por Kingsley Dennis
14 Abril
2020
del
Sitio Web
KingsleyDennis
Versión original en ingles
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"La
supervivencia física de la raza humana depende
de un cambio radical del corazón humano"
Erich
Fromm
El filósofo humanista y psicólogo social
Erich Fromm, nacido en
Alemania, dedicó la mayor parte de su vida profesional a tratar de
entender la condición humana y su difícil situación.
Y llegó a la conclusión
de que solo un cambio fundamental de nuestro carácter, de nuestra
manera de hacer las cosas, nos salvará de un desastre psicológico y
económico.
Vio con claridad lo que
estaba en juego si la naturaleza humana proseguía en la misma
dirección, sin realizar cambios en su rumbo actual.
Durante las décadas
transcurridas desde los escritos de Fromm - que murió el 18 de marzo
de 1980 - hemos visto cómo la trayectoria humana ha recorrido un
camino hacia esas líneas convergentes de desmoronamiento.
Según el pensamiento de
Fromm es necesario, de hecho crítico, que la civilización humana
realice un cambio de un modo "tener" a un modo "ser".
Fromm reconoció que cuanto más tenga una persona, menos se sentirá
atraída a realizar esfuerzos activos y constructivos.
Vio una relación clara
entre el "tener" posesiones - la satisfacción de acumular bienes - y
la pereza interior, la cual terminaría por dar lugar a un círculo
vicioso, reforzando la necesidad de permanecer en el modo "tener".
Fromm manifestó que:
…el hombre moderno
tiene y usa muchas cosas, pero es muy poco. Sus procesos
emocionales y de pensamiento están atrofiados como los músculos
que no se utilizan.
Cualquier cambio
social crucial le asusta porque para él cualquier perturbación
del equilibrio social significa caos o muerte: si no la muerte
física, sí la de su identidad. [i]
La persona moderna,
sugería Fromm, teme perder su sentido de la identidad.
Cualquier tipo de cambio
social drástico implica una ruptura de muchas normas sociales que le
incumben y sobre las cuales se construye su persona social, es decir
su identidad.
Lo que mucha gente
todavía no ha logrado captar es que la persona social, su amadísimo
carácter, es un constructo social formado a partir de una
compleja gama de condicionamientos y programación cultural.
Lo que las personas
promedio temen perder es el "sentido del yo" artificial que se ha
injertado en ellas a lo largo de años de socialización. Por lo tanto
se trata de un falso temor pero, aun así, es un miedo.
Esta distinción entre la
persona social y su yo genuino, constituye un lugar de contradicción
e impugnación que está en la base de gran parte de la fragmentación
social. Antes de que podamos hacer un mapa que se corresponda con
una forma de realidad más íntegra y equilibrada tenemos que liberar
la vida de sus contradicciones.
El libro de Fromm
El Miedo a la Libertad [ii]
(publicado originalmente en 1941) proponía la idea de que se había
creado una lucha por la libertad entre el mundo interior del
individuo y sus instituciones externas.
El miedo personal al
aislamiento social y la incertidumbre se elimina buscando un
poder externo al que entregar el mando y del que depender.
Con el tiempo, las
personas se convierten en un instrumento en manos de las
estructuras, las instituciones y las formas de poder externas a
ellas.
La única alternativa
es buscar una forma de auto-independencia basada en la confianza
y la creencia personales.
Pero esa confianza en uno
mismo es socavada constantemente por las instituciones autoritarias
del mundo moderno.
Como dice Fromm:
"la estructura de la
sociedad moderna afecta al hombre de dos maneras simultáneas:
-
se hace más
independiente, autosuficiente y autocrítico
-
al mismo
tiempo más aislado, solitario y atemorizado" [iii]
La mayoría de la gente no
se ha reconciliado plenamente consigo misma para estar en paz con un
estado del ser.
Esto se hace más evidente
ahora que la gente se ve forzada a experimentar el
"auto-aislamiento" y a quedarse en casa como precaución frente a
la pandemia del 2020.
Esto está causando gran
inquietud personal y malestar psicológico ya que mucha gente ha sido
condicionada a una vida de distracción y atención exteriores.
Estamos fascinados, constataba Fromm, por el ejercicio de los
poderes exteriores a nosotros mismos y aun así ciegos a la condición
de nuestra propias restricciones interiores en forma de miedos
y compulsiones...
Estos estados
individuales y sociales dan lugar a la represión de la vida humana y
a su proclividad al control y la destrucción.
En su Miedo a la Libertad, Fromm proponía que nuestro miedo
inherente, y a menudo no reconocido, a la libertad y a la
auto-independencia, daba lugar a los siguientes mecanismos de
evitación:
-
Conformidad de
autómata: cambiar el yo ideal de uno mismo para ajustarse a
una percepción del tipo de personalidad preferido por la
sociedad y perder en el proceso el propio ser verdadero; la
conformidad de autómata desplaza la carga de la elección
desde el ser hacia la sociedad.
-
Autoritarismo:
ofrecer a otro el control de uno mismo. El acto de entregar
la propia libertad a otra persona, acaba casi por completo
con la libertad de elección.
-
Destructividad:
cualquier proceso que trata de eliminar a otros o al mundo
en su conjunto, y todo para huir de la libertad. [iv]
Fromm vio que una forma
colectiva de "destrucción del mundo" era un último intento
desesperado de la gente para salvarse a sí misma de ser aplastada
por sus miedos no procesados.
En una descarnada y aun
así extremadamente clarividente observación escribió:
"Debido a que nos
hemos liberado de las antiguas formas de autoridad evidentes, no
vemos que nos hemos convertido en víctimas de un nuevo tipo de
autoridad.
Nos hemos
transformado en autómatas que viven bajo la ilusión de ser
individuos con voluntad propia". [v]
Según Fromm, la solución
a esta crisis es un cambio desde una sociedad
materialista-capitalista del "tener" a una forma de sociedad del
"ser" centrada en el humanismo.
¿Tener o ser?
El desarrollo de una sociedad humanista que valore la acción de los
seres humanos requiere un cambio drástico desde un estilo de vida
centrado en la posesión a otro donde el valor del bienestar
individual y colectivo sea crucial.
Es decir, un cambio desde
los valores del egoísmo y el egotismo hacia los de la compasión, la
colaboración, la conexión, y la comunicación consciente. Y aun así
debemos admitir que hasta ahora son sobre todo los "mercaderes de la
salvación" quienes han sacado provecho satisfaciendo las demandas de
sensaciones de bienestar de la gente.
Aquí el peligro es que
saciar superficialmente el bienestar solo sirve para reforzar dentro
de nosotros las cadenas internas.
Una vez más, Fromm señaló
con lucidez que:
Básicamente las
cadenas exteriores se han puesto dentro del hombre.
Los deseos y los
pensamientos con los que el dispositivo de sugestión de la
sociedad le llena, le sojuzgan más a fondo que las cadenas
exteriores.
Esto es así porque el
hombre al menos es consciente de las cadenas exteriores pero no
lo es de las cadenas interiores que acarrea con la ilusión de
ser libre.
Puede tratar de
derrocar las cadenas exteriores, pero ¿cómo puede deshacerse de
cadenas de cuya existencia es inconsciente? [vi]
La pregunta definitiva
persiste:
¿cómo hacer posible
un cambio de tal escala en nuestra manera de vivir y nuestra
actitud?
Fromm sugiere las
siguientes condiciones necesarias para estimular ese cambio tan
fundamental en la naturaleza humana:
-
Sufrimos y somos
conscientes de ello.
-
Reconocemos el
origen de nuestra sensación de malestar.
-
Reconocemos que
hay una forma de superarlo.
-
Aceptamos que
para superarlo debemos seguir ciertas normas para vivir y
cambiar nuestras prácticas de vida actuales. [vii]
Puede que parezcan
condiciones simplistas, pero la identificación del dilema humano es
primordial.
Fromm apela inicialmente
a una necesidad de "cambiar nuestras prácticas de vida actuales", lo
que, en una primera lectura, suena ingenuo.
Pero Fromm no era ciego a
las dificultades de la situación y a las trabas que la gente
probablemente utilizaría como excusa para abstenerse de semejante
curso de acción; y señaló:
"pero otra
explicación para el amortiguamiento de nuestro instinto de
supervivencia es que los cambios de vida que se requerirían son
tan drásticos que la gente prefiere la catástrofe futura al
sacrificio que tendría que hacer ahora." [viii]
Fromm insistía en que la
intuición separada de la práctica sigue siendo ineficaz.
Es decir, si no
convertimos en acción los pensamientos y las ideas que tenemos, no
lograremos nada. Ambas cosas deben corresponderse y estar en
relación para formar la tercera fuerza de concretización: el
pensamiento (pasivo) con la acción (activa) dan lugar a un resultado
manifiesto (un todo integral).
El problema al que se
enfrenta actualmente la gente es que su travesía hacia ese cambio
social radical, pero necesario, está bloqueado por una
infraestructura omnipresente de control autoritario impuesta por
formas avanzadas de vigilancia tecnológica y gestión de datos.
El camino hacia una
sociedad del ser está obstaculizado por el rápido aumento de un
moderno sistema político que cada vez se acerca más a una
tecnocracia.
Aun así, en su época, el poder del sistema de turno no hizo que
Fromm dejase de debatir sobre la necesidad de constituir una nueva
sociedad que estimulase la emergencia del nuevo ser humano.
Describió, como
cualidades de este nuevo humano, las siguientes características:
-
Voluntad de
renunciar a formas de "tener" con el fin de "ser" de verdad.
-
Sentido de
identidad, seguridad y confianza basado en uno mismo - lo
que uno "es" - y una necesidad de relacionarse con el mundo
que le rodea en lugar de un deseo de poseerlo y controlarlo.
-
Aceptación del
hecho de que nadie y nada, fuera de uno mismo, puede dar
sentido a la vida; pero a su vez esta independencia crea una
responsabilidad plena en lo que se refiere a cuidar y
compartir con los demás.
-
Estar totalmente
presente donde se está.
-
La alegría y
felicidad que proceden de compartir y no de la avaricia, el
acaparamiento y la explotación.
-
Amor y respeto
por la vida en todas sus manifestaciones, reconociendo que
las cosas y el poder no aportan satisfacción y sentido, pero
sí aquellas que forman parte de una ecología viviente.
-
Necesidad de
reducir la codicia, el odio y las falsas ilusiones, para
liberarse de esas trampas.
-
Vivir en un
estado en el cual las quimeras no tengan poder sobre uno
mismo, sin necesidad de adorar ídolos externos.
-
Desarrollar una
capacidad acrecentada de amor, compasión y comprensión, sin
caer en emociones sentimentalizadas.
-
Abandonar el
narcisismo y los ideales egocéntricos, reconociendo nuestra
propia falibilidad como seres humanos.
-
Hacer que el
desarrollo completo de uno mismo y del prójimo sea el
objetivo supremo de la vida, y saber que para alcanzar esa
meta se requiere disciplina y respeto.
-
Desarrollar la
propia imaginación no como una huida de las circunstancias
sino como un medio para crear una visión de las
posibilidades reales inherentes a la humanidad.
-
No engañar a los
demás así como no dejar que los demás nos engañen: es mejor
ser inocente que ingenuo.
-
Llegar a
conocerse con total profundidad, incluyendo la sombra, el
lado más oscuro.
-
Desarrollar un
sentido de la interrelación de toda la vida, y renunciar a
la idea de desear conquistar, controlar y manipular el medio
ambiente.
-
Desarrollar un
sentido y un significado de la libertad que no sea aleatorio
sino una posibilidad real, conscientemente dirigida, dentro
de un marco responsable y libre de avidez y deseo egoísta.
-
Reconocer que la
decadencia y la destructividad son consecuencia del
anticrecimiento y las formas artificiales de control.
-
Reconocer que la
perfección puede ser una ambición basada en la codicia, y
admitir un estado del ser que tiene imperfecciones.
-
Aceptar que la
felicidad está en un proceso perpetuo de "vitalidad siempre
creciente", y que vivir la vida con toda la plenitud que se
pueda es una grata satisfacción que forma parte de este
viaje.
Estos son ciertamente
ideales elevados pero no están más allá de la capacidad del ser
humano.
Hasta ahora, muchos
ejemplos de libertad humana han tenido, en palabras de Fromm, más
éxito estableciendo la libertad del antojo que la de la voluntad.
Es decir, cuando el
"antojo" responde a la pregunta de "¿por qué no?", insinúa que una
persona hace algo simplemente porque no hay razón para no hacerlo.
Pero el aspecto activo de
la "voluntad" es que es una respuesta constructiva a la necesidad de
hacer algo. Las razones deben tener sentido, y mediante el ejercicio
de nuestra voluntad nos damos sentido a nosotros mismos.
A través de la voluntad
humana, podemos ejercitar nuestra concentración, enfoque e intención
dirigida. Podemos proveer a nuestras actividades de atención
consciente y dar fuerza a nuestras acciones.
Esto a su vez nos ayuda a
estar centrados, fundamentados y equilibrados.
No obstante, la persona no puede ser una fuerza para el cambio si
permanece encadenada a las percepciones condicionadas que propagan
la narrativa generalizada consensuada. Primero, se requiere que
limpiemos nuestras lentes de percepción personal.
Por ahora, nos quedamos con la pregunta que reclama nuestra
atención:
¿es hora de tener o
de ser?
Referencias
[i] Fromm, E. (1993).
The Art of Being. London, Constable, pág. 96
[ii] Fromm, E. (1980). El miedo a la libertad. Buenos Aires.
PAIDOS.
[iii] Froom, E. (1980). El miedo a la libertad. Buenos Aires.
PAIDOS.
[iv] Froom, E. (1980). El miedo a la libertad. Buenos Aires.
PAIDOS
[v] Fromm, E. (1980). El miedo a la libertad. Buenos Aires.
PAIDOS
[vi] Fromm, E. (1993). The Art of Being. London, Constable, pág.
7
[vii] Fromm, E. (1982). ¿Tener o Ser? Fondo de Cultura
Económica. Madrid.
[viii] Fromm, E. (1982). ¿Tener o Ser? Fondo de Cultura
Económica. Madrid.
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