Julio 20, 2009
del Sitio Web
OtrasAlternativas
Según una doble acepción, la palabra profeta puede significar:
-
Persona que es
capaz de predecir acontecimientos futuros, lo que comúnmente
se conoce como profecía
-
Persona que habla por inspiración divina o en nombre de
Dios. Es una
figura clave en muchas religiones puesto que su don proviene de su
capacidad de hablar con Dios y ser inspirado por Él
Siguiendo la segunda acepción, en el islam, Dios (en árabe: Alá y en
el arameo hablado por Jesús de Nazaret: Alaha) es la única divinidad,
y Muhammad صلّى الله عليه وسلّم (Mahoma) uno de sus profetas.
Para el judaísmo, el islam y el cristianismo, hubo varios profetas,
según puede leerse en el Antiguo Testamento y en el Corán. Se ha
traducido como profeta, la palabra hebrea nabi, cuyo significado
literal es "llamado".
Una profecía es una afirmación clarividente sobre el futuro, en
general.
Sin embargo, hay una diferencia entre profecía y predicción:
Una predicción es una afirmación que se utiliza para reforzar una
teoría de acuerdo a un proceso lógico, mientras que una profecía no
está ligada a un razonamiento en la previsión del resultado predicho
y su inspiración es de origen divino.
Las
grandes religiones monoteístas (Islam, Cristianismo, Judaísmo)
otorgan gran importancia a las profecías como indicador del designio
de Dios (sin embargo, el sentido correcto de una profecía según
estas posturas es la dada a los profetas como mensajeros).
Hasta la
fecha, a pesar de no existir evidencia científica a su favor, los
seguidores de estas religiones afirman que las profecías
particulares de sus libros sagrados se han cumplido. En el ejemplo
cristiano, muchos fieles creen que el Pentateuco fue escrito por
Moisés en el siglo XIII a. C. o aún antes y que esto muestra el
carácter profético de los libros del Pentateuco,
Otro tipo de "profetas", aunque estos personajes caben en el marco
de la parasicología y las artes adivinatorias, como
Nostradamus en
sus Centurias, supuestamente dejaron indicaciones de hechos futuros
que según los escépticos son tan vagas que podrían referirse a
cualquier evento que se pueda hacer coincidir con el hecho
profetizado.
Lo mismo sucede con algunas profecías tradicionales en
las grandes religiones monoteístas, como la
«profecía de los Papas»
de San Malaquías.
Las profecías apocalípticas tienen como tema
principal el fin del mundo o Armagedón. La característica común de
las profecías es que, las que sobreviven, han sido determinadas como
tales después de que ocurrieron los hechos. Por ejemplo, Jesucristo
profetizó que el Templo de Jerusalén sería destruido y efectivamente
en el año 70 d.c fue destruido por los romanos.
Cuál es el don que hace capaz a un ser humano de ver, percibir o
intuir el futuro?
Según sea la formación, científica o espiritual
de las personas, se manifiestan varias opiniones al respecto:
Algunos creen que es un don divino dado por
Dios a algunos elegidos,
otros que es una capacidad mental paranormal, también se dice que
algunas personas en estado de trance despegan su alma del cuerpo y
así viajan por el tiempo...
Hay quienes aseguran que los antiguos
profetas recibieron su inspiración en viajeros del tiempo que
estuvieron en el pasado y dejaron datos del futuro.
También se
asegura que seres extraterrestres, tal vez nuestros dioses creadores
utilizan esa sutil manera de ayudar a encaminarnos y darnos, sin
cambiar abruptamente el mundo, algunos avisos para que en forma
natural el ser humano encauce su futuro en este universo.
Como se
puede ver hay muchas teorías, cual es la correcta... es difícil
saberlo, pero mas allá de la correcta definición de la ocurrencia de
este fenómeno, lo mas importante es que hubo, hay y seguirán
habiendo seres humanos dotados de esa habilidad de ver y predecir
los sucesos del futuro.
Juan de Jerusalén
Juan de Jerusalén nació cerca de Vezelay, Francia, alrededor de los
años 1040 o 1042. Fue uno de los fundadores de la
Orden de los
Caballeros del Temple, o Templarios, en 1118. Murió poco después, en
el año 1119 o 1120, a la edad de 77 años.
Su libro de profecías, "Protocolo Secreto de las Profecías", habría
sido leído por Nostradamus, lo que sirvió de inspiración y guía para
sus propias visiones proféticas.
Un manuscrito descubierto en Zagorsk, cerca de Moscú, y que data del
siglo XIV, califica a Juan de Jerusalén de,
"prudente entre los
prudentes", "santo entre los santos" y que "sabía leer y escuchar el
cielo".
También señala que Juan solía retirarse frecuentemente al
desierto para rezar y meditar, y que "estaba en la frontera entre la
Tierra y el cielo".
Durante su estancia en Jerusalén, en el año 1099, pudo mantener
encuentros con rabinos, sabios musulmanes, iniciados, místicos y
cabalistas, prácticos en las artes adivinatorias, astrológicas y
numerológicas.
Estas profecías estuvieron ocultas durante muchos años, hasta que en
el transcurso de la Segunda Guerra Mundial, en 1941, fueron halladas
por las S.S. (la policía y las fuerzas armadas alemanas) en una
sinagoga de Varsovia; luego de la caída de la Alemania nazi,
desaparecieron nuevamente, hasta que fueron descubiertas en años
recientes en los archivos secretos de la K.G.B. soviética, según
afirman algunos investigadores.
Las profecías parecen escritas específicamente para el nuevo milenio,
como si éste fuera el tiempo en que deben darse a conocer. Todas
ellas comienzan con la frase:
"Cuando empiece el año mil que sigue
al año mil..."
A pesar de su descarnada crudeza (sobre todo las
relativas al
SIDA y la
contaminación ambiental), son de una gran
belleza poética, lo cual las hace diferentes a otros textos
proféticos.
"Veo y conozco" (escribió hace mil años Juan de Jerusalén).
Mis ojos descubren en el cielo lo que será, y atravieso el tiempo de
un solo paso.
Una mano me guía hacia lo que ni veis ni conocéis. Mil años habrán
pasado y Jerusalén ya no será la ciudad de los cruzados de Cristo.
La arena habrá enterrado bajo sus granos las murallas de nuestros
castillos, nuestras armaduras y nuestros huesos. Habrá sofocado
nuestras voces y nuestras plegarias.
Los cristianos venidos de lejos en peregrinación, allí donde estaban
sus derechos y su ley, no osarán acercarse al sepulcro y a las
reliquias si no es escoltado por los caballeros judíos, que tendrán
aquí, como si Cristo no hubiera sufrido en la cruz, su Reino y su
Templo. Los infieles serán una multitud innumerable que se extenderá
por todas partes y su fe resonará como un tambor de un confín al
otro de la tierra.
Veo la inmensidad de la tierra. Continentes que Herodoto no nombró
sino en sueños se añadirán más allá de los grandes bosques de los
que habla Tácito y en el lejano final de mares ilimitados que
empiezan después de las columnas de Hércules.
Mil años habrán pasado desde el tiempo en que vivimos, y los fondos
de todo el mundo se habrán dividido en grandes reinos y vastos
imperios.
Guerras tan numerosas como las mallas de la cota que
llevan los caballeros de la orden se entrelazarán, desharán los
reinos y los imperios y tejerán otros. Y los siervos, los villanos,
los pobres sin hogar se sublevarán mil veces, harán arder las
cosechas, los castillos y las villas, hasta que se les queme vivos y
se obligue a los supervivientes a volver a sus cubiles. Se habrán
creído reyes.
Mil años habrán pasado y el hombre habrá conquistado el fondo de los
mares y de los cielos, y será como una estrella en el firmamento.
Habrá adquirido el poder del sol y se creerá dios, construyendo
sobre la inmensidad de la tierra mil torres de babel. Habrá
edificado muros sobre las ruinas de los que levantaron los
emperadores de Roma y éstos separarán una vez más las legiones de
las tribus bárbaras.
Más allá de los grandes bosques habrá un imperio. Cuando caigan los
muros, el imperio no será más que agua cenagosa. Las gentes se
mezclarán una vez más. Entonces empezará el año mil que sigue al año
mil.
Veo y conozco lo que será. Soy el escriba.
Cuando empiece el año mil que sigue al año mil, el hombre estará
frente a la entrada sombría de un laberinto oscuro. Y al fondo de
esa noche en la que va a internarse, veo los ojos del Minotauro.
Guárdate de su furor cruel, tú que vivirás en el año mil que sigue
al año mil.
Cuando empiece el año mil que sigue al año mil. El oro estará en la
sangre. El que contemple el cielo contará denarios; el que entre en
el templo encontrará mercaderes; los mandatarios serán cambistas y
usureros; La espada defenderá a la serpiente. Pero el fuego será
latente, todas las ciudades serán Sodoma y Gomorra y los hijos de
los hijos se convertirán en la nube ardiente; ellos alcanzarán los
viejos estandartes.
Cuando empiece el año mil que sigue al año mil, el hombre habrá
poblado los cielos y la tierra y los mares con sus criaturas;
mandará, pretenderá los poderes de Dios, no conocerá límite. Pero
todas las cosas se sublevarán; titubeará como un rey borracho;
galopará como un caballero ciego y a golpes de espuela internará a
su montura en el bosque; al final del camino estará el abismo.
Cuando empiece el año mil que sigue al año mil, se erigirán torres
de Babel en todos los puntos de la tierra, en Roma y en Bizancio;
los campos se vaciarán; no habrá más ley que mirar por uno mismo y
por los propios. Pero los bárbaros estarán en la ciudad; ya no habrá
pan para todos y los juegos no serán suficientes; entonces, las
gentes sin futuro provocarán grandes incendios.
Cuando empiece el año mil que sigue al año mil, el hambre oprimirá
el vientre de tantos hombres y el frío aterirá tantas manos, que
estos querrán ver otro mundo y vendrán mercaderes de ilusiones que
ofrecerán el veneno. Pero éste destruirá los cuerpos y pudrirá las
almas; y aquellos que hayan mezclado el veneno con su sangre serán
como bestias salvajes atrapadas en una trampa, y matarán y violarán
y despojarán y robarán, y la vida será un Apocalipsis cotidiano.
Cuando empiece el año mil que sigue al año mil, todos intentarán
disfrutar tanto como puedan; el hombre repudiará a su esposa tantas
veces como se case y la mujer irá por los caminos umbríos tomando al
que le plazca, dando a luz sin poner el nombre del padre. Pero
ningún maestro guiará al niño y cada uno estará solo entre los demás;
la tradición se perderá; la ley será olvidada como si no se hubiera
anunciado y el hombre volverá a ser salvaje.
Cuando empiece el año mil que sigue al año mil, el padre buscará el
placer en su hija, el hombre en el hombre, la mujer en la mujer, el
viejo en el niño impúber, y eso será a los ojos de todos. Pero la
sangre se hará impura; el mal se extenderá de lecho en lecho; el
cuerpo acogerá todas las podredumbres de la tierra, los rostros
serán consumidos, los miembros, descarnados; el amor será una
peligrosa amenaza para aquellos que se conozcan sólo por la carne.
Cuando empiece el año mil que sigue al año mil, aquel que hable de
promesas y de ley no será oído; el que predique la fe de Cristo
perderá su voz en el desierto. Pero por todas partes se extenderán
las aguas poderosas de las religiones infieles; falsos Mesías
reunirán a los hombres ciegos. Y el infiel armado será como nunca
había sido; hablará de justicia y de derecho, y su fe será de sangre
y fuego; se vengará de la cruzada.
Cuando empiece el año mil que sigue al año mil, el fragor de la
muerte provocada avanzará como la tormenta sobre la tierra; los
bárbaros se mezclarán con los soldados de las últimas legiones; los
infieles vivirán en el corazón de las ciudades santas; todos serán,
por turnos, bárbaros, infieles y salvajes.
No habrá órdenes ni
normas; el odio se extenderá como la llama en el bosque seco; los
bárbaros masacrarán a los soldados; los infieles degollarán a los
creyentes; el salvajismo será cosa de cada uno y de todos, y las
ciudades morirán.
Cuando empiece el año mil que sigue al año mil, los hombres se
juzgarán entre ellos según sean su sangre y su fe; nadie escuchará
el corazón sufriente de los niños; se les echará del nido como los
pájaros a sus crías; y nadie podrá protegerlos de la mano armada con
guantelete.
El odio inundará las tierras que se creían pacificadas.
Y nadie se librará, ni los viejos ni los heridos; las casas serán
destruidas o robadas; los unos se apoderarán del lugar de los otros;
todos cerrarán los ojos para no ver a las mujeres violadas.
En su libro, "Protocolo Secreto de las Profecías",
Juan de Jerusalén
sigue con su descripción de nuestro mundo actual.
Del mundo del año
mil después del año mil.
Cuando empiece el año mil que sigue al año mil, todos sabrán lo que
ocurre en todos los lugares de la tierra: se verá al niño cuyos
huesos están marcados en la piel y al que tiene los ojos cubiertos
de moscas, y al que se da caza como a las ratas. Pero el hombre que
lo vea volverá la cabeza, pues no se preocupará sino de sí mismo;
dará un puñado de granos como limosna, mientras que el dormirá sobre
sacos llenos. Y lo que dé con una mano recogerá con la otra.
Cuando empiece el año mil que sigue al año mil, el hombre comerciará
con todo; todas las cosas tendrán precio, el árbol, el agua y el
animal; nada más será realmente dado y todo será vendido. Pero el
hombre entonces no valdrá más que su peso en carne; se comerciará
con su cuerpo como los canales de ganado; tomarán su ojo y su
corazón; nada será sagrado, ni su vida ni su alma; se disputarán sus
despojos y su sangre como si se tratara de una carroña.
Cuando empiece el año mil que sigue al año mil, el hombre habrá
cambiado la faz de la tierra; se proclamará el señor y el soberano
de los bosques y de las manadas; habrá surcado el sol y el cielo y
trazará caminos en los ríos y en los mares. Pero la tierra estará
desnuda y será estéril, el aire quemará y el agua será fétida; la
vida se marchitará porque el hombre agotará las riquezas del mundo.
Y el hombre estará solo como un lobo en el odio de sí mismo.
Cuando empiece el año mil que sigue al año mil, los niños también
serán vendidos; algunos se servirán de ellos como de muñecos para
disfrutar de su piel joven; otros los tratarán como a animales
serviles. Se olvidará la debilidad sagrada del niño y su ministerio;
será como un potro que se doma, como un cordero que se sangra, que
se sacrifica. Y el hombre no será más que barbarie.
Cuando empiece el año mil que sigue al año mil, la mirada y el
espíritu de los hombres serán prisioneros; estarán ebrios y no lo
sabrán; tomarán las imágenes y los reflejos por la verdad del mundo;
se hará con ellos lo que se hace con un cordero. Entonces vendrán
los carniceros; los rapaces los agruparán en rebaños para guiarlos
hacia el abismo y levantar a los unos contra los otros; se les
matará para tomar su lana y su piel y el hombre que sobreviva será
despojado de su alma.
Cuando empiece el año mil que sigue al año mil, reinarán los
soberanos sin fe; mandarán sobre multitudes humanas inocentes y
pasivas; esconderán sus rostros y guardarán en secreto su nombre y
sus fortalezas estarán perdidas en los bosques. Pero
ellos decidirán
la suerte de todo y de todos; nadie participará en las asambleas de
su orden; todos serán siervos pero se creerán hombres libres y
caballeros; sólo se levantarán los de las ciudades salvajes y las
creencias heréticas, pero también serán vencidos y quemados vivos.
Cuando empiece el año mil que sigue al año mil, los hombres serán
tan numerosos sobre la tierra que parecerán un hormiguero en el que
alguien clavara un bastón; se moverán inquietos y la muerte los
aplastará con el talón como a insectos enloquecidos. Grandes
movimientos los enfrentarán unos contra otros; las pieles oscuras se
mezclarán con las pieles blancas; la fe de Cristo con la del infiel;
algunos predicarán la paz concertada pero por todo el mundo habrá
guerras de tribus enemigas.
Cuando empiece el año mil que sigue al año mil, los hombres querrán
franquear las murallas; la madre tendrá el pelo gris de una vieja;
el camino de la naturaleza será abandonado y las familias serán como
granos separados que nada puede unir. Será, pues, otro mundo; todos
errarán sin vínculos, como los caballos desbocados corriendo en
todas direcciones sin guía; desgraciado del caballero que cabalgue
esa montura; carecerá de estribos y se precipitará en la zanja.
Cuando empiece el año mil que sigue al año mil, los hombres no
confiarán en la ley de Dios, sino que querrán guiar su vida como a
una montura; querrán elegir a sus hijos en el vientre de sus mujeres
y matarán a aquellos que no deseen. Pero ¿qué será de estos hombres
que se creen Dios? Los poderosos se apropiarán de las mejores
tierras y de las mujeres más bellas; los pobres y los débiles serán
ganado; los poblachos se convertirán en plazas fuertes; el miedo
invadirá los corazones como un veneno.
Cuando empiece el año mil que sigue al año mil, habrá surgido un
orden negro y secreto; su ley será el odio y su arma, el veneno;
deseará siempre más oro y se extenderá su reino por toda la tierra,
y sus servidores estarán unidos entre ellos por un beso de sangre.
Los hombres justos y los débiles acatarán su regla. Los poderosos se
pondrán a sus servicios.
La única ley será la que dicte en las
sombras; venderá el veneno aun dentro de las iglesias. Y el mundo
avanzará con ese escorpión bajo el pie.
Cuando empiece el año mil que sigue al año mil, muchos hombres
permanecerán sentados con los brazos cruzados, se irán sin saber
adónde, con los ojos vacíos, pues no tendrán forja en la que batir
el metal, ni campo que cultivar. Serán como la simiente que no puede
echar raíces. Errantes y empobrecidos; los más jóvenes y los más
viejos, a menudo sin hogar. Su única salvación será
la guerra y
combatirán entre ellos, y odiarán su vida.
Cuando empiece el año mil que sigue al año mil, las enfermedades del
agua, del cielo y de la tierra atacarán al hombre y le amenazarán;
querrá hacer nacer lo que ha destruido y proteger su entorno; tendrá
miedo de los días futuros. Pero será demasiado tarde; el desierto
devorará la tierra y el agua será cada vez más profunda, y algunos
días se desbordará, llevándose todo por delante como un diluvio, y
al día siguiente la tierra carecerá de ella y el aire consumirá los
cuerpos más débiles.
Cuando empiece el año mil que sigue al año mil, la tierra temblará
en muchos lugares y las ciudades se hundirán; todo lo que se haya
construido sin escuchar a los sabios será amenazado y destruido; el
lodo hundirá los pueblos y el suelo se abrirá bajo los palacios. El
hombre se obstinará porque el orgullo es su locura; no escuchará
las
advertencias repetidas de la tierra, pero el incendio destruirá las
nuevas Romas y, entre los escombros acumulados, los pobres y los
bárbaros, a pesar de las legiones, saquearán las riquezas
abandonadas.
Cuando empiece el año mil que sigue al año mil, el sol quemará la
tierra; el aire ya no será velo que protege del fuego. No será más
que una cortina agujereada y la luz ardiente consumirá las pieles y
los ojos. El mar se alzará como agua enfurecida; las ciudades y las
riberas quedarán inundadas y continentes enteros desaparecerán; los
hombres se refugiarán en las alturas y olvidando lo ocurrido,
iniciarán la reconstrucción.
Cuando empiece el año mil que sigue al año mil, los hombres sabrán
hacer realidad los espejismos;
los sentidos serán engañados y
creerán tocar lo que no existe; seguirán caminos que solo los ojos
verán y el sueño podrá hacerse realidad. Pero el hombre ya no sabrá
distinguir entre lo que es y lo que no es. Se perderá en falsos
laberintos; los que consigan dar vida a los espejismos se burlarán
del hombre pueril, engañándole. Y muchos hombres se convertirán en
perros rastreros.
Cuando empiece el año mil que sigue al año mil, los animales que Noé
embarcó en su arca no serán, entre las manos del hombre, más que
bestias transformadas según su voluntad; y, ¿quién se preocupará de
su sufrimiento vital? El hombre habrá hecho de cada animal lo que
habrá querido. Y habrá destruido numerosas especies.
¿En qué se
habrá convertido el hombre que haya cambiado las leyes de la vida,
que haya hecho del animal vivo pella de arcilla? ¿Será el igual de
Dios o el hijo del diablo?
Cuando empiece el año mil que sigue al año mil, se deberá temer por
hijo del hombre; el veneno y la desesperación le acecharán; no se le
habrá deseado más que por uno mismo, no por él o por el mundo; será
acosado por el placer y a veces venderá su cuerpo. Pero incluso el
que sea protegido por los suyos estará en peligro de tener el
espíritu muerto; vivirá en el juego y en el espejismo.
¿Quién le
guiará cuando no tenga maestros? Nadie le habrá enseñado a esperar y
a actuar.
Cuando empiece el año mil que sigue al año mil, el hombre se creerá
Dios, aunque no habrá progresado nada desde su nacimiento. Atacará
vencido por la ira y por los celos. Y su brazo estará armado con el
poder del que se habrá adueñado; Prometeo cegado podrá destruirlo
todo a su alrededor. Será un enano de alma y tendrá la fuerza de un
gigante; avanzará a pasos inmensos pero no sabrá que camino tomar.
Su cabeza estará cargada de saber pero ya no sabrá porque vive o
porque muere será, como siempre, el loco que gesticula o el niño que
gime.
Cuando empiece el año mil que sigue al año mil, regiones enteras
serán botines de guerra. Más allá de los límites romanos e incluso
en el antigua territorio del imperio; los hombres de las mismas
ciudades se degollarán; aquí habrá guerra entre tribus y allá, entre
creyentes.
Los judíos y los hijos de Alá no dejarán de enfrentarse y
la tierra de Cristo será su campo de batalla; pero los fieles
querrán defender en todo el mundo la pureza de su fe y ante ellos no
habrá más que duda y poder; entonces la muerte avanzará por todo el
mundo como estandarte de los tiempos nuevos.
Cuando empiece el año mil que sigue al año mil,
multitudes de
hombres serán excluidos de la vida humana; no tendrán derechos, ni
techo, ni pan; estarán desnudos y no tendrán más que su cuerpo para
vender; se le expulsará lejos de la torre de Babel de la opulencia.
Se agitarán como un remordimiento o una amenaza; ocuparán regiones
enteras y proliferarán: escucharán las prédicas de la venganza y se
lanzarán al asalto de las torres orgullosas; habrá llegado el tiempo
de las invasiones bárbaras.
Cuando empiece el año mil que sigue al año mil,
el hombre habrá
entrado en el laberinto oscuro; tendrá miedo y cerrará los ojos,
pues ya no sabrá ver; desconfiará de todo y temerá a cada paso, pero
será empujado hacia delante y no le será permitido detenerse. La voz
de Casandra será, sin embargo, potente y clara. Pero él no la oirá
pues querrá poseer más cada día y su cabeza se habrá perdido en las
fantasías; los que serán sus maestros le engañarán y no tendrá más
que malos consejeros.
Llegados plenamente al año mil que sigue al año mil, los hombres por
fin habrán abierto sus ojos; ya no estarán encerrados en sus cabezas
o en sus ciudades; se verán y se oirán de un lado a otro de la
tierra; sabrán que lo que golpea a uno hiere al otro. Los hombres
formarán un cuerpo único del que cada uno será una parte ínfima, y
juntos construirán el corazón, y habrá una lengua que será hablada
por todos y nacerá así, por fin, el gran humano.
Llegados plenamente al año mil que sigue al año mil, el hombre
habrá
conquistado el cielo; creará estrellas en el gran mar azul sombrío y
navegará en esa nave brillante, nuevo Ulises, compañero del sol,
hacia la odisea celeste. Pero también será el soberano del agua;
habrá construido grandes ciudades náuticas, que se nutrirán de las
cosechas del mar; vivirá así en todos los rincones del gran dominio
y nada le será prohibido.
Llegados plenamente al año mil que sigue al año mil, los hombres
podrán penetrar en las profundidades de las aguas; su cuerpo será
nuevo y ellos serán peces, y algunos volarán más altos que los
pájaros como si la piedra no cayera. Se comunicarán entre ellos pues
su espíritu estará tan abierto que recogerá todos los mensajes, y
los sueños serán compartidos y vivirán tanto tiempo como el más
viejo de los hombres, aquel del que hablan los libros sagrados.
Llegados plenamente al año mil que sigue al año mil, el hombre
conocerá el espíritu de todas las cosas, la piedra o el agua, el
cuerpo del animal o la mirada del otro; habrá penetrado los secretos
que los dioses antiguos poseían y empujará una puerta tras otra en
el laberinto de la vida nueva.
Creará con la fuerza con que brota
una fuente; enseñara es saber a la multitud de los hombres, y los
niños conocerán la tierra y el cielo mejor que nadie antes que ellos.
Y el cuerpo del hombre será más grande y más hábil. Y su espíritu
habrá abarcado todas las cosas y las habrá poseído.
Llegados plenamente al año mil que sigue al año mil, el hombre ya no
será el único soberano, pues la mujer empuñará el cetro; será la
gran maestra de los tiempos futuros y lo que piense lo impondrá a
los hombres; será la madre de ese año mil que sigue al año mil.
Difundirá la dulzura tierna de la madre tras los días del diablo;
será la belleza después de la fealdad de los tiempos bárbaros; el
año mil que viene después del año mil cambiará en poco tiempo; se
amará y se compartirá, se soñará y se dará vida a los sueños.
Llegados plenamente al año mil que sigue al año mil, el hombre
conocerá un segundo nacimiento; el espíritu se apoderará de las
gentes, que comulgarán en fraternidad; entonces se anunciará el fin
de los tiempos bárbaros. Será el tiempo de un nuevo vigor de la fe;
después de los días negros del inicio del año mil que viene después
del año mil, empezarán los días felices; el hombre reconocerá el
camino de los hombres y la tierra será ordenada.
Llegados plenamente al año mil que sigue al año mil, los caminos
irán de una punta de la tierra y del cielo a la otra; los bosques
serán de nuevo frondosos y los desiertos habrán sido irrigados; las
aguas habrán vuelto a ser puras. La tierra será un jardín; el hombre
velará sobre todo lo que vive; purificará lo que ha contaminado; así
sentirá que toda esta tierra es su hogar, y será sabio y pensará en
el mañana.
Llegados plenamente al año mil que sigue al año mil, todos serán
como movimientos ordenados, se sabrá todo del mundo y del propio
cuerpo; se soñará con la enfermedad antes de que aparezca; todos se
curarán así mismos y a los demás. Se habrá entendido que es
necesario ayudar para mantenerse, y el hombre, después de los
tiempos de cerrazón y de avaricia, abrirá su corazón y su bolsa a
los más desposeídos; se sentirá caballero de la orden humana y así
por fin un tiempo nuevo empezará.
Llegados plenamente al año mil que sigue al año mil, el hombre habrá
aprendido a dar y compartir; los días amargos de la soledad habrán
pasado; creerá de nuevo en el espíritu; y los bárbaros habrán
adquirido el derecho de ciudadanía. Pero eso vendrá después de las
guerras y los incendios; eso surgirá de los escombros ennegrecidos
de las torres de Babel. Y habrá sido necesario el puño de hierro
para que se ordene el desorden. Y para que el hombre encuentre el
buen camino.
Llegados plenamente al año mil que sigue al año mil, el hombre sabrá
que todos los seres vivos son portadores de luz y que son criaturas
que deben ser respetadas; habrá construido las ciudades nuevas en el
cielo, sobre la tierra y sobre el mar.
Conservará en la memoria lo
que fue y sabrá leer lo que será; ya no tendrá miedo de su propia
muerte, pues en su vida habrá vivido muchas vidas y sabrá que la luz
nunca se apagará.
Al Gore es un político y 'ecologista' estadounidense.
Fue el
cuadragésimo quinto Vicepresidente de los Estados Unidos bajo la
presidencia de Bill Clinton y candidato a la presidencia del país en
el 2000, cuando perdió las elecciones presidenciales frente a
George
Walker Bush.
En 2007 fue galardonado con el
Premio Nobel de la Paz,
por su contribución a la reflexión y acción mundial contra el cambio
climático, y con el Premio Príncipe de Asturias de Cooperación
Internacional.
En 2006 protagonizó el documental ganador del Oscar Una verdad
incómoda, que trata del cambio climático, del que responsabiliza a
las personas, sus gobiernos e industrias que lo generan, e insta a
emprender un camino de búsqueda de energías "limpias" para evitar la
destrucción del planeta.
Al Gore hace tiempo que está alertando a la humanidad sobre el
cambio climático, buscando concientizar a las personas sobre el
peligro del estilo de vida agresivo con el planeta, y es un gran
artífice de la frondosa cantidad de información que hoy en día se
dispone al respecto. De hecho, esta postura, que derivó en la
película “Una verdad incómoda”, le habría costado la elección
presidencial.
Probablemente, los nuevos tiempos “Llegados plenamente al año mil
que sigue al año mil”, como dice Juan de Jerusalén, se trate de un
gran cóctel del que surja una nueva conciencia.
Una nueva
oportunidad para los seres humanos, de tener una vida más amable con
el planeta y entre sí.
En importante que en estos “nuevos tiempos” intentemos informarnos y
sacar nuestras propias conclusiones.
Vayamos a las fuentes y no
dejemos que nos den “propias interpretaciones” que pueden tener
intereses no declarados.
Cuidémonos y cuidemos todo lo que nos rodea. El mundo será así un
mejor lugar para vivir. El pasado es lo único que no se puede cambiar. Quizás, si nos espera alguna vivencia desagradable, pueda revertirse
a tiempo y Juan de Jerusalén son su advertencia haya logrado
salvarnos… Quizás la humanidad demuestre que aprendió la lección y los
dioses
decidan “extendernos la fecha de vencimiento”… Quizás “la gran transformación” que se profetiza se trate de que
todos y cada uno de nosotros nos transformemos en seres preocupados
por el prójimo y por el entorno, que dejemos de lado nuestros
propios intereses en beneficio de los demás, dando paso a un nuevo y
verdadero “Orden Mundial”.
El orden del amor y del respeto absolutos.
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