por Juan Manuel de
Faramiñán Gilbert *
2020 - Nr. 2
del Sitio Web
FSJEuroStudies
Información enviada por
JHGP
Juan
Manuel de Faramiñán Gilbert
Catedrático emérito de Derecho Internacional Público y
Relaciones Internacionales - Universidad de Jaén
(España).
E-mail:
jmfarami@ujaen.es
Freedom, Security & Justice: European Legal Studies
ISSN
2532-2079
2020, n. 2, pp. 1-21
DOI: 10.26321/J.M.DE.FARAMIÑÁN.GILBERT.02.2020.01 |
Sobre la
conceptualización de la pandemia
A finales del año 2019 y comienzos del 2020, la comunidad
internacional se ha visto convulsionada por el desencadenamiento de
una pandemia provocada por el contagio sumamente infeccioso, masivo
y rápidamente globalizado a nivel mundial del
coronavirus (COVID-19).
Hay que señalar que, desde finales de la Segunda Guerra Mundial, la
comunidad internacional no se enfrentaba a una crisis tan profunda
como la que ha generado la pandemia de la Covid-19.
La lucha contra el
patógeno ha reclamado la necesidad de limitar algunas libertades
individuales, dando lugar a un confinamiento obligatorio, a
restricciones de acceso a lugares públicos, al uso e implementación
de medios higiénicos de carácter imperativo y a la restricción de la
libre circulación de personas.
Por lo que respecta a
la Unión Europea, debemos tener presente que
estas restricciones han afectado de lleno a las libertades
comunitarias por las que se ha luchado desde las primeras
Comunidades Europeas.
No en vano, el Tratado de
Lisboa en su título V establece las bases del Espacio de Libertad,
Seguridad y Justicia dentro del respeto de los derechos
fundamentales, garantizando la ausencia de controles de las personas
en las fronteras interiores basado en la solidaridad entre los
Estados miembros y con un criterio equitativo respecto a los
nacionales de terceros países.
Como consecuencia de la crisis sanitaria provocada por el
coronavirus, estos derechos fueron puestos en cuarentena y cabe
señalar que tales impedimentos no deberían prolongarse más allá del
sometimiento final del virus pues, de lo contrario, se estarían
conculcando los principios de la Carta de Derechos Fundamentales de
la Unión Europea, cuando en su Preámbulo nos recuerda que,
los seres
humanos se configuran como el eje sobre el que debe pivotar el
proceso comunitario, pues al instituirse la ciudadanía de la Unión
se crea un espacio de libertad, seguridad y justicia que sitúa a la
persona en el centro de su actuación.
La distopía parece haberse encarnado en nuestra realidad cotidiana:
1
el film "Contagio",
de Steven Soderbergh, estrenado en 2011 y protagonizado por Matt
Damon, relata, desde la ficción, las mismas circunstancias que
nos ha tocado vivir a comienzos del 2020.
No deja de ser
sorprendente que esta película se haya inspirado en una obra
publicada en 1981 por Dean Koontz, 2 "Los ojos de la
oscuridad" (The eyes of darkness), en la que se cuenta como un
virus extremadamente letal, al que bautiza como "Wuhan-400",
surge en un laboratorio en la ciudad de Wuhan como una poderosa
arma biológica.
Resulta curioso que
el coronavirus haya surgido en la ciudad china de Wuhan, capital
de la provincia de Hubei, y extendido su contagio, en muchos
casos mortal, por todo el planeta.
Se trata de un virus que
pertenece a la familia de los Coronaviridae relacionado con el SARS-CoV-2
y enfermedades víricas como
el zika o el ébola, cuyo apelativo se
debe al parecido que el patógeno presenta en su parte exterior con
la corona solar.
El acrónimo de la
COVID-19
se debe a la propuesta de la Organización Mundial de la Salud (OMS)
3 en la que une los términos ingleses de virus (CoronaVirus) y
enfermedad (Disease), junto a la cifra 19 por haberse detectado en
China a finales de 2019; por lo que el acrónimo señalado podría
traducirse como "enfermedad producida por el coronavirus".
En los primeros días de enero de 2020 la OMS la definió como
"enfermedad respiratoria aguda provocada por 2019-nCOV" (es decir:
2019-novel CoronaVirus) hasta que finalmente, en el mes de febrero,
se le denominó "novel coronavirus named 'Covid19': WHO". 4
Por las informaciones suministradas por el Centro Chino para el
Control y Prevención de Enfermedades (CDC), 5 los primeros síntomas
de neumonía se detectaron en trabajadores del mercando de Wuhan en
diciembre de 2019, lo que permitió que los científicos chinos
pudiesen aislar el virus y secuenciar su genoma, estando en
condiciones de enviar estos datos a la OMS en enero de 2020.
El informe indicaba que
las causas de la neumonía no se habían producido por infecciones
similares, tales como el SARS, o el MERS, o la gripe, o la gripe
aviar, o cualquiera de las otras enfermedades respiratorias
conocidas y que, aunque en los primeros días se manifestaba con
síntomas parecidos a una gripe común, en realidad se trataba de una
mutación y de una enfermedad nueva.
Según la Revista Nature Medicine, 6 se trata de una
enfermedad de origen zoonótico, debido a que probablemente habría
pasado de un huésped animal (podría ser un murciélago) a un ser
humano.
No obstante, también se han elevado voces que consideran que
puede tratarse de un virus de diseño que se hubiese escapado del
laboratorio de microbiología del Instituto de Virología de Wuhan,
donde el equipo dirigido por la viróloga Shi Zhangli 7
fue el primero en identificar la secuencia genética del nuevo
coronavirus (2019-nCoV).
Recordemos que la COVID-19, llamada también
SARS-CoV-2, es el séptimo coronavirus aislado e identificado como
capaz de provocar infecciones en los seres humanos.
Si bien aún se
discute sobre su origen, los estudios filogenéticos, realizados a
contramarcha ante la virulenta propagación del patógeno, se inclinan
por indicar que con toda probabilidad el mencionado virus provenga
de los murciélagos y que, a través de mutaciones y recombinaciones
haya podido pasar a los humanos, por medio de un hospedador
intermediario, es decir un animal vivo; quizás el pangolín vendido
en el mercado de Wuhan (China).
Dado que por el momento no se conoce un tratamiento efectivo contra
esta enfermedad, la OMS ha recomendado ir avanzando a través de
ensayos aleatorios hasta que se logre descubrir una vacuna contra el
virus.
Como consecuencia de que esta enfermedad presenta una tasa de
letalidad muy alta y que la pandemia se ha extendido a todas las
regiones del planeta, los organismos oficiales y los Estados han
determinado medidas de confinamiento para evitar la propagación de
los contagios, lo que ha dado lugar a métodos de prevención como la
cuarentena de 14 días, el aislamiento y distanciamiento corporal, el
uso de mascarillas o el fomento de la higiene personal intensiva.
Se ha observado que la medida de protección más efectiva y rápida es
la "cuarentena" que, por razones sanitarias, implica un aislamiento
preventivo, al que se somete durante un cierto tiempo a personas o
animales, por considerar que puedan estar infectados por un virus
contagioso o para evitar que se contagien.
La pregunta que ha
surgido, en cuanto los gobiernos tanto europeos como mundiales han
dispuesto la cuarentena, ha sido la de conocer la duración de la
misma.
En principio, podría parecer que se está hablando de cuarenta
días, 8 pero se ha indicado que no deberían ser más de catorce días
de confinamiento obligatorio que las instituciones sanitarias
consideran suficiente.
La comunidad internacional se enfrenta ante circunstancias
excepcionales que, por la rapidez con la que el patógeno se ha
propagado, se evidencia la necesidad de actuar con contundencia y
efectividad con el fin de controlar la crisis sanitaria a que ha
dado lugar la epidemia, vigilando los movimientos, los hábitos y las
costumbres de la población.
Como consecuencia de estas
restricciones, ha surgido la preocupación de que la limitación de
las libertades individuales podría alterar la naturaleza intrínseca
de los derechos que los seres humanos poseen como reflejo de su
esencia y dignidad.
Los medios
legales de control de la pandemia
En este sentido, se habla del principio de necesidad que debe
inspirar a toda medida de carácter excepcional.
Por ello, en opinión
de Vicente Álvarez García, 9
"la necesidad debe estar
presente durante toda la vida de una medida, desde su adopción hasta
su ejecución. La existencia efectiva de la necesidad de la medida
constituye la causa de justificación indispensable para su adopción,
pero también para su ejecución".
Para el mencionado autor,
"cuando desaparezca la situación de
peligro (la epidemia), dicha medida dejará de estar justificada por
la necesidad y, a partir de ese momento, por tanto, su ejecución
será ilícita.
Es antijurídico, en definitiva, mantener la vigencia
de un estado constitucional de emergencia, una vez que ha
desaparecido la causa de necesidad que justificó su activación (o su
prórroga), como también es antijurídico el mantenimiento de las
disposiciones generales de necesidad que se adoptaron bajo su
paraguas.
Y es que las medidas de necesidad son, por definición,
provisionales, puesto que nacen con una vida limitada en el tiempo
(la duración de la situación de crisis).
En el momento en el que son
dictadas, las medidas de necesidad ocupan el terreno normativo,
superponiéndose al Derecho ordinario (que deja de aplicarse), pero
una vez que desaparece su causa de justificación dichas medidas
desaparecerán automáticamente con ella, dejando de producir
cualquier tipo de efectos, y dejando, paralelamente, al descubierto
de nuevo el Derecho ordinario que desde ese momento volverá a
desplegar todos sus efectos".
Para Álvarez García,
"hay, si se quiere así, una prevalencia o una
primacía temporal del Derecho de necesidad en tanto dure la crisis,
pero este Derecho se retira (deja de ocupar el terreno normativo)
desde el momento en que el peligro ha desaparecido, permitiendo el
juego, nuevamente, de la legalidad ordinaria.
Aunque no es
necesaria, al menos desde el punto de vista teórico, una derogación
formal y expresa de las medidas de necesidad para considerarlas
expulsadas del ordenamiento jurídico, sí que resulta conveniente
desde la perspectiva de la seguridad jurídica.
En todo caso, se
produzca la expulsión de la medida fuera del ordenamiento jurídico
de manera expresa (o no), lo cierto es que esa medida dejará de ser
jurídicamente válida".
Siguiendo estos criterios, frente a la pandemia se han impuesto dos
modelos:
por una parte, la cuarentena de catorce días, en hospitales
o recintos montados o adaptados al efecto para los afectados o los
posibles portadores del virus y, por otra, el confinamiento en los
hogares para el resto de la población.
Este confinamiento se ha
planteado a través de la adopción, por parte del Gobierno, del
"estado de alarma" que se ha ido ampliando, de quince en quince
días, hasta superar los dos meses y medio de confinamiento total, a
partir del cual y según la evolución de la pandemia, se puede pasar
a las cuatro fases de la desescalada progresiva.
En España, la base jurídica para adoptar el "estado de alarma" se
apoya en el artículo 116 de la Constitución Española de 1978 en el
que se indica que,
"una ley orgánica regulará los estados de alarma,
de excepción y de sitio, y las competencias y limitaciones
correspondientes".
El Gobierno, por medio del
Real Decreto 463/2020
que entró en vigor el 15 de marzo, declaró la aplicación de estas
medidas excepcionales con el fin de paliar los daños del coronavirus
por un periodo de quince días prorrogables, pero en este caso, con
el acuerdo del Congreso.
Las autoridades competentes para el
ejercicio de estas funciones excepcionales son el presidente del
Gobierno y los ministros de Sanidad, Defensa, Interior y
Transportes.
Por su parte, el artículo 4 de la Ley Orgánica 4/1981,
que regula los estados de alarma, excepción y sitio y faculta al
Gobierno para asumir estas restricciones, en parte o en todo el
territorio nacional, siempre que se produzcan alteraciones graves a
la normalidad, tales como catástrofes, terremotos, inundaciones,
crisis sanitarias como epidemias o situaciones graves de
contaminación. 10
Sin embargo, el estado de alarma no debe presuponer efecto alguno
sobre la vigencia de los derechos fundamentales, aunque, de acuerdo
con lo previsto en el artículo 11 de la ley orgánica 4/1981, es
posible que,
de manera excepcional y limitada temporalmente, se
restrinjan algunas libertades, restringiendo la circulación o
permanencia de personas o vehículos en determinados lugares o en
determinadas horas, llevando a cabo requisas temporales de bienes,
imponiendo prestaciones personales obligatorias, ocupando
transitoriamente industrias o explotaciones, racionando el consumo
de artículos de primera necesidad o imponiendo órdenes específicas
para asegurar el funcionamiento de los servicios públicos.
Siguiendo estos criterios, el
Real Decreto 463/2020 estableció, como
consecuencia del estado de alarma,
el confinamiento de la población,
las limitaciones de tránsito de la ciudadanía marcado por la
distancia de sus hogares de residencia habitual, con la excepción de
acudir al trabajo o a urgencias de primera necesidad o proveerse de
la adquisición de alimentos y productos farmacéuticos o acudir a
entidades financieras.
El debido cumplimiento de estas medidas se
controla por los integrantes de las fuerzas y cuerpos de seguridad
del Estado y los casos de incumplimiento se multan como infracciones
a la normativa vigente de confinamiento.
Todo ello implicó,
la suspensión de las actividades docentes en todos
sus niveles, la clausura de bares y hoteles, discotecas e
instalaciones deportivas, actividades de carácter cultural, como
teatros o cines y fiestas populares, desfiles o manifestaciones que
pudiesen generar aglomeraciones.
En los casos en los que se ha
permitido la salida, con carácter de excepcionalidad, para acudir a
la compra o a servicios esenciales, se determina acudir con
mascarillas y guantes y respetar la distancia de seguridad más o
menos de uno a dos metros.
Sin duda, estas medidas de protección resultan aceptables y
comprensibles en la lucha contra la propagación del virus y con la
voluntad de evitar los contagios, pero, también hay que señalar que
deberán tener un carácter temporal y de excepcionalidad, sobre todo
en casos como la geolocalización a través de los móviles o la
discriminación por materia de edad o sexo.
Tengamos en cuenta que en
unas recientes investigaciones sobre COVID-19 Social Distancing
Strategies 11 de las universidades de Zaragoza y de
Carlos III de Madrid, el Institute for data Science and Society
(MIT), Zensei Technologies y la Fundación ISI italiana, han llegado
a la conclusión de que,
el confinamiento y el distanciamiento social
no resuelven todos los problemas, si estas medidas no se
complementan con la realización de pruebas de diagnóstico a gran
escala, determinando el aislamiento de personas con síntomas y el
rastreo inteligente de sus contactos.
Una vez que se ha controlado la pandemia o al menos se entiende que
se han localizado los desplazamientos del patógeno, se puede
comenzar con la llamada "desescalada".
Se conoce como desescalada la
etapa de transición que comienza una vez que se entiende que se ha
doblegado la curva de transmisión del virus y se intenta alcanzar la
normalidad de una manera controlada, con la idea de evitar un
rebrote de la pandemia.
Ello supone un proceso de
desescalamiento, a
través de medidas en las que se valore cada paso dado antes de
emprender el siguiente, para lo cual se hace imprescindible un
estudio de la seroprevalencia, con el fin de evaluar a la población
con una radiografía global que permita conocer qué porcentaje ha
superado la enfermedad.
En un estudio realizado por los epidemiólogos Joel López y Oriol Mitjà 12 se considera que dentro de un futuro escenario
probable la transmisión del SARS-CoV-2 no se podrá eliminar a corto
plazo, por lo que prevé que se originen brotes recurrentes.
Por
ello, proponen cuatro pilares sobre los que debería sustentarse la
desescalada:
-
Un desconfinamiento secuencial, según el cual sería necesario
monitorizar a la población de riesgo manteniendo la reclusión en
sus hogares y se permitiría salir a la población más joven y
sana
-
Una evaluación de
la inmunidad, mediante pruebas rápidas serológicas para medir
los anticuerpos a los que se les conceda un "certificado de
inmunidad"
-
La detección
precoz de nuevos casos y seguimientos de sus contactos para
detectar posibles focos de futuras infecciones, para lo que se
recomienda pruebas rápidas de antígeno o PCR (reacción en cadena
de la polimerasa/Polymerase Chain Reaction)
-
Medidas de
confinamiento focalizadas, en las llamadas "zonas calientes" que
implicarían, en el caso del surgimiento de un brote preocupante,
confinamientos parciales en zonas geográficas determinadas.
Como puede deducirse de
las medidas señaladas, si bien se encuentran temporalmente
justificadas en la realización de un esfuerzo por proteger la salud
de la ciudadanía, también, hay que reconocerlo, presentan un delgado
límite en el que pueden verse afectados los derechos individuales y
el respeto a la intimidad.
Aún resulta más preocupante la aplicación app que ya se está utilizando en China del
Suishenban (Suishenma),
13 como sistema de Big Data, que funciona a través del código
QR y que determina la posibilidad de concurrir a locales públicos
según un registro "obligatorio" que cada uno tenga en el móvil.
Es
decir, que,
-
Si aparece el Código Verde, el certificado acredita que
hay ausencia de síntomas y, por tanto, la persona puede acudir a los
espacios públicos
-
Si presenta el Código Amarillo, sería obligado a
aislarse durante siete días ante la sospecha de haber estado en
contacto con alguien infectado.
-
Si presenta el Código Rojo, estará
obligado a permanecer en cuarentena durante dos semanas por
considerarse que es portador de la COVID-19.
La desescalada no solo deberá controlar y tener en cuenta los
comportamientos de carácter personal y la salud de la ciudadanía
sino también los efectos que la pandemia ha tenido sobre la economía
y los modos en los que se debería recuperar el poder adquisitivo
perdido por la inactividad económica que han generado las
restricciones de apertura y movimiento de empresas, locales y
personas.
Por esta razón convendría tener en cuenta el impacto en
los medios y comunicación y la opinión de los economistas.
Como señala Hélder Prior,
"en las últimas décadas, los medios de
comunicación han sido utilizados por los gobiernos, las agencias de
comunicación pública y las organizaciones no gubernamentales, como
instrumentos preponderantes para inducir comportamientos sanitarios
en el público, sobre todo en momentos de multiplicación de
epidemias, como H1N1, SARS y, más recientemente, el COVID-19.
En
efecto, los medios de comunicación, las relaciones públicas y el
marketing tienen una importancia cada vez más impactante en el campo
de la salud, específicamente como estrategia de visibilización en el
espacio público de temas e informaciones relacionados con
comportamientos de riesgo.
Actualmente, en la promoción de campañas
de salud pública, las redes sociales digitales son complementarias a
los medios tradicionales.
Después de incorporar técnicas de
marketing y de la comunicación organizacional, la comunicación de
salud apunta a campañas más participativas, promoviendo la
participación del ciudadano en políticas públicas".14
Para Carlos Berzosa, catedrático de economía aplicada, en una
entrevista sobre "50 opiniones para salir de la crisis",15
indica que,
"esta pandemia ha cogido a la economía española y a otras
del mundo en una situación de alto riesgo".
Por lo que propone
plantear un plan de acción y para eso,
"sería importante tener una
concertación de empresarios y sindicatos y por ello sería oportuno
que hubiese un consenso político para saber qué tipo de economía
queremos y ver los sectores por los que podemos apostar para que
sean motores de otros".
Para Antonio Martín Mesa, 16 catedrático de economía
aplicada,
"la recuperación económica de España después de la
pandemia debería comenzar por impulsar el consumo privado e
incentivar la inversión productiva que requieren el aplazamiento de
impuestos e, incluso, la reducción de algunos a las capas medias y
bajas de la sociedad, incrementar las prestaciones por desempleo,
las subvenciones a la inversión empresarial, el desarrollo de
infraestructuras estratégicas, aumentar el gasto público inherente a
la sociedad del bienestar, fundamentalmente en apoyo de la sanidad
pública, que tan esencial se nos ha revelado en la pandemia".
Como
bien apunta, se hace necesario,
"adoptar medidas de choque que nos
permitan afrontar con celeridad la situación y salir con las menores
heridas posibles. Sí, también es verdad que los rotos actuales
habrán de pagarlos las generaciones venideras, durante muchos años,
y a eso hay que llamarle solidaridad intergeneracional".
Esta cuestión nos plantea un importante dilema sobre la
responsabilidad que deben asumir los gobiernos, como consecuencia de
las medidas aplicadas para controlar la epidemia.
Como se acaba de
señalar, los efectos sobre las libertades personales, sobre la
intimidad, sobre la protección de datos, sobre la difusión de
informaciones de carácter individual, sobre la economía de las
pequeñas y medianas empresas obligadas a cerrar sus negocios y
tantas otras limitaciones que podrían considerarse colaterales en la
lucha contra el virus, pero que dejarán secuelas importantes.
Las
consecuencias de nuestros actos actuales deberán soportarlas las
generaciones venideras, por lo cual cabe reflexionar sobre la
oportunidad de cómo gestionar una solidaridad intergeneracional que
no deteriore la convivencia entre los jóvenes y los mayores.
Se trata de dos caras de un mismo problema, la del futuro de los
jóvenes actuales y la del presente de nuestros mayores, pues la
pandemia se ha focalizado sobre ambos modelos circunstanciales de la
existencia humana, la juventud y la vejez.
Aquí se está apuntando sobre un tema crucial, como es el equilibrio
intergeneracional, puesto que la deriva que ha provocado la pandemia
está generando, como una especie de efecto colateral, una
discriminación peligrosa en materia de edad a la que los expertos
han llamado "edadismo".
Como bien se apunta en la Declaración
Pública "Más intergeneracionalidad, Menos edadismo", elaborado por
la Comisión Mixta de la Cátedra Macrosad de Estudios
Intergeneracionales,17 haciendo hincapié en que,
"investigaciones solventes han constatado la prevalencia
internacional del edadismo, en especial, contra personas mayores".
Debe tenerse en cuenta que, con argumentos sin duda plausibles ante
la pandemia, no obstante, se han dictado normas de comportamiento
que afectan a determinados tramos de edad como el de los niños y el
de los mayores.
Sin duda son argumentos encomiables si se trata de
proteger su salud, sin embargo, habrá que tener mucho cuidado porque
este tipo de "catalogaciones" generan perjuicios psicológicos que
pueden derivar en discriminación o estigmatizaciones por razón de
edad sin duda nocivas.18
Se indica en la citada Declaración Pública que,
"la discriminación
por edad supone un importante riesgo para el bienestar y la salud de
las personas de más edad en términos psicológicos, comportamentales
y fisiológicos" e insiste en que "los pacientes de mayor edad deberán
ser tratados en las mismas condiciones que el resto de la población"
haciendo referencia a "que sería inaceptable descartar a una persona
enferma por COVID-19 por superar una edad", como de hecho se ha
sugerido en algunos países de Centroeuropa.
Como puede deducirse, la pandemia ha desconfigurado los clásicos
modelos de comportamiento social y está dando lugar a aplicaciones
de control que con el argumento de la salud pública pueden llegar a
menoscabar nuestros derechos como seres humanos.
La crisis de comunicación social, la crisis económica, la crisis de
valores relacionados con la edad, la incertidumbre de un rebrote,
son sólo síntomas de lo que puede depararnos el futuro, una vez
superados los grados agudos de la pandemia.
Cabe preguntarse si
algunos Estados aprovecharán estas crisis para perpetuar las
limitaciones a las libertades individuales y de este modo controlar
con mano férrea a sus ciudadanos con
un modelo orwelliano y
totalitario.
Debemos oponernos a que esto pueda ocurrir.
La lucha por los
derechos humanos y las garantías individuales ha sido larga y dura
como para que nos olvidemos de las premisas que protegen a la
dignidad de los seres humanos sin distinciones de ningún tipo.
El impacto de
la pandemia sobre las libertades individuales
Vivimos tiempos convulsos...
Apenas nos encontrábamos sorteando la
crisis económica del año 2008, de la que había costado salir con
grandes dificultades en casi doce años, y de la que se dijo que
había sido la versión moderna del crack del 29, cuando un nuevo
azote ha golpeado los cimientos de la comunidad internacional.
Ello nos demuestra el alto grado de especulaciones que rodean la
acción del coronavirus sobre la población mundial, que se enfrenta,
ahora, a nuevas incertidumbres.
Los analistas especulan sobre un nuevo crack económico y el fantasma
de una reanudada recesión de las finanzas mundiales a lo que el
Fondo Monetario Internacional (FMI) ha denominado como "el gran
confinamiento".19
Se habla también de que a partir del
final de la "desescalada" ya nada va a ser igual que antes y se ha
recreado el neologismo de la "nueva normalidad".
"Gran confinamiento", "desescalada", "nueva normalidad",
son
términos que han venido a incorporarse a nuestro lenguaje habitual y
en realidad su conceptualización resulta compleja y genera renovadas
incertidumbres.
Al identificar la crisis económica, prevista como consecuencia de la
pandemia con el término "gran confinamiento" e identificar la
supuesta salida por medio de iconos se nos está dejando un mensaje
cuanto menos inquietante.
Se visualiza esta salida: en una V, en el
mejor de los casos, por una U, en el caso de una salida más lenta, y
por una W, en el peor de los casos.
En este último icono se refleja
un escenario que nos lleva de la V o la U, con una entrada y salida
de la recesión más o menos lenta, a una nueva caída en una nueva V
que genera la W; donde por efecto del confinamiento, la economía no
se recupera de manera definitiva.
Por otra parte, el término "desescalada" con el que se describe la
salida del confinamiento, resulta ambiguo y conduce a mayores
incertidumbres.
Si queremos utilizar términos relacionados con el
alpinismo, deberíamos hablar de escalamiento y descenso, por lo que
este neologismo podría encerrar una recámara perversa, que nos
recuerda la W del párrafo anterior donde descendemos y volvemos a
escalar: des- escalada.
Si bien, el más confuso de estos tres términos es el de "nueva
normalidad".
Cabe preguntarse de qué "normalidad" estamos hablando,
puesto que este término implica recuperar los comportamientos
habituales, pero al agregar el prefijo de "nueva" estamos aseverando
que no se trata de lo mismo que antes, por tanto, se desdibuja con
términos ambiguos la verdadera realidad y esto resulta inquietante.
No es la primera vez que se utiliza este término, que fue recreado
en los Estados Unidos, New Normal, para referirse a la salida de la
recesión económica del 2008 por los periodistas Rich Miller y
Matthew Benjamin en un artículo publicado en mayo de aquel año en el Bloomberg News. 20
Según mi criterio, se trata de una terminología desafortunada,
porque,
¿va a ser normal que los ciudadanos en ese "universo post-COVID-19"
tengamos durante meses que
salir obligatoriamente con mascarillas a
la calle o a sitios públicos, que las relaciones sociales deban
circunscribirse en aforos controlados y limitados por las
autoridades, que se nos aplique sistemas de video vigilancia y
control de la temperatura corporal, que se nos geolocalice, que se
nos catalogue por razón de la edad o el sexo, etc.?
En todo caso nos encontramos ante un
oxímoron que agrupa dos
conceptos con un significado opuesto y que genera un tercer
concepto, que en el ámbito literario pueda ser aceptable pero que, a
la hora de definir una nueva situación a la que deberá enfrentarse
la sociedad, resulta cuanto menos falto de sensibilidad, dando lugar
a nuevas incertidumbres.
Entonces, podemos admitir que nos estamos refiriendo a algo "nuevo",
pero en todo caso me cuesta aceptar que sea "normal", al menos si
entendemos como normal un modelo orwelliano de control riguroso de
la intimidad de los ciudadanos.
¿De qué estamos hablando...?
Puesto que
este término implica recuperar los comportamientos habituales, pero
al agregar el prefijo de "nueva" estamos aseverando que no se trata
de lo mismo que antes, por tanto, se desdibuja con términos ambiguos
la verdadera realidad y esto resulta inquietante.
Como ya nos recordara
Ludwig Wittgenstein, en su Tractatus, 21
el lenguaje es una representación isomórfica o modelo del mundo y su
función debería ser mostrar los límites de lo que puede ser conocido
o expresado a través del lenguaje.
En este mundo convulso en el que
nos ha tocado vivir, los seres humanos reclamamos mayor claridad en
el uso de las palabras, no vayamos a que la creación de neologismos
encierre mayores incertidumbres que certezas.
Pensemos en que lo que
es "normal" para el león es un "horror" para la gacela: ¿en qué lado
estamos? 22
Durante la crisis sanitaria provocada por la pandemia de la COVID-19
se ha generado, a través de las redes sociales, una proliferación de
bulos y noticias falsas apoyadas en la corriente de las fake news
que han alterado y creado confusión en las conductas de
comportamiento de la población.
Ese uso torticero y malintencionado
del lenguaje ha provocado ensoñaciones en la ciudadanía como un
claro exponente de la posverdad.
Como apunta Juan Manuel
de Faramiñán Fernández-Fígares, desde su doble perspectiva
jurídico-filosófica,
"la injerencia cada
vez mayor de las redes sociales e internet en nuestra vida deja
abiertas nuevas vías de delincuencia rápida y sin autoría
manifiesta (acefalía jurídica), a las que el Derecho no sabe ni
quiere enfrentarse todavía.
Esta situación se ve incrementada
por la aparición del big data y el tratamiento masivo de datos,
que ha convertido a la estadística en una vieja ciencia de la
presunción.
Ahora la información se recaba, almacena y procesa
con carácter absoluto, gracias a la ingente cantidad de datos
que cada día vertemos en la red a través de las redes sociales,
las aplicaciones móviles o los aparentemente inocentes aparatos
electrónicos cuya presunta y exclusiva vocación es facilitarnos
la vida.
Esta información alimenta y convierte a la posverdad en
una herramienta casi infalible de manipulación y control social,
que se oculta disfrazada tras la aparente inocuidad de las
noticias intrascendentes y las palabras vacías". 23
El mal uso del lenguaje,
en algunos casos intencionado y en otros fruto de la ingenuidad ha
ido consustanciado una crisis de identidad donde la ciudadanía no
logra discernir entre la información falsa y la veraz.
Con acierto
reflexiona Juan Antonio Nicolás Marín, catedrático de filosofía,
que, ante la gran crisis provocada por el coronavirus,
"se ha
instaurado una especie de normalización de la falsedad, una suerte
de pandemia de la mentira, una auténtica mentidemia".
Agrega que,
"la
pandemia del coronavirus probablemente pasará, pero la actitud
posverdadera seguirá coexistiendo con la exigencia de verdad, que
nunca estará asegurada pero que siempre será necesaria.
En plena mentidemia la verdad se revela como un recurso imprescindible de la
razón humana para salvar lo mejor de nuestra organización social y
de nuestra cultura". 24
Esta pandemia ha provocado un cambio de actitudes y de percepciones
que nos han sumergido en un proceso de crisis permanente donde, por
un lado, el velo de los bulos y, por otro lado, la devastadora
realidad de la epidemia, han modelado un complejo escenario de
equívocos e incertidumbres.
Para Rosa María Medina Mínguez,
"una crisis lleva a otra crisis. Sin
prisa, pero sin pausa.
Tan importante es la percepción del riesgo y
la planificación de la crisis como su cierre y aprendizaje. Las
lecciones aprendidas nutren de sabiduría la planificación de nuevas
estrategias.
El cierre operativo de la crisis sanitaria se debe
producir cuando haya cero contagios y la ciudadanía se haya curado.
Pero resta su cierre político. Es entonces cuando la crisis
sanitaria deriva en otras crisis colaterales de tipo económico y
social que acrecientan el desgaste de los gobiernos.
La percepción
de un nuevo riesgo ya existe, ahora debe ser el momento de empezar
la gestión de esa nueva crisis, para evitar que la improvisación se
cobre la eficacia de una nueva gestión". 25
A mi entender, este cierre político no solo deberá formalizarse
desde las instituciones nacionales sino también desde los organismos
internacionales de carácter regional y de ámbito mundial, con el fin
de aunar criterios globales que reclamen la garantía y protección de
los derechos de las personas, para que ningún Estado a nivel
particular pueda parapetarse en argumentos de protección de la
sanidad pública, sin duda encomiables, para, con ellos mantener las
restricciones de las libertades individuales, una vez superados los
efectos de la pandemia.
En este sentido, la Alta Comisionada de las Naciones Unidas para los
Derechos Humanos, Michelle Bachelet, ha indicado en relación con la COVID-19 que,
"las medidas de emergencia no deben ser pretexto para
la vulneración de derechos" 26 e insiste en que "nuestros
esfuerzos para combatir el virus no darán resultados a menos que
apliquemos un enfoque holístico, lo que significa proteger
cuidadosamente a los sectores más vulnerables y desfavorecidos de la
sociedad, tanto en términos médicos como económicos".
Además,
insiste, y coincido con ella, en que,
"los confinamientos, las
cuarentenas y otras medidas de esa índole orientadas a combatir la
expansión de la COVID-19 deben aplicarse siempre en la más estricta
observación de las normas de derechos humanos y de manera
proporcional y ponderada al riesgo en que se incurre, pero aun así
pueden repercutir gravemente sobre la vida de las personas".
Sus palabras nos llevan a la siguiente reflexión:
la pandemia ha
puesto a prueba a los gobiernos y a la ciudadanía ante la necesidad
de que, en los meses futuros, cuando se haya superado el periodo
caliente de los contagios, se logren atenuar las repercusiones de
las medidas de salud pública que se adoptaron con el fin de
parapetarnos ante la propagación del virus, y garantizar el respeto
de todos los derechos humanos, ya sean económicos, civiles, sociales
o culturales.
Por su parte, António Guterres,
Secretario General de
las Naciones
Unidas, en su Declaración sobre la COVID-19 y los derechos humanos,
alerta sobre el hecho de que nos estamos enfrentando a,
"una crisis
económica, una crisis social y una crisis humana que se están
convirtiendo rápidamente en una crisis de derechos humanos". 27
Resulta preocupante el
hecho de que,
"hemos visto que el virus no discrimina, pero sus
efectos si: sacan a la luz las profundas deficiencias en la
prestación de los servicios públicos y las desigualdades
estructurales que obstaculizan el acceso a ellos".
Agrega:
"Vemos el
aumento del discurso del odio, los ataques a grupos vulnerables y el
riesgo de que la mano dura en las respuestas en materia de seguridad
socave la respuesta sanitaria (…) al tiempo en el que se produce un
retroceso en los derechos humanos de algunos países, la crisis puede
servir de pretexto para adoptar medidas represivas con fines no
relacionados con la pandemia".
Por tales razones, la Oficina del Alto Comisionado ha insistido en
la finalidad de enfrentarse con éxito ante la pandemia, pero también
superar los riesgos y las tentaciones totalitarias de seguir
controlando a la población cuando se haya terminado con la
desescalada.
Otra cuestión controvertida es el tema de la geolocalización, dado
que existen serias dudas jurídicas sobre si detectar la situación
geográfica de un ciudadano estaría violando el principio de
minimización de la recolección de datos, generando problemas de
privacidad y de seguridad.
En este sentido, el portavoz de la
Comisión Europea, Johanes Barke, 28 indicó que el uso de
estas aplicaciones debería ser voluntario y anónimo.
Habrá que tener presente el hecho de que, si bien el seguimiento por
GPS de las personas afectadas por el virus puede ser operativo en la
lucha contra su expansión, estos sistemas deberían estar limitados
en el tiempo y no prolongarse más allá del periodo de cohabitación
con el virus y del final de la pandemia.
En España se deberá tener
presente y respetar la aplicación de la Ley Orgánica 3/2018 de 5 de
diciembre sobre Protección de Datos Personales y Garantía de los
Derechos Digitales, ya que los datos obtenidos por geolocalización
pueden violentar estas garantías.
La Comisión Europea recuerda que,
"no son necesarios ni recomendables para los fines de las
aplicaciones de rastreo de contactos, ya que su objetivo no es
seguir los movimientos de las personas". 29
Como nos advierte Mira Milosevich-Juaristi, 30
"antes de
elogiar la eficacia de los regímenes autoritarios como el ruso y el
chino para contener el COVID-19, no debemos olvidar que la gran
mayoría de sus ciudadanos han aceptado subordinar a su arbitrio las
libertades individuales, a cambio de cierta estabilidad económica y
seguridad física.
No se puede sostener la opinión de que China
gestiona mejor la crisis, porque no realizó una gestión adecuada del
origen del virus.
Tampoco la teoría de la paz entre democracias
sirve para la lucha contra el virus y los Estados democráticos no
van a gestionar la crisis del COVID-19 peor por no vigilar/espiar a
su población.
Nuestro modelo de democracia, la democracia liberal,
es muy diferente al suyo, con o sin coronavirus".
En el estudio del Real Instituto Elcano, 31
"España en el
mundo en 2020: perspectivas y desafíos para el año del coronavirus",
coordinado por Ignacio Molina, se indica que, "las consecuencias de
la crisis del coronavirus también se dejarán notar en el ámbito de
los derechos humanos y obligará a un posicionamiento de España,
tanto por lo que se refiere a derivas autoritarias, que ya se están
observando en otros países, como por dilemas o malas prácticas que
puedan producirse en el plano interno.
La alarma sanitaria supone un
indudable peligro para los derechos y libertades en todos los países
afectados, pero, sobre todo, en regímenes ya antes dictatoriales.
(…)
Si Europa decide imitar la vía asiática (aparentemente efectiva
en Corea del Sur) de realización de pruebas masivas para detectar y
hacer seguimiento de los enfermos, es inevitable aceptar un control
social mucho mayor al actual, que sólo sería factible por medio de
la tecnología (lo que exige garantías sobre el uso de esos datos
solamente para propósitos de salud y con carácter temporal).
Otro
dilema vinculado a los derechos humanos, y de aun mayor
trascendencia moral, tiene que ver con la posición del Estado a la
hora de decidir estrategias de mitigación que, para evitar un coste
económico enorme, renuncien a la supresión del contagio y supongan
poner en peligro la vida de muchas personas vulnerables, sobre todo
mayores".
La pandemia de la COVID-19 está dando lugar a una serie de
replanteamientos relativos a analizar de qué modo este patógeno en
su expansión por todo el planeta está afectando a la comunidad
internacional.
En qué medida, se están conculcando los derechos
individuales y se están retrotrayendo los logros obtenidos en estos
últimos decenios en la lucha por las garantías y libertades de los
seres humanos.
De qué manera, el punto de mira de la comunidad
internacional se ha centrado, como es lógico, en la lucha contra el coronavirus y se están desatendiendo otros conflictos bélicos, que
sin control de los organismos internacionales seguirán campando a su
aire, generando tantos o más muertos que la pandemia.
Resulta interesante lo que apunta Fernando Martín Cubel 32
al preguntarse:
"¿Qué impacto tendrá la expansión global del coronavirus en los conflictos que están teniendo lugar en el mundo?",
...y responde siguiendo las reflexiones de
Juan Garrigues, 33
quien indica que la realidad pandémica puede suponer un agravamiento
de las dinámicas propias de los conflictos y recuerda las palabras
del secretario general de la ONU 34 el pasado 23 de marzo
de 2020, cuando hacía un llamamiento al cese de las hostilidades en
los conflictos existentes.
Para Martín Cubel,
"la pandemia puede
agravar los conflictos, convertir esta nueva realidad en una fuente
de nuevas oportunidades para lograr los objetivos finales de las
partes implicadas en el conflicto, en su uso como arma por los
líderes implicados, pero también este agravamiento puede venir
porque las organizaciones internacionales ya no se centran en la
realidad de las hostilidades y sí en la expansión de la pandemia" y
señala que "la UE no ve en estos momentos como una prioridad los
esfuerzos por asegurar el alto al fuego en Libia".
No deberíamos arriesgar los logros y libertades obtenidos desde
finales de la Segunda Guerra Mundial, generando confusión en la
ciudadanía al argumentar que las privaciones de la libertad y los
recortes de las garantías y derechos humanos se están realizando en
beneficio de la salubridad pública, pues, en todo caso, habría que
aclarar que no deberían eternizarse.
Debemos estar muy atentos para
que en el futuro no se sigan recortando estos derechos y libertades
individuales.
Por tal razón resultan muy recomendables las Directrices de la
Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas, en el sentido
de que "la respuesta al COVID-19 se centre en las personas".
Básicamente son las siguientes:
-
"las estrategias
sanitarias no deberían centrarse tan solo en los aspectos
médicos de la pandemia, sino que deberían tratar las
consecuencias que la respuesta sanitaria tiene en los derechos
humanos
-
las facultades
excepcionales deben ser empleadas para legitimar metas de salud
pública, no utilizarlas para aplastar o silenciar el trabajo de
periodistas o defensores de los derechos humanos
-
las medidas de
contención, como el distanciamiento social o el aislamiento,
deben tener en cuenta las necesidades de las personas que
necesitan apoyo de otros para alimentarse, vestirse y asearse,
muchas personas, entre ellas personas con discapacidad, dependen
de los servicios comunitarios y a domicilio
-
es imprescindible
que el aumento del control de fronteras, las restricciones de
viajes o las limitaciones a la libre circulación no impidan la
huida de personas que escapan de la guerra o de la persecución
-
los paquetes de
protección social y estímulo fiscal, distribución de alimentos y
la renta básica universal pueden ser una protección frente a los
efectos de la crisis
-
el colectivo LGTBI
también corre más riesgo durante la pandemia
-
los Estados deben
tener en cuenta los distintos conceptos de salud dentro de la
población indígena y deben incluir la medicina tradicional
-
las personas
privadas de libertad en cárceles, en prisión preventiva, en
detención de inmigrantes, instituciones y otros lugares de
retención sufren un riesgo de infección mayor en caso de brote
de enfermedad". 35
Insiste Fernando Martín Cubel 36 en la idea de que,
"la
primera cuestión es que estamos ante una pandemia global que ha
derivado en una crisis sanitaria global, la propia Organización
Mundial de Salud declaraba la denominada 'Emergencia de Salud
Pública de Alcance Internacional' (máxima categoría)".
Se apoya
Martín Cubel en un estudio del Real Instituto Elcano, realizado por
Iliana Olivié y Manuel Gracia sobre el fin de la globalización y los
efectos de la crisis de la COVID-19, 37 en el que se
indica que,
"nos encontramos hoy en un contexto de reversión de los
procesos de integración y fortalecimiento de las identidades
nacionales, y lo global es además el principal mecanismo de
extensión de la crisis sanitaria actual y de sus efectos".
Esta pandemia deberá dejarnos lecciones y aprendizajes pues cuando
haya pasado tendremos que enfrentarnos con el "universo post-COVID-19",
porque los efectos psicológicos, los comportamientos sociales, la
pérdida de los puestos de trabajo, la crisis económica, habrán
marcado a la ciudadanía de todo el mundo con una huella evidente.
Sin dejarnos llevar por distopías, debemos visualizar las secuelas y
los cambios de rumbo que deberemos imprimir en nuestra sociedad
porque, nos guste o no nos guste, parece evidente que los modelos no
volverán a ser los mismos, sin embargo, la dignidad de los seres
humanos seguirá siendo la de siempre y la defensa de sus derechos no
se debería haber alterado ni menoscabado.
Indican José Miguel Rojo Martínez y Alejandro Soler Contreras que,
"lo público y la comunidad es un antídoto para un mundo que parece
derrumbarse y que ha cambiado para siempre.
¿Fin del neoliberalismo?
¿Responderá el mundo desde la vía socialdemócrata y keynesiana como
tras la Segunda Guerra Mundial, favoreciendo a los partidos de la
izquierda?
O, por el contrario, ¿la respuesta pasará por el auge de
las opciones autoritarias?" 38
Hay que indicar que esta pandemia está generando no solo muchas
preguntas, a veces sin respuesta aparente, pero, sobre todo muchas
falsas noticias y demasiadas confusiones.
Un ejemplo han sido las
críticas que se han manifestado contra
la Unión Europea, culpándola
de falta de acción.
En este sentido, convendría recordar que la
Unión Europea frente a la pandemia generada por el Covid-19 se
encuentra constreñida por el sistema de transferencia de
competencias entre la Unión y los Estados miembros. 39
Ante las críticas a la actitud de la Unión Europea que se han
vertido en distintos medios, poco informados, deseo señalar que se
trata de una falta de conocimiento sobre la distribución de las
competencias pues, como acabo de recordar, hay que tener en cuenta
que los temas de la mejora y protección de la salud humana son
competencias de carácter complementario y por tanto no han sido
transferidas a las instituciones europeas.
Como apunta el presidente del Consejo Federal Español del Movimiento
Europeo, Francisco Aldecoa Luzárraga,
"la salud es competencia
exclusiva de los Estados miembros y por tanto no hay una capacidad
europea para hacer frente a la expansión de un virus como éste, ya
que las competencias están en manos de los Estados". 40
Por ello, resulta injusto menospreciar su actividad ya que en el
marco de la Comisión Europea se coordina la cooperación y el
intercambio de información con los Estados de la Unión y en el caso
del coronavirus ha estado interactuando con los gobiernos de los
países miembros desde que se lanzó la primera alerta en 9 de enero
de 2020.
Otra cosa muy diferente es la actitud de cada Estado
miembro que, en función de sus propias competencias no transferidas
a la Unión en materia de salud pública, haya tenido mayor o menor
sensibilidad a la hora de atajar esta pandemia.
Son los Estados miembros los que tienen en sus manos la
responsabilidad de arbitrar los medios para luchar contra el
patógeno y además no debe perderse de vista que su combate deberá
estar controlado por las leyes nacionales y el apoyo parlamentario.
En España, el "estado de alarma" tiene límites jurídicos
específicos, tal como se regula en la Constitución y es el Congreso,
como la cámara en la que se representa la voluntad popular, donde se
debe controlar el ejercicio de estas prerrogativas.
Estamos de acuerdo, como no podría ser de otra manera, en que
debemos combatir el virus con todos los medios a nuestro alcance,
pero habrá que tener cuidado con que al mismo tiempo no se estén
quebrantando nuestros derechos y libertades individuales, pues con
la excusa de preservar la salud, sin duda objetivo encomiable, no
podemos hacer peligrar los avances en la protección de los derechos
humanos que tanto esfuerzo nos ha supuesto alcanzar en beneficio de
la dignidad humana, que también es "salud".
Como con acierto ha señalado Cruz Vilaça, nos encontramos ante,
"una
crisis que probablemente cambiará la forma de vida de nuestras
sociedades, de todas ellas, de una manera que todavía es imposible
de determinar hoy en día". 41
Hay momentos en la historia en que se producen giros que podríamos
interpretar como goznes que cambian el sentido de la vida.
Esta
pandemia, que se ha extendido a lo largo de todo el planeta, va
seguramente a generar un cambio radical en nuestras próximas
costumbres.
Sería un grave error no tomar consciencia de la
necesidad de evaluar nuestros futuros comportamientos, extrayendo
una enseñanza de esta dolorosa experiencia. 42
Las
libertades fundacionales de la Unión Europea, 43 tales
como la libre circulación de bienes, servicios, personas y
capitales, que han sido una de las conquistas del sistema
comunitario, también se han visto afectadas por el Covid-19.
Conclusiones
Como nos recuerda Federico Mayor Zaragoza, 44
"llegó el
coronavirus COVID-19 y sorprendió a quienes, interesados únicamente
en facilitar el tráfico humano, no habían adoptado las medidas que
algunas comunidades científicas habían recomendado en vano, dado que
las epidemias, que siempre han existido y existirán, serán pandemias
precisamente por la inmensa movilidad de los transmisores.
Y la
humanidad se ha dado cuenta de que hay una serie de pautas que deben
seguirse, de que los virus no reconocen fronteras ni apellidos y que
es apremiante un nuevo concepto de seguridad que a la defensa de los
territorios añada la capacidad para hacer frente a catástrofes
naturales o provocadas y, sobre todo, de prevención en gran medida
de agentes patógenos.
Es un escándalo intolerable que se negocie con
la salud.
Que las residencias de ancianos en lugar de un servicio de
salud de calidad sean parte de un gran negocio… que la privatización
no haya permitido disponer de los arsenales "médicos" que sólo se
utilizan, desde tiempo inmemorial, para los conflictos…
Esta vez, no
se olvidará. Esta vez, las lecciones aprendidas se llevarán a la
práctica porque ahora los ciudadanos ya pueden expresarse y tienen
muy claro que las riendas del destino común no pueden hallarse en
manos de unos cuantos grupos plutocráticos sino de "Nosotros, los
pueblos", como se inicia la Carta de las Naciones Unidas".
Siguiendo las reflexiones de Federico Mayor Zaragoza paso a resumir
ciertas consideraciones que apunté en pleno desarrollo de la
pandemia 45 y que pueden resultar oportunas para cerrar
este análisis sobre la COVID-19 y sus efectos sobre nuestra
sociedad.
En primer lugar, nos estamos percatando de que las fronteras entre
los Estados, sobre las que tanta sangre se ha derramado en defensa
de los estériles nacionalismos, ahora son violadas por un agente
invisible como el coronavirus.
Esto nos ha demostrado que esas
fronteras no existen y que la pandemia se extiende sin
consideraciones geográficas, culturales o sociales.
Todos somos
vulnerables sin excepción. En esas mismas fronteras hemos
discriminado a seres humanos a los que huyendo de la pobreza, del
hambre, de las guerras no les hemos dejado entrar en una Europa
fortaleza, creyéndonos superiores a todos.
Este virus nos ha
demostrado que deberíamos haber sido más humanos. Ahora somos
nosotros los perseguidos por una fuerza invisible que nos recluye y
nos mata.
En segundo lugar, con esa misma soberbia con la que actuamos,
mirando hacia otro lado frente al dolor de los otros, tampoco hemos
tenido la menor contemplación en deteriorar el planeta en el que
vivimos.
Lo hemos contaminado, lo hemos sumergido en plásticos y
basura, hemos esquilmado sus bienes naturales, hemos quemado los
bosques y hemos negado la realidad del cambio climático.
Este virus
nos ha vuelto a demostrar que con las leyes de la naturaleza no se
juega y que toda mala acción tiene una reacción en sentido contrario
igual de mala.
Pues un virus que ha nacido probablemente en algún
laboratorio o por la imprudencia de algún ser humano, como resultado
de buscar alimentos en seres vivos que nosotros mismos hemos
contaminado, se está expandiendo por todos los continentes haciendo
estragos en los seres humanos más vulnerables.
En tercer lugar, esta pandemia nos está enseñando que todos sin
excepción deberíamos generar una responsabilidad individual y
colectiva que nos recuerde que el bien del otro es también nuestro
propio bien, que lo que siempre hemos poseído se puede desvanecer en
un abrir y cerrar de ojos.
Este encierro, al que nos hemos sometido
todos para evitar los contagios, nos está haciendo abrir los ojos y
comprender la importancia del abrazo fraterno. Este aislamiento
resulta terapéutico para aprender a conocernos a nosotros mismos en
la soledad y la introspección.
También para valorar a nuestro
entorno, a nuestra familia, a nuestras amistades, a nuestros seres
queridos.
¿Qué conclusiones podemos recabar del dolor de esta pandemia?
En primer lugar, que cuando la pandemia haya remitido ya no seremos
iguales, que nuestros comportamientos habrán cambiando y que si no
lo hacemos habremos cometido otro error imperdonable.
El dolor tiene
que ser un vehículo de conciencia para darnos cuenta de que "todos
somos uno" y que el dolor del otro es también nuestro dolor.
No
puedo imaginar cómo será el mundo después de esta pandemia, pero
quiero desear que sea mejor y que todos hayamos aprendido a no
parapetarnos en fronteras que en realidad son una ficción geográfica
y que hemos visto como se diluyen con un enemigo invisible.
En segundo lugar, será necesario que aprendamos a cuidar y respetar
el planeta en el que vivimos, pensemos que aposentados en su costra
planetaria giramos alrededor del Sol, pero que, en la cotidianeidad
durante la que se desarrolla nuestra existencia, vamos perdiendo la
noción de que estamos viviendo sobre un cuerpo celeste que gira de
acuerdo con las leyes del universo.
Ese olvido ha resultado muy
nocivo, pues ha hecho no solo que despreciemos la salud del planeta
Tierra, sino que también ahora, en la ambición desmedida de dominar
los recursos naturales, estemos mirando con avidez a los otros
planetas del sistema solar y a los asteroides. Parece que no tiene
límites nuestra codicia.
Deberemos darnos cuenta de que todo este
desatino se paga, que todos estos errores tienen un precio que
lamentablemente, hoy por hoy, estamos pagando con vidas humanas.
¿Cuánto tiempo vamos a necesitar todavía para aprender que con las
leyes del universo no se juega?
En tercer lugar, encerrados en nuestras casas, que es lo que debemos
hacer para evitar la propagación de un virus que posee una increíble
rapidez de contagio como es el Covid-19, nos hemos percatado de
muchas cosas que hemos perdido, entre ellas el contacto humano.
No
hay nada más didáctico que perder algo para valorar su falta y
darnos cuenta de que hemos vivido sin apreciar lo que poseíamos.
Ante esta pandemia estamos obligados a comunicarnos por medios
virtuales y nuestros abrazos son también virtuales, por lo que hemos
vuelto a añorar el abrazo real.
Cuando todo esto haya pasado
deberíamos desarrollar lazos más fraternos y ampliar nuestros
conceptos de alteridad, puesto que nadie puede completarse en
reclusión, pues todos necesitamos de todos en un mundo colectivo que
se apoya en la aldea global.
La sociedad materialista y consumista
que hemos desarrollado se ha olvidado de los individuos y nos
relacionamos en términos económicos y así nos ha ido y nos va:
el
virus no respeta a nadie y no discrimina por la condición social, ni
la condición cultural, ni la condición económica, todos caen sin
conmiseración bajo su yugo.
En el futuro vamos a tener que
"desarrollar una conciencia de corresponsabilidad" que nos permita
trabajar codo con codo, de lo contrario es probable que vuelvan
otros virus más letales aún. El dolor que ha producido esta pandemia
debería hacernos reaccionar.
En estos días, la obra "La Peste" de Albert Camus que fue publicada
en 1947, ha vuelto a ser nuevamente citada en numerosas
intervenciones y se está convirtiendo en una metáfora rediviva que
nos recuerda que una epidemia nos hace reflexionar sobre nosotros,
sobre nuestros valores morales y, en especial, sobre el tiempo.
Nos dice Camus:
"Sólo una
cosa había cambiado para ellos: el tiempo, que durante sus meses de
exilio hubieran querido empujar para que se apresurase, que se
encarnizaban verdaderamente en precipitar; ahora, que se encontraban
cerca de nuestra ciudad, deseaban que fuese más lento, querían
tenerlo suspendido…"
En definitiva, esta reclusión en nuestras casas, necesaria y
oportuna, nos está ofreciendo otra dimensión y comprensión de eso
que llamamos "el tiempo".
Minuto tras minuto podremos ir
comprendiendo en nuestra introspección el valor de nuestras horas y
la importancia de vivir, junto con el resto de los seres humanos, la
sugestiva e interesante experiencia de este "viaje de la vida" pues,
como nos recuerdan los sabios orientales:
"vosotros los occidentales
tenéis los relojes, nosotros, en cambio, tenemos el tiempo".
Para la filósofa y catedrática de ética
Adela Cortina, 46
en una entrevista realizada en marzo de 2020 por la Agencia EFE,
aconsejaba que ante la pandemia del coronavirus,
"tenemos que sacar
todos nuestros arrestos éticos y morales y enfrentarnos al
futuro con gallardía, porque si no mucha gente va a quedar
sufriendo por el camino, y a eso no hay derecho" e indicaba que
"la sociedad va a cambiar radicalmente después de esta crisis" y
afirmando que para poder salir adelante se va a necesitar "toda
la capacidad moral y todo el capital ético de cada uno", pues,
"si elegimos el conflicto, la polarización y la disgregación, se
nos irá todo al traste y sufrirá todo el mundo, desde los más
vulnerables, por supuesto, pero también los más poderosos".
Vivimos en tiempos
enmarañados que nos plantean problemas complejos pero que
curiosamente necesitan de soluciones simples, tan simples como
aquellas enseñanzas del estoico
Marco Aurelio: 47
"nada
puede ocurrirles a los seres humanos que no sea propio de los seres
humanos" o que "lo que es bueno para la colmena es bueno para la
abeja".
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China's 'Bat Woman' Hunted down Viruses from SARS to the New
Coronavirus (El virólogo con sede en Wuhan Shi Zhengli ha
identificado docenas de virus mortales similares al SARS en
cuevas de murciélagos). Este artículo se publicó
originalmente con el título "Chasing Plagues" (Persiguiendo
plagas), in Scientific American, 2020, n. 6, pp. 24-32.
Editor's Note (4/24/20): This article was originally
published online on March 11. It has been updated for
inclusion in the June 2020 issue of Scientific American and
to address rumors that SARS-CoV-2 emerged from Shi Zhengli's
lab in China.
https://www.scientificamerican.com/article/how-chinas-bat-woman-hunted-down-viruses-from-sars-to-the-new-coronavirus1/.
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La duración de
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durante la "peste negra". El periodo cuarentena encuentra su
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-
Ha señalado A.
GUTÉRRES, Secretario General de las Naciones Unidas que "la
mayoría de las personas mayores son mujeres, que tienen más
probabilidades de entrar en este período de sus vidas en la
pobreza y sin acceso a la atención médica. Las políticas
deben estar dirigidas a satisfacer sus necesidades". Más
allá del impacto inmediato en la salud, la pandemia está
poniendo a las personas mayores en mayor riesgo de pobreza,
discriminación y aislamiento y lo más probable es que tales
riesgos causen un impacto particularmente devastador en los
países en desarrollo, donde los servicios de salud pública y
protección social se verán probablemente abrumados por el
virus. Además, toda respuesta social, económica y
humanitaria al COVID-19 debe tener en cuenta las necesidades
de las personas mayores, en particular en términos de
cobertura sanitaria universal, pensiones, empleo y
protección social",
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REAL INSTITUTO
ELCANO, España en el mundo en 2020: perspectivas y desafíos
para el año del coronavirus. Coordinado por I. MOLINA, Marzo
2020, pp. 56-57.Se agrega que, "en el caso de China y Rusia
se están ampliando los mecanismos de vigilancia estricta
(con instrumentos tecnológicos o animando a la población a
delatar a sus vecinos) y duros castigos de prisión, sin base
legal, a quienes violen las cuarentenas o las prohibiciones
de viajar. En las democracias, a pesar del importante
contrapeso que supone la transparencia informativa, la
situación también es preocupante porque el momento
excepcional puede llevar a limitaciones injustificadas de
libertades y restringir derechos en el ámbito de la
privacidad".
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F. MARTÍN CUBEL,
COVID-19, crisis de crisis existentes e inesperadas, en
Instituto Español de Estudios Estratégicos, Documento
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