir del todo en 1971 con la caída del llamado "acuerdo de Bretton Woods" de 1946.

No hay ejemplos en el mundo de déficits de la balanza de pagos sostenidos de manera persistente y creciente sin el advenimiento de bruscas crisis de credibilidad respecto de la moneda del país en cuestión.

 

Una de esas crisis, especialmente virulenta, se aproxima a toda velocidad en el propio epicentro de la globalización: los Estados Unidos.

 

Es necesario señalar, entonces, que una eventual crisis de credibilidad del dólar y una eventual corrección del déficit externo norteamericano pondrían en jaque no sólo a la economía norteamericana y con ella a aquellas dependientes de sus exportaciones hacia los Estados Unidos, sino a la economía mundial en su totalidad, y a la propia estructura de la globalización.

Hay que pensar esto con mucho detenimiento, dado que no quedan armas en el arsenal de la teoría imperante del librecambio que no hayan sido ya puestas en práctica:

los mercados en general han sido desregulados, los países se han deshecho de la propiedad estatal de las empresas públicas, el comercio mundial jamás tuvo tan pocas regulaciones como ahora, y los mercados de capitales se han abierto considerablemente.

Si el discurso económico librecambista hoy imperante intentara atacar cualquier atisbo de crisis con la muletilla de una mayor disciplina fiscal, sólo se lograría empeorar una crisis global, sin por ello solucionar absolutamente ninguna de las graves causas de los problemas que se avecinan, dado que los actuales problemas tienen que ver sólo minoritariamente con lo fiscal.

 

Aplicar propaganda o disciplina "fiscalista" sería como echar nafta al fuego. Supondría atacar una eventual recesión mundial sin precedentes con más recesión.

Sin embargo, es necesario tener en cuenta que este mecanismo financiero por el cual los Estados Unidos se endeudan progresivamente con todo el mundo, mientras el resto de los países financia el exceso de gasto norteamericano, ha sido posible, al menos en parte, gracias a la aparición del "terrorismo islámico internacional".

 

Tal como el economista Kenneth Rogoff lo señala en una nota aparecida en el diario La Nación del 8 de julio de 2005, titulada La Economía del Miedo y publicada sólo un día después del gran atentado de Londres, la situación de gran inseguridad mundial que se vive a raíz del terrorismo favorece las inversiones en activos financieros de riesgo mínimo, como pueden ser considerados los bonos del Tesoro norteamericano.

 

Ese factor contribuye a bajar las tasas de interés de esos bonos y a subir sus precios, factor que ayuda a que los países asiáticos, sea a través de sus bancos centrales o a través de sus corporaciones, sigan proclives a mantener en sus balances cantidades muy altas, casi exorbitantes, de esos activos de deuda norteamericanos.

 

Tal como Rogoff lo señala, el mecanismo no es nuevo, sino que es el mismo que hacía que durante los años 1950 y 1960, en el apogeo de la "Guerra Fría", las tasas de largo plazo se mantuvieran muy bajas en Estados Unidos, hecho que favorecía lo que en aquella época fue una excelente era de crecimiento continuo.

 

Como puede observarse, entonces, el terrorismo no ha sido ajeno a este estado de cosas en la estructura financiera internacional:

ha favorecido la posibilidad de que Estados Unidos siga creciendo y gastando en exceso, gracias a la financiación extra que se le otorga a través del miedo.

Claro que ello no puede durar para siempre por más recrudecimiento que experimente el terrorismo internacional.

 

El crecimiento de la deuda es tan grande y tan rápido que se gestan grandes problemas financieros y económicos que bien pueden estallar mucho antes del fin de la publicitada "guerra contra el terrorismo".

Para colmo de males, la posibilidad - cada vez más probable - de la explosión de una severa crisis financiera internacional, con un enorme correlato recesivo en la economía global, se ve agravada por factores que hasta hace poco no estaban en juego en el tablero, y que los medios de comunicación anglosajones sistemáticamente esconden en toda su envergadura:

el preocupante comienzo de la escasez de hidrocarburos fósiles (petróleo y gas natural) de los cuales depende en la actualidad más del 75% de la energía mundial (si se suma el carbón, la cifra casi alcanza el 85%).

De más está decir que la confluencia de una previsible crisis monetaria y del sistema de pagos internacionales con epicentro en los Estados Unidos ya de por sí sola indica la probabilidad de consecuencias impredecibles en todo el mundo.

 

Pero si a ello se le agregan los efectos de una probable crisis energética internacional, ¿qué es lo que puede quedar indemne de la actual estructura de la globalización?

 

 


El petróleo

Si bien los precios del crudo se han elevado apreciablemente desde inicios de 2003, lo cierto es que una buena parte de la población mundial permanece extrañamente impasible ante este dato clave, aun cuando la vida humana entera, en las sociedades modernas, depende en enorme medida tanto de la disponibilidad como del costo de la energía.

 

La muy preocupante información en lo concerniente a la posibilidad de que el mundo esté tocando su techo de producción petrolera en estos años ha comenzado a circular en múltiples libros, lo que de ser cierto impondría una serie de incrementos bruscos en los precios del barril - por más que haya estabilizaciones transitorias o incluso bajas pronunciadas - hasta que sean tomadas decisiones muy importantes en cuanto a la modificación de la tecnología energética.

 

Lo cierto es que muy pocas voces se han escuchado acerca de este tema, y cuando ha habido pronunciamientos, éstos casi nunca han sido cubiertos por los medios masivos de comunicación, que suelen juzgar que se trata de un tema embarazoso, y lo tratan tangencialmente.

 

Muchas veces el problema es abordado como si se tratara simplemente de la falta de inversiones en el sector energético, cuando en realidad se trata nada menos que del inicio de la fase del agotamiento de los recursos energéticos fósiles. Las consecuencias de ese agotamiento podrían ser enormes: un muy duro ajuste de cinturón en las poblaciones de prácticamente todo el mundo resultaría ineludible.

 

Sin embargo, la mera ilusión, muy irracional, de que algo mágico sucederá e impediría la materialización de este problema gravísimo que recién comienza, es lo que impide que las lógicas protestas populares contra la tecnología petrolera se hayan concretado.

Puede pensarse que en buena medida esas ilusiones se deben a la memoria de las crisis petroleras de los años setenta, que fueron sucedidas por un largo período de bajas en los precios del petróleo a niveles impensados sólo unos pocos años antes.

 

Lo que no se suele tomar en cuenta cuando se cae en ese razonamiento simplista es que en la década de 1970 existía la posibilidad técnica de producir petróleo muy por encima de la demanda mundial, y que el alza de precios de los combustibles se dio por motivos políticos.

 

¿Que ocurrió en 1973? ¿Por qué los precios del barril se cuadruplicaron en pocos meses en aquella oportunidad?

Desde 1971 Estados Unidos estaba perdiendo aceleradamente su supremacía como centro del mundo financiero, a raíz de su apresurada salida del sistema de Bretton Woods que ligaba el dólar al oro.

 

Richard Nixon decidió un tanto apresuradamente abandonar el patrón-oro en lugar de devaluar fuertemente al dólar contra el metal y seguir con el mismo sistema.

 

A raíz de esa medida, una gran cantidad de capitales se fugó a Europa y Japón. Wall Street corría el riesgo de perder su lugar de supremacía financiera mundial, y lo propio ocurría con la City de Londres. La elite anglo-norteamericana diseñó un esquema para consolidar esa supremacía, el cual además le reportaría otras pingües ganancias.

 

Se trataba de hacer subir el precio del petróleo a niveles nunca antes vistos.

 

De tal manera habría de producirse una gran transferencia de ingresos principalmente de Europa y Japón - que importaban e importan casi el 100% del petróleo que consumen - hacia los principales países productores del mundo, la mayoría árabes.

 

Al mismo momento de producida la crisis, entonces, una gran masa de fondos iba a inundar los países árabes, que a su vez tendrían que dirigir sus dólares hacia el exterior. Numerosos asesores financieros, entre ellos David Mulford, fueron despachados en forma permanente a los países árabes beneficiados por el alza del precio del barril, a fin de que los diversos jeques y reyes supieran a ciencia cierta cómo y dónde invertir el exceso de petrodólares.

 

Esta verdadera task force financiera invirtió los petrodólares solamente en Nueva York y Londres, con lo que así, gracias a la crisis petrolera que angustiaba a vastas partes del mundo, Wall Street y la City consolidaban su lugar como centros financieros mundiales.

En aquella oportunidad entonces, se estuvo muy lejos de que se produjera una crisis petrolera "natural". Se trataba de un proceso manipulado políticamente por la elite globalista, al punto de que Henry Kissinger jugó un papel central en su explosión.

 

Según William Engdahl, Kissinger engañó alternativamente a los enviados tanto de Israel como de los países árabes enfrentados con el Estado judío, pues parecía conducirse como si estuviera intentando evitar una guerra cuando en realidad su misión era producir todo lo contrario.

 

De tal manera, el secretario de Estado norteamericano ocultó a ambos lados enfrentados los puntos más salientes de la posición contraria.

 

Así fue que la guerra de Yom Kippur de 1973, entre Egipto y Siria por un lado, e Israel por el otro, se hizo inevitable, y sirvió como verdadero pretexto a la crisis petrolera internacional. Su directa consecuencia fue el embargo ordenado por los países árabes productores de petróleo, el cual afectó en el mundo desarrollado a toda Europa continental y a Japón.

 

Estados Unidos aún producía internamente en aquella época cerca del 80% del petróleo que consumía, por lo que nunca tuvo verdaderos problemas de abastecimiento.

 

Las compañías petroleras norteamericanas, a su vez deseosas de incrementar sus ganancias, aprovecharon la vasta propaganda que tuvo el bloqueo para elevar en forma inmediata los precios y producir un auténtico fenómeno de histeria colectiva, que en sí mismo impidió que alguien cuestionara el alza de los combustibles ante el justificado temor a que la alternativa fuera carecer absolutamente de ellos.

Como se ve, en 1973 la elite no se limitó a restituir a Wall Street y la City londinense como centros financieros mundiales gracias a los petrodólares.

 

Las tasas de ganancias de los pulpos petroleros se multiplicaron dado que el costo de extraer el barril prácticamente no había aumentado en ninguna región del mundo. Lo que hubo fue una limitación transitoria en la oferta de petróleo, mientras por un período de tiempo se dejaba que existiera, en la industria petrolera, una gran capacidad productiva ociosa.

 

Una reducción de sólo el 5% en la producción mensual árabe durante unos pocos meses produjo un aumento de precios del orden de 400%. Nunca antes, ni después, las ganancias petroleras habrían de pegar tal salto, pero los beneficios para la elite no quedaron allí.

 

En segundo lugar, las empresas petroleras inglesas, principalmente Shell y British Petroleum (BP), obtuvieron beneficios adicionales muy importantes: por un lado, Gran Bretaña fue el único país europeo occidental que pudo escapar completamente del bloqueo árabe dado que firmó un tratado especial con los países árabes.

 

Alemania intentó hacer lo mismo, pero su canciller en aquella apoca, Willy Brandt, recibió una protesta formal de Henry Kissinger por intentar saltar el bloqueo árabe en forma unilateral, y debió tirar al cesto su proyecto de neutralidad germana en el conflicto árabe-israelí.

 

Finalmente, y de manera muy importante, con las nuevas cotizaciones del barril de crudo empezaba a ser rentable, por primera vez, extraer el petróleo que las citadas empresas británicas poseían en el fondo del Mar del Norte, cuya explotación no era factible antes del aumento de 1973.

Resulta evidente que, lejos de ser las víctimas, las empresas petroleras norteamericanas e inglesas fueron las grandes beneficiarias junto a las elites de los países árabes y los centros financieros de Wall Street y la City londinense.

 

La historia oficial nada registraría de todo esto, obviamente debido al dominio que sobre la prensa anglo-norteamericana ejercen las agencias de noticias y los historiadores oficiales, financiados unos y otros por la misma elite financiero- petrolera.

Lo que hay que hacer notar, además de la artificialidad de aquella guerra árabe-israelí urdida con objetivos claramente económicos por Henry Kissinger como agente de la elite estadounidense, es el hecho de que esta vez, en pleno 2007, las cosas son muy diferentes de las crisis petroleras de la década de 1970.

 

La causa del alza de los precios de los combustibles esta vez no es la necesidad de recomponer la hegemonía financiera de Wall Street, hoy aún indiscutible.

 

El incremento en las cotizaciones del crudo, aunque aumenta las ganancias de las empresas petroleras, también aumenta el riesgo colectivo que enfrenta el sector respecto de la posibilidad de que se incrementen las presiones sociales y políticas para reemplazar los hidrocarburos fósiles por otras formas de energía.

 

Ocurre que por primera vez el mundo como un todo se asoma a una crisis petrolera de naturaleza estructural.

 

A diferencia de 1973, esta vez no hay una capacidad de oferta ociosa que se pueda poner en marcha firmando un tratado de paz o mediante disposiciones unilaterales tendientes a volver a aumentar el cupo de producción de crudo. Esta vez es muy diferente, y por primera vez nadie, absolutamente nadie, tiene el verdadero control de lo que ocurre con los precios y las cantidades de hidrocarburos fósiles que se extraen en el mundo.

 

Por lo tanto, la actitud complaciente de las poblaciones mundiales ante lo que ocurre en el mercado petrolero y gasífero bien puede resultar a la postre una actitud muy equivocada. Cuanto más tardía sea la reacción social y popular en el mundo desarrollado respecto del aumento en los precios del barril, más costos no sólo económicos, sino también sociales y en número de vidas humanas habrá que pagar.

 

Veamos por qué.

Cuando ocurrieron los atentados del 11 de septiembre de 2001 en Nueva York y Washington, el petróleo no era noticia en ningún medio de comunicación importante. Los precios del barril oscilaban entre 20 y 25 dólares, y aunque geólogos y economistas especializados venían advirtiendo sobre el inicio eventual de una era de escasez, poco y nada llegaba al público común.

 

Cuando el 11 de marzo de 2004 se produjeron en Madrid los atentados en Atocha y otras estaciones de tren en los que perdieron la vida más de 200 personas, si bien la cotización del barril ya estaba en alza, el aumento de precio del "oro negro" todavía no era noticia.

 

Y hoy por hoy, en 2007, ello tampoco ocurre.

 

Si bien el costo del barril se ha triplicado con relación a unos pocos años atrás, poco y nada dice acerca de las verdaderas causas de este pronunciado ascenso.

 

Los medios han confundido a la población en todo el mundo, atribuyendo el alza a sucesos puntuales como,

  • el juicio en Rusia a la petrolera Yukos

  • los atentados terroristas en Irak

  • los problemas políticos en Venezuela o sindicales en Nigeria

Se trata, en todos los casos, de sucesos que son habituales, dado que nunca ningún mercado del mundo está exento de inconvenientes de esa envergadura.

 

Por otra parte, la mayoría de esos problemas se ha ido solucionando y de todas maneras el petróleo ha vuelto a subir.

 

Es entonces cuando aparece otra "cortina de humo" desde la prensa: para muchos medios, el fuerte crecimiento de le economía china sería el principal responsable.

Pues bien, China consume hoy sólo el 8% del petróleo mundial, aun cuando su población representa más del 20%. El consumo de petróleo per cápita en China es menor a un décimo del de los Estados Unidos.

 

¿Podría decirse entonces que es el fuerte crecimiento de la economía norteamericana el responsable del incremento en el costo de la energía? Pues bien: tampoco.

 

Ocurre que tasas de crecimiento de 3 o 4% anual son usuales en la historia económica norteamericana, y no por ello esos índices desembocaron en el pasado necesariamente en alzas en el precio del petróleo. A veces, y con relativa frecuencia, ocurría precisamente lo contrario.

¿Qué es lo que ocurre entonces?

 

Pues bien, que aunque año tras año la producción mundial de petróleo ha aumentado - y sigue aumentando - entre 1 y 2% anual, y la de gas natural al 3% anual, aumentando además la eficiencia del uso de ambos, no ha habido prácticamente descubrimientos importantes de petróleo en los últimos quince años en ninguna región del mundo.

 

De esta manera, aunque la producción aumenta en el Golfo Pérsico, ha comenzado a descender en una vasta cantidad de países. En medio de esa situación, el principal perjudicado es Estados Unidos, que tocó su "techo de producción" en 1970 y hoy importa cerca del 65% de todo el petróleo que consume. Se estima que ese porcentaje deberá seguir subiendo año tras año hasta llegar al 100 por ciento.

Son muchos los analistas internacionales que han venido advirtiendo, casi siempre en círculos reducidos, sobre este problema.

 

Al mismo tiempo, es muy poca la atención que se les ha prestado en los más importantes medios de comunicación a escala mundial, que normalmente reflejan la equivocada opinión de los analistas a sueldo de las grandes petroleras oligopólicas mundiales, que "sedan" a la población con la cantinela de que todo el problema se reduce a la falta de inversión en áreas clave como la exploración petrolera en busca de nuevos yacimientos.

Es necesario advertir que es sumamente improbable que una gran cantidad de nuevos yacimientos petroleros se descubran y entren en el circuito productivo por la sencilla razón de que se sabe, gracias a la tecnología moderna, que una vasta mayoría de la superficie mundial no cuenta con reservas aptas para la explotación. Sencillamente, no existen...

 

El interés de los Estados Unidos por intervenir o amenazar a países donde se sabe que hay petróleo no es entonces ningún dato casual, sino que se buscan excusas cuyo interés primordial es el petróleo, el gas, o las zonas de su paso:

  • Irak, Irán, Venezuela, entre otros, son claras muestras de cómo gobiernos que no son dóciles a la elite petrolera-financiera son crecientemente forzados - cuando no reemplazados - para que sus líderes apliquen las políticas funcionales a los Estados Unidos que son básicamente tres:

    • en primer lugar, garantizar una acelerada explotación de petróleo y gas y su puesta en oferta en el mercado internacional

       

    • en segundo lugar, garantizar el rápido envío de hidrocarburos a los Estados Unidos y el Reino Unido, para abastecer sus mercados nacionales al mejor precio posible

       

    • en tercer lugar, acrecentar lo máximo posible la participación de los gigantescos pulpos petroleros norteamericanos e ingleses en el proceso productivo del gas y el petróleo, que de otra manera, a medida que se van secando los pozos de Texas, Nuevo México, California y el Mar del Norte, deberían ir saliendo del mercado, lo que no sólo los condenaría a una rápida extinción como empresas, sino que además pondría en jaque la salud de los grandes bancos norteamericanos relacionados con las petroleras no sólo a través de enorme cantidad de préstamos y créditos, sino también societariamente

  • O sea, las mismas familias que manejan desde las sombras a las grandes petroleras anglo- norteamericanas son las que manejan a los principales bancos norteamericanos.

En adelante, entonces, viviremos un preocupante problema energético.

 

Estamos hablando de petróleo y gas:

el 75% de la energía que hoy se usa en el mundo.

Y aunque cambiar el sistema energético hacia otros insumos es posible en forma teórica, no es menos cierto que resulta sumamente difícil, tanto en cuanto al transporte como en el área de generación de electricidad.

 

Con la actual tecnología es sumamente arduo, y muy improbable, que pueda reemplazarse a los hidrocarburos fósiles en tanto fuente de energía.

 

Cabe recordar que al hablar de petróleo y gas no estamos hablando solamente de un elemento central para la globalización, sino de un asunto vital para la vida urbana y el transporte de personas y alimentos.

Recapitulando entonces, tenemos a la vista dos grandes crisis en ciernes. Una, financiera y económica, causada por la espiralización de consumo vía crédito externo en Estados Unidos a niveles nunca antes vistos, y otra, energética, de magnitud aún hoy imprevisible. Es muy probable que a la globalización le cueste muchísimo solucionar los problemas ocasionados por la primera.

 

Su propia subsistencia estará cuestionada y amenazada. Para enfrentar la segunda no hay planes oficiales que sean, al menos, preliminares, más allá de la "propaganda" de Bush y otros políticos de los dos partidos norteamericanos, realizada para consumo masivo a fin de escaparle al tema.

En realidad aunque parezca increíble, es natural que así ocurra y que nada se planifique desde los gobiernos más importantes del mundo:

tanto George Bush padre como su hijo, Bill Clinton, Tony Blair, Silvio Berlusconi, José María Aznar, José Luis Rodríguez Zapatero, Vladimir Putin y muchos otros líderes accedieron al poder, o se mantuvieron en él, gracias a sus contactos y acuerdos con el establishment financiero-petrolero conformado por los grandes pulpos anglo- norteamericanos y los bancos más importantes del mundo asociados a la industria del petróleo.

Las campañas electorales son llevadas a cabo con fondos provenientes de los grupos económicos más grandes e importantes del mundo y esos fondos generalmente se destinan a apoyar a los candidatos que les ofrecen más garantías de subsistencia y crecimiento a esos mismos grupos económicos, no solamente en puestos presidenciables, sino también en los cuerpos legislativos.

 

Con mucha frecuencia se observa también que hasta los candidatos opositores son financiados por los mismos intereses económicos, como candidatos "suplentes", por resultar muchas veces considerados menos "tropa propia" que quienes suelen ganar las elecciones, generalmente con más presupuesto para las campañas, proporcionado por esas megacorporaciones.

 

Pero hay que tener muy en claro que hasta los "suplentes" - generalmente perdedores en las elecciones - son también en buena medida tropa propia de la elite financiero-petrolera.

 

 


Sociedades secretas como metodología de poder

Todo esto, sin embargo, no es nada nuevo, sino que ha sido llevado a cabo a lo largo de muchísimas décadas.

 

Vale la pena mencionar aquí que hace varios siglos los principales empresarios y banqueros ya solían agruparse en sociedades secretas - muchas veces logias masónicas - en las que tomaban contacto con personas interesadas en la actividad política.

 

En un principio ese movimiento empresario constituía una estrategia defensiva:

el afán de lucro estuvo muy mal visto en Europa Occidental durante toda la Edad Media, debido al tipo de moral anti-empresaria que la Iglesia Católica, factor predominante de poder en aquella época, defendía.

Además, las propias monarquías europeas, más allá de oscilar entre la obediencia al papado y una abierta rebeldía contra éste, también constituían un factor de poder que miraba con recelo el creciente avance de una burguesía comercial y financiera que, generalmente sin antecedentes aristocráticos, comenzaba a disputar cuotas de poder a las casas reales, que guerreaban entre sí con préstamos de esa burguesía financiera.

 

Por lo tanto, preso del papa y las casas reales, entre esos dos factores de poder a los cuales en el fondo detestaba, el incipiente empresariado comercial y financiero vio con buenos ojos la asociación clandestina como forma de presentar un frente unificado contra un poder político y otro religioso a los que se consideraba una verdadera amenaza para sus intereses.

 

Los movimientos que estuvieron detrás del propio Renacimiento y de la llamada Ilustración estuvieron usualmente manejados por esos intereses empresarios representados en sociedades secretas.

A medida que el capitalismo fue desarrollándose más en Europa, banqueros y comerciantes comenzaron a detentar una mayor cuota de poder, y la organización en sociedades secretas comenzó a ser un factor preponderante en la lucha subterránea que buena parte del empresariado llevaba a cabo contra reyes y papas.

 

En tal sentido, hay un año que representó un verdadero quiebre en la correlación de fuerzas entre el empresariado y las monarquías y el papado: 1776.

 

Ese año, el fundador de la poderosa dinastía financiera Rothschild financió en Bavaria a un oscuro ex clérigo jesuita para que fundara una sociedad secreta con el propósito de liderar las logias masónicas que se habían reorganizado en 1717 y respondían a la monarquía inglesa.

 

Se trató de la logia de los Illuminati de Baviera.

 

Los Illuminati no eran, o mejor dicho, no son, una sociedad secreta más, sino una sociedad con objetivos claramente políticos, dispuesta a aplicar una metodología revolucionaria, utilizando muchas veces golpes militares, actos de terrorismo y guerras para lograr sus objetivos de dominación global y debilitamiento de las políticas nacionales que han sido y son siempre una barrera para el empresariado financiero y comercial.

Con gran rapidez, la logia de los Illuminati de Baviera se infiltró en los Estados Unidos, principalmente a través de sus universidades y colegios.

 

Primero lo hizo por medio de la red elitista de estudiantes y graduados llamada Phi Beta Kappa, y luego, desde 1832, bajo la forma de la sociedad Skull & Bones (Calavera y Huesos) afincada en la Universidad de Yale.

 

Es necesario mencionar que algunos de los más prominentes miembros de Phi Beta Kappa participaron codo a codo con importantes masones, como George Washington, y Benjamín Franklin para producir la guerra de independencia norteamericana, suceso considerado apetecible por una vasta parte del empresariado europeo, incluso parte del inglés, dado que ayudaba a minar la autoridad de la Corona británica, y a acrecentar sus negocios hacia y desde el Nuevo Mundo.

¿Por qué mencionamos esto?

 

El lector podrá deducirlo con facilidad si tiene en cuenta que tanto George W. Bush como John Kerry, los contendientes en las elecciones norteamericanas de 2004, son miembros de Skull & Bones, como también lo han sido - de esta y otras sociedades secretas - otros presidentes norteamericanos y muchísimos otros miembros de sus gabinetes, así como numerosos empresarios, diplomáticos, militares, periodistas, etc., que han llegado a sus cargos merced al conocimiento previo que la elite posee de ellos gracias a su pertenencia a dichas sociedades.

Sin embargo, a medida que las sociedades secretas avanzaban hacia el objetivo de la elite que las domina, o sea, hacia un dominio político y económico global y representado en un Nuevo Orden Mundial caracterizado por países sin políticas económicas, educativas ni sociales realmente independientes, se toparon con un problema imprevisto.

 

Su actividad realizada clandestinamente fue denunciada en una vasta cantidad de naciones, y la gente en aquellas épocas comenzó a presentir y pensar que había mucho de verdad en la idea de que muchos de los grandes sucesos políticos habían sido en realidad manipulados desde las sombras y carecían de la espontaneidad que muchas veces la historia oficial les adjudica.

 

El peor de estos momentos se dio en torno de la Primera Guerra Mundial, donde las denuncias de las actividades de estas sociedades se realizaban muy seguido en,

  • Francia

  • Alemania

  • Inglaterra

  • Italia

  • Estados Unidos

  • Rusia,

...entre otros países.

Fue por este motivo, y por el efectivo control que las clases empresariales de Estados Unidos e Inglaterra ya ejercían tras la Primera Guerra Mundial sobre los recursos energéticos mundiales, que los principales empresarios advirtieron la necesidad de que una buena parte de los objetivos económicos, políticos y sociales se trazara en forma menos secreta, aunque no totalmente pública.

 

De esta manera nacieron el Consejo de Relaciones Internacionales (Council on Foreign Relations: CFR) y el Instituto Real para los Asuntos Internacionales (Royal Institute for International Affairs: RIIA).

 

Ambos centros de poder fueron fundados en 1919 y 1921, con base en Nueva York y Londres, con el fin de elaborar las políticas que los gobiernos - del partido político que fuere - deberían adoptar en prácticamente todos los terrenos: economía, educación, cultura, etcétera. Esos centros de poder trabajan en forma muy silenciosa, pero para nada clandestina.

 

En sus reuniones suele haber miembros prominentes de todas las disciplinas, y también dueños de los principales medios de comunicación y los principales periodistas.

 

De tal manera, los medios de comunicación posteriormente realizan lobby, o al menos hablan en forma benevolente - cierto disenso acotado siempre se permite - de lo que se acuerda como "saludable" para que sea encarado tanto por Estados Unidos como por el resto del mundo en el marco de sus políticas de acción.

Estos centros de poder, que luego desarrollaron los llamados Grupo Bilderberg y Comisión Trilateral con el fin de incluir en algunas de sus deliberaciones a los principales empresarios y políticos de Europa Continental y Japón, elaboran sus políticas con un complaciente silencio de prensa sobre sus reuniones, sus debates y sus objetivos, aunque sin la clandestinidad de sus antecesores, las sociedades secretas, que obviamente siguen existiendo y gozando de enorme poder, dado que sólo los "pretextos científicos y políticos" son dejados en manos de,

  • el CFR

  • el RIIA

  • el Grupo de Bilderberg

  • la Comisión Trilateral

No hay tema importante sobre las áreas de petróleo, finanzas, políticas comerciales, invasiones a países "díscolos", o negociaciones de países con el FMI o el Banco Mundial, que escape al discreto control del CFR y el RIIA, grupos que ejercen un verdadero "gobierno mundial en las sombras" y que son los reales "apuntadores de letra" para los gobiernos de los Estados Unidos y muchísimos otros países.

Pero ese poder de influir en el país más poderoso del mundo no ha sido siempre igual, sino que se ha acrecentado en forma de "saltos cuánticos" primero con Jimmy Carter en 1976 y luego de nuevo muy fuertemente en especial desde que George Bush padre ganó las elecciones en 1989.

 

Se observará entonces que tanto el CFR como el RIIA no son entidades tras un único partido político, sino que influyen en forma predeterminante en los dos partidos políticos del país más poderoso del mundo. La creación de los servicios secretos como el FBI y la CIA, copiando el modelo del espionaje inglés de principios del siglo XX, corresponde al mismo fenómeno.

 

Esos servicios son una especie de "hijos naturales" de dichos centros de poder, con el fin de que sean tales agencias las que lleven a cabo los procedimientos que estiman necesario realizar, pero que no pueden ser aplicados por gobiernos legítimos sin despertar la indignación de las masas populares.

Desde los años ochenta, la elite financiero-petrolera viene prefiriendo, en general, a los políticos más conservadores del Partido Republicano, ya totalmente corrompido por esos intereses, pues se han demostrado como mejores ejecutores de sus políticas.

 

Sin embargo, llegado el caso, tienen una gran cantidad de "hombres de reserva" en el Partido Demócrata - como lo fue en su momento Bill Clinton - para ser puestos en movimiento en momentos en los cuales resulta necesario "apretar el freno" y mostrar la cara más gentil de la globalización, sin dejar de avanzar en ella, pero en forma más encubierta.

 

 


Hitlerismo sin Hitler

El ala conservadora del Partido Republicano - hoy muy predominante en éste - ha venido nutriéndose de la filosofía política de un alemán emigrado por motivos raciales durante el Tercer Reich: Leo Strauss.

 

Afincado en los Estados Unidos, Strauss fue muy bien recibido en la Universidad de Chicago (fundada y dirigida por los intereses del petróleo, donde además trabajaban los economistas más conservadores como Milton Friedman y los físicos que habían llevado a cabo los estudios para desarrollar la bomba atómica).

 

En Chicago, Strauss desarrolló sus teorías políticas que han inspirado no sólo al Partido Republicano sino también al CFR, de la misma manera que en el pasado más lejano las sociedades secretas se nutrían de la filosofía de la historia hegeliana para llevar a cabo sus actividades revolucionarias.

Las teorías de Strauss pueden resumirse en una premisa básica y tres líneas de acción para lograr los objetivos. Strauss era un lector acrítico de Nicolás Maquiavelo y fue, de hecho, su continuador, o quien reformuló sus tesis.

 

Su premisa básica es la siguiente:

Por derecho natural, los fuertes deben gobernar sobre los débiles.

Sus tres líneas de acción representan una verdadera metodología para lograr objetivos de dominio a través de la globalización. Éstas han sido y siguen siendo las siguientes:

  1. Dado que no existen verdades absolutas, sino sólo relativas, es necesario que los gobiernos mientan.

     

    Los gobiernos deben dar a la población a través de la prensa sólo un mínimo indispensable de información fidedigna, pues en general, no cabe otra opción que la mentira y el engaño, a fin de mantener lo más monolíticamente posible la fe de las masas en un futuro mejor y en una escala de valores.

     

    La mentira y el engaño deben ser las armas para impedir todo atisbo de escepticismo o nihilismo por parte de las masas, lo que bien podría llevar a la anarquía.

     

  2. Contrariamente a lo que establece la mayoría de las constituciones democráticas en lo que respecta a la necesidad de separar el Estado de la Iglesia, Strauss pensaba, al igual que los políticos conservadores norteamericanos con Bush a la cabeza, que la fe religiosa y las invocaciones a un dios todopoderoso ayudan en buena medida a que ese escepticismo o nihilismo se reduzca a un mínimo posible.

     

    La religión entonces, cualquiera que sea, es una potente arma de dominio, al igual que la mentira y el engaño, para lograr encolumnar al pueblo tras un líder y tras la clase dominante que debe gobernar un país por "derecho natural".

     

    Las sociedades secretas anotaron muy bien esta indicación, como veremos en el capítulo cinco.

     

  3. La base de cualquier Estado y de cualquier gobierno es la existencia de un enemigo.

     

    La lucha contra un enemigo común sirve para aglutinar más a las masas. Un peligroso enemigo externo muchas veces aparece de manera espontánea o imprevisible, pero según Strauss, y los políticos que han caído bajo su influencia, si ese enemigo no existe, es necesario crearlo.

     

    Si no hay uno a mano, éste debe ser fabricado, porque sin un enemigo poderoso se corren riesgos de que se den las condiciones para que aparezcan importantes niveles de disenso interno que pongan en riesgo la conducción del Estado y el dominio de un país por los "elegidos" a través del derecho natural, o sea los más fuertes.

     

    Obviamente es necesario entender que en un régimen capitalista global, los más fuertes no son otros que los más ricos.

Puede resultar curioso, pero a pesar de ser un perseguido de Hitler por motivos raciales, Strauss terminó por imitar a su odiado enemigo.

 

Si sustituimos "los más fuertes" por "la raza aria", nos encontraríamos con idénticas percepciones acerca de una raza o una clase "elegida" para gobernar el mundo por derecho natural.

Asimismo, la frase más famosa que se recuerda del ministro de Propaganda de Hitler, Joseph Goebbels, era "miente, miente, que algo quedará", y es casi idéntica a la primera premisa straussiana de gobierno.

 

Durante el Tercer Reich no había una religión considerada de Estado, aunque las creencias paganas y los símbolos hindúes utilizados por el nazismo (como la cruz gamada), así como todas las creencias y leyendas sobre el origen indoeuropeo de la raza aria, constituían un sistema de creencias al estilo de las religiones, que cohesionaba a los alemanes, aun cuando Hitler no dejara de apoyar al catolicismo y al cristianismo en general.

 

Finalmente, en la idea de crear un enemigo si éste no está a mano, Strauss no hace más que copiar algunas de las propias tácticas de Adolf Hitler, cuando por ejemplo en 1933 el Führer habría ordenado incendiar el Reichstag (Parlamento) y luego culpar del atentado a un comunista con la finalidad de suspender totalmente la actividad de los partidos políticos, acabar con el Parlamento y gobernar dictatorialmente el país, siempre en guardia contra el posible avance del "comunismo" y el "pueblo judío".

En síntesis, Leo Strauss no ha propuesto otra cosa que un régimen hitleriano sin Hitler bajo la apariencia de una democracia, donde la gente cree que vota por candidatos e ideas diferentes cuando en realidad los dos candidatos han sido cooptados de antemano (aunque siempre hay un preferido como lo ha sido Bush), o bien las propias tácticas straussianas llevadas a cabo desde los centros de poder, se encargan de borrar todo atisbo de posible salida hacia un esquema verdaderamente democrático.

Si se lo piensa bien, es difícil saber qué régimen encierra una dosis mayor de perversión:

si los totalitarismos de izquierda o derecha, o si el straussianismo dominando las democracias desde las sombras.

Se sabe perfectamente bien que tanto la Unión Soviética de Stalin o el Tercer Reich de Hitler eran sistemas en los que no había libertad alguna y se vivía en un clima totalmente opresivo. Sin embargo, ésa era la ley en ambos sistemas, y quedaba clara para toda la población.

 

Bajo la actual apariencia de democracia, en cambio, los medios de comunicación adormecen a poblaciones enteras a través de noticiarios vacíos de verdaderas noticias, repletos de casos policiales (presentados para que el televidente desconfíe del vecino o del desconocido y nunca del propio Estado o del sistema) y saturados de banales entretenimientos escapistas o de deportes, en los cuales se suele depositar falazmente lo poco del nacionalismo que puede quedar en la era de la globalización.

Desde la caída de las Torres Gemelas hay pocas dudas de que el mundo entero se ha sumergido - con más o menos fuerza según cada país - en una cruel dictadura travestida de democracia, con centro en Nueva York y Londres, hacia la cual los gobiernos sólo pueden presentar una obediente sumisión, como la de los países que se encolumnaron tras los Estados Unidos y el Reino Unido para invadir Irak, o bien apenas pueden entablar negociaciones estratégicas de relativa oposición en el marco de una situación de muy clara debilidad.

 



Bibliografía
 

LIBROS

Allen, Gary, The Rockefeller File, Pr. Atlanta, 1976. Allen, Mark, The Founding Fortunes, E. P. Dutton, 1987.

 

Bagdikian, Ben, The Media Monopoly, Beacon, 2000. Bamford, James, A pretext for War, Doubleday, 2004. Barnouw, Robert, Corporate Media, New Press, 1998.

Beaty, John, The Iron Curtain over America, Wilkinson, 1952.

 

Beeby Thomson, Arthur, Black Gold, Doubleday, 1961.

Behnegar, Nasser, Leo Strauss, Max Weber and the Scientific Study o f Politics,

University of Chicago, 2003.

Bonner, William, Empire o f Debt, Wiley, 2004.

Bromley, Simon, American Hegemony and World Oil, Penn State Univ., 1991.

 

Burnat, Patrice, Les Franc-Maçons des Années Mitterrand, Grasset, 1994.

 

Burnett, Richard, Global Dreams, Touchstone, 2002.

Campbell, J. C, The Coming Oil Crisis, Multi-Science, 2004.

Carr, Guy, Pawns in the Game, Tab Books, 1970.

 

Chomat, Pierre, Oil Addiction, Universal Publ. 2004.

Chomsky, Noam, Hegemony or Survival, Metropolitan, 2003.

Clark, William, Petrodollar Warfare, 2005.

 

Coleman, John, One World Order, Bridger, 1998.

Coston, Henri, Les 200 Familles au Pouvoir, Coston, 1980.

Deffeyes, Kenneth, Beyond Oil, Hill & Wang, 2005.

- Hubbert's Peak, Princeton University Press, 2003.

Domhoff, William, Who Rules America?, McGraw-Hill, 2001.

Drury, Shadia, Leo Strauss and the American Right, Palgrave, 1999.

 

Duncan, Richard, The Dollar Crisis, Wiley, 2005.

Dye, Thomas, Who is Running America?, Prentice, 2001.

Easton, Loyd, Hegel's First American Followers, Ohio University Press, 1966.

 

Engdahl, William, A Century of War, Pluto Press, 2005.

Engler, Robert, The Politics o f Oil, The University Press of Chicago, 1969.

Fontaine, Pierre, La guerre occulte du petrole.

Fukuyama, Francis, State Building, Cornell University Press, 2004.

 

Gaylon Ross, Robert, Who is who in the Elite, RIE, 2000.

 

Goldsborough, Robert, Lines of Credit, Washington Dateline, 1989.

 

Hall, Manly, Unseen Forces, Philosophical Research, 1978.

 

Heinberg, Richard, Powerdown, New Society, 2004.

- The Party is Over, New Society, 2003.

Herbert, Vivian, Secret Societies Old and New, Thornton, 1927.

 

Hitchens, Cristopher, Blood, Class and Empire, Nation, 2004.

 

Hoar, William, Architects o f Conspiracy, Nueva York, 1984.

 

Howard, Michael, The Occult Conspiracy, Destiny, 1999.

Howe, John, The End o f Fossil Energy, Mclntire, 2004.

Jacob, Margaret, The Origins o f Anglo-American Radicalism, Humanities Press 1991.

Johnson, Chalmer, The Sorrows o f Empire, Metropolitan, 2004.

 

Kefauver, Estes, In a Few Hands, Pantheon Books, 1965.

 

Kunstler, James, The Long Emergency, Atlantic, 2005.

Leeb, Stephen, The Coming Economic Collapse, Warner, 2006.

- The Oil Factor, Warner, 2004.

Lepper, John, Famous Secret Societies, Sampson Low.

 

Louis, Paul, Ancient Rome at Work, Barnes & Noble, 1965.

 

Lowe, Janet, The Secret Empire, Business One, 1992.

Lundberg, Ferdinand, The Rich and the Super-Rich, Bantam, 1973.

Mazzocco, Dennis, Networks o f Power, South End, 1994.

McChesney, Robert, Corporate Media and the Threat to democracy, Open Media, 1997.

McConaughy, John, Who Rules America?, Longmans, 1934.

McCoy, Alfred, The Politics o f Heroin in South East Asia, Harper, 1972.

 

McKilop, Andrew, The Final Energy Crisis, 2005.

McManus, John, Financial Terrorism, John Birch Society, 1993.

 - The Insiders, John Birch Society, 1992.

Meier, Heinrich, Carl Schmitt and Leo Strauss, University Of Chicago, 1995.

Meier, Heinrich, Leo Strauss and the Theologico-Political Problem, Cambridge, 2006.

Millegan, Robert Kris, Fleshing out Skull & Bones, Trine Day, 2005.

Mitterrand, Jacques, La politique des Francs-Maçons, 2004.

Murley Kenneth, Leo Strauss, the Straussians and the American Regime, Rowman, 1999.

Neustadt, Richard, Thinking in Time, Free Press, 1986.

Norton, Anne, Leo Strauss and the American Empire, Yale, 1994.

 

O'Connor, Harvey, The Empire o f Oil, Monthly Review Press, 1955.

 

Ownby, David, Secret Societies Reconsidered, Armonk, 1993.

 

Pangle Thomas, Leo Strauss, John Hopkins, 2006.

Pauly, Louis, Who elected the Bankers?, Cornell University Press, 1998.

Perloff, James, The Shadows o f Power, Western Island, 1988.

 

Philips, Kevin, American Theocracy, Viking, 2006.

Piper, Michael Collins, The High Priests o f War, American Free Press, 2004.

Queenborough, Lady, Occult Theocrasy, Christian Books, 1976.

 

Quigley, Carrol, Tragedy and Hope, CGC, 1975.

Roberts, J. M., The Mythology of Secret Societies, Scribner Sons, 1972.

Roberts, Paul, The End o f Oil, Houghton, 2004.

 

Robertson, Pat, The New World Order, Word Publ., 1991.

Ruppert, Michael, Crossing the Rubicon, New Society, 2004.

Schoonmaker, Edwin, Democracy and World Dominion, RR Smith, 1939.

 

Simmons, Matthew, Twilight in the Dessert, Wiley, 2005.

Solomon, Norman, War Made Easy, Wiley, 2005.

Spencer, Robin, The Cult o f the All Seeing Eye, Christian Books, 1964.

 

Spiro, David, The Hidden Hand o f American Hegemony, Cornell, 1999.

 

Springmeyer, Fritz, Bloodlines of the Illuminati, Ambassador House, 1998.

 

Stauffer, Vernon, New England and the Bavarian Illuminati, Russell, 1967.

 

Stockwell, John, The Pretorian Guard, South End, 1990.

Strauss, Leo, Liberalism, Ancient and Modern, University of Chicago 1995.

- Natural Right and History, University of Chicago, 1965.

 - On Tyranny, University of Chicago, 1995.

, Thoughts on Macchiavelli, University of Chicago, 1995.

Sutton, Antony, America's Secret Establishment, Trine Day, 2002.

 

Tenney, Frank, An Economic History o f Rome, 1926.

- A history of Rome, Holt, 1928.

Tertzakian, Peter, A Thousand Barrels a Second, McGraw-Hill, 2006.

 

Thorn, Victor, The New World Order Exposed, Sisisphus, 2004.

 

Tilton, John, On Borrowed Time?, RFF, 2002.

Toynbee, Arnold, America and the World Revolution, Oxford University Press, 1962.

 

Van Helsing, Jan, Secret Societies and their Power in the 20th Century, Ewert Verlag, 1995.

Wala, Michael, The Council on Foreign Relations, Berghahn Books, 1994.

 

Webster, Nesta, Secret societies and subversive movements, A & B, 1994.

 

Wilgus, Neal, The Illuminoids, Sun Books, 1981.

Williamson, Harold, The American Petroleum Industry, Northwestern Univ., 1959.

 

Wise, David, The American Police State, Random, 1976.

Wright Mills, C, The Power Elite, Oxford University Press, 2001.

 

Youngquist, Walter, Geodestinies, National Book Co., 1997.

- Mineral Resources and the Destiny o f Nations, National Book Co., 1990.

Zweigenhaft, Richard, Diversity in the Power Elite, Yale University Press, 1999.
 



INTERNET

"How The Secret Societies Got That Way", www.mail-archive.com/ctrl@listserv.aol. com/msg117521.html.

"The truth about «Peak Oil», The future revisited from a past that never happened",

http://iraqwar.mirrorworld.ru/tikiread_article.php?articleId=32754.

"Leo Strauss' Philosophy of Deception", http://www.alternet.org/story/15935. "Nous aurions intérêt à entreprendre des réformes, avant une guerre mondiale plutôt qu'après!", http://www.recim.org/dem/attali.htm.

"Republicans Debate Dollar Policy and the US Trade Deficit", http://www.cfr.org/pub/roger_mkubarych/republicans_debate_dollar_policy_and_t he_us_trade_deficit.php

"Leo Strauss Chronology", www.larouchepub.com/pr/site_packages/2003/leo_strauss/3015strauss_chronology.html.

"The Strauss-Schmitt Correspondence", http://laroitchein2004.net/pages/other/2003/030409cosart2c.htm.

"Dick Cheney Has a French Connection To Fascism", www.larouchepub.com/other/2003/3018cheney_fr_conx.htm.

"Where the Chickenhawks Got Their Love of War", www.larouchepub.com.other/ 2003/3018kojeve_strau.html.

"The Secret Kingdom of Leo Strauss", www.larouchepub.com/pr/site_packages/ 2003/leo_strauss/3015secret_kingdom_ap_.html.

"The Enemy Within - Neocon Criminals Promote NWO", http://conspiracyplanet.com/channel.cfm? channelid=67&contentid=1187&page=2.

"De la Revolución Permanente a la Conquista Permanente", http://eldiariony.com/ noticias/columnistasdetail.aspx?sectionId=39&Txtid=663394.

"El Petróleo entre los Aliados (1930-1945)", http://exordio.com/19391945/civilis/ industria/petroleoALIADOS.html.

"How Scary Is the Deficit?", www.foreignaffairs.org/20050701faresponse84415/brad-setser/how-scary-is-the-deficit.html.

"Freddie Mac and Fannie Mae: Where the Domain of the Housing Bubble and the Domain of the Derivatives Bubble Intersect", www.larouchepub.com/pr/2003/030610freddie_mac.html.

"George W. Bush, The Neocons, & The Nazis: Ties That Bind", www.spiritone.com/~gdy52150/bushadmintext.html.

"Soaring house prices have given a huge boost to the world economy. What happens when they drop?", www.economist.com/opinion/displayStory.cfm? story_id=4079458.

"The Secret Order of The Illuminati", http://www.illuminati-news.com/moriah.htm

"Iraq and the Problem of Peak Oil", http://www.spinninglobe.net/iraq&oil.htm.

"Leo Strauss and the Noble Lie: The Neo-Cons at War", http://www.logosjournal. com/issue_3.2/mason.htm.

"Las finanzas y el poder", http://www.movimientocondor.com.ar/libros/ finanzaypoder.htm.

"El recuerdo de Florida y las dudas sobre las máquinas de votación", http://www. lanacion.com.ar/edicionimpresa/exterior/Nota.asp?nota_id=855585.

"From World Banker to World Venture Capitalist", http://www.nber.org/books/curracct/cas05/rey.pdf.

"Operation Mockingbird: CIA Media Manipulation", http://www.apfn.org/APFN/ cia-media.htm.

"Origin of the Order of Illuminati", http://www.cephasministry.com/history_of_ masonry_3.html.

"Bush Says CIA’s Detainees Transferred to Guantanamo", www.cnn.com/2006/ POLITICS/09/06/bush.speech/.

"Profile: Leo Strauss, Fascist Godfather of the Neo-Cons", www.larouchepub.com/other/2003/3011profile_strauss.html.

"Leo Strauss and Intelligence Strategy", http://rightweb.irc-online.org/analysis/ 2004/0402nsai.php.

"The U.S. governments bubble blowing machine", http://depthome.brooklyn.cuny. edu/economics/BarcelonaStockmarketPaper.htm.

"Secret Societies/ New World Order", http://illuminati-news.com/secret-societies-nwo.htm.

"The Seven Sisters", http://history.sandiego.edu/gen/wwl/oil.html.

"Whatever Happened to Standard Oil?", http://www.us-highways.com.sohist.htm. "The global housing boom: In come the waves", www.economist.com/displaystory. cfm?story_id=4079027.

"The Nazi Hydra In America", www.spiritone.com/~gdy52150lnoon.html.

"Welcome to Trade Ticker- the webs only up-to-the-second counter for the U.S. Trade Deficit", www.americaneconomicalert.org/ticker_home.asp.

"The European Illuminati", http://freemasonry.bcy.ca/anti-masonrylstauffer.html.

"Iraq and the euro-dollar war", http://cyberjournal.org/cj/show_archives/?id='972'&batch='16'&lists='cj'.

"World Energy: Areas To Watch", www.eia.doe.gov.

"War with Iran has started", http://globalresearch.ca.myforums.net/index.php.