por Ricardo González
del Sitio Web
LegadoCosmico
Desierto de Chilca,
24 de febrero de 2001
“El encuentro físico se producirá a su tiempo, y será como cuando dos amigos se encuentran en un mismo camino, caminando”
OSSIM
Esta experiencia fue difundida abiertamente hace seis años. Incluso
publicada en uno de mis libros: “El Legado Cósmico”.
Pero para
aquellos buscadores que no llegaron a conocer este testimonio de
contacto, publicamos nuevamente el informe de tremenda vivencia al
lado de nuestros hermanos mayores de las estrellas; así, su mensaje
seguirá proyectándose, llegando a más mentes y corazones que vibran
en la luz. Todo se está cumpliendo.
Nota: este texto fue redactado originalmente en el 2001. Para esta
publicación en 'legadocosmico.com' el informe ha sido revisado por el
autor, quien ha añadido algunas anotaciones para hacer más
comprensible su lectura.
Parte 1
Cómo se fue dando todo
Había sido invitado a través de comunicaciones telepáticas para un
encuentro físico. El lugar del contacto sería el desierto de Chilca,
al sur de Lima. Y según los mensajes, el 31 de diciembre (corría el
año 2000) era la fecha señalada para la experiencia.
Aprovechando que el 25 de diciembre iría al pueblo de Chilca para
llevar unos juguetes que recolectamos en Lima para los niños más
necesitados, decidí marchar al desierto para prepararme para la
experiencia programada. Quería estar en su silencioso paisaje unos
días previos al contacto.
Así, en Chilca contraté una movilidad que me llevase hasta la Base
Militar, que en aquella época operaba cerca de la quebrada que los
Guías extraterrestres habían demarcado como zona de contacto. Unos
22 Km. en dirección a las montañas. Luego me internaría a pie, en
una caminata
de casi dos horas.
Nunca había estado tantos días solo en el desierto. Y tal como lo
preveía la experiencia fue extraordinaria.
En aquel silencio cósmico,
en noches abiertas y despejadas, que en diversas oportunidades me
permitieron contemplar el desplazamiento de las naves a gran altura
- como anticipando lo que vendría - describiendo Zig-Zags y cruzándose
otras veces, sentí no sólo la presencia de los visitantes de las
estrellas, sino de Dios mismo. Es una sensación inexplicable.
Aquel cielo nocturno era muy especial, creando el ambiente idóneo
para interiorizarme en la invitación que me hiciesen llegar para el
día 31. Pero no estaría solo.
El día 30 ya me encontraba acompañado
de mis buenos amigos de los grupos de contacto de Lima, quienes
estaban al tanto de la invitación y deseaban apoyar la experiencia:
Hans Baumann, Lida Martell, Magaly Fernández y Jhon Abanto.
Y fue en la noche del día 31, la “fecha del contacto” que había sido
auspiciada por claros avistamientos programados por las
comunicaciones, que hizo su aparición en un cielo cubierto de niebla
un objeto alargado, con forma de puro, emitiendo poderosos fogonazos
de luz plateada. La niebla se disipó en torno a él y vimos al
aparato sorprendidos, en todos sus detalles. Incluso Hans llegó a
observar un disco metálico cerca de la presunta nave nodriza. Era
impresionante.
Mi reloj marcaba la medianoche. La hora que los Guías habían
indicado en los mensajes para el contacto físico. Un contacto que,
de acuerdo a las comunicaciones, me permitiría subir físicamente al
interior de una de sus naves…
Mientras todos intercambiábamos opiniones en medio de la algarabía
que se armó ante semejante avistamiento, personalmente no atiné a
alejarme del grupo en dirección al cerro “Los Anillos de Saturno”
-llamado así por su apariencia-, en donde, según los mensajes
telepáticos, abordaría la nave.
Pero de pronto algo sucedió conmigo. Mi actitud frente al posible
contacto - una experiencia que me parecía tan maravillosa de vivir -
me invitó a reflexionar. Me sentí muy pequeño para afrontar
semejante vivencia. A pesar de la confianza y sabiduría de estos
seres, era consciente de que mi preparación personal no había sido
completada. Quizá por ello decidí estar en Chilca días previos a la
invitación, para meditar y analizar cómo me encontraba. En otras
palabras, si realmente estaba listo.
Pienso que no sólo debí orientar mi preparación a mantener un estado
sensible y sutil, premeditadamente logrado a través del ayuno y las
valiosas prácticas que desarrollamos en los grupos de contacto.
Había olvidado liberar mis esquemas mentales sobre el encuentro
cercano anunciado, un error importante teniendo en cuenta que ya en
diferentes ocasiones había enfrentado experiencias de contacto
físico, donde aprendí que el fluir con ellos y verlos como amigos
- porque realmente lo son - y no como “extraterrestres”, me permitiría
estrechar lazos con mayor conciencia y naturalidad.
A esto debo
añadir, como una reflexión personal, que al tratarse de una
experiencia diferente, donde no sólo los vería, sino que ¡abordaría
una de sus naves!, había creado en mí gran expectativa.
En verdad me resultaba increíble hallarme a puertas de tan
extraordinaria vivencia. El mensaje era claro: Tenía que aquietar mi
mente, y dejarme fluir como en otras ocasiones.
Como si ellos hubiesen detectado mis pensamientos - de hecho lo
hicieron -, comprendiendo que en esa ocasión no les acompañaría,
aquella gran nave se marchó lentamente. Retrocedió por donde vino,
ocultándose entre la niebla en un cuadro de película. Al día
siguiente, uno de los militares que estuvo de guardia en la Base
Chilca, sin que le comentáramos nada afirmó haber visto sorprendido
el mismo objeto sobre la quebrada.
Cuando tomamos el bus en la carretera panamericana que nos llevaría
a Lima, pensaba en la importancia y objetivo del contacto. Antes de
abandonar el desierto, los Guías nos dijeron en una nueva recepción
de comunicación - que se dio en simultáneo - que las condiciones para
afrontar la experiencia seguían óptimas en los siguientes tres meses.
Habría que prepararse.
Una nueva invitación y el objetivo del encuentro físico
Según los mensajes, esta experiencia me permitiría entrevistarme con
Joaquel, un importante miembro del Consejo de los 12 Menores, quien
habría abandonado su estancia en la Base Azul del Alto Paititi para
permanecer temporalmente en una base orbital de la Confederación,
ubicada detrás de la Luna, antes de su retorno a Morlen (Morlen es
el nombre que los extraterrestres dan a
Ganímedes, una de las
lunas
de Júpiter).
La invitación, más allá de afinar mi preparación personal, como
sería el hecho de conocer el interior de sus naves o sus bases en
nuestro Sistema Solar -con el objetivo de familiarizarme más con
ellos y el programa de contacto- procuraba acercarnos las claves
necesarias para comprender los momentos de nuestra experiencia de
contacto, los logros alcanzados, y todo aquello que aún podría estar
pendiente para la consecución de los objetivos. Por si esto fuera
poco, en esta experiencia, Joaquel - “Joaquín”, como le llamamos -
ofrecería informaciones esclarecedoras sobre su propia persona y
función dentro de la misión de contacto.
Ya en 1998 había tenido la oportunidad de conocerle en un contacto
en Marcahuasi de San Juan de Iris, donde se me habló de la
importancia de conectar enclaves de marcado significado para la
Misión, y que no habían sido visitados antes por los grupos. Entre
ellos la Sierra del Roncador en el Brasil - en agosto del 2000 los
grupos del Uruguay realizaron la primera expedición, luego volvimos
en agosto de 2004 - y el desierto de Gobi en la Mongolia, donde hace
miles de años se estableció por primera vez la denominada “Hermandad
Blanca”.
Ahora que reviso este informe que redacté hace seis años,
me resulta increíble que el viaje a Gobi ya se concretó exitosamente
el pasado mes de agosto de 2007.
A pesar que mantuvimos un prudente silencio para enfrentar con
responsabilidad esta invitación a un nuevo encuentro físico, me
llevé más de una sorpresa al comprobar que otros miembros de los
grupos habían recibido información precisa sobre ello.
Hallándome en
Uruguay, en una bella salida de trabajo en Punta de Yeguas,
Alejandro Szabo compartió conmigo una extraordinaria confirmación:
En las comunicaciones que él había recibido, el mismísimo “Joaquín”
afirmaba que abandonaría la Base Azul para volver a Morlen, y por si
esto fuera poco, en el mensaje el Maestro advertía que entraría
nuevamente en contacto directo conmigo:
“En Chilca o en
Marcahuasi,
las condiciones así lo permiten”.
En febrero me encontraba en los EE.UU. compartiendo con los grupos
de Miami y San José de California, difundiendo el mensaje de fondo
del contacto, en especial las profundas experiencias y enseñanzas
que ha significado el encuentro y enlace con la
Hermandad Blanca de
los Retiros Interiores.
Fue en Miami que los Guías a través de una comunicación recalcaron
la vigencia de la invitación y su importancia:
“El Plan se halla en su justo proceso. De ello hablará el amado
Maestro Joaquín. Chilca es un buen lugar. Está preparado. Fines de
febrero, inicios de marzo. En esta ocasión vendrás solo y estarás
con nosotros para comprobar una vez más los alcances de la Misión y
las labores pendientes que los involucran”.
(Alcir y Guías de RAHMA Misión, 3 de febrero del 2001).
La fecha definitiva del contacto la recibiría en un trabajo de
irradiación al pie del Monte Shasta. En la práctica, donde todo el
grupo se sintió acompañado por proyecciones de la Hermandad Blanca,
como si estuviesen abrazándonos y compartiendo su amor, tuve una
fuerte visión donde se me mostraba la fecha del encuentro:
“24 de
febrero”.
Inmediatamente después, me vería caminando en el desierto
de Chilca, solo, en dirección a la cordillera. Cuando observé, y
sentí con fuerza estas imágenes, mis pensamientos me asaltaron:
“Entonces iré solo. Pero me gustaría que un grupo de apoyo se
encontrase en el desierto para apoyar la experiencia”.
Al volver a Lima, la confirmación no tardaría en aparecer.
El grupo de contacto de Miraflores - con quienes me une una gran
amistad - para mi sorpresa, había programado una salida al desierto
de Chilca para el sábado 24 de febrero. Lo más inquietante es que
recibieron una comunicación de Alcir - el ser intraterrestre de
Paititi - quien les afirmaba que irían al desierto para apoyarme con
sus trabajos, ya que se daría un encuentro físico programado. ¡Realmente
increíble!
Cuando Hans Baumann me comunicó todo esto, sin mayor duda y con una
seguridad aplastante, decidí realizar finalmente la salida.
Era una nueva oportunidad para concretar la experiencia. Y esta vez
ya me sentía listo.
Desierto de Chilca
24 de febrero de 2001
12:00 H.
Eran las 12:00 del mediodía cuando mis pasos se adentraban por la
quebrada de Santo Domingo de los Olleros. Había dejado a mis
espaldas el cerro “IV Convención” - hoy rebautizado como “33” -
internándome según mi intuición e indicaciones de los Guías en
dirección este, es decir, hacia la cordillera.
El Sol era abrumador. Un cielo azul con pocas nubes se mostraba como
único acompañante de mi caminata.
Cuando dejé atrás el cerro “Los Anillos de Saturno”, una extraña
sensación se apoderó de mí. Era como si alguien me estuviese
abrazando, transmitiéndome amor y confianza. Entonces un agradable
olor a flores impregnó el lugar donde me hallaba, emocionándome sin
poder explicarme qué estaba sucediendo. Respiré una magia singular
allí, y cual sería mi impresión al comprobar que este paraje lo
había observado en sueños poco antes de la salida. ¿Me habían
mostrado el lugar para que lo reconociera? Sea como sea, el mismo
coincidía con el punto de contacto de la salida anterior (31 de
diciembre del 2000), además que mi propia intuición me decía sin
titubear que aquel era el lugar.
Me despojé de la mochila y tendí en el suelo la bolsa de dormir.
Sólo llevaba la bolsa, un abrigo, agua, una pequeña linterna y un
cuaderno de apuntes.
Pasé el tiempo explorando al detalle la zona
- no se suele acampar
allí - y luego realizando las prácticas de relajación y meditación.
Durante el trabajo, procuré crear las condiciones para contactar con
los Guías y consultarles sobre la invitación.
El mensaje no tardó en
llegar:
Sí, escribe: Nos hallamos cerca. Estate atento a las 9:00
pm.
Nada debe inquietarte. Vemos que ya te encuentras listo para
afrontar la experiencia. Ahora podrás venir con nosotros.
Recuerda que la verdadera preparación no halla su único cimiento en
los ejercicios y prácticas de meditación, sino en el auténtico
compromiso y entendimiento de la Misión, así como una correcta
actitud en armonía con el espíritu de ella.
Tu amor y honesta entrega te han traído aquí, al margen de tus dudas,
que bien sabemos obedecen al esfuerzo que emprendes por ser objetivo
y equilibrado frente al proceso. Pero será hoy y así ha sido
dispuesto.
Estás listo Nordac, para que una vez más des un paso importante en
representación de muchos.
Amor y Luz,
ANTAREL
(24 feb. 6:15 pm.)
El mensaje llegó con una claridad especial. Como si estuviesen muy
cerca.
Hans Baumann y Ricardo González, antes de descender a la
Cueva de
los Tayos (Ecuador, 2002). |
Luego de reflexionar en el contenido del mensaje, abandoné la zona
del campamento en dirección al cerro “Los Anillos de Saturno”, como
volviendo por el camino. Así, ascendí el cerro y bajé a la explanada
que se extiende tras él. Entonces observé a una persona acercarse.
Después de la primera sorpresa, identifiqué a Hans Baumann, mi gran
amigo y compañero de tantas experiencias.
Sabía que él y los
muchachos acamparían en otro sector del desierto para apoyar la
experiencia, sin embargo me llamó mucho la atención hallarle de
pronto en medio de la nada.
-Sabía que te iba a encontrar -se expresaba contento en la medida
que nos dábamos un abrazo.
-¿Qué haces aquí? ¿No estabas con el grupo? ¿Qué te animó a venir
donde yo me encontraba? -repuse.
-Tenía muchas ganas de verte antes de la experiencia -contestó.-
Siento que se dará esta vez.
El grupo se encuentra en “La Terracita” - añadió - acampando y
pendiente de la invitación que te han hecho los Guías. Antarel mismo
me ha dicho que de todas maneras te suben...
-¿Cómo es eso? -Pregunté intrigado
-Lo que me impulsó finalmente a buscarte, fue un mensaje mental que
recibí de Antarel. Me dijo que abordarías la nave. Incluso me dio
una hora. Te la digo por sí acaso: Las 9:00 pm. Sentía que debía
decírtelo.
-Hans, ¡es la confirmación de un mensaje que he recibido hace unos
momentos! -Le decía con evidente emoción-. Tienes que marcharte
amigo. Debo estar solo.
-Lo sé -contestó risueñamente-. Cuando veas a los Guías dales un
abrazo de mi parte. (Risas).
Volví a la zona del campamento con mucha alegría. Estaba
anocheciendo y en el cielo ya se mostraban las primeras estrellas.
Llegué sin dificultad y me senté en la bolsa de dormir. No tenía
duda alguna que el contacto se daría aquella noche. El encuentro con
Hans me dio mayor seguridad, como si los mismos Guías hubiesen
querido darme una confirmación adicional para que me encontrase
seguro y en confianza. Pero aún así, quise cerciorarme de la
presencia de ellos.
Por alguna razón que no logró comprender, me inquietaba
poderosamente un cerro frente a mi ubicación. Lo observaba con
insistencia, como intuyendo que tras él hubiese “algo” escondido.
Sin pensarlo mucho, de pie y de cara al cerro, empecé a gritar como
un chiquillo:
¡Sé que están aquí! ¡Pueden venir cuando quieran! ¡Finalmente he
comprendido! ¡Pueden venir porque esta vez asumiré la invitación a
mayor conciencia! ¡Me escuchan!
Y para mi sorpresa...
Detrás del cerro, se mostraron intensos fogonazos de luz plateada,
disparándose de abajo hacia arriba. Tan fuerte fueron los
resplandores, que incluso Hans y el grupo que acampaban al otro lado
del desierto también los vieron.
Con esta palpable manifestación, me imaginaba salir una nave del
cerro al mejor estilo de la película “Encuentros Cercanos del Tercer
Tipo”. Pero después de los fogonazos, el desierto nuevamente se
encontraba en su aspecto normal.
No tuve mucho tiempo para analizar la situación cuando un objeto
luminoso pasó a gran altura sobre la quebrada. Como su trayectoria
era uniforme, y se mostraba al parecer muy lejos, estimé la
posibilidad de un satélite. Pero inmediatamente aparece un segundo
objeto, similar al anterior, como si lo estuviese siguiendo.
Pedí entonces mentalmente a
los Guías que de tratarse de ellos
hicieran una señal para advertirme. Inmediatamente el segundo objeto
encendió con fuerza una luz dorada, pulsante, que luego se fue
concentrando en la medida que se marchaba. Curiosamente, ambos se
perdieron tras el cerro que me llamaba tanto la atención.
Al interior de la nave
Recostado en la bolsa consulté mi reloj: Las 9:00
pm. Esperé unos
minutos, escudriñando el cielo, como buscando alguna señal. Pero no
observé nada. Los minutos transcurrían y he de confesar que me puse
nervioso. ¿Y si la experiencia, por alguna razón se postergaba
nuevamente? De sólo imaginarlo no podía evitar pensar en la
importancia de esta vivencia para todos nosotros.
Entonces sentí
como si los Guías me estuviesen abrazando, y una voz en mi mente
diciéndome:
“No te preocupes. Estaremos contigo en unos momentos”
Desconcertado por este mensaje, que reconozco catalogué en un inicio
de “mentalismo consolador”, me senté en la bolsa de dormir mientras
concentraba mi vista en las siluetas de los cerros.
Pero no tuve que esperar mucho.
Una luz, como nunca he visto, me “golpeó”, haciéndome brincar sobre
la bolsa para ver de qué se trataba. Fue un fulgor blanco-plateado,
pero no de arriba hacia abajo, sino como si alguien desde tierra me
hubiese alumbrado con un potente reflector. La luz era extraña.
Sentí que me tocó, como si fuese plasma o gelatina. Consulte
nuevamente mi reloj. Eran las 9:22 pm.
Inmediatamente, caminando en mi dirección, una silueta de un ser muy
alto se acercaba. De pie ante el personaje que de pronto irrumpía en
la tranquila noche del desierto, pude observar que se trataba del
Guía Antarel, vestido con un traje metálico, plateado, pegado al
cuerpo. Llevaba un cinto y grandes botas que le llegaban casi a las
rodillas. Su rostro tan expresivo, lleno de paz, y su cabello cano
hasta los hombros me eran familiares. Ya lo conocía. Pero esta vez
fue diferente. Me encontraba mucho más tranquilo, menos nervioso que
en otras experiencias.
Antarel, con su característica mirada mágica, como si el Universo
entero estuviese fluyendo a través de él, sonrió, y me dijo sin
esperar mayor protocolo:
“Ya nos vamos...”
Como otras veces, escuché su voz sin que él moviese sus labios.
Había enlazado su mente con la mía.
Lo seguí caminando prácticamente a su lado. Me hallaba muy
sorprendido al ver mi reacción tan natural ante su cercanía. ¡Quién
lo hubiera creído! Miré con detalle sus botas, esperando que dejase
alguna huella para mostrarla a los muchachos del grupo en alguna
ocasión. Pero me percaté que aquel gigante extraterrestre no pisaba
el desierto, sino que flotaba a escasos milímetros. ¡No hacía
contacto con el suelo!
Ascendiendo una pequeña colina nos hallamos en una explanada. El
cielo que hasta hacía unos momentos se mostraba abierto y estrellado,
se hallaba ahora cubierto por un extraño colchón de nubes.
Como si
una gigantesca linterna hubiese sido colocada por encima de este “colchón”,
una tenue luz amarillenta caía al suelo formando un círculo luminoso
de unos diez metros de diámetro.
Psicografía de un Guía extraterrestre
Al lado izquierdo de este círculo que se hallaba frente a mí, se
encontraba una persona de pie. Por la silueta advertí que se trataba
de una mujer, de un 1.70 m. de estatura. Me acerqué un poco, viendo
que llevaba un traje similar al de Antarel, pero más oscuro, y
también ceñido al cuerpo.
Su rostro era triangular, dejando entrever
una piel bronceada, como si hubiese estado expuesta al Sol.
El
cabello rubio, muy claro y lacio, caía por detrás de los hombros.
Aquella mujer, de unos 40 años de apariencia, mostró una dulce
sonrisa, como dándome la bienvenida. Sabía quién era. Como si la
conociese de siempre.
Reconocer a Anitac fue para mí uno de los momentos más intensos del
contacto. En aquellos ojos claros, que luego pude comprobar eran de
un color verde agua marina, fluía un amor profundo y conmovedor.
Noté entonces que llevaba un objeto en la mano derecha. Parecía una
caja negra de plástico. Inmediatamente, Antarel se dirigió a mí,
pidiéndome que ingresara al interior del círculo.
Al hacerlo, observé que en el centro del mismo había un círculo más
pequeño, de unos dos metros, pero muy brillante, tanto, que me
recordaba la luz que despiden las linternas halógenas. Aquella luz
pulsaba. Era muy fuerte. Tuve cierto temor de pararme allí, más la
sonrisa y tranquilidad que supo transmitirme ANTAREL, terminaron por
darme el último impulso para dar el paso.
Ni bien ingresé, sentí que una fuerza me aplastaba, e inmediatamente,
como si me cogiesen de las pantorrillas, la misma fuerza me arrancó
a una velocidad increíble del suelo. Luego una intensa luz blanca
que me obligó a cerrar los ojos. Todo fue en un instante. Y de
pronto, me hallaba de pie en una especie de habitación, blanca,
despidiendo luz por todas partes sin generar sombras.
Mi corazón empezó a latir a mil. Pensé que me iba a desmayar. No
podía con tanto.
Empecé a acostumbrarme a la luz, observando que estaba en una
especie de sala circular, con una puerta ovalada frente a mí, unos
centímetros por encima del nivel del piso, que también era blanco,
muy limpio, como las habitaciones de un hospital. El techo no lo
recuerdo.
Bajé la vista, observando mis zapatillas beige sobre un círculo
luminoso, con una estructura similar al de un panal de avispas,
pulsando una débil luz celeste. Me moví de allí en dirección a la
puerta. Pero no pude avanzar más. Estaba temblando. Entonces me
tocaba el cuerpo, los brazos, mientras me decía:
“Vamos Richard,
esto no puede ser verdad. No puedes estar aquí...”
Pero un hecho especial me sacó de mis cavilaciones. Una mano se
apoyó en mi hombro derecho. Volteé de inmediato, observando que se
trataba de Anitac. Sus dedos eran muy similares a los nuestros,
salvo por la ausencia de uñas y la uniformidad de una piel sin
manchas o marcas.
Su rostro de paz me tranquilizó, mientras me
hablaba, llamándome por mi nombre cósmico que ella misma me dio
mentalmente en 1994:
“Realmente estás aquí Nordac, realmente estás
aquí...”
Entonces apareció Antarel, muy sonriente, y mirándome fijamente a
los ojos me dice:
“Bienvenido a ORUM III. Acompáñanos que iremos a
la sala de navegación”.
Le pregunté entonces, ingenuamente, si tenía que desnudarme
-un
hecho frecuente en otras experiencias de viajes al interior de una
nave extraterrestres, con el objeto de “limpiar” al contactado de las
toxinas de la Tierra y proveerle de un traje adecuado para la
navegación. Recordemos por ejemplo el caso de Castillo Rincón, y el
de Sixto Paz, cuando en 1987 acompaña a los Guías a Morlen.
Antarel,
observándome con gracia, sencillamente me respondió:
“No es
necesario en esta oportunidad”.
He hizo una seña para que lo
siguiese por aquella puerta oval. Luego me explicarían que ellos ya
habían alineado mi cuerpo a poderosas energías cósmicas desde el
instante en que me hallaba en el desierto.
La puerta oval daba a un pasillo. Ingresó primero Antarel, lo seguí
y detrás de mí se colocó Anitac. Por donde pasábamos, se encendía
más la luz blanca que parecía salir de todas partes. Era increíble.
Entonces no resistí la tentación de tocar las paredes del pasillo.
Rocé con mis dedos la pared, percibiéndola como si fuese de un
plástico compacto o fibra de vidrio. El pasillo tendría no más de 12
metros de longitud, y era curvo, siempre girando hacia la izquierda.
Entramos a un salón más grande, y también circular. Pero sus paredes
parecían metálicas. Daba la impresión de ser una mezcla de plástico
y aluminio. En realidad no sé cómo describir todo esto que era tan
nuevo y diferente a lo que conocía. El techo, si se le puede llamar
así, me recordaba la cúpula de una iglesia, con muchas luces y
cristales de las más diversas apariencias y colores.
En el centro de
este salón había una estructura semejante a un hongo, con una
especie de casco de cristal, donde se mostraban unas varillas como
de vidrio, empotradas verticalmente. Me llamaron la atención unas de
estas varillas que se hallaban en un extremo del hongo.
Entonces
Antares interviene diciéndome:
“Es Silicio procesado, lo extraemos
de la Tierra”.
Frente a mí se encontraban sentados, dándome la espalda, cuatro
seres calvos y delgados. Parecían estar controlando la nave. Unos de
ellos, el más alto, se incorporó del asiento blanco que estaba
frente a lo que estimo es un panel de controles, sin palancas ni
botones, sino sólo luces y esferas como de cristal de roca hundidas
hasta la mitad en un tablero que sobresalía a manera de un pequeño “escritorio”.
Aquel ser, de casi dos metros de altura, delgado, con los ojos
-que
parecían marrones claros- hundidos en el rostro, se me mostraba
familiar. Su piel era de un cobre casi plomizo. Y sus brazos un poco
más largos que los nuestros. Vestía también con un traje pegado al
cuerpo, de una sola pieza. Su color era un celeste plateado, pero no
de aspecto metálico, sino más bien “sintético”.
De inmediato supe
que era Mardorx.
Era tan especial verle sonreír, teniendo en cuenta que prácticamente
no tiene labios, sino una pequeña hendidura como boca. Sus ojos eran
pequeñitos, pero transmitían tanto amor y conocimiento que cualquier
hombre se vería conmovido.
Me llamaron la atención sus dedos, largos y de yemas abundantes. No
pude evitar desear tocárselos. Pero no sabía cómo pedírselo.
Entonces, como si hubiese escuchado mis pensamientos - lo suelen
hacer - estiró su mano derecha para que lo tocase.
Volteé de
inmediato para ver el rostro de Antarel, quien se hallaba a mis
espaldas, como buscando una aprobación del Guía. El gigante
extraterrestre asintió la cabeza sin perder la sonrisa.
Entonces me di valor y acerqué mi mano derecha, hasta tocar la palma
y dedos de Mardorx. Aún me parece tan increíble esta vivencia.
Recuerdo con claridad su textura, como la de un malvavisco, con un
calorcito especial, una sensación de estar intensamente vivo.
Acerqué mi mano izquierda también, tomando la mano de aquel
maravilloso ser con firmeza. El corazón se me detenía en aquel
instante. Quería llorar de tanta alegría. ¡Estaba realmente allí!
Luego de ello, Mardorx me informa que los acompañaré a CELEA, una
base orbital que posee la “Confederación” detrás de la Luna, y que
en ella me aguarda Joaquel para entregarme un importante mensaje.
Asentí con la cabeza y Mardorx volvió a ocupar su asiento.
Inmediatamente, Anitac se despidió y se alejó por otra puerta oval,
dejándome a solas con Antarel en la sala de navegación. Los otros
seres que eran parecidos a Mardorx, se hallaban muy concentrados en
sus paneles de control. Apenas giraron el rostro como saludándome,
volviendo a sus tableros.
Decidí aprovechar este momento para hacer una serie de consultas al
Guía extraterrestre, quien se mostraba abierto y dispuesto a
orientarme.
-Antarel -le dije- ¿Cuál es la explicación a una serie de visiones
que me asaltaron antes del contacto, y que veo se han cumplido al
detalle al precisar instantes de esta experiencia? ¿Fue mi
premonición de todo esto? ¿O fueron ustedes?
-Sabes que la mente les puede advertir mediante visiones futuros
acontecimientos de importancia -respondió con calma- pero las
imágenes que observaste mostrando momentos de lo que sería nuestro
encuentro, las insertamos en tu mente.
-¿Con qué objeto?
-Para que cuando ocurriese el encuentro, tu subconsciente
reconociese las escenas y así puedas sobrellevar mejor la
experiencia.
-Entiendo... Y dime, ¿por qué siempre me llaman por mi nombre
cósmico? ¿Por qué no me llaman de otra manera?
-Cuando nos dirigimos a ustedes -respondió- procuramos hablar a la
esencia que son en realidad, a la vibración espiritual que los
empuja a realizar grandes cosas. Cuando les hablamos nos dirigimos a
vuestro real ser, por ello les llamamos por el nombre cósmico, para
precisar a quién destinamos nuestro mensaje.
-Es verdad... Sentía que era así... Y dime -emocionado al estar allí
con él, seguía preguntando- ¿por qué te has ausentado por momentos
en las comunicaciones que recibía?
-Tenemos diversas labores y funciones -me explicaba sin dejar de
mirarme-, pero muchas veces con ello procuramos evitar un lazo de
dependencia. Rotamos las conexiones mentales con ustedes para que no
se identifiquen de manera especial con algún Guía, sino con el
mensaje que les transmitimos.
-Antarel, qué me puedes decir de Apu, el planeta del cual provienes.
¿Se involucraron alguna vez en la Tierra?
-Apu es un planeta subterráneo -me hablaba en tono reflexivo-. Todo
nuestro movimiento se concentra bajo la corteza montañosa del
planeta. Pero debes saber que nuestra raza no es originaria de aquel
lugar. Somos navegantes espaciales, viajeros…
Hace mucho tiempo -proseguía- colonias nuestras se establecieron en
Maldek. En tiempos más recientes, mantuvimos cierto contacto con
antiguas culturas Sudamericanas, a quienes les enseñamos nuestros
antiguos códigos de almacenamiento de información.
-¿Te refieres al quechua y el aymará? -Pregunté de manera
atropellada, procurando confirmar un hecho que ya veníamos
rastreando.
-Lo hicimos para acelerar la comprensión del Universo que rodea a
los seres humanos. Cuando descifren el significado profundo de estos
códigos de expresión, tendrán una herramienta importante para
comprender vuestro pasado.
Antarel estaba en lo cierto. Curiosamente
Apu es una palabra quechua
que se emplea para designar al espíritu protector de las Montañas.
Teniendo en cuenta que Apu es un planeta montañoso, es muy sugerente
pensar en un vínculo entre los antiguos idiomas indígenas de
Sudamérica con la civilización extraterrestre de
Alfa Centauro.
-Empiezo a entender muchas cosas -repuse.
-Una vez que te encuentres en Celea, sabrás más de nosotros -afirmó
con cierto aire a misterio.
-Antarel, háblame de Celea...
Parte 2
Instalaciones extraterrestres en la Luna
—Celea opera desde hace más de
10.000 años —contestó despacio y calmado el gigante
extraterrestre—. Fue construida para
cumplir
dos funciones: Equilibrar la órbita lunar, y observar desde
cerca la Tierra. Celea fue concebida para ser un punto de
observación estratégico, y proteger al planeta frente a
posibles intervenciones de civilizaciones extraterrestres
negativas.
—¿Y la Luna? Tengo entendido que poseen instalaciones allí.
—La Luna fue readaptada por nosotros.
La Confederación la halló
prácticamente muerta, envejecida. Fue restituida,
transformándola en una verdadera base satélite. Nuestras
instalaciones aún funcionan allí, concentradas especialmente
en amplias galerías subterráneas.
—¿Entonces es cierta aquella afirmación de que los
soviéticos llegaron primero a la Luna, antes que la misión
Apolo XI de los norteamericanos?
—Así fue.
—¿Cuándo ocurrió ello?
—En marzo de 1969
—Inaudito...
—Que ello no les sorprenda —respondió Antarel— ya en tiempos
de la Segunda Guerra Mundial la Alemania Nazi intentó
alcanzar la Luna, estando muy cerca de lograrlo...
—Esto es difícil de digerir. ¿Por qué esta obsesión con la
Luna?
—Por lo que tenemos en ella. Tecnología que se podría
emplear para fines bélicos…
—Se habla incluso que los propios norteamericanos nunca
habrían estado en la Luna, y que todo fue un montaje
orquestado por la NASA —añadí—.
—Sí
estuvieron, pero no dijeron la verdad al mundo
—aseveró—. Por ello se vieron obligados a fabricar imágenes
de un descenso del módulo en la Luna ya que las fotografías
originales los comprometían demasiado.
—Aquel encubrimiento de información —analizaba como
queriendo atajar una idea—, manipulación mundial, y tanto
que hemos venido conociendo... ¿Quién realmente está detrás
de todo ello? Se habla incluso de una suerte de gobierno
oculto que conspira a niveles impensables. Algunos creen que
se trata de una conspiración judía.
—No es así. La verdadera conspiración es orquestada por
fuerzas negativas atrapadas en este planeta, que han
sabido infiltrarse e influenciar en grandes líderes del
mundo, y también a tenebrosas organizaciones tras ellos para
precipitar el caos y el desorden. Más como saben,
vuestro trabajo está logrando inclinar
la balanza hacia la luz. Hay muchos secretos,
pero ninguno de ellos ajeno a la fuerza transformadora del
amor.
Antarel se refería a la conspiración
de
los Illuminati, una secreta
organización que procura hundir a la humanidad en el caos y la
ignorancia. De acuerdo a los extraterrestres, su existencia no
es un mito, y no necesariamente se halla relacionada a algún
país específico o religión.
Se trata más bien de una conjura
de origen cósmico contra la Tierra, un plan tenebroso que ha
sabido mezclarse, cual poderoso virus, al interior de las más
importantes organizaciones militares, medios de comunicación, y
en más de un sillón presidencial para controlar a las masas.
Parte de esta conspiración procura ocultar al hombre la
existencia de avanzadas civilizaciones extraterrestres.
Por ello el sistemático ocultamiento
y ridiculización de evidencias ovni.
—¿Los gobiernos saben de las
bases que tienen en nuestro Sistema Solar? —pregunté.
—Sí, pero no en las dimensiones que teorizan.
—¿Cuántas bases tienen en el espacio, en nuestro Sistema?
—Poseemos 17 bases orbitales, sin tener en cuenta las bases
de adaptación.
—¿Bases de adaptación? —Repuse intrigado—
—Satélites artificiales, como lo hemos hecho con Fobos en
Marte...
Nota:
en marzo de 1989, una sonda soviética (Fobos II) fotografió
un enorme objeto cilíndrico de más de 27
Km. de longitud sobre la luna Fobos, durante sus
vuelos sobre el planeta rojo.
Escuchar todo esto de Antares resultaba impresionante. Era
palpar las reales dimensiones de un despliegue extraterrestre
por asistir y ayudar un proceso de evolución que compromete de
manera especial a nuestro planeta.
Y me parecía tan insólito estar a bordo de una nave
extraterrestre...
No sentía movimiento alguno. Y el ambiente era como una sala
provista de un sutil aire acondicionado.
—Antarel, ¿es posible que vea
cómo es la nave por fuera?
Mardorx volteó y me hizo una seña
con su mano derecha para que me acerque.
—Observa —me dijo—
Y sobre el tablero de luces que
manipulaba, se mostró una pantalla que parecía rectangular,
hecha, al parecer, de “luz” y “gas”. La claridad era
impresionante. En ella vi un objeto con forma de disco,
plateado, y ligeramente aplastado en la parte posterior, como
una lampa o pala de excavación.
Contrastaba con un vacío oscuro y
decenas de líneas blancas, luminosas y delgadas, que parecían ir
en dirección opuesta a la trayectoria del aparato.
Era la nave en la que íbamos…
—¿Cómo pueden ver la nave desde
fuera? —Consulté—
—Nuestros vehículos no se mueven solos —contestó Mardorx—,
siempre son acompañados por nuestras sondas de observación (Caneplas).
En este momento nos acompañan tres. Estás viendo la imagen
que transmite la sonda oeste. Sobre nosotros tenemos otra
observando...
Entonces introdujo su mano en una
luz que asemejaba una pompa de jabón azul, y la imagen en la
pantalla cambió, mostrando ahora la nave desde arriba.
Luego hizo lo mismo y mostró la nave
desde abajo...
—Está es la imagen que transmite
la tercera sonda. Viaja debajo de nosotros —Mardorx parecía
divertirse con la explicación y mi rostro de sorpresa—
—La gente no me va a creer esto, todo lo que estoy
viviendo...
—No te preocupes por ello —intervino Antarel—. Tu estancia
ahora con nosotros, y lo que te transmitirá Joaquel, llegará
a quienes ha sido dispuesto. Relájate que ya estamos por
culminar el desplazamiento.
Y
en la pantalla, ahora veía parte de la Luna, como si la
estuviésemos sobrevolando a baja altura. Vi de cerca los grandes
cráteres lunares y en algunos de ellos luces, como si hubiese
construcciones.
Estábamos en el denominado “lado
oculto de la Luna”.
Pero la tripulación de la nave me
aclaró que lo que estaba viendo era en realidad
gigantescos cristales erguidos como
columnas, hechos de un cristal similar al cuarzo,
pero de propiedades poderosas. Habían sido colocados allí hacía
mucho tiempo.
Tras la Luna un objeto flotaba en medio de la oscuridad. Era
como su pequeño “satélite”. Emitía un brillo plateado. Lucía
como una pelota de golf.
Nos dirigíamos hacia allí.
—Aquello es Celea —me
dijo Antarel— en unos instantes estaremos dentro.
Celea - Base Orbital
No sentí movimiento alguno cuando la nave penetró en la Base
Orbital. Todo fue muy tranquilo. Sólo supe que la nave se había
estacionado cuando Antarel me lo indicó.
Luego ingresamos a través de la otra puerta oval. En ese
instante me despedí de Mardorx. Al igual que Anitac, no le
volvería a ver en el resto de la experiencia.
El pasillo conectó con otro más amplio, pero esta vez recto, y
en la medida que avanzábamos, éste se tornaba cada vez más
grande, hasta el punto de simular aquellos grandes corredores
que se utilizan en los aeropuertos.
—Ya estamos dentro de Celea
—intervino Antarel—.
—Pero... ¿En qué momento entramos? ¿En qué momento salimos
de la nave?
Antarel sólo sonreía.
Todo era muy calmo. Apenas sentía una pequeña vibración, un
sonido muy tenue, como un zumbido, que parecía envolver todo el
lugar. Respiraba perfectamente. Era como estar en un edificio
con un sutil “aire acondicionado”.
Me encontraba caminando con el gigante extraterrestre a través
de un corredor de grandes proporciones. Estimo unos 10 metros de
ancho, y posiblemente unos 15 de alto. Todo el corredor, piso y
paredes, eran blancos como los de la nave que nos condujo a la
base orbital. En algunos sectores se mostraban unas planchas
plateadas, como placas en una pared; allí pude observar figuras,
como ideogramas. Sentía que no eran decorativos, sino que
cumplían algún tipo de función. El techo tenía estructuras
similares al cristal de roca. Eran enormes y de muchos colores.
Luego, a ambos lados del corredor que transitábamos, advertí
unas grandes vitrinas o “ventanales”. Entonces observé
claramente un bello jardín, con flores bellísimas, de las más
variadas formas y colores. Tan vivos, tan reales, que de sólo
ver esto, sentí que estaba contemplando uno de los espectáculos
más hermosos de mi vida. Nunca mis ojos habían visto algo tan
especial…
Pensaba entonces en los mundos, en las regiones más bellas del
Universo, de donde podrían haber traído estas flores y
vegetación tan diversa para elaborar una especie de invernadero.
—Todo lo que ves Nordac... —me
interrumpió suavemente el Guía, llamándome por mi nombre
cósmico— lo hemos tomado de la Tierra...
Mi corazón dio un vuelco... ¡Todo
era de la Tierra! Comprendí entonces, como nunca antes, toda la
belleza que posee nuestro planeta, y de la cual no somos
concientes y respetuosos.
En eso, en dirección opuesta a la nuestra, vienen caminando tres
seres vestidos con trajes grises pegados al cuerpo. Calvos y
delgados, de 1.60m de estatura aproximadamente. Pasan al lado
nuestro asintiendo la cabeza como saludando. Luego siguieron
como si nada.
No les llamó la atención mi
presencia allí.
—Son científicos —se apresuró en
explicarme Antarel— Están de paso. Vienen de “Epsilon”.
Nuevamente Antarel leía mis
pensamientos e inquietudes. Poco a poco me habitué a ello, al
punto de interactuar con rapidez en las conversaciones. Daba
igual hablarles en voz alta o pensarlo. Inmediatamente
respondían…
Tuve sensaciones muy fuertes en esta experiencia. Debo confesar
que llegué a sentirme parte de ellos. No los veía ajenos a mí.
Incluso, por alguna razón que no comprendo, conocía las
instalaciones de esta base. “Sabía” dónde estaban ubicados los
pasillos, las puertas que debíamos cruzar, todo. Hasta el punto
de percibir qué ocurría en otros sectores de la estación
orbital. Al principio me sorprendí en extremo, hasta que llegué
a acostumbrarme.
De esta forma supe que Antarel me llevaba por un sector de Celea
donde no existe mayor “tráfico”, por decirlo de algún modo.
Interpreté que había sectores de la estación que no podían ser
visitados sin una previa preparación.
Al margen de ello, en todo momento me sentí acompañado por un
amigo de siempre que me conocía a la perfección.
—Debo mostrarte algo —intervino
el Guía mirándome a los ojos—. Sígueme.
Giramos a la izquierda luego de
avanzar un largo trecho. Antarel caminaba como en “cámara
lenta”, quizá para recortar sus pasos debido a la importante
diferencia de estatura con un humano normal.
Me llevó a un sector de la estación que albergaba varios
cilindros y cajas octagonales de un color naranja, apiladas a un
lado del área que visitábamos. Había otros objetos allí, pero no
los recuerdo bien. A nuestra derecha, se ubicaba una gran puerta
trapezoidal, que inmediatamente me recordó los ventanales de
piedra en Machu Picchu y otros yacimientos arqueológicos que se
atribuyen a los incas.
Estimo que la puerta medía unos cuatro metros de alto por unos
tres de ancho. Su color era rojo, y tenía un símbolo semejante a
una “W”, de color negro y hundido en la estructura que parecía
metálica.
Antarel se dirigió a ella sin mayor
detenimiento.
Yo seguía a mi gigante compañero cuando vi cómo la puerta se
“desarmó” ante nosotros, obligándome en acto reflejo a
retroceder. En verdad la puerta se había abierto con la sola
aproximación del Guía —como si ésta estuviese “viva” y lo
hubiese reconocido—; aquella estructura se dividió, por decirlo
de alguna forma, en unas cinco secciones que se ocultaron en los
extremos.
Luego que me repuse de esta
situación sorpresiva, seguí al Guía a través de una especie de
rampa con unos “pasamanos” —les llamó así, pero dudo de que
cumplan esa función—, que nos conducía a un segundo nivel.
Allí nos encontramos ante una gran
vitrina o cristal.
—Observa —me dijo señalando con
su dedo índice el ventanal—.
Y he aquí que vi algo realmente
increíble...
—¡Son humanos! —Exclamé— ¿Qué
hacen aquí?
En una gran sala, decenas de
personas de todas las razas y edades, vestidas con unos buzos
blancos, caminaban despacio, en paz, como en estado de
meditación. En sus rostros se veía una felicidad profunda. De
pronto se cruzaban, y se tocaban suavemente las manos, un roce,
muy sutil.
Todos hacían lo mismo…
—Fueron rescatados de tu
planeta, de guerras, accidentes, desastres naturales y más,
bajo su consentimiento, para ser preparados y ser
nuevamente insertados en la sociedad bajo una nueva
perspectiva —explicaba el Guía—.
—¿Qué hacen? ¿Por qué caminan y se tocan así?
—Están sintiéndose, reconociéndose... Es lo primero que les
enseñamos cuando están con nosotros antes de entregarles
cualquier tipo de información.
Antarel hizo una pausa y añadió:
—El ser humano olvida con
facilidad su capacidad de conectarse con su propia especie,
de sentir aquella conexión que los agrupa, y aún más el
enlace consigo mismo. Los adiestramos en recuperar aquella
sensibilidad, que pierden fácilmente en el modo de vida que
han construido en la Tierra.
El gigante extraterrestre miraba con
atención a través del “ventanal”.
—Entonces no todos eran
llevados
a Ganímedes —le dije.
—Y muchos no han tenido que abandonar la Tierra —contestó—.
Se encuentran también en nuestras bases submarinas y
subterráneas.
—¿Cómo y cuándo volverán? ¿Volverán todos? —Repuse
intrigado—.
—Ya están volviendo. Y como también sabes, en silencio, con
el objeto de precipitar un cambio desde dentro que no
despierte sospechas, y ayudar al mundo en su proceso de
transformación. Otros volverán en nuevos nacimientos. Pronto
sabrás más de ello...
El Guía giró y me pidió que lo
acompañase. Entonces caminamos hasta detenernos en un arco que
marcaba la entrada a un gran salón.
—Te espero aquí —me dijo— Allí
dentro te espera Joaquel. Abre tu corazón para comprender, y
presta atención a todo lo que se te va a revelar...
Joaquel y los Discos Solares
Dejé a Antarel y cruce hacia un salón muy grande, de estructura
semicircular. Parecía un pequeño coliseo en forma de herradura.
El ambiente se hallaba parcialmente iluminado. Era una luz
verdosa. El techo, una suerte de bóveda con luces hexagonales de
colores. El piso parecía “alfombrado”, suave, de un color
similar entre el rojo y el terra cotta. Tengo la impresión que
los colores que observaba eran en cierta medida diferentes a los
que recuerdo haber visto en la Tierra. Los percibía más “vivos”.
Quedé de pie casi en el centro de este salón. Y allí, en una
especie de estrado —muy similar a una pirámide de cima trunca—,
pegado en la zona central de la pared circular, se hallaba
Joaquel, y a su lado derecho Xendor, a quien reconocí de
inmediato.
Joaquel estaba vestido con una suerte de túnica dorada y un
casco medianamente alargado sobre la cabeza. Me recordó la
apariencia de Alcir en los contactos físicos en Paititi. Joaquel
es un ser de rasgos orientales, tipo mongol, de cierta
ancianidad pero sin llevar barba. No es de contextura robusta.
Es delgado y de baja estatura. Ojos pequeños pero dulces y
penetrantes. Me observaba fijamente, como si hubiese estado
esperando de hace mucho este encuentro.
Xendor es un hombre de cuerpo atlético y alto. Estimo algo más
de 1.80 m. Moreno, y de ojos claros, aunque no puedo precisar el
color. No mostraba cabello, y todo él se hallaba vestido con un
traje pegado al cuerpo de un color celeste.
Al igual que Joaquel, se mostraba
sonriente y complacido de hallarme allí.
—Amor y Luz —inició el diálogo
Joaquel—.
—Amor y Luz... —respondí con cierta timidez—.
—Que no te llame la atención estar aquí. Tu testimonio será
importante, generará una activación del recuerdo dormido en
aquellos comprometidos con el programa de contacto. Ya lo
iniciaron con vuestro trabajo en Paititi.
—¿Por qué Paititi es tan importante para ustedes? —consulté—
¿Cuál es la trascendencia de todo lo que hicimos en agosto
del 2000 (expediciones simultáneas a Paititi, la Sierra del
Roncador en Brasil y la Cueva de los Tayos en Ecuador)?
—Bien lo sabes... —habló despacio, mientras Xendor parecía
disfrutar del momento—
—Paititi es el Retiro Interior más importante de
Sudamérica —aseveró Joaquel—, pues está activo, y
custodiando una de las herramientas más trascendentales de
ascenso interdimensional para el planeta.
—El Disco Solar... —intervine—.
—Es el Disco Cósmico que fuese elaborado premeditadamente
para este tiempo, cuando la Confederación decidió establecer
la Hermandad de la Estrella en la Tierra. Por ello
irán en su momento al desierto de Gobi, para hallar el
último eslabón que los une con el Plan Cósmico y las Fuerzas
de la Luz.
—No obstante —se expresaba con calma—, el Disco que protege
la Hermandad Blanca del Paititi no es el único.
Existen otros 12 discos repartidos en el planeta,
custodiados por los guardianes en sus Retiros Interiores.
Todos ellos están interconectados. Cuando el Disco Solar de
Paititi sea activado, logrará una reacción en cadena con los
otros Discos, formando una red de energía que permitirá al
planeta Tierra dar un verdadero salto cósmico, y
reconectarse con el Real Tiempo del Universo.
—¿Cuándo ocurrirá ello? —pregunté.
—Cuando estén listos. Y aquel momento deberá coincidir con
un evento cósmico: La sincronía entre el Sol de este
Sistema y el Sol Central de la Galaxia.
Joaquel
hacía referencia a la energía del Hunab Ku o “Centro
Galáctico”, tal como reza la profecía maya para el año
2012, y que ha podido ser constatada por la NASA
debido a las recientes e inquietantes
anomalías en el Sol.
Hoy por hoy no es un secreto que una
extraña radiación de antimateria está llegando desde el
mismísimo centro de la Vía Láctea a nuestro Sistema Solar…
—¿Qué ocurrirá con las esferas
de energía que recibimos en Paititi? ¿Cómo activarlas?
—Consulté.
—Al estar interconectadas, la activación de una de ellas
puede comprometer a las otras. El despertar será progresivo,
en la medida que vayan también activando lugares y
comprendiendo.
Además de poseer información, que en
un futuro podrán armar y entender para compartirla, aquellas
esferas de energía les permitirán reunir los códigos de acceso a
verdades más profundas, protegidas y reservadas en los lugares
más sagrados de la Tierra.
—¿Tendremos que ir físicamente a
todos esos “lugares”?
—Llegarás a los lugares más insospechados de tu mundo,
Nordac —intervino Xendor—. Recién empiezan el verdadero
trabajo… La puerta que cruzaron en agosto del 2000 con la
Triangulación sugerida por nosotros, es de gran importancia
para la misión de contacto. Pero a partir de ahora
enfrentarán encargos más grandes.
—¡Más grandes! —Exclamé sorprendido—.
—Existen mecanismos muy profundos que van más allá de
nuestra existencia —intervino Joaquel—, y ustedes los
pusieron en marcha en vuestra última incursión al Paititi,
donde debieron demostrarse a sí mismos hasta adónde estaban
dispuestos a llegar. Con aquel acto de amor supremo, dieron
un gran paso representando a todos. Y el proceso continúa.
Aún hay mucho por hacer.
—¿Adónde conduce aquella puerta que cruzamos? —Consulté,
vibrando como si fuese una campana, como intuyendo algo
gigante—
—A una revelación que los conecta con Jesús...
Parte 3
ISHTACAR - Guardian y Vigilante de
Mundos
—Como observas —proseguía Joaquel—, no sólo están cruzando
puertas que ya fueron abiertas a lo largo del proceso de
contacto. Están afrontando nuevas responsabilidades y
compromisos. Nuevas experiencias. Todo estaba destinado para
este tiempo, en que trabajarían directamente con el
“Gobierno Interno Positivo del planeta”.
—La dinámica de nuestro despliegue es muy grande —apuntó
Xendor—. Compromete diversos aspectos. Por esta razón estás
aquí, para que lo puedas palpar y sentir por ti mismo, y
luego lo transmitas a los grupos que están trabajando en el
mundo.
En ese instante, por la puerta en
forma de arco ingresó un ser al salón. E
ra un gigante. Pienso
que más alto que el propio Antarel. Su aspecto era nórdico.
Corpulento. Vestido con un mono metálico, plateado, pegado al
cuerpo. Su cabello era muy blanco. Y me sorprendió observar que
se desplazaba con los ojos cerrados. Al verle, sentí que todo mi
cuerpo se estremecía. Pensé que no lo iba a soportar.
La
sensación de estar frente a este personaje fue inenarrable.
—Él es Ishtacar —se apresuró en
explicarme Joaquel, mientras trataba de controlar mis
emociones ante el gigante que se había parado exactamente
frente a mí—. Ishtacar es un Guardián y Vigilante. Es quien
coordina la cuarentena de protección que la Confederación
dispuso en la Tierra para protegerla de intromisiones de
visitantes extraterrestres con propósitos hostiles.
Joaquel traía a mi mente todo lo que
anteriormente se nos había dicho.
Dentro del orden de acción que
reúne a las civilizaciones extraterrestres que nos contactan se
hallan diversas jerarquías. Entre ellas se encuentra un grupo de
seres que tienen la tarea de proteger y velar por mundos que se
hallan en proceso de crecimiento y aprendizaje (como el caso de
la Tierra).
Estos seres, conocidos como
“Guardianes y Vigilantes” pueden bloquear el acceso a otras
civilizaciones estelares si su intromisión podría suponer un
riesgo para las criaturas vivientes de un planeta “protegido”.
Incluso se han registrado diversos enfrentamientos cuando se ha
pretendido ingresar “por la fuerza” a la Tierra. De esto hay
antecedentes desde épocas remotas al reciente
caso Roswell,
donde una nave de experimentación no autorizada fue
“interceptada y abatida” por aquellos misteriosos guardianes
cósmicos.
De acuerdo a estas informaciones, desde que el hombre empleó
armas de destrucción masiva en la Segunda Guerra Mundial, la
“Confederación” consideró conveniente establecer una suerte de
cuarentena de protección a la Tierra, pues debido a nuestro
desarrollo bélico podríamos “atraer” a civilizaciones
extraterrestres de similar frecuencia vibratoria.
Era una amenaza que debía ser
controlada de alguna forma.
—Dios...—me decía mientras no
quitaba la mirada de aquel hombre extraterrestre, de unos 40
años de edad en apariencia, quien no se inmutaba, casi como
si fuese un maniquí—.
—Tu planeta es muy especial —intervino el Vigilante,
mentalmente, al igual que los Guías, pero la tonalidad de su
voz era muy distinta, era como si fuesen en verdad muchas
voces a la vez—. Ello está atrayendo a diversas
civilizaciones, que intentan tomar de tu mundo todo cuanto
puedan conseguir.
—¿De dónde es usted? —Me dirigí con timidez—.
—Ello no es importante, sino lo que voy a decirte...
—respondió firme—.
Como saben, hace mucho tiempo —explicaba el Vigilante—,
la
Confederación dispuso la orientación del proceso terrestre a
dos civilizaciones. Estas se encontraban en los grupos de
estrellas que conocen como Pléyades y Orión.
Los seres de
las Pléyades
constituyen una avanzada cultura, dedicada a los estudios
científicos, la compresión del tiempo y el espacio.
Orión, por
su parte, es una civilización con tendencia bélica, situación
que fue el caldo de cultivo para que el conflicto cósmico del
cual se les ha revelado se precipitase desde allí.
Afortunadamente la Confederación
reaccionó a tiempo y logró reducir la tensión, deportando a los
disidentes a la Tierra. Y otro grupo, venciendo su pasado
guerrero, halló su destino como guía y farol de la humanidad al
trasladarse a las
lunas de Júpiter, donde también se desplazó el
consejo regente de la Galaxia, que antiguamente funcionaba en
Orión.
Ishtacar hablaba de las
colonias de Ganímedes, entre otras lunas
de Júpiter, en donde se estableció una base importante de los
colonos de Orión que llegaron a nuestro Sistema Solar hace más
de 25,000 años.
—Después de todo ello —Ishtacar
prosiguió con el relato, como si quisiese que redescubriera
“algo” en el mismo— se designó una la civilización de lo que
ustedes llaman
Sirio para que observe y asista a la Tierra.
Los seres de Sirio estaban calificados para emprender
proyectos de inserción de conocimiento en el planeta,
contribuyendo de manera importante en el desarrollo de
antiguas civilizaciones. Funcionaron como instructores.
Los Oriones disidentes que se quedaron atrapados en la
Tierra, en otro plano o dimensión paralelo al que ustedes se
mueven, han procurado no sólo escapar en cuerpos nuevos a
través de intentos de clonación humanos, sino que además
alentaron a otras civilizaciones extraterrestres a venir a
vuestro mundo con propósitos de colonización y depredación
de vida. Pero hasta el momento todo ello lo hemos evitado.
Deben saber —añadió— que los avances científicos terrestres
en el terreno de la clonación, son en extremo peligrosos
porque precisamente a través de ello podrían corporizarse
estas entidades, que ya se encuentran conspirando tras
grupos que afirman estar en contacto con visitantes
extraterrestres, cuando no se trata más que una manipulación
de las fuerzas tenebrosas.
—¡Necesito preguntar! —Interrumpí— ¿Si están protegiendo la
Tierra, porqué se siguen dando casos de raptos o
abducciones
como documentan algunos investigadores? ¿Acaso todos los
casos son un fraude, o ustedes han tenido problemas para el
bloqueo?
—Hasta el momento hemos anulado cualquier tipo de
intromisión. Hemos actuado con firmeza cuando ha sido
indispensable. Las abducciones, además que muchas veces han
sido realizadas por humanos en la mente del testigo, con
elementos claros de manipulación, lamentablemente también se
han producido como raptos reales a manos de visitantes
extraterrestres, y en una proporción más grande de la que
imaginan. Los seres que la llevan a cabo ya estaban aquí...
—Es decir... ¿Llegaron antes que ustedes?
—La cuarentena definitiva de protección la aplicamos en la
Tierra cuando vimos las consecuencias de la Segunda Guerra
Mundial. Al experimentar con armas de destrucción masiva se
estaban exponiendo a que otras civilizaciones se acercasen a
vuestro mundo. Entre más tecnología bélica posean y empleen,
llamarán la atención de civilizaciones de similar condición
vibratoria. Por ello la Confederación dispuso la cuarentena,
para protegerlos ante la llegada de otras formas de vida extraterrestre con intenciones negativas.
Antes que se estableciera la cuarentena —continuaba— en la
Tierra ya existían algunas bases de avanzada de la Osa
Mayor, de donde vienen aquellas naves que procuran
experimentos con vuestras poblaciones. Ellos supieron
introducirse silenciosamente, aprovechando que aún no
habíamos fortalecido el cordón de protección en la Tierra.
—¿Cuántas bases existen de estos seres?
—Poseen cuatro instalaciones submarinas y subterráneas. Dos
de ellas cerca de los EE.UU.
—¿Y no pueden hacer algo? ¿No pueden intervenir?
—¡No en la Tierra! —contestó tajante— Ello no se nos está
permitido. Además que alertaríamos demasiado al mundo con
una intervención determinante de parte nuestra.
—Entonces, ¿qué pasará con estos seres?
—Ya está sucediendo —contestó con una calma aplastante—.
Están desapareciendo al no poder controlar un virus que los
degenera. Es cuestión de tiempo.
Los Vigilantes sabían que estos
seres, conocidos dentro del estudio del contacto extraterrestre
como “grises”, funcionaban en “colonias”.
Encontraron su punto
débil en un elemento orgánico sintético que logró ser ingresado
a sus bases para contaminarlos silenciosamente. El proceso fue
lento para que ellos no advirtieran el virus y que éste pueda
propagarse efectivamente a todas sus colonias en la Tierra.
El
plan ha funcionado y ahora están desapareciendo…
—La humanidad debe ser más
conciente de la tecnología que está desarrollando —enfatizó—.
Cuando hemos interceptado sin mayor opción una astronave de
procedencia negativa, procuramos que el vehículo se
desintegre y no lleguen fragmentos del mismo a tierra. No lo
hemos logrado en todos los casos, y he allí la tecnología
recuperada por algunos gobiernos de vuestro mundo, sin saber
que con ello están cavando un hoyo debajo de sus pies.
Nuestras naves algunas veces han sido impactadas en
enfrentamientos, y al ver que podíamos caer a tierra, y el
peligro que se podría generar si nuestra ciencia cae en
manos equivocadas, no dudamos en detonarlas...
—Dios... ¿Pero por qué tanto cuidado con acceder a
tecnología extraterrestre? ¿Por el mismo peligro que
generamos en la Segunda Guerra Mundial al emplear bombas
atómicas?
—Estás comprendiendo... Deben saber que hemos detectado un
importante foco de tensión en los EE.UU. Ello podría
precipitar decisiones de naturaleza bélica que afectarían la
paz del planeta. Todo esto será generado desde oriente. Ya
lo verán. El empleo de armas sofisticadas, puede conducirlos
a un error muy grave…
El Vigilante trajo a mi mente una
comunicación que recibiera en Monte Shasta el 11 de febrero, y
que hablaba del trabajo de los grupos en los EE.UU y de eventos
difíciles en la otra cara del mundo.
El mensaje decía textualmente:
“En EE.UU. se requiere la unidad
y trabajo en enlace de los grupos para contrarrestar el foco
de tensión que se emana desde esta región del planeta.
No olviden que se encuentran en una de las zonas más densas
del mundo, donde es fácil olvidarse del camino a la luz, de
sentir y comprender que existe un Plan emanado desde lo Alto
y que espera la mayor conciencia y disposición del hombre.
Desde esta región del mundo se tomarán importantes
decisiones para la paz mundial ante eventos de marcada
tensión en Oriente.
Por ello, más que nunca, la
Misión requiere a los grupos trabajando en sintonía y
generando un foco mental de irradiación positiva para
enfrentar con amor todo esto”
(11 feb 2001).
Por alguna razón, el mes
“Septiembre” y “Nueva York” se quedaron en mi mente cuando
Ishtacar me hablaba. ¡El gigante extraterrestre estaba
transmitiéndome una coordenada!
¿Qué significaba? ¿Qué ocurriría
en esa fecha? ¿Ese sería el “foco de tensión” que nos llevaría a
una escalada militar en Oriente Medio?
Cuando tuve todo más
claro, descubrí que estábamos ante una advertencia.
Y debíamos evitar de alguna forma
que ese incidente no se concrete pues afectaría al mundo entero.
Debo decir que hablé de esto abiertamente en conferencias
públicas e inclusive en medios de comunicación masivos en
California y Nueva York. Sin embargo, semanas más tarde, sucedía
el lamentable
incidente del 11-S.
Yo me encontraba en EE.UU. en ese
momento, y fue un dolor tremendo ver todo lo pasó…
—Empiezo a comprender...
—reflexionaba ante el gigante extraterrestre— ¿La
Confederación no ha intentado nunca un diálogo más directo
con los Gobiernos para alertarles de todo lo que está por
venir?
—Tuvimos acercamientos directos con tres gobiernos de tu
mundo: Francia, la Unión Soviética y los EE.UU. Pero como
supusimos, no estaban preparados para comprender. Desde
entonces, aprovechando la carrera espacial, hemos hecho
llegar mensajes de alerta a diversos gobiernos a través de
los astronautas terrestres, muchos de ellos aún en contacto
mental con nosotros. Hemos avanzado mucho en este aspecto.
Ya lo comprobarás por ti mismo, ya que uno de ellos te
contactará en la Tierra…
—Qué peligrosos podemos ser los seres humanos... —pensaba—.
—¡Y que alto pueden llegar en actos de amor que observamos y
aprendemos! —Intervino con firmeza el gigante guardián—. La
naturaleza guerrera del ser humano es parte de la naturaleza
extraterrestre que heredaron...
—¿Qué me tratan de decir con ello? —Miré a Joaquel, quien al
igual que Xendor observaba la conversación en silencio—.
—En la sangre de los seres humanos existen patrones
genéticos provenientes de Orión. Fueron insertados desde el
principio como parte de un proyecto—habló Ishtacar, serio y
firme—. Son, genéticamente, hijos de Orión...
—¿Tenemos genes que nos conecta con una raza extraterrestre
guerrera? ¿Somos en cierta forma “descendientes” de aquellas
civilizaciones de Orión? ¿Esto tiene que ver con el
conflicto cósmico del cual nos hablaron, con el celo que
algunos seres de Orión tuvieron del ser humano al
desarrollarse el Plan Cósmico?
—Lo sabes, porque eres parte de todo ello... —Intervino
hablando muy despacio, y siempre sin abrir sus ojos—.
—¿Qué sientes, Nordac...? —Era Joaquel quien me hablaba,
como queriendo precipitar en mí un descubrimiento—.
—Siento que si logramos un estado de amor —le dije—, de
integración absoluta con el Plan Superior, restituyendo
aquel orden perdido del cual tanto nos han hablado,
venciendo incluso nuestra naturaleza guerrera heredada de
Orión... Demostraríamos que sí es posible alcanzar
dimensiones superiores a través del amor y la fe. Se
produciría una expansión, una redención cósmica... ¡Les
demostraríamos que sí es posible!
—Has sentido y entendido... ¡Hecho está! —Apuntó Joaquel—.
Entonces Ishtacar abandonó el salón.
Nunca abrió los ojos, sin embargo se desplazó como si los
tuviese abiertos.
“Para conocer la verdad tienes
que ser parte de ella” —se repetía en mi mente como un eco
poderoso—.
En el diálogo, el Guardián y
Vigilante también me habló de un tercer grupo de Orión, que
logró escabullirse en el conflicto, quedando actualmente errante
en el espacio. Estos seres se habrían transformado en una
avanzada poderosa, con la intención de llegar en un momento a la
Tierra y reclamarla como suya.
Según Ishtacar, en Egipto
encontraría una clave que habla de este “retorno de Orión”. Más
como me apuntó, el verdadero enfrentamiento que involucra al ser
humano se está librando en un terreno totalmente distinto, y que
no es el espacio, sino nuestro propio interior… Aunque parezca
increíble, se espera que el ser humano despierte en sí mismo un
“recuerdo” dormido que compromete un eslabón extraterrestre, y
todo ello inclinaría la balanza hacia la luz, como hemos venido
comprobando en la experiencia de contacto.
También se me explicó, que la creación de
la
Hermandad Blanca en la Tierra,
no sólo apuntaba a la protección de la verdadera historia de la
humanidad y el equilibrio de fuerzas manifiestas en el mundo. La
Hermandad Blanca también tendría una función de “protección” de
la humanidad. En su momento con menos restricciones que los
propios Guardianes y Vigilantes, ya que al ser híbridos y poseer
códigos genéticos humanos, pueden actuar con mayor libertad.
Según Ishtacar, me dijeron todo esto para que seamos concientes
del real despliegue y dinámica del programa de contacto, en
todas sus facetas. Y que debíamos seguir trabajando sin permitir
distraernos por nada, ya que estábamos muy cerca de lograr una
verdadera transformación. Que nuestro esfuerzo y trabajo estaba
contribuyendo positivamente en el proceso.
Que no estamos solos…
Monasterios en los Andes y las
Claves del Conocimiento Oculto
—¿Ahora entiendes por qué estás
aquí? —Me habló Joaquel, notando que ahora el salón había
perdido la luminosidad verdosa, tornándose de una luz dorada
muy suave—.
—¿Cuál es el siguiente paso? ¿Qué nos resta hacer en
Sudamérica luego de la Triangulación de agosto? —Consulté—
—Como parte de aquella preparación que los llevará al
encuentro definitivo con la Hermandad Blanca —respondió Xendor ante una indicación del anciano—, conectarán en
viajes guiados por nosotros “puntos intermedios” con el
Gobierno Interior. Monasterios secretos que se hallan en la
cordillera de los Andes y que guardan un enlace directo con
el conocimiento perdido de vuestro mundo.
Estos monasterios —prosiguió—, son parte de misiones
secundarias, que al igual que Misión Rahma hallan su esencia
en los designios del Plan Cósmico. Los lugares donde
iniciarán estas conexiones son tres, y se encuentran en
Perú.
—¿Dónde está aquella gente? ¿Cuándo y cómo debemos hacer
esto?
—Hallarán los monasterios al este de
Marcahuasi, al
norte de Cusco, y al norte de Puno. Tú sabes quiénes irán. Es una
responsabilidad que comprometerá a diversos hermanos de los
grupos a escala internacional. Espera con calma el momento,
que sabremos asistirte —puntualizó—.
—¿Y el viaje al Monte Sinaí? —Consulté— ¿Es la consecuencia
de nuestra reciente expedición a Paititi? ¿Qué encontraremos
allí?
—Conectarán con una de las claves de acceso al conocimiento
—intervino Joaquel—.
—Las Claves del Conocimiento Oculto... —repuse— ¿Qué son
exactamente? ¿Ya hemos tenido acceso a ellas?
—Hay tres claves de acceso, y ya han conocido dos de ellas:
La Clave del Recuerdo, y la Clave del Retorno —explicaba con
voz suave el anciano Maestro—.
La Clave del Recuerdo es la etapa
actual de la Misión en sí misma: El Séptimo de RAHMA. Un momento
que fue predestinado para que pudiesen recordar quiénes
realmente son, la esencia del programa de contacto y vuestra
labor como misioneros en el mundo. La Clave del Recuerdo o
Séptima Fase se activa en este tiempo en que accederán al
instante de cómo llegaron a formar parte de la Misión.
La llave
se las mostramos desde un inicio, y no es otra que el Nombre
Cósmico (nuestra clave vibratoria personal).
La Clave del Retorno
—prosiguió—, vibra en el número 14, que marca el regreso de
aquello que debe volver. El puente de restauración. La Clave
del Retorno involucra el arribo al mundo del Maestro de
Maestros, del Cristo Cósmico...
Joaquel hablaba de claves que
ciertamente habíamos venido observando, y que no supimos
entender en toda su profundidad en un principio. Recuerdo bien
una investigación que hicimos sobre la Puerta 14 o Clave del
Retorno:
“De manera que todas las
generaciones desde Abraham hasta David son catorce; desde
David hasta la deportación de Babilonia, catorce; y desde la
deportación de Babilonia hasta Cristo, catorce...”
La Biblia (San Mateo
1: 17).
Jesús o la Puerta 14, “La Clave del
Retorno”, puesto que el Maestro prometió volver, se refleja
numéricamente en diversos relatos simbólicos del mundo antiguo,
y siempre con la profecía de un retorno sagrado. Desde los 14
pasos o “Vía Crucis” que conducen al Maestro a su redención en
el Gólgota, a Inkarri, el Inca 14 que volvería desde Paititi
para restituir la luz en el mundo andino, el mensaje de
esperanza y cambio eran más que evidentes.
Al margen de nuestras creencias
religiosas, la Clave del Retorno habla del regreso de la luz al
mundo, de una época de paz luego de las pruebas de
transformación de todo el planeta y sus criaturas.
Jesús y La Clave de la
Ascensión
—¿La tercera clave tiene que ver
con Jesús? —Consulté emocionado—.
—¡Así es! —Contestó Joaquel—. La Clave de la Ascensión se
encuentra en el Monte Sinaí, por ello debían mostrar un
desprendimiento de amor en Paititi, y precipitar con ello la
siguiente conexión que los llevaría a Egipto y la propia
esencia de este mensaje.
El
Arca de la Alianza... —pensaba— . De acuerdo a nuestras
investigaciones el Arca fue devuelta al mismísimo lugar en
donde se dieron las instrucciones para construirla: El Horeb. En una galería subterránea del Sinaí, bajo la montaña
de Moisés, reposa aquel objeto que protagonizó diversos
hechos sobrenaturales narrados en la Biblia. ¡La Clave de la
Ascensión estaba relacionada a ella!
—Ahora entiendo por qué Alcir en el contacto físico de 1996
nos dijo que el verdadero secreto estaba dentro del Arca
sagrada —reflexioné en voz alta.
Joaquel —pregunté— ¿Más allá del símbolo y su mensaje, qué
hay exactamente dentro del Arca de la Alianza? ¿Está
relacionado con la Clave de la Ascensión?
—En su interior se halla el archivo de información más
importante que protege la Hermandad Blanca de la Tierra
—contestó—. El Arca fue construida por indicaciones de seres
de la estrella Taigeta (Pléyades) para que en su interior
pudiese conservarse el testimonio genético de un proyecto
cósmico.
En el Arca de la Alianza —añadió despacio y calmado— se
protege una muestra de la sangre del Maestro, un archivo
trascendental que contiene la información necesaria de cómo
un ser humano puede alcanzar el séptimo nivel de
consciencia.
—¡Esto es impresionante! —Exclamé— Esto podría explicar la
conexión entre Egipto y Paititi, y porqué siempre nos
dijeron que todo aquel que marchase al Paititi comprendería
la misión de Jesús. Pero, ¿cómo llegó la sangre allí? ¿Cuál
es el objetivo de mantenerla?
—Ello lo sentirán en el Sinaí más allá de todo lo que
podamos transmitirte hoy —repuso—. En un futuro podrán
asimilar estas revelaciones.
Pensé entonces en la obsesión de la
Alemania Nazi en poseer objetos sagrados relacionados con el
Maestro, tales como el Santo Grial, la Lanza del centurión
romano Longinos, y la propia Arca de la Alianza. ¿Se procuraba
acceder al registro de información genética del Maestro? ¿Con
qué fines?
—Debes saber que en esta nueva
etapa —me interrumpió Xendor—, entrarán en contacto con
fuerzas de luz inteligentes, con seres del propio Universo
Mental. Se acerca un momento de conexión cósmica para el
cual deben estar preparados. Grandes cambios se acercan...
—¿Cómo serán aquellos cambios? ¿Qué signos se mostrarán en
el mundo?
—Lo verán en los próximos acontecimientos mundiales
—intervino Joaquel nuevamente—. Cuando nuestras naves sean
detectadas con insistencia, inquietando el espacio aéreo de
diversos países en una
oleada de observaciones sin
precedentes, la humanidad tomará mayor conciencia de nuestra
visita y aproximación. A todo esto se sumará un hecho
revelador desde
el Vaticano, que remecerá los cimientos de
una de las religiones más influyentes en tu mundo.
No olviden que vuestro trabajo como misioneros —enfatizó—
apunta a una labor conjunta con la Hermandad Blanca del
planeta: Preparar el advenimiento del Cristo. Nunca lo
olviden...
En ese instante noté que una puerta
se había abierto a unos metros de mi ubicación, ubicada a mi
lado izquierdo en la pared circular. Era trapezoidal y parecía
conducir a otro salón…
—¿Quieres conocer cuál es la
llave de salvación de la humanidad? ¿Deseas verla? —Me
hablaba Joaquel con firmeza—.
—Sí... —contesté—.
Parte 4
Entonces Xendor hizo una seña para
que entrase por aquella puerta.
Caminé despacio. Con cierto temor porque no sabía con qué me iba
a encontrar. Pero no me detuve y crucé el marco de aquella
entrada que me conduciría a una revelación inesperada.
—Pero... ¡Son sólo espejos! —me
decía—
Y ciertamente, me encontraba en una
habitación “construida” de espejos hexagonales. No había nada en
ella. Sólo mi imagen reflejada en los cristales...
Y fue allí que sentí lo que Joaquel deseaba que entendiese: Que
la llave éramos nosotros mismos. Que nosotros mismos somos la
propia salvación y futuro de la Humanidad.
Fue tan simple y sencillo, pero al mismo tiempo poderoso, que
salí de la habitación con lágrimas en el rostro, profundamente
conmovido. No me esperaba ello. Se había producido en mí una
especie de expansión de consciencia.
Así, nuevamente frente a Xendor y
Joaquel, me sinceré.
—Es verdad lo que me
transmiten... —les decía, aún quebrado y emocionado—. ¿Pero
no ven los errores que cometemos, y que muchas veces han
decepcionado o hecho caer a otros hermanos, que esperan
tanto de uno? ¿Por qué nos siguen contactando si hemos
demostrado muchas veces inconsciencia e irresponsabilidad
con los encargos que nos han compartido?
—Amado Nordac... —me habló muy despacio Joaquel, llamándome
nuevamente por ni Nombre Cósmico, y Xendor, silencioso, me
observaba fijamente sin perder la sonrisa—. Los seres
humanos ven con mayor facilidad los errores de aprendizaje
de sus hermanos. Identifican rápidamente los aspectos
negativos del compañero, olvidando muchas veces las
actitudes correctas y el potencial de servicio que nosotros
detectamos.
Bien saben que nunca estarán libres de cometer errores
—añadió—. Incluso de repetirlos en ocasiones. Pero hemos
visto que han sido valientes para seguir adelante, y no
desmayar en un proceso que gracias a ustedes se encuentra
cerca de cumplir los objetivos.
El Amor, amado Nordac, es la
capacidad de darlo todo. De entregar y servir. Ser una
herramienta útil a los demás. Siempre les hemos dicho que
Rama es Amar, y el Amor es la fuerza que mantiene en
equilibro el Universo. Es el orden en sí mismo. ¿Lo sientes
verdad? Pues está en ti y en cada ser humano. Es la fuerza
que han sabido utilizar para emprender cada esfuerzo, para
dar cada paso en la Misión que se les ha encargado. Todo
ello, lo hemos visto.
Aún no eres consciente de todo lo que estás haciendo
—prosiguió el Maestro—. A través tuyo han fluido las claves
de acercamiento para conectar con la Hermandad Blanca en
nuevos viajes de contacto, inspirando a que otros se
interesen en aquel sendero que lleva a los Retiros
Interiores. Has sido valiente para dar testimonio de
nuestros encuentros contigo, y has arriesgado mucho por el
mensaje, comprobando que la luz siempre prevalece y que todo
lo aclara.
No es ti a quien hablo
—puntualizó—, sino a las personas que representas en este
instante. Los tiempos han llegado para que finalmente puedan
reconocerse como caminantes predestinados de siempre...
En aquel momento una serie de
imágenes, muy intensas y vívidas, aparecieron en mi mente. Lo
primero que observé fue el OVNI que avistara en casa de mis
padres en 1988, cuando tenía 14 años, experiencia que marcaría
una etapa importante en mi vida y el contacto con ellos. Pero,
para mi sorpresa, vi otras imágenes, pero cuando era más niño.
Recordaba entonces los paseos en familia a un conocido club
campestre de Chosica, al pie de la cordillera en Lima.
Y cómo me alejaba por la noche en
dirección a los cerros, para ver danzar las “estrellas” sobre
las crestas de los mismos...
—Siempre estuvimos con ustedes
—intervino Joaquel—. Nunca han estado ni estarán solos. Y no
dejaremos de recordarles la importante misión que tienen
entre manos. No sólo al interior del programa de contacto,
sino como raza, como seres humanos.
El hombre tiene una potencialidad extraordinaria. Una chispa
de luz que al encenderse iluminará todos lo rincones del
Universo. En el ser humano conviven muchas fuerzas. ¡Lo que
necesitan es orientarlas en armonía con el Cosmos! Y armonía
significa estar en perfecta sintonía con uno mismo.
Deben lograr una estabilidad espiritual que sólo conseguirán
a través de la conexión con ustedes mismos —subrayó—. Todos
los seres humanos desean alcanzar la paz y la felicidad, sin
embargo sólo la logran y mantienen cuando las cosas están a
favor. El hombre es más grande que el entorno que lo rodea.
Es un ser multidimensional. En él no hay tiempo ni espacio,
sino la clave de los tiempos que debe ser despertada.
Misiones de ayuda como vuestra experiencia de contacto solo
procuran acercarlos a todo ello... ¿Comprendes?
—Joaquel —intervine— ¿Cómo sabes tanto de los seres humanos?
—Porque también lo soy... —respondió—.
—No entiendo.... —dije confundido—.
—Deben saber que nací en la Tierra —se expresó con suavidad,
mientras agachaba ligeramente el rostro, como si estuviese
observando sus recuerdos—. Luego
fui llevado a
Ganímedes,
donde crecí y fui educado. Inicialmente formé parte del
primer grupo de seres humanos en arribar a las colonias.
Luego fui Gobernador de Colonia, como actualmente lo es
nuestro hermano Xendor —mirando al Guía con complacencia.
Más tarde, fui invitado a formar
parte del Consejo de los 12 Menores, representando así a los
miles de colonos que ya se encontraban en el satélite.
He estado mucho tiempo fuera de
la Tierra —prosiguió, sin abandonar el tono reflexivo— hasta
que en los últimos años de los vuestros me establecí en la
Base Azul para seguir desde cerca el proceso de contacto con
la Hermandad Blanca del Paititi. Tuve que adaptarme
nuevamente a la vibración de mi planeta de origen luego de
haber vivido bajo otro entorno energético y espacial.
—Ahora entiendo muchas cosas —repuse— incluyendo porqué te
mostraste en aquel octaedro en el contacto de 1998.
—Vine a Celea como estación de paso para entrevistarme con
Ishtacar —señaló—. En breve volveré a la Colonia, donde
estaré aguardando el momento en que parte de la información
del “Libro de los de las Vestiduras Blancas” que protegemos
en Ciudad Cristal, pueda ser finalmente revelada en un viaje
que les permitirá a 12 de ustedes llegar a la sala donde
funciona el Consejo de los 24 Ancianos.
—¿Ello será luego del viaje al desierto de Gobi, verdad?
—Así es. Primero deberán concluir con vuestra parte en la
Tierra.
—¡Comprendo! —exclamé— Por ello se te encargó la selección
de los componentes potenciales que formarían parte de la
misión de contacto, así como las llaves que conectan con la
Hermandad Blanca y el Libro de los de las Vestiduras Blancas
o archivo histórico terrestre… Entonces, ¡la Misión de
contacto es dirigida por un ser humano!
—Sólo formo parte de un engranaje que compromete a muchas
civilizaciones y entidades —aclaró—. Con el tiempo,
accederán a más verdades que les ayudará a comprender.
Comprobarán que más que recibir nueva y abundante
información, deberán reflexionar, comprender y aplicar todas
las piezas que han venido reuniendo en la experiencia.
Cerraron un ciclo en Paititi —puntualizó— pero aún les resta
nuevas conexiones en la
Cueva de los Tayos y la Sierra del
Roncador.
—¿Cuándo? ¿Bajo qué objetivo?
—Agosto del 2002. Ya recibirán las pautas precisas. Más el
objetivo ya lo conocen: Acceder a la historia de aquellos
lugares. Ello les será revelado de manos de la propia
Hermandad Blanca, por lo tanto deben estar preparados para
un encuentro directo.
—Todo esto es tan increíble... —reflexionaba— Viajar en una
nave extraterrestre hasta aquí, y escuchar...
—No es la primera, ni la última oportunidad que tendrás de
subir físicamente a una de nuestras naves —intervino Joaquel
con cierto aire a misterio—.
—¿No la primera? —Pregunté intrigado— ¿Ya estuve antes con
ustedes?
—No fue exactamente la misma nave en la cual Mardorx te
condujo hasta aquí —intervino Xendor risueñamente—, pero ya
conociste el interior de las mismas en una experiencia que
no fue conciente para ustedes, en enero de 1997 en Chilca.
Entonces recordé la experiencia con
el Real Tiempo del Universo, el 31 de enero de 1997, en el
desierto peruano de Chilca. Retornábamos con Sixto Paz y
miembros del grupo de Maranga a los autos que habían quedado
estacionados a un lado del camino afirmado, a sólo cinco minutos
en coche de la tranquera de la Base Militar que en esa época
funcionaba allí.
Eran las 10 de la noche cuando vimos
en el cielo dos objetos luminoso, se acercaron al área donde
estaba el grupo, y luego se “dividieron” en cuatro, marchándose
en “fila india” por detrás de los cerros. Luego del
avistamiento, subimos a los autos, y al llegar a la tranquera y
consultar el reloj, vimos con sorpresa que eran las 12:00 de la
medianoche...
¡Habíamos perdido cerca de dos
horas!
—¡El grupo estuvo con ustedes!
—Intervine emocionado.
—Y lo volverá a estar a conciencia en la medida que se
encuentren listos —enfatizó Joaquel, quien se mostraba
contento por haber confirmado una sensación que había
quedado en nosotros luego de aquella inolvidable
experiencia—. Aún les aguarda una conexión colectiva con el
Real Tiempo del Universo. Las salidas programadas a Chilca y
Marcahuasi les prepararán para todo ello.
—¿Cuándo podré compartir todo lo que me están transmitiendo?
—Consulté—.
—Sé cauto para transmitir este nuevo encuentro —respondió el
Maestro—. Te tomará tiempo asimilar la experiencia y la
información. Pero que nada te preocupe. Nos hemos encargado
que recuerdes todo.
—Podrás compartir la experiencia en el encuentro
internacional sugerido por nosotros en Monte Shasta —apuntó
Xendor—. De allí en adelante se inicia una etapa diferente
para la Misión en EE.UU. y el mundo, donde deben trabajar
más fuerte, en unidad, buscando polarizar las energías que
se manifiestan en la Tierra.
Entonces el salón cobró un brillo
azul, y tanto Xendor como Jaquel cruzaron sus brazos en el
pecho.
—Ya es momento de que vuelvas
Nordac —habló Joaquel—. Transmite todo nuestro amor a los
hermanos. Seguiremos apoyando tu labor y la de muchos otros
comprometidos con el mensaje.
Crucé entonces mis manos, como
despidiéndome. Luego abandoné el salón, pero diferente a como
ingresé...
Entre otras cosas, Joaquel me pidió que trabajemos en equipo en
los grupos de contacto, recomendándome puntualmente estrechar
esfuerzos con aquellos hermanos que estamos involucrados en la
difusión del mensaje y contacto con la Hermandad Blanca.
Nuevamente señalaron España como punto estratégico para
compartir desde allí los logros alcanzados en el contacto con el
Gobierno Interior. Según Joaquel, uno de los motivos que
compromete España es la planificación de los últimos viajes de
la Misión, todos apuntando a Oriente, y de manera especial, al
desierto de Gobi. Ese era el plan original.
También me consultó por algunos miembros de los grupos,
sorprendiéndome el tipo de acercamiento e interés que
evidenciaba el Maestro. Incluso me hizo llegar algunos mensajes
de aliento para ellos, apreciando que los Guías no sólo están
muy pendientes de nuestro avance y trabajo en la Misión, sino
también como personas.
Retorno de CELEA
Al abandonar el salón, hallé a Antarel aguardando de pie a un
extremo de la puerta. Salimos por el corredor que nos llevaría
de regreso, pero esta vez empleando otra ruta, más corta y
próxima a las naves.
Entonces le consulté por Ishtacar, sin duda una de las sorpresas
más impactantes de este encuentro, y porqué no abría sus ojos:
“Lo que ocurre —me diría Antarel— es que ningún humano puede
mirar los ojos de un Guardián y Vigilante...”
Subimos a una nave similar a la anterior, más sabías que no se
trataba del mismo vehículo. No observé otros Guías conocidos,
sólo seres similares en apariencia a Mardorx, aunque de
diferentes estaturas y color de piel.
En la nave, Antarel me explicó que nuestra experiencia de
contacto, Sol en la Tierra, además de representar la luz en el
mundo en una misión extraterrestre de asistencia al planeta,
encerraba en sí misma una suerte de profecía astronómica
esperada por la Confederación: La sincronía del Sol Central de
la Galaxia con el Sol de nuestro sistema.
Este acontecimiento cósmico, hoy
conocido gracias al legado Maya, activaría nuestro Sol al punto
de afectar el campo geomagnético de la Tierra y el propio campo
aúrico de los seres humanos, activando códigos de información y
en general un tránsito colectivo.
Me habló de que en los próximos meses comprobaríamos cómo
nuestro Sol está siendo afectado con mayor frecuencia por este
enlace con el centro de la galaxia.
Estos cambios cósmicos, que al
parecer se han venido dando a lo largo de la historia del
planeta, al comprometer el cinturón magnético que envuelve la
Tierra, y que no es otra cosa que el Registro Akásico o memoria
matriz del mundo, han justificado el almacenamiento de toda la
información en registros físicos por parte de la Hermandad
Blanca, ya sea en las famosas planchas metálicas que conocimos
en las experiencias de contacto o en cristales (en otras
palabras, el simbólico “Libro de los de las Vestiduras Blancas”)
como si se tratase de un “Back Up” ante un riesgo de perder
información en el computador.
Habían transcurrido sólo unos minutos desde que abandonamos
Celea cuando Antarel me dice que quería mostrarme algo...
Entonces la estructura de la nave se
tornó como transparente, dándome la sensación de estar flotando.
Y allí, en medio de una oscuridad aplastante, brillando, como si
fuese una joya, la Tierra...
El corazón se me estrujó en el pecho. Y una vez más, no pude
contener las lágrimas. Era muy bella verla así, de esa forma,
con esa sensación de estar flotando en el espacio…
Las
fotografías de la astronáutica que había observado sobre nuestro
planeta, realmente, no le hacen justicia...
“Cuando alguien viene con
nosotros —señaló Antarel— le mostramos el planeta azul, para
que tomen conciencia de la maravilla que han heredado...”
Luego de ello Antarel me pidió que
me sentase en una suerte de “sillón”, un mueble sintético de
color naranja. Parecía hecho de goma, y se ajustó suavemente a
mi cuerpo.
“Descansa y relaja tu mente —me diría el Guía—. Has
recibido mucho. Descansa...”
De allí solo recuerdo que estaba caminando en el desierto de
Chilca, en dirección donde había dejado mis cosas y el saco de
dormir. Mi mente retenía fugaces escenas en donde me veía
descendiendo de la nave a través de una “rampa” de luz sólida, y
el Guía despidiéndome. Recuerdo, también, que en al bajar el
cielo estaba nublado. Luego tengo en mi mente una escena en
donde escucho unos golpes metálicos, dejándose sentir sobre el
grueso colchón de nubes, mientras la sombra de un objeto, al
parecer muy grande y lenticular, se alejaba lanzando fogonazos
de luz plateada. Era la nave marchándose…
Tomando conciencia de dónde me hallaba, consulté mi reloj, que
en todo momento me acompañó durante el contacto: Eran las 11:07
p.m. Me parecía extrañísimo que mi reloj sólo haya registrado
cerca de dos horas de ausencia cuando personalmente había
estimado un tiempo mucho mayor. Este detalle me produjo una
sensación rarísima de desconcierto.
Me costó mucho descansar. Para decir verdad, apenas pude dormir
un poco. Cerraba mis ojos y veía todo nuevamente…
Al día siguiente, el grupo de apoyo, con Hans a la cabeza, me
recibió contento y expectante.
Luego de compartir los alcances de esta inolvidable salida de
contacto, nos encaminamos de regreso a la ciudad de Lima.
Reflexiones
En marzo del 2001, miembros de los grupos de contacto de España,
Chile y Perú, visitamos las pirámides de Gizeh y finalmente el
Monte Horeb en la península del Sinaí. Este viaje, que pudo
llevarse a cabo gracias a la excelente disposición y
organización de los grupos de contacto de Valencia, nos permitió
acceder no sólo a nuevas e importantes informaciones sobre
Egipto y su relación con Orión.
Hallándome en España, con miembros de los grupos vimos cómo en
Antena 3 se difundía una noticia importante en el ámbito
astronómico: La tormenta solar más intensa en los últimos 10
años, y que había captado la atención de los científicos ya que
estaba afectando considerablemente el campo geomagnético del
planeta. El mensaje de Antarel se cumplía…
Aquel mismo mes, Claude Vorilhon, líder francés del Movimiento Raeliano, anunciaba la primera clonación humana “oficial” para
el mes de septiembre. Para ello fundaron en 1997 un laboratorio
de experimentación que denominan “Clonaid”. El impacto de esta
noticia fue de tal magnitud que
The New York Times le dedicó
ocho páginas.
El movimiento Raeliano, que tiene
pensado hasta construir embajadas en Israel y Egipto para
recibir a la raza extraterrestre que presuntamente los contactan
—¿quiénes?— posee unos 55.000 adeptos en 85 países. No pude
evitar asociar estas iniciativas con las advertencias de
Ishtacar sobre la clonación.
En junio, alrededor de 70 personas de EE.UU. (San José, Los
Ángeles, San Francisco, San Diego, Miami, Washington, New York,
Texas) México, Nicaragua, Perú, Chile, Uruguay, Bolivia y
España, nos congregamos en Monte Shasta, dando cumplimiento a
las recomendaciones de los Guías.
Allí compartí por primera vez
abiertamente la experiencia.
Al mes siguiente, estuve en el programa de radio de Renán
Armendáriz Coello (El Cucuy de la Mañana) el más escuchado de
todo los EE.UU., hablando durante varias horas sobre la
experiencia en Celea y precisando la recomendación de los
extraterrestres de irradiar New York en septiembre porque algo
podría ocurrir. También lo dije en radio WADo de New York. E
incluso, con Maritza y Miguel Zelaya de San José de California,
organizamos una salida para el 9 de septiembre para envolver en
luz a la gran manzana, poniendo en práctica todo lo que habíamos
aprendido.
Pero, penosamente,
el 11 de septiembre, la humanidad se encontró
conmovida ante los atentados terroristas en New York y
Washington. “El foco de tensión” que mencionaban los
extraterrestres se había desatado.
Como era de esperarse, casi de inmediato el gobierno
norteamericano, con fuerzas de coalición de la OTAN, decidió
enfrentar a lo que llamó “el enemigo común”: El Terrorismo
Internacional. Diversas fuentes apuntaron entonces al
multimillonario saudita
Osama Bin Laden, oculto en alguna región
de Afganistán, como el autor intelectual del atentado.
Esta situación ha creó gran
expectativa en el mundo ante una posible guerra con armas de
destrucción masiva. El resto de la historia la conocemos. Luego
siguió la caída de Iraq, con una guerra terrible que empezó en
marzo de 2003 y que aún no concluye.
Sobre Bin Laden, tampoco se sabe
nada, y algunos periodistas sugieren que no se ha dicho toda la
verdad sobre el 11-S pues el archibuscado terrorista fue en su
momento agente de la propia CIA.
Otro hecho importante fueron las imágenes del atentado en las
Torres Gemelas del World Trade Center, donde
se podía advertir
extraños objetos estacionados en el cielo. La presencia OVNI en New York, documentada en una serie de filmaciones y fotografías
del incidente, nos invitó a considerar una posible intervención extraterrestre de rescate, como ha ocurrido en otros casos, por
ejemplo,
en 1986 cuando estalló el Challenger.
En aquel entonces también se dieron
a conocer imágenes de un OVNI en las cercanías del trasbordador,
antes que éste estallase ante las miradas de sorpresa de la
NASA.
Para evitar mayor especulación, y aún más de cara a un tema tan
serio y delicado, decidimos consultar en comunicación:
“Siempre procuramos asistirlos y
protegerlos, bajo los límites de nuestra aproximación.
No
obstante, deben saber que nuestra asistencia en desastres de
origen natural o generados por la ignorancia humana, no
necesariamente comprometen una labor de rescate de nosotros
los Guías. La Confederación utiliza para ello las diferentes
bases que se encuentran en la Tierra para las labores de
acercamiento y apoyo en estos casos, actuando siempre la
base más próxima al incidente.
En este caso que nos consultan, naves de la Base submarina
de Puerto Rico asistieron a muchas de las víctimas. Quienes
rescatamos, se encuentran ahora en nuestras bases, en
perfecto estado físico, mental y emocional. Saben que ya
hemos obrado así en otros eventos similares. Preparamos a
estas personas para el retorno del cual les advertimos.
Muchos de ellos se auto-escogieron para contribuir en el
cambio y transformación de la humanidad, condición que nos
permitió intervenir para rescatarlos, adiestrarlos, e
insertarlos en la Tierra bajo una perspectiva distinta...”
(Oxalc, 18 de septiembre del
2001).
Soy conciente de que la experiencia
de contacto que viví en el desierto de Chilca resulta demasiado
fantástica como para aceptarla. Mi intención es sólo compartir
mi testimonio, y que su mensaje pueda llegar a quien tenga que
llegar.
Lo cierto es que esa experiencia está conectada a ciertos
acontecimientos mundiales que se dieron más tarde, y que fueron
mencionados en importantes medios de comunicación antes de que
todo se desencadenase. Nadie se hubiese imaginado lo que pasó en
septiembre de 2001 en la Torres Gemelas. Era digno de una
película de Ciencia Ficción. Sin embargo, ocurrió, y las
secuelas políticas, económicas, bélicas y sociales, continúan
hoy en día, a siete años del incidente.
Aún estamos a tiempo para cambiar lo que viene. Personalmente
creo que tenemos esa posibilidad.
De hecho, ese es el mensaje.
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