por Phil BROQ
07 Octubre 2025
del Sitio Web JevousauraisPrevenu

traducción de Biblioteca Pleyades

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En este momento, los medios de propaganda agitan la bandera roja de una guerra perdida contra Rusia ante las masas, blandiendo el miedo a un ataque nuclear en Oriente Medio, como si estuvieran montando un espectáculo desastroso para distraer al público de un escenario más importante.

Todo esto no es más que una burda puesta en escena, un teatro mediático, donde fingen estar preparando enfrentamientos titánicos cuando, en realidad, faltan los recursos financieros, las armas, los hombres y la industria, y nadie tiene la capacidad ni la voluntad para semejante enfrentamiento.

Estas amenazas sirven principalmente para enmascarar la verdadera, silenciosa, digital y global guerra que se libra contra la humanidad, no con bombas, sino con códigos QR y bases de datos.

 

Es aquí donde se está estableciendo un sistema universal de identidad bancaria y médica, reduciendo a las personas a líneas de código y perfiles predictivos.

Y mientras tanto, las masas, saturadas de pantallas, entretenimiento y pequeños ultrajes calibrados, dormitan. No ven cómo se cierra la trampa, porque les han enseñado a mirar hacia otro lado.

 

Les hacen creer que el caos externo es el enemigo, cuando el verdadero campo de batalla está en su bolsillo, su tarjeta bancaria, su historial médico y su huella digital, que ya están desmaterializados.

 

¡Aquí es donde se juega el futuro!

 

No en las bombas que nos prometen, sino en la subyugación silenciosa, gradual y tecnológica que se presenta como progreso.
 

 

 


Identidad Digital, Moneda Programable y Servidumbre Global

Esto ya no es una simple conjetura, ni mucho menos una especulación paranoica que pueda descartarse con un gesto condescendiente.

 

Las piezas del rompecabezas están ahí, visibles, entrelazadas con una lógica implacable, perfectamente engrasadas y ya plenamente operativas.

 

Lo que se despliega ante nuestros ojos, en la indiferencia general o la cobarde comodidad del entretenimiento de masas, es la arquitectura clínica y gélida de una tiranía digital global.

 

Una prisión sin barrotes, sin carceleros visibles, erigida piedra a piedra a partir de nuestras propias concesiones con un clic aquí, una autorización allá, un intercambio "inocente" de datos y una dependencia cada vez mayor de la omniconexión.

La tecnocracia algorítmica no ataca con botas militares, sino con notificaciones, recomendaciones personalizadas e interfaces elegantes y seductoras.

 

Y mientras el edificio se alza, metódico e inquebrantable, lo aplaudimos, cómplices ciegos de nuestra propia prisión.

 

Es sobre las ruinas de nuestras libertades voluntariamente abandonadas que se construye este nuevo orden digital:

total, silencioso y aún más aterrador...

 

 


La Telaraña Digital

La llamada "red" digital nunca ha tenido un nombre tan acertado, pues es una auténtica telaraña, pacientemente tejida por gigantes digitales, donde cada usuario, hipnotizado por el frío resplandor de su smartphone, se debate como un insecto condenado.

 

Bajo el pretexto del entretenimiento, la inmediatez y la conexión, esta trampa moderna está absorbiendo lenta pero inexorablemente toda forma de libertad.

 

Solo estamos alimentando a estas arañas modernas, a estas voraces multinacionales, ofreciéndoles nuestros datos, nuestra atención, incluso nuestros pensamientos, mientras tejen hilos cada vez más densos alrededor de nuestras vidas.

El teléfono inteligente se ha convertido en el salvavidas del siglo XXI, tan integrado en nuestras vidas que separarse de él ya es inconcebible para algunos.

 

La prueba definitiva del éxito de este control insidioso.

 

Y mientras las masas navegan, dan "me gusta" y comparten sin parar, creyendo disfrutar de la libertad digital, se hunden cada vez más en la ilusión de un mundo diseñado para distraerlas,

mientras se les despoja de su soberanía mental, física, económica y médica.

Y lo peor de todo es que ya nadie quiere abrir los ojos a la realidad de este mundo.

 

Porque es más cómodo permanecer prisionero, arrullado por el tranquilizador zumbido de las notificaciones, que admitir que hemos caído voluntariamente en la trampa.

Así, la identidad digital, hábilmente disfrazada de simple herramienta de modernización administrativa, de paso inofensivo hacia una supuesta "simplificación" de la vida cívica, no es más que un caballo de Troya, infiltrado en nuestras vidas con la sonrisa tecnocrática de quienes dicen servirnos.

 

Tras esta fachada se esconde una maquinaria de control total, una infraestructura de vigilancia sin precedentes, tejida en la sombra, interconectada a escala transnacional y ya fusionada con los sistemas tributario, sanitario, bancario y migratorio.

Todo está incluido:

compatibilidad, interoperabilidad y centralización.

Tres palabras que parecen proezas técnicas, pero que en realidad constituyen los pilares de un mecanismo de esclavización global.

Lo que se nos vende como innovación es, en realidad, la columna vertebral de un sistema global de crédito social, una versión camuflada del modelo chino, pero aplicada a toda la humanidad bajo el pretexto de la eficiencia.

La trampa es elegante, casi indolora (por ahora), y eso es precisamente lo que la hace tan formidable.

Y esta vez, las cadenas no serán de hierro, sino de datos biométricos, tokens digitales, códigos QR omnipresentes y perfiles de comportamiento escaneados en tiempo real.

 

Esta trampa no se rompe de golpe, sino que se cierra silenciosamente, ante el aplauso de una población demasiado hipnotizada para ver el horror que se desata.

 

Porque estas nuevas ataduras no se presentan como una restricción, sino como una promesa.

La de una sociedad fluida, segura y racional... en una palabra, ¡dócil!

Sin embargo, tras esta ventana desinfectada se alza una implacable dictadura algorítmica, donde el individuo no será más que un flujo de datos condicionado a demostrar constantemente su derecho a existir.

Trabajar, viajar, comprar, cuidarse, amar...

Muy pronto, cada acto de la vida será filtrado, condicionado, autorizado o rechazado por una red tecnológica invisible pero absoluta.

 

Este ya no es un futuro distópico, es un presente en proceso de despliegue que avanza enmascarado, envuelto en el frío lenguaje de la innovación y la seguridad.
 

 

 


El Dinero como Instrumento de Dominación

El siguiente paso ya está en marcha, silenciosamente pero con una eficiencia quirúrgica:

la desaparición planificada del efectivo, esta moneda física, gratuita, anónima, esquiva y, por lo tanto, intolerable para los arquitectos del Nuevo Orden Financiero.

Porque el efectivo, precisamente porque escapa al rastreo, la programación y la censura automatizada, representa una herejía en un mundo donde cada transacción debe ser monitoreada, condicionada y validada.

 

Primero, había que desacreditarlo:

misión cumplida...

El efectivo se ha asociado hábilmente con el fraude, el crimen y el terrorismo, hasta el punto de volverse sospechoso incluso en manos de ciudadanos honestos.

 

Luego, hay que restringirlo, hacerlo raro, marginal, casi vergonzoso. Ya está...

 

Lo que se presenta como una evolución "práctica" hacia una sociedad sin efectivo es, en realidad,

solo un paso más hacia un sistema monetario programable, donde cada centavo será rastreable, cada gasto analizado y cada comportamiento financiero registrado, recompensado o castigado.

 

Una economía donde el dinero ya no te pertenece, sino que te tolera, siempre que te ciñas a las reglas.

Ahora, el dinero se está transformando en un instrumento de servidumbre con el CBDC (moneda digital del banco central) y llega bajo la tranquilizadora apariencia de la modernidad, pero no es más que un dispositivo de control programable, personalizable y totalmente rastreable.

 

Imaginar que aceptamos que un código decida la validez de nuestro salario, la geolocalización de nuestras compras o la posibilidad misma de ahorrar, es renunciar a la esencia de la libertad económica.

 

Bastará con un clic para congelar tus fondos, un algoritmo para degradar tu acceso a los servicios, una "puntuación" para excluirte de la vida social y profesional.

 

Una moneda fundible, asignada y condicionada transforma al ciudadano en un beneficiario precario, dependiente de la autorización sistémica; se acabó el acaparamiento, las reservas y el asilo financiero para la disidencia.

 

Recordemos sin rodeos que la Resistencia siempre se ha mantenido gracias al efectivo. Porque sin efectivo, no hay financiación oculta para pagar a informantes y operadores disidentes, no hay apoyo material y, por lo tanto, no hay insurrección posible.

 

Éste es el objetivo final que se perfila:

neutralizar todo disenso haciéndolo financieramente imposible y convertir la economía en una red que impida toda acción pero que tome nota y juzgue cada gesto individual.

 

 


La Guerra como Pretexto para la Servidumbre Total

El intento de arrastrar a los pueblos occidentales a una guerra abierta contra Rusia no es una mera reacción geopolítica, sino una maniobra de ingeniería social y económica, diseñada para someter a las naciones a una sumisión total.

 

Ya existen leyes de emergencia, bajo el pretexto de la emergencia, la seguridad y la lucha contra la propaganda.

 

Las sanciones, el control financiero, la congelación de activos y el racionamiento energético se implementaron no para defender a la población, sino para acostumbrarla a un estado de emergencia permanente.

El colapso sistemático de las industrias europeas, asfixiadas por la pérdida de la energía rusa barata, no es un fenómeno pasajero; es una estrategia.

 

Destruir la competitividad, debilitar la producción e interrumpir las cadenas de suministro implica hacer que las personas dependan de soluciones exógenas, ya sean estadounidenses, tecnocráticas o digitales.

 

Se está destruyendo la autonomía material para imponer la dependencia digital.

La guerra se convierte entonces en un formidable instrumento de propaganda y disciplina colectiva, que justifica el racionamiento, la vigilancia, el crédito social de carbono y la alineación forzada tras nuevas infraestructuras financieras e identitarias.

 

El chanchullo ya es total, con impuestos, inflación y, por supuesto, deuda pública artificial; solo faltaba el miedo a un enemigo externo que sellara la jaula

 

Por lo tanto, la guerra contra Rusia no es solo militar,

es psicopolítica, una operación de condicionamiento para que la opinión pública acepte lo que jamás habría tolerado en tiempos de paz.

 

 


Covid, Milgram y el Experimento Global

Este sistema de dominación se ensayó a gran escala durante el COVID-19.

 

Esta crisis no fue solo una crisis sanitaria; fue un experimento.

 

Demostró lo que las élites ya sabían:

el pueblo es dócil, manipulable, aterrorizado.

Se les puede imponer cualquier cosa:

confinamientos, toques de queda, pases sanitarios, rastreo, códigos QR...

Basta con sembrar el miedo y prometer la vuelta a la normalidad.

¿Por qué detenerse ahí? El pueblo se ha tragado las primeras cadenas; aceptará las siguientes.

 

¿Dinero fundido? Aplaudirán.

 

¿Identidad digital? La exigirán.

 

¿Crédito social? Se someterán a él si pueden seguir consumiendo pantallas, series y hamburguesas.

Los jóvenes, totalmente desarraigados políticamente, estupefactos por TikTok y los videojuegos, serán los primeros en lanzarse. El Estado les ofrecerá aplicaciones, cupones, descuentos en criptomonedas sociales.

 

Mientras tanto, ¡la red se endurecerá...!
 

 

 


Una Dictadura Blanda, Programada y Definitiva

Lo que se está implementando, país tras país, continente tras continente, no es fruto de la casualidad.

¡Es un plan...!

Una reforma global, bajo la égida de instituciones supraestatales, centros de investigación privados y multinacionales financiarizadas.

El Reino Unido quiere imponer una identidad digital para el derecho al trabajo.

 

La UE prepara su billetera digital para 2026.

 

India, China, Estonia, el Sudeste Asiático...

Todos avanzan hacia un sistema único, integrado, centralizado y controlable.

 

Y cuando Estados Unidos lo haga, será en nombre de la seguridad, la lucha contra la desinformación y la justicia social.

 

Todas las palabras vacías del progresismo se movilizarán para hacer más fácil de tragar la amarga píldora del totalitarismo digital. Pero cuidado, porque negarse no significará libertad... significará exclusión...

 

No te encerrarán en la cárcel; te desactivarán...

Se acabará tu cuenta bancaria.

 

Se acabarán las prestaciones.

 

Se acabará tu trabajo.

 

Se acabará tu transporte.

 

Se acabará tu existencia.

 

 


La Pauperización y el Entretenimiento son el «Soma» Moderno

Mientras se establece la infraestructura de control, las masas son metódicamente despojadas de su fuerza vital, su pensamiento, su lucidez.

 

Todo contribuye a este declive generalizado: la inflación como herramienta para frenar la sangría económica, la sobretasa de productos básicos como instrumento de acoso diario, el colapso del poder adquisitivo como estratagema para el agotamiento psicológico.

 

Se priva a los cuerpos de comida, se esterilizan las mentes.

 

Y mientras las familias cuentan centavos en el supermercado, se les alimenta con pan y circo,

TikTok, Netflix, fútbol, ​​pornografía, festivales patrocinados,

...todas distracciones lobotomizantes diseñadas para desactivar cualquier revuelta, cualquier pensamiento estructurado, cualquier conciencia política.

Ya no es una sociedad:

es un hospital psiquiátrico al aire libre, donde la estupefacción voluntaria ha sustituido a la ira legítima.

Durante más de cinco años, se han acumulado humillaciones, mentiras y traiciones

 

¿Y qué hace la multitud?

Se desplaza...

 

 Acepta...

 

Y casi agradece...

 

Peor aún, se adapta a su jaula...

La resignación se ha convertido en una norma social.

 

La sumisión, en una postura moral. La capacidad de resistencia ha sido suprimida no por la fuerza, sino por el cansancio, la distracción y el envenenamiento intelectual.

 

Un pueblo exhausto, idiotizado y dependiente es un pueblo conducido al matadero digital sin siquiera luchar.
 

 

 


El Mito del Progreso

Tras la fachada racional y benévola del progreso, se esconde una ideología mesiánica, fría, mecanicista y antihumana:

el transhumanismo...

El hombre, ahora considerado falible, contaminante, emocional e impredecible, debe ser aumentado, asistido y corregido por máquinas.

 

El sueño prometeico de las élites actuales ya no es el de la libertad, sino el de un ser humano sin asperezas, digitalmente gobernable, biológicamente manejable y psicológicamente predecible.

 

Lo que la política ya no puede hacer - unir, inspirar o provocar debate - la tecnociencia pretende reemplazarlo. Y quienes rechazan esta gobernanza algorítmica, quienes dudan de esta modernidad tóxica, ya son etiquetados como oscurantistas, refractarios o incluso amenazas.

 

El progreso se vuelve totalitario cuando deja de ser una opción y se convierte en una obligación.

 

Ahora es un dogma, no una evolución...

 

 

 

Dictadura Corporativa

Lo que se está implementando no es responsabilidad exclusiva de los estados-nación.

 

Las multinacionales digitales, lideradas por las GAFAM, son las arquitectas silenciosas de la jaula digital.

  • Amazon gestiona la logística

  • Google los datos

  • Microsoft la infraestructura

  • Meta los perfiles psicológicos

  • Apple los identificadores biométricos

Todo con la bendición de los estados en proceso de desintegración soberana.

 

La gobernanza global es ahora híbrida, transnacional, privada y elude cualquier responsabilidad democrática. Las élites políticas ya no lideran; gestionan la transición hacia la extinción de la política.

 

Estamos presenciando el nacimiento de una casta de ingenieros sociales, tecnócratas privados y fundaciones filantrópico-capitalistas que establecen estándares, controlan narrativas y definen el comportamiento aceptable.

 

Y todo esto sin que nadie haya votado por ellos.
 

 

 


El Control de la Salud como Nuevo Poder Biopolítico

La salud era solo un pretexto temporal.

 

Se ha convertido en una infraestructura permanente de control social.

Tras la aprobación de la vacuna, llegan los pasaportes biomédicos, los historiales médicos centralizados y las alertas de comportamiento para la "salud pública en riesgo".

El cuerpo ya no es un espacio privado, sino la última frontera del control.

 

Tus elecciones alimentarias, tus patrones de sueño, tus movimientos, tus compras ya se utilizan para alimentar modelos predictivos. El individuo ya no es más que un paciente con tiempo prestado, un portador de riesgos, un peligro potencial.

 

La salud se convierte en una herramienta de obediencia, una moneda social, una condición para acceder a la normalidad. Y quienes se desvíen de los estándares médicos impuestos se verán excluidos como las víctimas de la peste del pasado.

 

La medicina se está convirtiendo en la policía del alma.
 

 

 


El Estrangulamiento del Pensamiento entre la Censura, los Algoritmos y la Verdad Oficial

Este sistema no podría sobrevivir sin la represión absoluta del libre pensamiento.

 

La censura ya no es brutal...,

es suave, sutil e invisible, con exclusiones, prohibiciones ocultas, desmonetización y estímulos conductuales.

El algoritmo ahora decide qué se permite ver, leer y escuchar.

 

Cualquier contenido desviado se relega a los márgenes o se elimina en nombre de la seguridad, la salud o la convivencia. Las nuevas leyes sobre desinformación otorgan a los gobiernos y a las plataformas el poder absoluto para definir la verdad.

 

El debate ha muerto, la duda es herejía, los matices son un delito. Esto ya no es la Inquisición; es peor, ya que es una inquisición automatizada que se adapta, aprende y se optimiza.

 

La libertad de expresión no ha sido eliminada; se ha vuelto obsoleta.
 

 

 


La Ciudad Inteligente es un Gulag conectado

Lo que llamamos "ciudad inteligente" es en realidad una prisión inteligente, donde cada calle, cada señal, cada banco público es un sensor, un rastreador, un agente de control.

Tus movimientos serán analizados, tu comportamiento clasificado, tu consumo optimizado, por tu propio bien, obviamente.

La ciudad inteligente es la materialización física de la servidumbre digital...

Ya no se necesitan muros, ya no se necesita alambre de púas; basta con impedirte abrir una puerta, subirte a un autobús o comprar una botella de agua.

El espacio público se vuelve condicional, ya que solo tienes acceso a él si eres un ciudadano obediente.

La planificación urbana se vuelve conductual, punitiva y moral.

 

Ya no es una ciudad; es un circuito cerrado.

 

 


El Borrado de la Historia y del Hombre

El totalitarismo digital no solo controla el futuro, sino que también borra el pasado.

 

La historia se reescribe, los referentes culturales se destruyen, las tradiciones se burlan, las religiones se vacían de su esencia, las lenguas se estandarizan.

 

El ciudadano global ideal carece de memoria, de raíces, de identidad real; es intercambiable, programable, desarraigado. Ya no queremos agricultores arraigados, familias fuertes ni comunidades estables.

 

Queremos consumidores conectados, dóciles, perpetuamente insatisfechos y móviles. La memoria es un peligro porque nos recuerda la verdadera libertad. El viejo mundo se está demoliendo, no para modernizarlo, sino para hacerlo irreversible.

 

Esto no es progreso,

es una supresión sistemática de todo lo que hace al hombre libre, único, arraigado y peligroso para el sistema.

 

 


El Sueño de las Masas

Y tú,

¿Qué hiciste para evitarlo?

 

¿Y qué les hiciste a tus hijos?

Les diste un teléfono inteligente como si fuera un hueso para un perro, sin pensarlo, sin oponer resistencia, igual que les ofreciste jeringas experimentales, convencido de que hacías lo correcto porque una pantalla o un médico con bata blanca te lo decían.

 

Tus hijos ahora están cautivos, mentalmente lobotomizados por algoritmos más poderosos que cualquier dictadura militar.

Y esta "Generación Z" no se rebela, navega, disfruta, se filma ahogándose. No construirá nada, no salvará nada, porque le has quitado la llama. Has cedido ante todo, desde la libertad hasta la verdad, pero sobre todo ante la humanidad misma.

 

Y ahora que el mundo se hunde en el silencio azul de las notificaciones,

¿sigues esperando que un milagro te redima?

No es un sistema lo que te está destruyendo, es tu cobardía al decirle que no.

Cambiaste la transmisión por la sumisión, la educación por la pantalla, la conexión por el wifi. Criaste a tus hijos en la comodidad anestésica de lo inmediato, privándolos de toda verticalidad, de toda memoria, de toda conciencia.

 

A la menor alerta, corriste a obedecer, escanear, inyectar, aislar, denunciar, y lo llamaste "solidaridad".

Pero lo que realmente transmitiste fue una sumisión pavloviana, un miedo programado, una borradura del alma.

El mundo arde, los hitos se desvanecen, la carne se convierte en datos biométricos, el pensamiento se convierte en ofensa, y sigues viendo Netflix.

 

No es una élite la que te tiraniza, son tus renuncias acumuladas, tu negativa a ver, tu malsana necesidad de evitar el esfuerzo, el conflicto, la responsabilidad.

Si no se detiene este movimiento, pronto no quedará nada que defender. Los humanos serán redefinidos, ya no como seres pensantes, libres y corpóreos, sino como variables en un sistema de control global.

 

Los niños ya no tendrán recuerdos del pasado, ya no hablarán de libertad, porque se les habrá enseñado a temerla como a un virus. Como pájaros nacidos en jaulas que creen que volar es una enfermedad...

El mundo que conoces, con sus luchas, sus contradicciones, sus cuerpos, sus libros, sus silencios, será reemplazado por una interfaz. La realidad se volverá obsoleta. Y lo consentirás, porque te impedirá sentir dolor, miedo y lucha.

 

Este es el fin, con una humanidad incorpórea, gobernada no por hombres, sino por protocolos, cuadros de mando, inteligencias "superiores", todo dictado por el imperativo del orden, la eficiencia y la seguridad.

 

No será Orwell ni Huxley... será mucho peor.

Será una distopía que nadie habrá visto venir, porque la habrás deseado, comprado y descargado.

 

 


La Última Batalla

Aún hay tiempo.

Pero debemos dejar de mendigar migajas de libertad de quienes solo pretenden inutilizarnos.

 

Debemos recuperar la verticalidad perdida, la capacidad de decir no, de resistir sin permiso, de pensar sin red de seguridad.

Esto empieza con gestos sencillos pero radicales, como,

  • retomar el control de la educación de nuestros hijos

  • rechazar la digitalización total de nuestras vidas

  • desobedecer mandatos absurdos

  • reavivar el pensamiento crítico allí donde se ha extinguido...

No se trata de retroceder, sino de rechazar este avance hacia el abismo.

Redescubrir la carne, la palabra, la verdad.

 

Desconectar, levantarse, mirar a los ojos a quienes mienten y dejar de colaborar por comodidad.

Porque la revolución venidera no será política.

Será interna, íntima, existencial.

 

Se librará sin armas, pero con lucidez.

Quienes se mantengan firmes en este caos serán pocos, pero serán las brasas bajo las cenizas, el recuerdo de un mundo que se negó a morir sin luchar.

 

No busquen un salvador. Sean el último baluarte. Sean la insurrección de la conciencia, o sean el recuerdo de una humanidad que se rindió sin luchar.

Entonces,

¿qué podemos hacer...?

La respuesta es contundente, elemental, casi arcaica:

¡debemos ahorrar...!

 

Rechacemos el dinero programable.

 

Rechacemos la identidad digital.

 

Niéguenos, desde ahora, a vivir indirectamente en un mundo virtual dictado por algoritmos.

Es hora de liberarnos de las cadenas que nosotros mismos hemos aceptado con nuestros teléfonos inteligentes.

 

Estos objetos totémicos, que consultamos más que a nuestros seres queridos, son los primeros eslabones de nuestra esclavitud.

Son los pasaportes digitales a una vida bajo vigilancia, la puerta al crédito social, la dependencia y la sumisión suave pero total. Debemos rechazarlos.

Debemos rechazar esta ilusión de libertad conectada que nos distancia de todo lo real, humano y vivo.

El dinero valioso es el que tienes en la mano, no el que un estado o un banco puede borrar con un clic.

La verdadera libertad es la que se experimenta desconectado, con los pies en la tierra, no la condicionada por códigos QR y aplicaciones.

 

Cada cambio de billete por efectivo es un acto de resistencia.

 

Cada conversación sin pantalla, cada encuentro real, cada desconexión voluntaria es una rebelión contra el orden digital imperante.

Ya tienen el poder, ahora quieren la eternidad del poder.

Nos toca oponerles la realidad.

 

Nos toca demostrarle a Milgram que se equivoca, no mañana, sino hoy...